Memorias invertidas, memorias disidentes: relatar la propia historia
Hace días, culminaron los alegatos del Juicio Brigadas en el que, por primera vez, la comunidad trans-travesti se constituye como querellante en un juicio de lesa humanidad. En vísperas de un nuevo #24M, conversamos con lu almada de «Memorias Disidentes Sudacas» sobre la invisibilizada persecución a la comunidad LGTBIQ+, la reconstrucción de las memorias disidentes y las resistencias que tejemos en medio del recrudecimiento de discursos negacionistas y ataques políticos.
Memorias Disidentes Sudacas (MDS) publicó el Testimonio de Valeria del Mar, que, en 2022, se convirtió en la primera mujer trans querellante en un juicio de lesa humanidad. A más de 46 años del golpe cívico-militar, eclesiástico y empresarial, Valeria declaró en la audiencia n.° 88 de la megacausa por las Brigadas de Banfield, Quilmes y Lanús, relatando su paso por el centro clandestino de detención, tortura y exterminio conocido como el Pozo de Banfield. En 2022, publicaron también Memorias Invertidas, un e-book que reunió una serie de debates en torno a les desaparecides LGTBIQ+ en la última dictadura militar argentina, bajo la convicción de que la memoria no debe ser un privilegio cis-heterosexual y con la intención de acercarnos a la historia reciente para ensayar otras lecturas, para hacerle otras preguntas. «Preguntas incómodas», puntualiza Luciana Almada, compiladorx del libro junto a Cristian Prieto.
En diálogo con La tinta, lx investigadorx de Córdoba que integra MDS cuenta que el libro es resultado de un trabajo colectivo, de diálogos cruzados y de una polifonía de materiales ―desgrabaciones de encuentros, testimonios, manifiestos, ilustraciones, campañas en video, producciones propias, relecturas―, «una puerta de entrada a debatir otras cosas, pensar desde diferentes lugares y poner en tensión posiciones, lecturas y preguntas incómodas. La motivación es tensionar y multiplicar los relatos, no imponer otra verdad que desconozca otros trayectos».
En la última dictadura, el terrorismo de Estado persiguió y reprimió no solo a disidencias político-ideológicas, sino también a quienes hoy podemos llamar disidencias sexogenéricas. El relato institucional niega esta persecución particular y sistemática, el ensañamiento y la violencia ejercida contra la población LGTBIQ+. No se cuenta con cifras oficiales de sus detenciones, sus testimonios no fueron considerados hasta muchísimo tiempo después e, incluso, en el Informe Nunca Más, publicado por la CONADEP en 1984, esta población ni siquiera es mencionada como uno de los grupos de víctimas ―detallados como «infancias, mujeres embarazadas, adolescentes, familias, inválidos, lisiados, religiosos, conscriptos, periodistas y gremialistas»―.
Luciana traza varias explicaciones a esta invisibilización: «La explicación oficial es que, al armar ese informe, la fuerte presencia católica limpió esos datos. Deliberadamente, no podían aparecer y tiene que ver con la división entre la vida política y la vida sexual. Fueron muchas las cosas que se borraron porque la moral de la familia y el sistema heterocispatriarcal lo impregnó todo. Es un dato clave para no perder la genealogía, el marco social general.
Por otro lado, hay otras cuestiones que hay que tener en cuenta. Cuando vos pedís los archivos, te dicen que no existen y eso tiene que ver, por ejemplo, con que las personas detenidas no fueron registradas con su nombre autopercibido. Ahí ya perdés un dato clave. Además, muchas de esas detenciones ―sobre todo, en Córdoba― fueron bajo la carátula de estar en la vía pública, escándalo ―lo mismo que el Código de Faltas―, y complica muchísimo la búsqueda de datos».
Es por esto, explica Luciana, que las cifras 30.000 o 30.400 son simbólicas, ficciones, porque en realidad se trata de muchas más personas que quedan por fuera de lo que los registros oficiales pueden aportar si no ejercitamos otras lecturas. Así como lxs 30.000 se deducen del número de denuncias registradas ―»con el capital cultural gigante que hay que tener para hacer una denuncia», destaca―, cuando en verdad hay muchísimas más personas, la segunda cifra, lxs 400, surgen de un rabino que admitió a Carlos Jáuregui la existencia de «400 personas homosexuales» en los registros.
«Por eso, son cifras icónicas. En el Archivo de la DIPPBA, sí hay mucha información y documentación digitalizada donde aparece el seguimiento a personas con conductas homosexuales, amorales, mujeres hombrunas, lesbianas, travestis, trans, personas supuestas de tener VIH. En el Archivo de Córdoba, también aparecen algunas detenciones en las que el delito es ‘homosexual’, el delito es ‘prostituta’, el delito es ‘escruchante’. Es decir, no hay una categorización donde diga ‘a esta persona se le persigue porque fue una militante de tal organización y pertenecía a la comunidad LGTB+’, sería pedirle un montón a esa época. Entonces, es todo el tiempo un ejercicio de volver a mirar eso que ya está ahí. Si el nombre de la persona detenida está anotado como Juan Carlos y, entre comillas, Laura, quizás ese dato significa algo que podés traducir».
Almada destaca el paso del tiempo como variable que amplía la posibilidad de escuchar determinados relatos y la capacidad de lectura de que la dictadura buscó la imposición de un modelo de país completo: económico, político, social, moral, religioso y con determinado tipo de personas. «Hay algo que tiene que ver con esa recuperación histórica de nuestra de Argentina que es quiénes ocuparon el lugar de detenidxs y desaparecidxs. Hay un testimonio de Mónica, que está en el Archivo de Córdoba, donde ella misma dice: ‘A nosotras no nos hacían nada, nos violaban, pero bueno. Los pobres chicos guerrilleros la pasaban re mal’. Entonces, también hay una naturalización de determinadas violencias en algunos lugares que, en otros lugares, sí son reconocidas como crímenes. Eso también fue cambiando. Los testimonios actuales del juicio por las brigadas de Banfield, Quilmes y Lanús, donde testificaron por primera vez las compañeras travestis y trans, traen un relato que es totalmente distinto, que rearma la propia historia y en el que pueden volver hacia atrás y verse a sí mismas como detenidas en ese mismo proceso de moralización».
—Mencionabas que, en los últimos años, hubo un resurgimiento de estos debates y de la práctica de construcción de archivos que entrelazan estos temas, ¿por qué te parece que se dio esto?
—Por un lado, tiene que ver con esto del paso del tiempo y la posibilidad de escuchar determinados relatos que tienen su curso histórico, no de manera natural, sino que se van ampliando los márgenes de audibilidad o de poder imaginarlo o entenderlo. Hace poquitos días, terminaron los alegatos del primer juicio donde hay una querellante travesti-trans por primera vez en la historia. Y no es que Valeria del Mar no haya sido testigo en juicios anteriores en relación a la última dictadura, sino que había sido convocada como testigo para la identificación de una persona que estaba desaparecida, por haber estado físicamente presente. Pero nunca había sido considerada como una de las víctimas. Eso dice mucho en sí mismo de algo que es posible preguntar, escuchar, darle lugar y entender con el paso del tiempo.
Por otro lado, me parece que también tiene que ver con los activismos, las disidencias, los movimientos sociosexuales, las comunidades sexuales marginalizadas ―como cada unx quiera rotularlo― en las diferentes luchas y en las diferentes disputas. Hay una discusión que siempre estuvo muy presente y tiene que ver con si las detenciones eran por orientación sexual, por política, por qué prácticas… Finalmente, la discusión sería qué es lo sexual, qué es lo político y cómo se entrecruzan. Tiene que ver con discursos que circulan en determinados momentos y el peso que tienen. Por ejemplo, en Córdoba, históricamente la mayoría de las detenciones fueron por trabajo sexual y existía ese sentido común de que no era lo mismo si te detenían por militante o por trabajo sexual. Hay algo que es condenable y algo que no. Creo que algo de esos márgenes se ha transformado por un montón de motivos y de luchas cruzadas. Y también genera mucha tensión porque, si vamos a hablar de este tipo de detenciones, son prácticas anteriores a la dictadura y que continúan mucho tiempo después, entonces, los sentidos de palabras como democracia y libertad, que parecen que dicen mucho en sí mismas, no para todxs dicen tanto.
—¿Cuál es el valor particular de hacer archivos?
—La noción de archivo puede ser múltiple. Una cosa son los archivos policiales, hospitalarios, universitarios, oficiales y otra cosa son los archivos que las propias organizaciones realizan o la documentación que juntan que, en función de estos procesos históricos, tienen diferentes sentidos y diferentes lógicas internas. Se reflexiona mucho en cuanto a qué es lo archivable, cuáles son los límites de cada archivo y qué lecturas podés hacer con otras herramientas, atendiendo a otros elementos y haciéndote otras preguntas.
Cuando hablamos de archivo, también varía mucho en función de qué cuerpo documental estemos hablando. Algo que pasa con la disidencia es que se pierde mucho por la lógica familiar de reclamo: ninguna persona que no esté directamente relacionada a alguien comprobadamente secuestradx o desaparecidx puede ir a pedir archivos. Entonces, esta proliferación de archivos en los últimos años también tiene que ver con haber recuperado documentos propios, elementos valiosos, como, por ejemplo, el Archivo de la Memoria Trans: recopilar esos álbumes de fotos y esas cartas de compañeras que están, que no están… tomar un pedazo de historia, darle un valor o un estatus que pareciera que es antiguo ―pues pareciera que el archivo es un formato antiguo―, juntarlo, clasificarlo, demostrarlo como si fuera una evidencia de que existió. Y lo pienso también con llevar determinadas cosas a juicio: es hacer pasar las cosas por esa malla que les da una entidad de verdad que, por fuera de esos marcos, pareciera ser que no es tan válida.
—En las investigaciones y encuentros que han tenido desde Memorias Disidentes Sudacas, ¿qué experiencias y sentidos de reparación han podido identificar en distintos territorios de América Latina?
—Cada país pudo resolver a su forma diferentes maneras de reconocimiento o reparación. Hay una reparación que viene del Estado y hay otro tipo de formas de reconocimiento que se construyen como poner una fecha, documentarlo, traerlo al debate público. Acá, en Argentina, tiene mucho peso esto de memoria, verdad y justicia. Como en el caso de las compañeras trans que testificaron hace poco, acá, llegar a la justicia es como si fuera un escalón de reconocimiento. Muy pocos países tuvieron y tienen juicios como en Argentina, pero en otros lugares se piensa más en términos de reparación o reconocimiento. Varios países realizaron informes donde aparece y se reconoce la tortura sexual en las dictaduras, aunque no necesariamente llegó a la justicia ―que acá eso siempre estuvo en tensión, la violencia sexual comienza a aparecer muchos años después―. En Paraguay, en relación a la persecución a homosexuales en la dictadura, tienen fechas claves para hacer determinadas actividades y algunas ideas de recuperación histórica, pero estatalmente no hay algo concreto. En Guatemala, existe un archivo digitalizado, totalmente abierto y disponible, y los registros son muy detallados en cuanto a persecución específica de la comunidad LGTB+. La oportunidad de apertura de eso no es que genere democratización en sí misma, pero, al menos, no es una privatización tan fuerte de que, si no sos familiar directo, no hay quien pueda acceder a esa documentación.
“…y tal como lo decíamos ese día, habilitar el interrogante para ver qué podría pasar dentro de 5 años, cuando se cumplan 50 años del último golpe cívico-militar-eclesiástico. ¿Qué lectura tendremos en relación al tema? Como activistas, como integrantes de organizaciones políticas de derechos humanos, como colectivas, como referentes, ¿qué estamos tramando de cara a los años que se vienen? Y, también, ¿qué lecturas le vamos a exigir al Estado en relación a esto?”.
Fragmento de Memorias Invertidas.
—Recuperando este fragmento del libro, todavía no llegamos al 50° aniversario del golpe, pero estamos en un contexto muy complejo en cuanto a derechos humanos, con afrentas explícitas a la memoria, ¿qué pistas nos pueden ayudar a organizar la resistencia en estos tiempos?
—Las lecturas que podemos hacer del pasado, las hacemos desde el presente. Hay un romanticismo de que nuestras investigaciones o nuestras militancias son para que no vuelva a pasar y, esa garantía, evidentemente, no está dada por la democracia. Me parece que lo más complejo es poder habitar esas contradicciones o esas diferencias, pero también sabiendo que el horizonte es más o menos el mismo. Tratar de desbaratar ese ejercicio continuo ―que repetimos en nuestros activismos― de estar todo el tiempo arrancando de cero, ese hambre de siempre querer fundar algo nuevo. Me parece que el ejercicio que deberíamos darnos es justamente el contrario: incluso con las contradicciones y las tensiones, saber que son procesos genealógicos, largos y muy complejos.
Por otro lado, así como tenemos que salir de las lógicas de la heterosexualidad, también tenemos que salir de los binomios y binarismos, de la idea de pares opuestos. Por ejemplo, ante la pregunta de si es con o sin el Estado, bueno, tenemos que poder ver una graduación en el medio ―porque, si no, pasa lo que lo que estamos atravesando ahora―. Hay algo de eso que nos podría dar una pista para cualquier lectura.
También, hacer las propias autocríticas para salir de determinados lugares de comodidad, que se sostienen y tienen consecuencias muy grandes. Lo cíclico de los procesos muestra que no nos sirven esas fórmulas, esas recetas que ya tenemos y que todo el tiempo hay que estar innovando, ensayando nuevas herramientas, si no, siempre vamos a las herramientas del amo, como dice Audre Lorde, y no nos llevaron a muchos lugares hasta ahora.
Quizás estar más atentes a las microresistencias, que son un montón en este contexto. No solamente es pensar qué pasa de acá a cinco años, sino quizás pensar qué hacemos hoy. Y qué hacemos hoy pensando esa dicotomía de dictadura y democracia como pares opuestos. Hay otras formas de resistencia dando vueltas, de recuperar sus propios relatos o esas propias historias pensando justamente que también hacen parte del gran relato oficial, pero sin desconocerlo.
Desanclar que solamente estamos hablando de algo que pasó hace cuarenta y tantos años. Como proceso histórico, no está tan cerca ni tan lejos. El crimen de lesa humanidad también está hoy acá en quienes no tienen qué comer. En el aniversario de Facundo Rivera Alegre, aparecía un cartel de La Poderosa que decía: «A los 30.000 los seguimos buscando. A Facu Rivera Alegre también», y me parece que en esa frase hay una síntesis súper potente de las preguntas incómodas que nos tenemos que hacer.
*Por Julieta Pollo para La tinta / Ilustración: Dibujame Cuir / Imagen de portada: Ezequiel Luque.