Poemas para anudarse a la memoria
Por Camila Vázquez para La tinta
Pienso en los poemas que me anudaron a la memoria colectiva. Son muchos. Elijo algunos cuyos autorxs se relacionan de un modo u otro con la resistencia: por militantes, por secuestrados, por ser madre de un hijo desaparecido, por ser exiliadas, por ser locas. La poesía es muchas veces, para mí, un rezo.
“Con todo este dolor a cuestas”, como dice Santoro, comparto esta selección para que la poesía sirva en un sentido sensible, de plegaria, de pancarta, de oración.
Soy una mujer sin problemas, Juana Bignozzi
Todos lo saben
y entonces buscan mi compañía para charlar por las noches.
Sin embargo yo conozco a alguien que quiere morir en paz consigo mismo
y me produce estremecimientos, insomnio, soledad,
porque la paz conmigo misma sería una guerra sin fin,
dos o tres asesinatos inevitables y alguna entrega desmedida
que no entra en mis planes.
Sin embargo yo sueño por las noches
con un jardín inmenso donde los muertos se levantan para saludarme;
yo sueño con un hombre que me inquieta y como lo ignora
me habla amigablemente del resto del mundo
y de mis múltiples amores, tan simpáticos,
tan apropiados como tema de conversación.
IV, de Glauce Baldovin
Mi madre mezclaba limón tres varas de cinta siete dientes de ajo
con yerba buena y perejil
y pasaba la mezcla por siete pilas de agua bendita
para llamar a la suerte y librarse del mal.
Nada sé de amuletos ni hechicerías
pero conozco a quienes siembran la miseria y la muerte
y sé que con ellos no habrá conciliación.
Las cosas claras, de Roberto Santoro
mi voz está en su sitio
el corazón sabe algo más porque me duele
por eso digo:
terrible oficio
es repartir equivocadamente los abrazos
y que el alma viva entre perros hambrientos
uno de mis errores
fue creer que todos éramos hermanos
y ahora
no se le puede cambiar el horizonte a la nostalgia
hay que olvidarse de las viejas sonrisas
y andar con el dolor a cuestas
para que sirva definitivamente
nunca dije
mi lágrima fue grande
sufrí
no me quisieron
cada uno conoce su dolor
y sabe de qué manera hablarle a la desgracia
que venga la vida y me golpee
de nada vale cerrar los ojos
un hombre dormido
es un dolor que descansa
es duro el amor cuando se niega
un día sin embargo recuesta sus abrazos
apoya su misterio en mi cabeza
y me lleva a vivir al primer piso de un incendio
no comparo
simplemente doy mi fruto
y espero
la semilla más humilde
puede brotar el fuego o la hermosura
si estoy acorralado entre dos besos
decido acurrucarme al pie de mi corazón
y sueño
soy triste hasta los zapatos
a la hora del té
mi alegría se sienta y llora conmigo
pero sostengo que un día
aunque el amor sea el hermano implacable de la lluvia
de mi casa a tus ojos
no habrá naufragios
Vicente Luy
Antes pedimos que se vayan.
Antes, pedimos justicia.
Ahora pedimos que no se rían de nosotros.
Después, ¿qué pediremos; piedad?
Usá tu odio para el bien común.
Pone tu odio al servicio del bien común.
*Por Camila Vázquez para La tinta / Imagen de portada: Comisión Provincial de la Memoria Córdoba + intervención por Soledad Sgarella.