Mama mía, una obra de humor y cáncer
Desde este jueves y hasta el sábado, Mariana Cabrol con dirección de Julieta Daga y un gran equipo llegan al Sindicato de Maravillas con la obra Mama mía. Una actriz está en una sala de espera, en un laberinto mental inducido por el exceso de químicos que combaten a su cáncer de mama. Sin golpes bajos y con humor, esta propuesta desmitifica y le quita tabú a esta enfermedad que tantas atraviesan. ¿Podemos reírnos de todo? Sí, ella sí.
Por Verónika Ferrucci para La tinta
A Mariana Cabrol la conocí en pandemia. Ella se estaba haciendo quimioterapia y, en ese proceso, hizo lo que mejor sabía hacer: humor a través de su Instagram @soyliminal. Fue su trinchera y también la de muchas que estaban en la misma, o de las que acompañamos a amigas en esa. Así llegué a ella, porque una de mis mejores amigas se estaba haciendo rayos y otra quimio, ambas por cáncer de mama, como Mariana.
Inevitablemente, cuando una amiga cuenta que tiene cáncer, una tensa calma alarga el tiempo. No sabés qué decir y, entonces -por las dudas-, entre la solemnidad y los nervios por decir una palabra justa, decís una boludez. El miedo nos pone torpes y verborrágicas -que no es título de una obra, pero podría serlo-. Y entonces, cada quien saca a relucir recomendaciones de medicinas predilectas, terapias, libros, una historia cercana y, por supuesto, un poco de biodecodificación random y positivismo mágico. Es un balbuceo, como estar suspendidas, y es que nos quedamos frente al temor a la muerte. Y en general, no podemos con eso. Pero el humor, al menos en mi entorno y en lo que ha construido Mariana, es un lugar seguro.
“Transitar el cáncer significó poner el cuerpo 100% a disposición para su curación y para la sanación de mi alma. Siento que me empoderó, pero no como una guerrera o luchadora, que son términos que no me representan, sino que me hizo tomar conciencia de que puedo hacer lo que quiera. Así como el cáncer me frenó la vida que llevaba -y lo hizo rotundamente-, me doy cuenta de que puedo ser tan rotunda, aunque no esté el cáncer. Y eso es increíblemente valioso”, cuenta Mariana en diálogo con La tinta.
Audre Lorde escribió Los diarios del cáncer a fines de los 70. Comenzaba diciendo: “Cada mujer responde a la crisis que trae a su vida el cáncer de mama a partir de un esquema general, que es el diseño de quién ella es y cómo ha sido vivida su vida. El tapiz de su existencia diaria es el campo de entrenamiento para manejar las crisis. Algunas mujeres tapan los sentimientos dolorosos que rodean a la mastectomía con una manta de ‘hacer lo habitual’, manteniendo así esos sentimientos cubiertos por siempre, pero expresados en otro lado. Para algunas mujeres, en un valiente esfuerzo para no ser vistas como meras víctimas, esto implica insistir en que no existen tales sentimientos y que no ha pasado nada. Para algunas mujeres, implica el minucioso estudio de la guerrera, de otra arma más: un arma no deseada, pero útil”.
Mariana respondió con lo que había estudiado y amaba hacer: teatro y humor. Dice que no volvió a su vida de antes, quién podría después de un sacudón así, ¿no? “Por suerte, a esa no vuelvo más. Y ahora estoy con energía y entusiasmo, porque dispongo de mi cuerpo y eso es algo valiosísimo. La conciencia de la finitud de la vida me enfocó y me hizo priorizar algunas de las cosas que quería”. Y me recuerda la oración con la cual Lorde finaliza sus diarios: “Yo no habría elegido este camino, pero estoy muy contenta de ser quien soy, aquí”.
Después de 12 sesiones de quimioterapia, una mastectomía radical, la decisión de no hacerse la reconstrucción mamaria y quedar uniteta. Después de 16 sesiones de radioterapia, 6 meses de quimioterapia oral y dos pruebas semestrales que pasó airosa, Mariana retomó el teatro. De la mano de Compañía Ladronas de Seda, llevan a escena todo ese proceso de enfermedad y sanación que vivió. Mama mía llega mañana y hasta el sábado, a las 21 h en el querido Sindicato de Maravillas.
La obra transcurre en una sala de espera y es la espera de algo. De un diagnóstico. De que un médico la atienda. La espera de un resultado. Una espera como un bombardeo de posibilidades buenas, malas, infinitas. La obra habla de ese momento extendido, de esa espera y de todo lo que ella quiere hacer, todo lo que nunca hizo. No se quiere perder de nada, porque sabe que una posibilidad es que no le quede mucho.
“Hay humor y mucha sensibilidad, tiene mucha poética y metáfora, no es burda, no es agresiva. Todas las que participamos del proyecto ponemos mucho el cuerpo; es entrega y amor. La estrenamos en Traslasierra y la gente estaba muy agradecida. Nunca imaginé ese recibimiento. Es una obra que ayuda a sanar; a mí -sin lugar a dudas- y creo que a muchas”, dice su protagonista.
Cuando le pregunto por cómo nace la obra, vuelve sobre su trabajo en Soy Liminal: “Hacer esos videos de humor me dio muchas satisfacciones, lo hice por mí, porque necesitaba expresar todo esto que me pasaba. Me mantenía ocupada, con un objetivo en esa internación domiciliaria que atravesaba y además en pandemia. Y darme cuenta de que eso le servía a otras mujeres hizo que el humor cobre otro sentido, uno más profundo. Y entonces, todo lo que había estudiado en el conservatorio, en los cursos de stand up, toda mi carrera, me llevaron a este momento. Pero yo no soy de la virtualidad, lo mío son las tablas. Entonces, hice un stand up oncológico, como una forma teatral de contar lo que me había pasado”.
Mariana fue a ver La puta mejor embalsamada porque una de sus amigas actúa ahí. Esa obra tematiza sobre todo lo que sufrió el cuerpo de Evita después de muerta y hacen referencia al cáncer, y el modo en que está tratado le hizo pensar en que la cosa iba por ahí y ahí se empezó a gestar algo. Mariana conocía sólo de nombre a la directora, Julieta Daga. “Con la impunidad que me dio el cáncer, le escribí un mail y le dije: ‘Vos no me conocés, pero quiero trabajar con vos, quiero hacer una obra que hable del cáncer, de las violencias médicas, de los cánones hegemónicos de belleza a las que estamos obligadas las mujeres, incluso quienes padecemos de cáncer. Quiero hablar de un montón de cosas y quiero hacerlo con humor y quiero hacerlo con vos’. Así de lanzada”. Y le fue muy bien.
Al mes, Julieta Daga le vio el monólogo de stand up que tenía y le dijo que empezaban el lunes. “Pasé de viajar a Córdoba todas las semanas para aplicarme quimioterapia a viajar para hacer lo que más me gusta en la vida que es actuar”. Diez meses de ensayos y un gran equipo después, salieron a escena.
“No queremos que sea una obra pedagógica, no venimos a enseñar ni decir nada, venimos a mostrar. Y me muestro, me entrego a este hecho teatral que es, sin duda, la sanación de este diagnóstico. Estoy totalmente convencida que tanto con los vídeos de Soy Liminal, el humor y esta obra, es una transformación para mí”, detalla Mariana.
“¿Cómo le doy voz a mis búsquedas como para que otras mujeres tomen lo que necesiten de mis experiencias?», se preguntaba Lorde y también, más de 40 años después, Mariana. “A partir del cáncer de mama, se crearon infinitas redes con otras mujeres que atravesaron lo mismo, sobre todo redes virtuales, porque muchas no viven en Argentina. Me hice amigas profundas, porque estar transitando lo mismo te une de una manera que es difícil de explicar”.
Creó un ciclo de charlas con los que visitó varias ciudades y, en salones, hospitales públicos, teatros, cuenta su experiencia, muestra algunos de sus videos y después se arma una ronda para conversar. “A muchas de las que asisten no las conozco, ellas me conocen más a mí, pero a todas, de alguna manera, las acompañé en su momento con consejos o preguntas o referencias, como muchísimas me acompañaron a mí. Por ejemplo, Anna Bonny es española, hace parches y ropa interior para mujeres mastectomizadas, ella también tiene una sola teta y yo me enamoré de un parche hermoso con estraces, que es para tapar la teta mastectomizada. Ella me regaló uno que había usado en unas producciones de fotografía y, a través de unos amigos de mi papá, me llegó hasta acá. Después en México, de vacaciones, conocí a Sandra Monroy, que escribió el libro Jodete cáncer. Después me llegó de España, de mano de Raquel Haro, el libro Me falta una teta. Y así, la red que se fue armando es increíble y en eso siento que la sanación es colectiva, y no lo digo como una frase bonita para escribir en un cuadro, es real. Yo lo viví así, con mis amigas y con todas estas mujeres que no conozco, pero que nos acompañamos genuina y generosamente desde cada experiencia. Es un aquelarre poderoso que nos ayuda a transitar lo malo sabiendo que no estamos solas, nunca estuve sola”.
A la memoria de Nina y del humor que nunca abandonó.
*Por Verónika Ferrucci / Imagen de portada: Débora Cerutti.