Se cumplen 10 años de la desaparición de Rivera Alegre: «Facu era arte y alegría»
Hace diez años que no se sabe dónde está Facundo Rivera Alegre ni qué fue de él. Tenía 19 cuando se lo llevaron y lo desaparecieron. En democracia, sí. El 19 de febrero de 2012, fue con sus amigos al baile de cuarteto de Damián Córdoba en el Estadio del Centro. Y después de eso, no se sabe mucho más.
«Esa noche llovía un montón. No me voy a olvidar jamás cómo llovía», me cuenta Viviana Alegre, su mamá, estandarte de la búsqueda de Facu.
Lo que sabe sobre esa fatídica noche de verano es que Facu salió del baile, se habría desencontrado con sus amigos y habría caminado hasta la Av. Colón para tomar un colectivo. Dicen que esa noche hubo corridas y que la Policía «dispersó» a la multitud, y dos testigos afirman haber visto cómo policías de civil subían a un auto a alguien con la misma descripción de Facu. No mucho más.
Para la Justicia, el caso tuvo otros tintes, mucho más novelescos y forzados que investigar la tristemente célebre escena de la Policía golpeando y levantando pibes. Para los jueces que fallaron en el caso y para el fiscal Alejandro Moyano, Facu fue ultimado por los hijos de una narcotraficante de barrio Maldonado y su cuerpo, cremado en los hornos del cementerio San Vicente.
El juicio se realizó a mediados de 2015 y, además de afectar los intereses de la intocable industria del cuarteto y la noche en Córdoba, era un asunto primordial para un gobernador José Manuel de la Sota que era precandidato presidencial de la alianza UNA (junto a Sergio Massa) y para un Juan Schiaretti que tenía que ganar las elecciones provinciales y «quería que le saquen ese muerto de encima» antes de empezar su nueva gestión. Por eso, el proceso se cerró rápido y sin daños colaterales para el gobierno: plagado de irregularidades, condenó a perejiles, no tuvo ningún efectivo policial imputado y no arrojó el paradero de dónde está Facundo. Un homicidio sin cuerpo.
«Fue un gran circo, armado. Más que juicio, fue un guión. De la Sota se iba del gobierno, se le había incendiado la mitad de la provincia, la Policía se había acuartelado, explotó la causa del narcoescándalo policial y Schiaretti no quería saber nada. Y aparte, la necesidad de amparar al mundo del cuarteto», señala Vivi.
Finalizado el juicio, Alegre y el abogado Claudio Orosz decidieron «absolver» a los acusados y no apelar. «Son el último eslabón de una larga cadena de impunidad», dice Vivi, convencida de que los verdaderos responsables continúan trabajando en la fuerza de seguridad. No era por ahí. Sí están realizando los trámites correspondientes para llevar la causa a la Comisión Interamericana de DD. HH. y a Amnistía Internacional. Los pibes condenados sí apelaron, aunque su sentencia fue ratificada años más tarde en Casación y ya no continuaron la apelación hacia la Corte Suprema.
Tras el juicio, el fiscal Alejandro Moyano, que debía instruir la causa, fue premiado por el gobernador, con la Fiscalía General de la provincia.
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Antes de que su cara sea reconocida por los afiches que lo recuerdan en las marchas, por las pegatinas y murales en las calles, Facu ya era conocido entres sus pares como «El Rubio del Pasaje». Pasa que vivía en el tradicional barrio Juniors, de Córdoba capital, en el pasaje Alejandro Carbó, y como desde pendejo le gustó teñirse -«siempre se preocupaba mucho por su imagen»-, lo empezaron a conocer como «El Rubio».
Un tipo alegre, aunque suene redundante. Amiguero, fanático de Boca y la música. De chiquito le gustaba el tango e imitaba el baile, quería estudiar violín y aprender italiano. Después, coqueteó con el rock y, finalmente, tuvo una banda de cuarteto. Por problemas familiares, se atrasó en el colegio, terminó en un acelerado y después se anotó en Arquitectura de la UNC. En el medio, conoció a su compañera, se empezaron a hacer su casa y tuvieron una bebé, Rocío.
Como a miles de pibes de barrios humildes de Córdoba y de casi cualquier ciudad o pueblo del país, desde pibito tuvo que soportar el verdugueo de la Policía, el bolaceo cotidiano y las provocaciones, la humillación, las subidas al móvil y las golpizas. Por el pelo teñido y la ropa manchada de pintura, era un objetivo predilecto para uniformados que tenían que completar planillas de detenciones o, simplemente, para su sádico divertimento.
Viviana tuvo que ir un par de veces a buscarlo a la Comisaría y a veces lo encontraba muy maltrecho, golpeadísimo por los uniformados. «Por el Código de Faltas, cada dos por tres lo paraban. A la tarde, en el barrio, en cualquier momento», recuerda Vivi. Una de las últimas veces, unos meses antes de su desaparición, lo detuvo Infantería en la rotonda del Hombre Urbano.
Cuando la Vivi fue a sacarlo, un policía le dijo: «Falta poco, señora».
—¿Para qué faltaba poco, para esto?, rememora ella, con el retumbar de esas palabras en la cabeza.
Viviana dice que el Estado no lo encuentra porque no lo quiere encontrar. Y tira una verdad fulminante: «El Estado es responsable, porque es el único que tiene la logística y la infraestructura necesaria para hacer desaparecer personas. El Gobierno da la orden y la Justicia y la Policía ejecutan». Mucha amenaza anónima a Viviana y a testigos, mucho policía de civil en el barrio, aprietes a los amigos de Facu y hasta una testigo clave para la fiscalía, que tiempo después detectaron que ya había oficiado de «testigo estrella» en otros juicios complicados para la Provincia.
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Pasaron diez años, una década. Ahora, en marzo, el Facu hubiera cumplido los 30. Cómo imaginar el tiempo que le robaron, los proyectos, los aciertos y los errores de un pibre que se estaba haciendo, que estaba en construcción.
Y cómo imaginar el tiempo que le robaron a Vivi, que hace diez años que su vida gira en torno a la búsqueda de él, que ese esfuerzo sobrehumano de buscar a un hijo desaparecido repercute en el cuerpo, que la falta de luto enferma.
«Tuve cáncer, después parálisis facial. Las idas y vueltas de la vida. Cuesta entender que tengo una vida también, no solo la lucha. Es difícil equilibrar, lo voy aprendiendo, pero falta. Eso de intentar disfrutar de las cosas. Reunirse, despejar y que no sea sobre Facu, y yo misma lo tengo que hacer. Es algo increíble, pero muchas de las mamás de víctimas de gatillo fácil han tenido, y es muy simbólico, cáncer de mama o de útero», confiesa.
Y agrega: «Agradezco haberlas conocido, lástima la circunstancia. Aprendo mucho y me nutre mucho juntarme con ellas. Y no necesariamente nos juntamos para llorar y hablar de la lucha. También tenemos anécdotas de nuestros hijos, nos reímos, también es importante recordarlos con alegría. Él era arte y alegría. Facu era eso».
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Familiares y conocides de Facundo convocan a concentrar este viernes a las 17 frente a Tribunales Provinciales 1 (Caseros 551) para exigir justicia para el «Rubio del Pasaje», al cumplirse 𝟭𝟬 𝗮𝗻̃𝗼𝘀 𝗱𝗲 𝘀𝘂 𝗱𝗲𝘀𝗮𝗽𝗮𝗿𝗶𝗰𝗶𝗼́𝗻 𝗳𝗼𝗿𝘇𝗮𝗱𝗮.
Se realizará una lectura de documento, junto a familiares de víctimas de desapariciones y asesinatos estatales policiales, y de familiares de homicidios viales. Luego, hablará Viviana y, finalmente, habrá un cierre artístico con Gonzalo Mamonde, Sonia Lescano, Paolo Porcel y Julieta Rivarola.
«Los invitamos a todos frente a Tribunales, para presionar al fiscal general. Sigan apoyándonos. Hasta encontrarte, Facu. Donde sea que estés, esperá, que te vamos a encontrar».
* Por Ezequiel Luque para La tinta.