«Magnetismo»: el deseo que irrumpe, el deseo que insiste
En su primera novela, Irina Morán aborda el amor en tiempos de pantallas: «Tenemos todas las maneras de comunicarnos, pero sigue siendo muy difícil encontrarse, mirarse a los ojos y poder charlar de lo que te está rompiendo el corazón».
Por Julieta Pollo para La tinta
Magnetismo es la primera novela de Irina Morán. Si bien sus primeras líneas comenzaron a escribirse hace tres años, de algún modo fue la pandemia la que impulsó a la periodista cordobesa a dedicar tiempo y energía a un deseo postergado: desarrollar su lado ficcional.
Editada por Recovecos, se trata de «una historia de amor cruzada por el brillo de la modernidad, que va tocando la complejidad de los vínculos afectivos». En la monótona rutina, el deseo irrumpe, el deseo insiste. Les protagonistas viven una aventura tan sobrenatural como universal -eso que tiene el amor de sentirse como el mundo en un bocado- que pulsa sobre el entramado afectivo, los límites y los nuevos rumbos. Con giros de ciencia ficción y un ritmo ágil y cercano, esta novela habla de construir un encuentro genuino en la era de las pantallas.
La autora conversó con La tinta sobre el paso del periodismo a la ficción, la importancia de los silencios en la historia y la presentación del libro que será este jueves en café Le Dureau.
Magnetismo viene gestándose hace tiempo. El primer capítulo del libro tuvo su origen en un taller literario coordinado por Natalia Ferreyra, donde Irina lo trabajó en formato cuento. Después lo subió a su blog, En fin, el mar…, espacio que abrió en 2014 para animarse a narrar y compartir fragmentos inspirados en su vida, su cotidiano, su mundo íntimo. En ese mágico/azaroso devenir de los blogs, el relato llegó al editor cordobés Gastón Sironi, quien luego de leerlo le propuso a Irina tirar del hilo de ese primer texto y ver qué iba emergiendo. “En medio de la cuarentena, vía mail, hicimos un proceso de corrección juntes. Así nacieron los 13 capítulos de Magnetismo. Fue un proceso de diamante muy hermoso, no aspiracional, sino lúdico, de aprendizaje y muy placentero. El trabajo de edición es súper necesario para llegar a una escritura simple, luminosa, clara, directa y que esa palabra produzca algo en el lector o lectora que está enfrente. Por eso la mirada del editor es muy saludable”, dice la autora.
Irina destaca que los trabajos más ricos siempre son colectivos y que este fue el caso: “La tarea del libro es hermosa, es lenta, es colectiva. La corrección, pero también aspectos como la tipografía que vas a usar, los silencios, los blancos que vas a poner, la estructura de los capítulos, las maneras de citar… hay tantos detalles puestos en la edición. Y después el arte de tapa, la fotografía, el diseño, procesos en los que la editorial Recovecos me dejó participar mucho y con quienes estoy muy agradecida”, dice la autora.
—¿Qué papel jugó la pandemia tanto en tu proceso creativo como en el argumento de la novela?
—Creo que la cuarentena dio un lugar de introspección. A mí me puso contra la pared: ¿qué pasa si mañana me muero y no hice lo que quise? Si en definitiva lo que más me gusta es escribir, escribo, no importa lo que salga mientras esté ese deseo.
El libro tiene una línea argumental que es una crítica solapada a un mundo supuestamente hiperconectado donde existe una desconexión tremenda. Tenemos todas las maneras de comunicarnos, pero sigue siendo muy difícil encontrarse, mirarse a los ojos y poder charlar de lo que te está pasando, de lo que te está rompiendo el corazón. A los personajes les pasa un poco esto. Y es algo que creo que la pandemia agudizó. Somos una raza que siempre ha avanzado de manera colectiva, ¿qué pasa si aparece un virus que nos obliga a quedarnos detrás de las pantallas? ¿Qué pasa con los vínculos mediados por las pantallas, los deseos, el amor que viene y te arrasa? Hay hasta una pequeña dosis de ciencia ficción, ese amor que te arrasa tanto que llegás a teletransportarte.
Irina dice que Magnetismo está hecha para ser leída en papel. No solo por su diseño que invita a recorrerla en formato físico, sino porque «es un libro para llevarte a la cama y para leer en otro tiempo también. No sé si habrá e-book, pero está pensado para leerlo en papel».
—¿Es una novela romántica, una novela de ciencia ficción? ¿Elegiste estos géneros o te encontraron a vos?
—Creo que la historia me encontró a mí y yo la fui escribiendo, y después fui profundizando e investigando para darle esa credibilidad. Por otro lado, yo no inventé nada… Samanta Schweblin también usa pinceladas de ciencia ficción o realismo mágico si te vas a Isabel Allende o Gabriel García Márquez. Magnetismo tiene un poco de eso y después cae en un lugar hiperrealista también, que vos o yo podemos vivir. A la vez, quise que fuese un mundo sin pandemia, pero con una sensación de que algo podría llegar a suceder, hay algo inminente en toda la historia.
—Hace 20 años que sos comunicadora y periodista, ¿cómo fue este salto a la ficción? ¿Qué aspectos del periodismo permanecen y qué novedades descubriste en la ficción?
—La escritura sigue siendo un lugar que me desafía constantemente y, a la vez, es como un descanso y un placer. Es una herramienta muy austera y, a la vez, muy potente. Empecé como periodista siendo muy joven y siempre me gustó el periodismo gráfico. Nos formamos en el periodismo con mucho idealismo, con Rodolfo Walsh y García Márquez, con la crónica literaria. Pero con el tiempo me di cuenta de que el periodismo iba teniendo un espacio cada vez más cerrado, más banal, más manipulado, más rápido -haciendo la salvedad de que hace mucho tiempo trabajo en medios universitarios que son bastante nobles y donde se puede escribir con más libertad-.
Como periodista y más aún como escritora, siento que el lector o la lectora es mucho más inteligente, perceptivo, riguroso y crítico que yo, entonces trabajé mucho los silencios en la novela. No quise decir todo. En el periodismo tendemos a explicarlo todo, en el primer párrafo ya está condensado qué, quién, cuándo, dónde y cómo. En la escritura no, porque es una invitación a la vida misma. Es un proceso largo y hay que darle tiempo para que la obra transpire. Es algo que fui descubriendo en el mismo proceso, en el hacer.
—¿Cuál es el Magnetismo que une a estos personajes?
—Lo que les une es el amor y el deseo, una pulsión arrasadora que te lleva a hacer miles de cosas, un sentimiento maravilloso que también te encuentra con tus límites. Es algo que excepcionalmente pasa, no se da todos los días, y que se torna difícil en esta sociedad moderna y aturdida por el brillo de las pantallas. Los arrasa el amor, pero ella reprime eso porque ella estaba en pareja. Tiene que ver con lo que pasa cuando tenés tu vida armada y te cruza de nuevo el amor. Toca el tema de la infidelidad, los celos, el control, hasta dónde somos dueños del pensamiento del otro, qué pasa cuando nos damos cuenta de que nuestra pareja no está funcionando bien y qué hacemos frente a eso. La novela no pretende ni juzgar ni aleccionar, es una novela, es ficción, la idea es ponernos en la carne de esos personajes con sus luces y sombras, no hay superhéroes.
Esta historia habla de los vínculos y del amor en muchos sentidos, no solo en la pareja. La maternidad, la paternidad, incluso la mirada de los hijos, hijas, hijes… hasta dónde un deseo frena otros. ¿Qué decisiones tomamos cuando atravesamos una primera gestación? ¿Qué pasa cuando a las personas gestantes nos atraviesa ese deseo, qué decisiones tomamos, qué nos pasa a nosotras y a las personas que nos acompañan? Es algo que tiene que ver con mi recorrido feminista, pertenezco a un colectivo llamado “Mujeres por un parto respetado” y me parece que desde el feminismo hemos luchado tanto por el derecho impostergable de no gestar, que hablamos poco de todo lo que nos sucede cuando gestamos, de ese deseo.
—¿Cuál fue la búsqueda más desafiante en cuanto a la construcción de los personajes?
—La psicología de los personajes masculinos fue difícil, fue ponerme en la piel y el cuerpo de un varón cis. El cuento delineaba algunos personajes que para mí iban a ser centrales en esta historia, que iban a crecer. Las que escribimos o hemos hecho muchas entrevistas vamos como almacenando personas durante toda la carrera, entonces había alguna tipología de determinadas personas que quería que estuviera de manera racional. Casi todos los personajes de Magnetismo están inspirados en alguna persona sin ser exactamente.
El personaje con el que más me divertí fue Max el loco, que es un científico que va creciendo a lo largo de la historia porque tiene mucha riqueza y vida. Estuve mucho pensando en su historia, incluso me demandó otras lecturas de ciencia, historia… hasta la historia de la NASA que después son pinceladas chiquitas, pero están. Otro personaje es Nicolás, la pareja estable de la protagonista y padre de su hijo. Ese personaje también se nutrió de muchas rondas de mujeres que, sin ser una, podemos ser todas, ¿no?
—La novela se va desenvolviendo al compás de la luna: cada capítulo tiene un nombre y un estado lunar, ¿por qué elegiste este recurso?
—Es un guiño implícito que está a lo largo de toda la novela. Los capítulos llevan el nombre de una luna -luna llena, luna de sangre, luna menguante, noche sin luna, eclipse lunar, luna negra- y tienen esa energía. De hecho, es la luna en la que yo escribí cada capítulo. Hoy vivimos un tiempo acelerado y creo que es una vara que obstaculiza nuestro propio proceso natural. Nuestro calendario ya no es lunar, no estamos alineados con el tiempo natural. No es casual que gestemos en nueve meses, ni nuestro ciclo menstrual, ni el proceso de los partos que se da generalmente en luna llena… digo, esta novela tiene mucho de todo mi recorrido feminista y es un poco recuperar y darle atención a las claves naturales.
Magnetismo. Se presenta el jueves 11 de noviembre a las 19 horas en el café Le Dureau (Independencia 180). Habrá una entrevista dialogada entre la autora, Irina Morán, y la periodista y escritora Fernanda Juárez. Acompañarán con canciones Guillermina Ávalos y Paola Molina.
*Por Julieta Pollo para La tinta.