Massa, Milei y la Córdoba de las campañas
La semana final arde. Schiaretti, incólume, no rompe su violeta neutralidad ni apuntalado por Estela de Carlotto. Llaryora y Passerini, neutrales, pero distintos. El armado massista sigue con la estrategia planteada post 22/10: gastar alpargatas en cientos de municipios y apelar a los intendentes. Los radicales y la influencia de Gerardo Morales. Milei llega al cierre cordobés en modo Macri 2019.
Por Gregorio Tatián para La tinta
Estela de Carlotto, 93 años, toda su vida a cuestas, se tomó un avión, recorrió los 750 kilómetros que separan Buenos Aires de la ciudad de Córdoba y se reunió con Juan Schiaretti, el gobernador otrora lagrimeante por los compañeros detenidos y desaparecidos que ahora baila el vals de la fórmula presidencial que contiene a los negacionistas, para tratar de apuntalarlo y ser un dique de contención al frenesí de la más antimassista de las neutralidades.
«Que nos reciba un gobernador tiene un significado muy grande. A buen entendedor, pocas palabras», dijo Estela en Radio 10, apenas puso un pie fuera de la reunión. Pero Schiaretti no se dejó marcar la cancha, borró con el codo la visita de la Abuela y el mismo día publicó un tuit en el que volvió a atacar a Massa por la inflación.
Llegó Massa. Se fue Massa. Llegó Estela. Se fue Estela. Llegará Milei el jueves. El domingo, veremos si se queda o se va, y muchos coinciden en que Córdoba tendrá mucho que ver. Tal es el grado de centralidad de nuestra provincia en la recta final de la campaña.
Numeritos
Agarremos la calculadora un ratito. A veces ayuda a entender el mapa. La diferencia entre Massa y Milei en la primera vuelta fue de 1.761.647 votos. Solo en la provincia de Córdoba, los votos que dejan sueltos Schiaretti y Bullrich suman 1.184.969. Es un botín demasiado tentador y no hay en el país una pecera tan concentrada de votos que se queden sin su primera opción. A eso, hay que sumarle el universo de 724.560 nuevos votantes potenciales, que son los que no acudieron a las urnas el 22 de octubre.
Milei tiene sus desafíos: desperonizar al votante de Schiaretti y reafirmar el tono antikirchnerista del gobernador, algo que el propio Schiaretti le facilita amablemente con cada declaración; contener el mayor porcentaje posible del voto Bullrich que, aun con su antikirchnerismo a cuestas, sabe que tiene la opción de votar en blanco o no votar, si es que le gana el miedo a los dislates y los gritos que profiere el alterado candidato de la motosierra.
Massa va en el camino inverso: a la caza del voto de genética peronista que acompañó a Hacemos Unidos por Nuestro País y buscando neutralidades convenientes y amigables, como la de un amplio sector del radicalismo cordobés.
Cero grados, ni frío ni calor
No toda neutralidad tiene el mismo color. La de Schiaretti solo dispara dardos al ministro de Economía y no son pocos los que recuerdan su época de empleado de Macri en la década del 80 en Brasil. Dicho sea de paso: el Fiat Cronos es el modelo de auto más exportado a ese país, con el que Milei quiere quebrar relaciones a nivel de Estado, sin entender que no hay operatoria comercial sin intervención estatal. A Schiaretti no se le puede escapar ese dato, mucho menos con aquella estadía en la Fiat macrista carioca.
El asunto es que parece importarle poco. «Para mí, Schiaretti tiene un encono personal con Massa desde 2019 por haber roto Alternativa Federal», dice Edgar Bruno, intendente de Canals y uno de los primeros en encuadrarse en Unión por la Patria.
Lo de Llaryora es distinto y se parece más a un movimiento de contorsionismo circense calculado al milímetro. Declama neutralidad, pero cuando la base presiona, deja hacer. Uno de sus hombres más cercanos dice que el gobernador electo «no autorizó, pero no prohibió ni castigó» a quienes se pronunciaron por la opción Massa. Como abogado, lo sabe: lo que no está prohibido, está permitido. Laissez-faire bien recibido en el campamento massista. «Chásgracias», murmuran y se conforman apenas, ya sin esperanzas de que se rompa la prescindencia.
La mayoría de los referentes llaryoristas dicen en la intimidad que su voto irá a Massa, pero no lo dirán nunca en público. Hace unos días, en diálogo con FM 102.3, el intendente electo de Córdoba, Daniel Passerini, opinó sobre los dichos del papa cuando le hicieron elegir entre dos opciones -Maradona o Messi- y Francisco eligió una delicada prescindencia sumando a Pelé como tercera posición. «Así tiene que contestar un jefe de Estado, je», soltó Passerini. Todos entendíamos que no hablaba de fútbol ni de Maradona ni de Messi.
Con inteligencia, una fuente del peronismo observa que el truco se cristaliza claramente en el bloque de Diputados. Natalia de la Sota representa a los herederos de su padre y apoya a Massa. Carlos Gutiérrez es Schiaretti y es el más anti Massa (por ende, pro Milei). E Ignacio García Aresca es Llaryora y mantiene la neutralidad. Encima, se suman los electos Alejandra Torres -de fuertes vínculos con la Fundación Mediterránea, pareja del ministro de Finanzas, Osvaldo Giordano, que asistió oportunamente a la presentación del plan Melconián- y Juan Brügge, antiguo delasotista de la democracia cristiana. Cada cual, cada cual, atiende su juego.
El PJ San Francisco, parte del juego
El domingo venía con cierta calma hasta que apareció el comunicado del PJ San Francisco -nada menos- que anunciaba que iba a apoyar abiertamente a Sergio Massa.
Al instante, el diputado y exintendente de San Francisco, Ignacio García Aresca, y el actual intendente de la ciudad del este, Damián «Peta» Bernarte, salieron a desmarcarse y reafirmar su neutralidad con tuits gemelos.
Se echó a correr el rumor de que era una movida independiente de Graciela Brarda, presidenta del PJ local que firmó el comunicado. Parecía raro viniendo de quien muchos consideran la madrina política de Llaryora y madre biológica de uno de sus funcionarios cercanos: Mariano Almada, actual secretario de Cultura de la Municipalidad de Córdoba. Pareció una desinteligencia, un clavo suelto, pero no. García Aresca ya sabía de antemano que el comunicado se iba a publicar. Y seguramente ya tenía escrito el tuit para él y Bernarte.
Mientras, intendentes y legisladores hacen uso de la libertad para manifestarse por Massa. Para tener un poco más de equilibrio, le «sugirieron» a Javier Pretto, expresidente del PRO y viceintendente electo, que se pronuncie a favor de Milei. A desgano, ya que prefería compartir la prescindencia de su actual jefe político o incluso hacerle guiños a Massa, el hombre de La Carlota cumplió. «Cada uno cerca de lo que es», confesó un armador del gobernador electo.
La estructura llaryorista no pierde oportunidad de tirar sus «pasitos prohibidos».
Moralito, Moralito me decía
El jueves, el exgritón especialista en crecimiento con y sin dinero llegará a Córdoba para hacer su cierre de campaña sobre avenida Yrigoyen. Solo la plaza Vélez Sarsfield separará el escenario de Milei de la Casa Radical, hogar de los hijos políticos cordobeses de Raúl Alfonsín, aquel a quien ponía en forma de careta sobre un muñeco para golpearlo. ¿Y qué hará el radicalismo cordobés? Tienen memoria. Públicamente manifiestan neutralidad, pero no olvidan las ofensas del anarcolibertario.
La semana pasada, un grupo de intendentes del noroeste cordobés acudieron al llamado del gobernador riojano Ricardo Quintela para una reunión con otros intendentes peronistas en la que Massa apareció por videollamada. Esos boina blanca tienen representación en el Foro de Intendentes Radicales y pertenecen a la línea de Ramón Javier Mestre, el exintendente capitalino. Desde el peronismo, deslizan que Mestre llegó a tomar un café con Sergio Massa durante su visita por Córdoba para aceitar contactos que vienen incluso desde antes de que Bullrich quede nocaut. En el mestrismo desmienten, pero la versión es al menos verosímil.
«Ramón fue claro: acá tenemos que tirar todos para el mismo lado, dar libertad de acción a la gente porque nadie es dueño de los votos y el límite es Milei. Él está encolumnado con Morales», dicen cerca de Mestre. Gerardo Morales ya dejó clara su posición. Los mestristas, por su parte, dejan en claro que Ramón sigue al jujeño.
El armado radical sigue. Anoche, unos 25 intendentes radicales del norte cordobés, que en las generales habían apoyado a Bullrich y finalmente hicieron público su respaldo al ministro de Economía y candidato de Unión por la Patria (UxP), tras una reunión que mantuvieron en la ciudad de Ojo de Agua con el gobernador de Santiago del Estero, Gerardo Zamora. «Es muy importante que en esta instancia, por encima de cualquier pertenencia partidaria, podamos coincidir en defender el federalismo, la producción, el trabajo, la industria nacional, la salud y la educación pública, en una Argentina que no excluya a nadie», expresó el santiagueño.
«Si Massa saca el 35% en Córdoba, es presidente»
La frase pertenece a Edgar Bruno, pero la repiten varios dirigentes de distintos espacios. Parece un objetivo casi imposible, pero en las napas subterráneas muchas estructuras inesperadas se mueven por el tigrense. ¿Podrán mover el amperímetro y hacer más puramente peronista la fórmula del fernet cordobés?
Para llegar al número mágico, es necesario que sea efectivo mostrar que «Massa no es K», como indica Bruno, que agrega: «Si tenemos chances, es por el miedo. Si Milei fuera más cauto, sería mucho más complicado».
El armado massista confía que la estructura productiva de la provincia va a saber entender el peligro que implican, para estas pampas, las propuestas del libertario. El tema Brasil genera una fuerte sensibilidad entre los industriales cordobeses y el agro. El peronismo nacional logró que hasta el periodista Aldo «Lagarto» Guizzardi dedique unos minutos a este tema. Un milagro que puede tener impacto incluso en sectores muy anti K.
Un importante dirigente del peronismo provincial confirma que hay miembros del mundo productivo cordobés que históricamente rechazan al peronismo nacional, pero ante las propuestas de Milei pisan el freno y dicen «no, pará». Pero Milei hará una última parada en Córdoba, la provincia que mira todo el país, para cortar esos miedos con la motosierra.
*Por Gregorio Tatián para La tinta.