Kike Ferrari y las irregularidades de la realidad
«La distopía permite contar lo mismo que permite la literatura de acción o las novelas duras, que es mundos paralelos, espejados con este –reflexiona-. Contar otras distopías, de alguna manera, nos permite contar en la que vivimos», dice Kike Ferrari sobre su nuevo libro Territorios sin cartografiar.
Por Leandro Albani para La tinta
Novela distópica. Conjunto de relatos alucinados. Mundos imaginarios que chocan y se mezclan. Ciudades reales y crueles frente a ciudades ficticias y rodeadas de incógnitas. Personajes tan diversos con Rodolfo Walsh, Batman, Ricardo Piglia, que aparecen y desaparecen entre páginas trepidantes. Dos protagonistas que se envían mensajes para reconstruir vidas y misterios. Y la justicia humana y digna contra un ícono del rock argentino devenido en triste caricatura de su historia. Todo esto y un poco más podemos encontrar en Territorios sin cartografiar, el nuevo libro de Kike Ferrari, editado este año por Indómita Luz.
Ese “y un poco más” es la propuesta de Ferrari de sumergirse en una historia donde el nudo está ubicado en “la interferencia”, o “el crackle”, que dispara historias cruzadas, tiempos difusos, pero conectados a una raíz primigenia: la ciencia ficción con todos los condimentos clásicos, pero, al mismo tiempo, con una génesis marcada por el país desde donde se escribe.
Como en otros de sus libros (Lo que no fue, 2009; Que de lejos parecen moscas, 2011; Todos nosotros, 2019), Ferrari escribe, describe, relata y construye un texto preciso y justo, donde no sobran palabras ni giros “espectaculares”. Si la historia que recorre el libro por momentos sobrevuela y rebasa las fronteras literarias establecidas, las palabras que dan libertad al relato son concretas y cargan con el poder necesario para cruzar los mundos e historias del libro.
Como escriben Juan Mattio y Marcelo Acevedo en el prólogo de Territorios sin cartografiar, el libro “es como un Decamerón enloquecido, frenético, que se devora a sí mismo, que no logra encontrar la salida al encierro de lo imaginario, donde la peste invade la ficción y enferma de muerte a esa entidad omnipresente y sigilosa que llamamos Tiempo”.
En diálogo con La tinta, Ferrari cuenta que “la trama central del libro se construyó con la trama de los relatos que se fueron tejiendo. Cuando tenía escrito la mitad de los relatos que lo componen y, sobre todo, cuando pude cerrar el relato que llamo ‘La interferencia’, que está desdoblado en el libro, más o menos visualicé la trama general del libro”. Por eso, dice el autor, “me gusta pensar que el libro es un cruce genérico, es un híbrido, una narrativa de géneros anfibios”.
“Tiene un pie en la ciencia ficción, porque lo que quería contar no podía ser contado desde otro lado –explica Ferrari-. Quería contar las irregularidades de la realidad, las disrupciones del tiempo, las posibilidades múltiples de lo que fue y podría haber sucedido, y la herramienta que necesitaba era la ciencia ficción”.
Sobre este género, afirma ser “un lector tardío de ciencia ficción”. “No hay muchos autores de este género que me interesen –señala Ferrari-. En mi caso, vino más a completar lo que me habían dado otros géneros populares, sobre todo el policial o género negro. Si lo pienso con detenimiento, las novelas de ciencia ficción que más me interesan en general pueden ser pensadas también como policiales. Pienso en Sueñan los androides con ovejas eléctricas (Philip K. Dick), en Neuromante (William Gibson), en Nova Swin (John Harrison) o en La ciudad y la ciudad (China Miéville), que son novelas que pueden ser pensadas como policiales duros con las herramientas de la ciencia ficción”.
Sobre la multiplicidad de personajes, Ferrari analiza que “aparecieron por requerimientos del propio relato. Hay relatos que fueron escritos antes del libro. La aparición de escritores me parece más clara. Es un libro que está centrado, de alguna manera, en las posibilidades de la literatura como fuerza de la naturaleza. Está la idea de que, de una manera muy extrema, la literatura interviene en la realidad”.
En series, películas y libros, el término “distopía” ganó terreno en el último tiempo. En Territorios sin cartografiar, este género-herramienta también se encuentra presente. “Calculo que la distopía permite contar lo mismo que permite la literatura de acción o las novelas duras, que es mundos paralelos, espejados con este –reflexiona-. Contar otras distopías, de alguna manera, nos permite contar en la que vivimos. No tengo mucha claridad qué me permite contar. Me permite contar historias, pero el significado de esas historias un poco se me escapa”.
Por último, Ferrari se refiere a Ricardo Piglia, que marcó a varias generaciones de lectores y escritores con un puñado de libros: “No se me ocurre ningún género en Argentina en el que Piglia no tenga importancia. Entiendo también con la ciencia ficción, pero habría que consultarlo más con los compañeros que hace más tiempo están trabajando en esa área. La ciudad ausente es una novela que viene a marcar no la imposibilidad de ir, sino de cartografiar el territorio de la ciencia ficción en Argentina. Es lo mismo que Piglia hizo con los demás géneros populares en los que estuvo pensando. En mi caso, y no me canso de decirlo, me levanto todos los días más temprano para agradecerle al sol haber sido contemporáneo de ese lector extraordinario que fue Ricardo Piglia”.
*Por Leandro Albani para La tinta. Foto de portada: Lihue Althab.