Las Bestias: de Córdoba, el Conurbano y el gótico pampeano
Con historias de Laborde, paisajes conurbanos, con lenguaje “rimbombante” y una gran narrativa gótica, Vicky García publicó “Las bestias” (Colectivo Contramar), “una colección de relatos de terror e imaginaciones crueles”. La escritora nacida en Córdoba, pero asentada en Buenos Aires hace 15 años, dialogó sobre su nueva publicación, y contó detalles sobre cómo nació, la preponderancia de voces de mujeres campesinas e indígenas, lesbianas y trans, y cuáles son sus inspiraciones a la hora de escribir.
Por Camila Jáuregui para Cordón
—Contanos un poco de tu historia, cómo fue tu paso de nacer en Córdoba y venir a Capital Federal.
—Fue muy doloroso venir de mi pueblo (Laborde), donde nos conocíamos todes, donde salíamos a la calle y nos saludábamos y siempre estaban ahí los vecinos y las vecinas para darte una mano. Nunca faltaba quien te fiara… era otra cosa, yo vivía en una casa con patio, cosa que acá en Buenos Aires perdí.
Fue difícil el primer año, hablé con gente que también había venido acá y les costaba mucho el cambio de vida, era inevitable extrañar. En 2004 los celulares apenas andaban, y recién surgían los mensajes de texto que salían carísimos. Me comunicaba como podía, y en ese momento empecé a escribir mucho más que antes. Llevaba un diario personal con lo que iba descubriendo de la ciudad y escribía muchas cartas. Con eso retomé el ejercicio de la escritura aunque siempre me gustó escribir ficciones. Me formé en la lectura de cartas y en los relatos orales.
En principio vine a estudiar teatro en diferentes talleres, hasta que llegué al Excéntrico de la 18, espacio que dirige Cristina Vanegas. Me cambió la vida completamente, me abrió la cabeza hacia la dramaturgia, hacia libros de literatura contemporánea, gauchesca, de recetas, todas formas de literatura que unas las vuelca en la improvisación.
Me cuesta mucho ir (a Córdoba). El transporte no es directo, hay que hacer una travesía para llegar, pero siento que voy poco por lo que me cuesta dejar el pueblo. Si bien Buenos Aires es el lugar que elegí para vivir, en mi pueblo está mi infancia sin desconocer la situación que se vivió en los 80 y 90, tengo muy idealizada la casa de mi abuela, la familia, los domingos y las juntadas, las anécdotas.
—Estás presentando “Las bestias”, una novela en relatos gauchescos, fantásticos y góticos. ¿Qué podes contarnos del libro, sin spoilear mucho?
—Las Bestias lo puedo contar de diferentes maneras según el día y según la apreciación que tenga. Empezaron siendo relatos sueltos sobre diferentes anécdotas que escuchaba en mi familia, tomándolas como disparador y corriéndolas a lo que terminó siendo un fantástico. Lo importante de este trabajo es el lenguaje, lo que escribo y los diálogos tratan de poner el ojo en los lugares que no son los habituales en una narración.
En un momento recordé, o siempre tuve pegado el oído a mi infancia y a la actualidad con audios, escuchar las voces de mi papá, de mis primos y primas, me recuerda mucho a cómo hablamos en Laborde y tenemos nuestro propio léxico. Hay un fuerte entramado de palabras que tal vez suenen viejas o rimbombantes, pero quise trabajar el lenguaje.
Si bien hay relatos basados en hechos reales, hay mucho de lo fantástico (…) Estoy todo el tiempo escuchando historias de mi familia, de mis amigues. Vienen de disparadores y de elementos, se van uniendo. Fue un trabajo de muchos años para lograr una integralidad, al principio eran cuentos y después terminaron siendo una novela en relatos.
Si bien cada relato se puede leer de forma individual, es lindo leerlo completo porque los personajes se desarrollan y las historias se completan en otras, se cruzan. Está dividido en dos partes, que una completa y explica a la otra. Podemos ver cómo envejecen los personajes. Y hay un “medio” que resuelve un montón de cosas.
«Sin pedir permiso (¿a quién?), ni sentarse modosita a la mesa de la incorrección/corrección política a debatir qué se puede o se debe escribir en literatura argentina, Victoria García hace lo más vital que se puede hacer: patea el tablero y escribe lo que se le canta. Y se le canta vibrante y hermoso, exuberante y brutal. Escribe una literatura salvaje». Gabriela Cabezón Cámara, contratapa del libro «Las Bestias».
—¿Cuál es la importancia de la voz e imagen de mujeres campesinas e indígenas, lesbianas y trans en los relatos?
—Uno de los grandes disparadores fue que en un momento estaba sufriendo una situación de maltrato laboral que me llevó a tener ataques de pánico y una operación, me afectó al cuerpo (…) Me acuerdo que llegué al taller de Gabriela Cabezón Cámara muy mal y le digo: “Este patrón de estancia me trata como una sirvienta”. Y son cosas que decía mi abuela, esa mirada de la mujer maltratada, ninguneada, una historia de clase y género, de (no) pertenencia a una clase. Y Gabriela me dice que empiece una serie de relatos con el eje en eso. Por eso son mujeres reveladas contra los patrones, los peones, los campesinos que ejercían su masculinidad de forma violenta y no permitían vivir a las mujeres sus sexualidades como querían. Tampoco ellos vivían sus sexualidades como querían.
Las mujeres parecen que están relegadas en un segundo plano, pareciera que los protagonistas son varones porque predominan voces masculinas, pero son acciones femeninas. Luego, las mujeres van tomando fuerza y revelándose contra esa heteronorma tan fuerte, tan arraigada sobre todo en una época, tiempo y lugar específico.
Son mujeres que se adaptan a situaciones extremas de un campo y un pueblo que se lo está tragando la tierra misma, las mujeres le hacen frente a los hombres. Hay madres, abuelas, hijas, esposas porque ninguna termina de ser compañera. Creo que estas mujeres se refugian en sí y construyen lazos afectivos que no siempre son sexuales, pero se podía pensar que tienen cierta tensión que a veces se resuelve y a veces no.
—¿Cómo encontramos el conurbano en Las bestias?
—El conurbano entra por mi ex jefe, que en una especie de castigo me manda a trabajar a hacer territorio al conurbano, pensando que iba a pensar que era terrible. Terminé trabajando en Moreno, Quilmes y Florencio Varela.
Yo tenía una visión del conurbano de un gran conglomerado de casas y lugares muy habitados. Y en estos lugares a los que fui empecé a encontrar imágenes muy parecidas a las de mi pueblo: había arroyos –parte de la cuenca Matanza Riachuelo, que para mí es muy inspirador–, había pibes y pibas jugando a la pelota en un territorio verde. Con esas imágenes nuevas que se incorporaban a mi mundo, pude terminar de completar los escenarios que estaba armando.
Esa estructura del conurbano de pasar de golpe de Avellaneda a Quilmes me daba un cross a la mandíbula. Pero esas experiencias y salir me hicieron recorrer el paisaje, la naturaleza y escuchar esas voces del conurbano que también vienen de las provincias.
—La contratapa cuenta con las palabras Gabriela Cabezón Cámara y de Juan Diego Incardona, dos escritorxs del conurbano con gran influencia en nuestra literatura. ¿Qué significó para vos?
—Gabriela y Juan Diego son dos personas indispensables a las que nunca les voy a terminar de agradecer, porque me rescataron en momentos de mucha violencia laboral y hostilidad en esta vuelta al neoliberalismo durante el gobierno de Macri. Fueron lugares de contención y acompañamiento.
Cada une tiene una forma diferente de afrontar los talleres, y hacerlos juntos me completó muchísimo. Lo que necesitaba en ese trecho de escritura era eso. Gabriela crea grupos con una atmósfera de contención increíble, son grupos donde la escritura es algo individual pero se completa con lo colectivo. Es un espacio donde todas estamos pendientes de lo que escribe la otra.
A Juan Diego me fascinaba escucharlo. Y conocerlo fue un flash, su taller tiene mucha revisión de la literatura, con muchas formas de aplicar otras herramientas. Nos hacía ver películas, series, con ejercicios que te hacían salir de la zona de confort. Se creó un lazo maravilloso, lo considero un amigo, una gran persona con talento impresionante para contar historias.
«El lector no se podrá despegar de estas historias, de sus climas y del morbo que ofrecen. Vicky García ha escrito un libro extraordinario y original, cuya visión de la pampa es una verdadera pesadilla, seductora y terrible». Juan Diego Incardona, contratapa del libro «Las Bestias».
—¿Qué autorxs te inspiran para escribir?
—Voy a decir lo más obvio: Cabezón Cámara, (Samanta) Schweblin, Mariana Enríquez, Selva Almada. Estaría mal decir que leo literatura femenina, porque no debería tener género, pero la mayoría de lo que leo son autoras mujeres. Me gusta mucho Claudia Piñeiro, Fernanda García Lago tiene una imaginación increíble.
También leo autoras de mi generación, muchas compañeras que sacaron sus libros recientemente como Tali Goldman, Paula Galaski, Dana Madera me parecen increíbles sus historias, porque además se escuchan otras voces que no son las cómodas, las habituales, las que están plantadas. La literatura de provincias y de estas personas que considero grandes compañeras me encanta.
Dolores Reyes es una lectura terrible, muy ansiosa esperando la continuación de Cometierra. También leí a Paula Rodríguez con Causas urgentes, una novela negra impresionante; y el libro ganador del Futurock, Donde mueren las mariposas, de Belén Longo.
*Por Camila Jáuregui para Cordón. Fotos: Pedro Antoniassi.