Pumakawa, cuidar con el sigilo de un puma
En Villa Rumipal, a unos 120 km de la capital cordobesa, existe una reserva que alberga pumas y otros animales víctimas del desmonte, incendios y mascotismo. Kai Pacha, su fundadora, comparte con La tinta la historia, objetivos y líneas de trabajo de este espacio. Los pumas tienen muchísimo para enseñarnos, ojalá hagamos propia un poquito de su sabiduría.
Por Inés Domínguez Cuaglia para La tinta
Es otoño y el fresco ya se hace sentir por las mañanas, seguimos esperando la primera helada mientras subimos a la ruta 36 con destino a Villa Rumipal. Hora y media de viaje entre mate y mate, Pumakawa nos recibe y el sol no demora en entibiar el aire.
Hay un silencio amoroso. Un silencio de monte que invita a conectar con las sutilezas de cada momento. Pumakawa significa “el que cuida con el sigilo de un puma”. Se trata justamente de un espacio de recuperación, cuidado y conservación de animales y monte nativo. Desarrollan actividades educativas, recreativas y de investigación.
Este emprendimiento de Villa Rumipal nació con el nombre de El Edén Flora y Fauna, pero los incendios forestales del año 2009 lo marcaron y transformaron. Así, el proyecto renace de las cenizas con una mirada sustentable y el objetivo principal de trabajar para la conservación ambiental.
Es una reserva que comenzó con la llegada de animales recuperados del mascotismo, sin posibilidades de reinsertarse a la naturaleza. Luego, construyeron la primera jaula gigante para albergar a un puma que fue ni más ni menos que expulsado del monte por la vida urbana. Así, poco a poco, el puma se transformó en su emblema.
Después, nació el “Aula abierta al sol”, como puntapié inicial al trabajo formativo que realizan para instituciones educativas. También se dedican a la reforestación y creación de un banco de semillas nativas. Realizan trabajos de separación de residuos y reciclado incluyendo a la comunidad. Y hacen protección y cuidado de las aves silvestres.
Nos acercamos a conocer a los seres que viven aquí. En su mayoría, llegaron heridos, aterrados, víctimas del mascotismo o de algún incendio que, como es sabido, arrasa con el monte, su casa. Los pumas nos regalan miradas llenas de misterio y ternura en cada movimiento sigiloso que podemos observar.
Conversamos con Kai Pacha, creadora y presidenta de Pumakawa, que es también una asociación civil sin fines de lucro. Kai vive con Estanislao, su compañero, un puma ciego y mayor que cría desde pequeño y con quien tiene un vínculo de cuasi lazarillo. Hace años, se dedica a hacerle la vida amable y segura, adaptando su casa y sus rutinas, y aprendiendo para poder acompañarlo.
—¿Cómo empezaste con este lugar?
—Mi papá era cazador. En un momento y de golpe, se arrepintió, se despertó y empezó a crear algo al contrario. Compró este campo y empezó a tener animales para cuidarlos. Él fue el que empezó con esto, con el nombre del Edén. Cuando terminé la universidad, trabajé unos años en Córdoba en lo mío. Un fin de semana, vine y me enamoré del lugar, sentí que acá tenía mucho para aportar y que el lugar tenía mucho para darme. Era como un espacio de esperanza, un mundo donde se cuidaba, donde los animales estaban bien. Un mundo aparte de la sociedad y a mí me estaba costando mucho estar en la sociedad, no me adaptaba a casi nada. Acá encontré un refugio hace 27 años. Fui aprendiendo y, después, me fui distinguiendo del estilo de mi papá. Entendí que este lugar tenía que ser fuerte en educación y que los animales que estaban aquí en cautiverio porque no tenían otra posibilidad eran los maestros. Teníamos que tratar de unirnos a ellos con lo que tenían para decir y que el visitante lo escuche. En 2009, un incendio forestal quemó el 90% de la reserva de aquel momento, fue el tiempo de subir un escalón. Tuve que soltar los pumas porque, si no, se quemaban y, en vez de cruzar la ruta, me rodearon. Lo único que yo podía hacer para salvarlos era liberarlos y me siguieron, se quedaron conmigo, esperaron a ver qué hacía yo. Fue un grado muy grande de conexión con ellos. Yo sentí que me elegían para hacer algo. Minutos antes, quería morirme por lo que estaba pasando y, en ese momento, decidí vivir hasta los 104 años y caminar el monte y estar bien y hacer algo por ellos. Ese día, empezó a ser Pumakawa.
—¿Cuál es tu misión y la misión de Pumakawa?
—Restaurar el monte nativo y recuperar la fauna silvestre. Eso abarca muchas cosas y muchas acciones, y yo me identifico con esa misión. Tengo como compromiso mi vida, la inteligencia y la creatividad que puedo procurarme para encontrar soluciones, inventar campañas y animar a aquellas personas que, como yo, entendemos que cuidar el puma y al monte es importante. Hacerlo nacer dentro del corazón de las personas a través de una educación, llevarlos a descubrir que somos animales, que tenemos un animal adentro y que tenemos el monte como belleza y como salvación de nuestra propia vida.
—¿Qué tienen para enseñarnos los pumas?
—El puma es un marginado. De todo marginado, la sociedad tiene muchísimo que aprender. Es un animal poderoso al que le hemos perdido el respeto. En las culturas originarias, era un felino admirado y se lo quería copiar por sus habilidades, por el sigilo, por el secreto, por la adaptabilidad que lo caracteriza. Con la agricultura, avanzamos hacia el monte y los fuimos dejando sin casa y sin presas. Y como tiene un gran poder de adaptación, en vez de extinguirse como lo haría otra especie, cambia la dieta: en vez de comer vizcachas, come un potrillo o un cordero. Y, ahí, genera un gran conflicto, pero, en realidad, nos está diciendo que este lugar está pobre, perdió el monte, no hay presas. En Argentina, todos los lugares de conflicto con el puma son lugares deteriorados ambientalmente. Él está avisando que hay que hacer algo. Además, caza más de lo que come porque le convida a otros carroñeros, es decir, ayuda a conservar la biodiversidad. Come los más enfermos y viejitos, entonces, fortalece las poblaciones que son sus presas, no las extermina. También es un forestador, su aparato digestivo no perjudica las semillas. El puma es la puerta de entrada a la problemática del monte. Velar por el cuidado del puma es velar y tener soluciones para el monte.
—¿Cómo es criar a un puma?
—A mí me toca criar pumas porque estoy en esta reserva, es un caso especial. Lo tomé como un trabajo para hacer, una misión que me llegaba. Criar a cada puma fue diferente.
Al criar a Estanislao, tuve que hacer un vínculo muy fuerte para entender su ceguera, para ver por él, para llegar a esta comodidad. Tuve que súper adaptarme y dar mucho de mi tiempo. Él entró a mi rutina también y, cuando no estoy, se entristece, siente que le falta el bastón blanco.
La vida junto a ellos es de mucho aprendizaje. Todo lo que digo de pumas lo puedo asegurar por alguno de los pumas que tuvimos. Yo siempre descubro algo nuevo en el puma.
—¿De qué se trata el proyecto Cacu, impulsado por Pumakawa?
—El proyecto Cacu trata de promover la convivencia entre el productor y la vida silvestre. Cacu presenta cuatro técnicas que son beneficiosas para ahuyentar el puma y salvar el ganado. Una de nuestras técnicas es aplicar burros o mulas en el ganado porque repelen al puma, se la bancan y ahuyentan. Otra tiene que ver con luces intermitentes que se detonan cuando pasa un puma. Para ellos, representa la presencia humana y los asusta. Traslocar vizcachas también está entre las opciones, sacamos pequeña población núcleos de vizcacha y los llevamos a lugares donde hay daños de Puma. La cuarta propuesta es la de los perros Maremma que se usaba en otros países para ahuyentar el lobo. En Argentina, se está aplicando y es súper eficiente. El perro funciona como protector de las ovejas.
—¿Cómo sostienen Pumakawa?
—Recibimos donaciones que pueden hacer ingresando a la página web, eso nos ayuda para lo que es rutina, comida y veterinario. Para hacer los recintos, hemos logrado que la Fundación Brigitte Bardot nos elija como único punto en Argentina y financie los nuevos recintos. Construimos domos geodésicos, ya que brindan beneficio ante las inclemencias climáticas, el interior es súper fuerte, se pueden colgar cosas de ambientación y no hay riesgo de fuga. Otorgan una sensación de cautiverio más abierto, de mayor libertad, porque no hay ángulos, mejorando la calidad de vida de los animales.
Pumakawa se puede visitar todos los días, menos los martes, de 10 a 18 h. Podés hacer tu colaboración para la alimentación y mantenimiento de los animales, y también sumar tu firma contra los trofeos de caza.
*Por Inés Domínguez Cuaglia para La tinta / Imagen de portada: Ana Medero para La tinta.