Mayo del 74: festejando el Contracordobazo

Mayo del 74: festejando el Contracordobazo
16 mayo, 2024 por Redacción La tinta

Mayo tiene una mística especial para la población cordobesa. Se inaugura con el Día Internacional del Trabajador/a y se cierra con el aniversario del Cordobazo. Pero hay un año en que esos homenajes tuvieron un cariz diferente, después del Navarrazo y cuando la Córdoba rebelde caía derrotada ante el poder reaccionario de la derecha y de las fuerzas disciplinadoras del orden y la represión. 

Por Alicia Servetto para La tinta

El 1° de mayo de 1974, en la multitudinaria concentración popular de Plaza de Mayo, el presidente J. D. Perón confrontó abiertamente con Montoneros, tratándolos de “estúpidos” e “imberbes”. La respuesta del peronismo revolucionario fue retirarse de la plaza, formalizando así la ruptura con Perón. Este acontecimiento no estaba desvinculado de los conflictos y enfrentamientos que atravesaba el peronismo en la provincia mediterránea. Pocos meses atrás, el 28 de febrero, se había puesto fin a la experiencia política del gobierno popular de Ricardo Obregón Cano y Atilio López. 

El jefe de Policía, Tte. Cnel. Antonio Navarro, encarceló durante dos días a las máximas autoridades provinciales y a varios funcionarios del Poder Ejecutivo, imponiendo un virtual estado de sitio: persecuciones y detenciones a dirigentes políticos, sindicales y estudiantiles, con la argumentación que debían controlar “las fuerzas enroladas en la extrema izquierda”. En respuesta a estos sucesos, el 1° de marzo, el presidente de la República envió al Congreso de la Nación el proyecto de intervención al Poder Ejecutivo de la provincia de Córdoba, con el argumento de que “los gobernantes no supieron colocarse a la altura de los deberes de su función»1. La destitución quedó legitimada.


Es que Córdoba se había transformado en una provincia molesta, incómoda, movilizada, que vivía los efectos de un proceso de radicalización política e ideológica. Desde los sucesos del Cordobazo, nada había vuelto a ser igual. La revolución se había transformado en un proyecto posible. Mirando a Cuba, a Argelia, leyendo a Mao o a Trotski, confiando en Chile, Córdoba era la Meca para impulsar cualquier propósito de liberación nacional.


No en vano, Perón había calificado a Córdoba como un “foco de infección”, perturbada por “brotes enfermos”2: “Dejemos que esos gérmenes patológicos generen los anticuerpos que suelen entrar en nuestras organizaciones, pero tengamos la precaución de no dejar avanzar mucho las infecciones porque, indudablemente, cuando estas infecciones llegan a cierto grado, no se dominan ni aun con penicilina”3. La metáfora del cuerpo social enfermo operaba como un organizador del diagnóstico y una justificación de las acciones que luego se concretaron. 

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Con la victoria de la fórmula Obregón Cano–Atilio López en las elecciones de 1973, se instaló un punto de inflexión hacia el interior del peronismo y que se proyectaba hacia el resto de la sociedad: implicaba la legitimación de la juventud radicalizada como actor decisivo en el proceso político interno y el reposicionamiento del ala combativa del movimiento obrero cordobés en el espectro político sindical. Después de las elecciones, y durante casi todo el período de Obregón Cano, la sociedad cordobesa estuvo en la calle. 


Periódicas manifestaciones populares cubrían el radio céntrico con la presencia incontenible de la juventud peronista. Así, en los festejos del 4º aniversario del Cordobazo, el 29 de mayo de 1973, alrededor de 40.000 personas se concentraron frente al escenario levantado en Bv. San Juan y Arturo M. Bas, lugar que recordaba la muerte del obrero mecánico, Máximo Mena, víctima de la represión durante las jornadas del Cordobazo. Entre los oradores principales, estuvieron Atilio López, Ricardo Obregón Cano, Agustín Tosco, René Salamanca y representantes de todas las organizaciones armadas, Montoneros, FAR, FAP y ERP. En la tribuna, estaba el presidente de Cuba, Osvaldo Dorticós. Miles de manifestantes aplaudieron sus palabras cuando dijo que, en su país, se tenía conocimiento del vigor revolucionario de esta ciudad, que traía un fraternal abrazo del líder revolucionario Fidel Castro y que estar en Córdoba era recordar a ese paradigma de la revolución latinoamericana que fue el Che Guevara. Concluyó con la enaltecida frase: “¡Cuba y su pueblo están con ustedes, patria o muerte, venceremos!”. Y mientras Dorticós y Atilio López se estrechaban en un fuerte abrazo, el Bv. San Juan se levantó en voces con el cántico: “¡Cuba, Cuba, el pueblo te saluda!”.


Nada de esto fue gratuito. El gobierno popular llegó a su fin nueve meses después. Las tensiones y conflictos provinieron tanto de la derecha política peronista como de la ortodoxia sindical. Ambos sectores desplegaron una serie de acciones y discursos contra los gobernantes electos con el fin de provocar efectos desestabilizadores.  


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Un punto clave en esta historia fue la disputa política hacia el interior del sindicalismo4. El sector ortodoxo no sólo no tenía representación en la CGT local, tampoco había apoyado las candidaturas de Obregón Cano y Atilio López en las internas partidarias. El enfrentamiento entre los distintos sectores del sindicalismo peronista se desplegó no sólo en impugnaciones mutuas en los planos políticos e ideológicos, sino, y fundamentalmente, en distintas formas de violencia (atentados, amenazas, boicots, etc.) que ponían en tensión la gobernabilidad de los mandatarios provinciales.  

La disputa política por el control de la CGT local se dirimió el mismo 28 de febrero de 1974. Mientras se producía el golpe policial conocido como el Navarrazo en la capital cordobesa, en la localidad de Alta Gracia, se llevaba a cabo el plenario normalizador de la CGT regional. Sin la presencia de legalistas, independientes y clasistas, contó solo con la asistencia de la dirigencia peronista del sector ortodoxo. Así, resultó electo Bernabé Bárcena como nuevo secretario general de la central regional. Pocos días después, el mismo Perón reconocía ante las nuevas autoridades sindicales, reunificada en torno al sector ortodoxo, que le producía «placer» ver que «a trancos y barrancas» se había salvado, en Córdoba, «el principio de la organización monolítica»: «Los que quedan afuera no tienen nada que ver con la organización sindical». Para un sector del peronismo, Córdoba había vuelto al “orden”. 

La revista El Caudillo ―publicación política de edición semanal, que expresaba la ideología y el pensamiento de la derecha política del peronismo― se hizo eco de lo que había significado el triunfo de las fuerzas policiales, calificando el hecho como el “peronazo”. Tomó partido, aplaudió a Navarro y defendió la destitución de las autoridades electas, en tanto se había iniciado un proceso de “depuración ideológica”: «El jefe de policía hizo de enfermero y cercenó, de un solo golpe, la gangrena marxista. Así cayó Obregón Cano». 

Para la revista, las fuerzas de seguridad pusieron fin al “mal” que aquejaba a la sociedad cordobesa, refugio de “delincuentes y activistas, sátiros ideológicos que se complacen en violar el Pacto Social en cuanta ocasión se presenta y en albergar a personajes de triste celebridad política en el más alto nivel”.  En fin, después de la destitución de los gobernantes “marxistas” y de la reorganización de la CGT, se podía decir a los cuatro vientos: “En Córdoba, se acabó la fiesta”, gracias al accionar de “un milico patriota con las botas bien puestas”5.

En este contexto, el aniversario del Cordobazo en 1974 se recordó como la “gesta popular peronista que le asestó uno de los golpes más duros a la dictadura militar”. Y también fue celebrado porque su significado histórico fue reconquistado por el peronismo, su proeza “le pertenece por entero a los peronistas”, “fue obra de la resistencia peronista” y solo sirvió de “excusa a los cipayos de la izquierda para justificar una combatividad que nunca tuvieron”6. En mayo del 74, se celebró el Cordobazo con aires de triunfo, su historia había vuelto al redil: después del Navarrazo, el Cordobazo volvió a ser peronista. 


De aquella Córdoba combativa, nacida al calor de las protestas y revueltas del 69, nutrida de columnas de obreros y estudiantes rebelados contra el poder dictatorial de Onganía, movilizada e indisciplinada, poco iba quedando. Se había iniciado, a fuerza de persecución, represión, encarcelamiento, el fin de un ciclo. La Córdoba rebelde caía derrotada ante el poder reaccionario de la derecha y de las fuerzas disciplinadoras del orden y la represión. 


Terminaba así una etapa breve, pero intensa, de resistencia social y luchas obreras, donde las bases habían puesto en jaque cualquier intento de dominación social. En mayo del 74, se abrió paso a otra memoria, a otro relato, el del Contracordobazo. 

*Por Alicia Servetto ―CEA-FCS/FCC Universidad Nacional de Córdoba― para La tinta / Imagen de portada: A/D.

**Este artículo se realizó en el marco de la alianza rumbo a los 55 años del Cordobazo junto al Centro de Investigaciones de Filosofía y Humanidades María Saleme de Burnichon, y su Área de Historia, la Facultad de Filosofía y Humanidades, y el Instituto de Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba.


1Diario de Sesiones de la HCS de la Nación, Año 1974, T.IV, p. 3.618 y ss.
2Diario La Voz del Interior, Córdoba, 21-2-74.
3Diario La Voz del Interior, Córdoba, 25-5-74.
4A principios de los años setenta, el movimiento obrero de Córdoba estaba conformado por cuatro bloques gremiales de importancia: los ortodoxos, los legalistas, los independientes y los clasistas. Los dos primeros eran de filiación peronista. Los independientes estaban liderados por el dirigente de Luz y Fuerza, Agustín Tosco, y los clasistas se encolumnaban detrás del SMATA, conducido por René Salamanca. Los legalistas, independientes y clasistas compartían la dirección de la CGT Regional. Los ortodoxos se definían como los auténticos peronistas y exigían una central obrera bajo el control exclusivamente peronista. Los legalistas, por su parte, se reconocían como leales a Perón, pero, en la práctica, eran más independientes y pluralistas con respecto a la representación sindical. Su exponente más visible fue el secretario de la CGT regional elegido en 1971, Atilio López, de la Unión Tranviarios Automotor (UTA).
5Revista El Caudillo n.º 17, Buenos Aires, 8/3/1974, p. 2.
6Revista El Caudillo n.º 29, Buenos Aires, 31/5/1974, p. 3.

Palabras claves: Cordobazo, historia argentina, Movimiento obrero

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