Lu Yorlano, muralista: la calle es nuestra
Justo en estas épocas de las pibas en la calle, del verde de nuestros pañuelos, los derechos conquistados y los que conquistaremos. En esta época de toda la fuerza que sabemos que tenemos, Lu Yorlano nos hace un guiño desde el andamio, le pone el cuerpo. La muralista enfrenta el vértigo y lo acepta con pasión. Le pinta colores al caos urbano.
Por Inés Domínguez Cuaglia para La tinta
¿Quién imprimió su circularidad en estas calles?
“Me copa decir que puedo vivir de lo que me gusta hacer, vivir de lo que amo. Me hace sentir plena, tomar riesgos. El desafío de que, si no me muevo, no pasa nada. Experimentar”, dice Lu Yorlano, dibujante, diseñadora gráfica y muralista.
Es que Yorlano es un montón de cosas, pero, sobre todo, es una artista urbana que le pone el cuerpo al andamio al sol y se embarca en proyectos inmensos rusbank. Desde chica, estuvo en contacto con distintas maneras de comunicar con imágenes, viene de una familia de dibujantes y publicistas. Trabajó en call centers como muches, en marketing, en diseño gráfico freelance y, desde hace cinco años, solo pinta y, cuando me lo dice, se le ilumina la cara.
Porque, en el mundo del arte, dedicarse “solo” a pintar parece ser todo un privilegio y, más, siendo mujer. y más que un privilegio es un gran logro. ¿Por qué? Porque, como ya es sabido, nunca es tan fácil… ¿por qué será que conocemos tan pocas mujeres que se dedican “solo a pintar”? ¿Será patriarcado la respuesta?
Charlamos largo rato sobre esto, sobre el lugar de la mujer en las artes y me cuenta: “Es verdad que no nos dan el mismo espacio, vamos ganando espacio, pero, en el arte urbano, somos menos. Mi laburo es súper físico, es poner el cuerpo todo. Creo que, por eso, hay menos mujeres, porque piensan que no te bancás estar subida en un andamio al sol, pero ¡nos la re bancamos! ¡La adrenalina en el andamio esta buenísima!”, y agrega: “Quiero que me conozcan por la obra, que la obra trascienda, que nos visibilicemos haciendo, que sea fuerte el mensaje, que tenemos que tener igualdad en los espacios, pero el cómo lo logramos es clave. Que sea desde la obra”.
Pintar como práctica política
El arte urbano es irrumpir en el espacio público, es transformar el paisaje cotidiano, es poner a rodar nuevos mensajes y nuevas formas de circulación de los mismos. “El circuito del arte -institucionalizado- estamos acostumbrados a que sea cerrado, en cambio, la calle democratiza, no estás condicionada por nada. Podés dejar tu mensaje, juega el contexto, el intercambio. El hecho de pintar en la calle es político. Y este es el mensaje principal, democratización del espacio público”, afirma Yorlano.
El mural ofrece al espectador, que puede ser cualquiera (un vecino barriendo la vereda, niñes que juegan por allí, un conductor observador del recorrido diario), una manera diferente de consumir arte. Se puede ver en primera persona cómo es el proceso, cómo se gesta, cómo avanza, cómo se construye y cómo después se va transformando con el paso del tiempo y de otres que van dejando sus huellas.
«El arte urbano permite que todes podamos acceder y disfrutar, consumirlo, no necesitás pagar una entrada de museo, saber tal o cual concepto, moverte en cierto círculo, etc. Las imágenes del arte urbano llegan al espectador sin pedir permiso y empiezan a habitar su mundo con total horizontalidad. Dejan el carácter estricto, impecable, implacable de la obra de museo y pueden comenzar a mutar luego de la última pincelada».
“Encontrás más estilos en la calle que en el museo y el que quiere hacer lo hace. El intercambio con los que pasan es lo más lindo, me encanta eso. La gente se para, pregunta, mira. Porque nadie está acostumbrado a ver cómo es el proceso. Y a veces cuesta que entiendan que pintás por pasión. Es que estás irrumpiendo con la cotidianeidad. Después, soltás la obra, sigue con vida, la intervienen y va cambiando. Eso me parece atractivo”, me cuenta la artista.
¿Por qué pintar en la calle? ¿Por qué Lu Yorlano elige este escenario? ¿Qué posibilidades, qué desafíos le representa?
“De todas las expresiones artísticas que transito, reconozco que pintar la calle es la que más disfruto. El arte urbano le otorga voces a la gente, resignifica espacios. Es motivar e inspirar a través de la expresión en la calle, en los espacios públicos que habitamos, que son de todos, que son nuestros. La pintura en sí puede que guste o no, pero irrumpe en nuestra cotidianidad, generando algo que puede ser una sonrisa, una pregunta o simplemente un quiebre en el caos que nos invade, disparando emociones. Me gusta explorar de manera creativa y continua las calles, sus estructuras, sus rendijas. Las herramientas, el soporte, las escaleras, los andamios, la pintura, la pared; no son lo más importante a considerar. Para mí, los dos pilares son la gente y el mensaje, lo que se contagia y transmite”, expresa Lu.
Dice que, a la hora de pintar, sabe que puede suceder que algunas ideas cambien, que la obra mute, tomando su propia dirección: surgen múltiples imprevistos y problemas impredecibles, que hay que resolver de manera rápida. Yorlano asegura que el oficio te va otorgando herramientas y una de las tantas “virtudes” del artista urbano tiene que ser también la de resolver problemas.
“Otra característica que amo de pintar en la calle es toda la interacción espontánea de las situaciones que se viven con el contexto, el clima, los gritos, las felicitaciones, las preguntas. Las charlas compartidas que se dan cuando se pinta en conjunto con colegas y todos los pensamientos que se cruzan por la cabeza en esas largas horas frente a la pared. Es inspiración mutua. Se recibe mucho más de lo que se brinda. El mural puede durar intacto quizás un día o años, pero las anécdotas y lo que te pasa cuando pintás dura para siempre”, reflexiona Yorlano.
El arte urbano es también una invitación a lo colectivo, al hacer con otres. En este sentido, Yorlano me cuenta que empezó a pintar con una compañera de “Piloto Desprolijo”, un programa sobre dibujantes de Radio Eterogenia en el que ella hacía la producción hace algunos años. Después, vino un viaje a Buenaventura, Colombia, donde fue convocada a pintar en el proyecto “Sueño Pacífico” de Boa Mistura. También viajó para pintar a Chile, Paraguay y a varias provincias de Argentina. Todos estos viajes tuvieron en común el encuentro con otres, la construcción colectiva de lo que sucedía y la transformación personal desde el intercambio. En Córdoba, muchas veces trabaja en equipo con su compañero y en el colectivo Sapo Rojo: “Me gusta trabajar en equipo, porque tenés que negociar cuestiones de estilo, color, etc., y salen cosas ricas que quizás sola no me salen”, afirma con seguridad.
Le pregunto cómo se organiza, cómo se gestiona y me cuenta que la principal herramienta hoy son las redes sociales para generar visibilidad y que ella misma se encarga de gestionar todo lo necesario para trabajar. También expresa que “como artistas, estaría bueno nuclearse, pensar condiciones laborales, qué cobrar y cómo; como debe ser todo trabajo, hay que ponerse a gestionar, empujar”.
La circularidad como poética
Si bien la artista empezó pintando murales con lettering (letras dibujadas), en la actualidad, podés distinguir sus murales por la presencia de lo circular. “Comencé a pintar murales con lettering, que es el arte de la letra dibujada. Pero, después de un momento especial en mi vida (un viaje a Colombia), eso se fue desvaneciendo y surgieron estas formas circulares y mi reinterpretación de los patrones de la naturaleza, fue algo intuitivo, que surgió desde la piel, desde las entrañas. Por más que hoy reniego un poco de mis murales anteriores de letras, son parte de mí y fueron el reflejo de esos instantes. Fueron sinceros…”.
Le pregunto qué encierra lo circular para ella. Me responde: “Tomo a la circularidad como algo sin principio ni fin, que tiene movimiento propio; para mí, el círculo es algo infinito, atemporal, donde uno puede circular sin limitaciones, donde el cuerpo se construye y deconstruye, y las fantasías transitan sin limitaciones. Se desafía la gravedad cuando uno circula alrededor de un eje y, a la vez, está la seguridad de saber que existe un núcleo, una fuerza que nos atrae y protege. Puedo derrumbarme y caer, disfrutando y transitando esa adrenalina, pero, a la vez, sin temor al impacto, que nunca sucede”.
Si te dan ganas de transitar con otros ojos por la ciudad, si querés encontrar nuevos mensajes, nuevas imágenes en esos lugares por los que siempre andás, buscá los murales de Lu Yorlano por el centro de la ciudad, Nueva Córdoba, también en Barrio San Martín y por Av. Colón bien arriba.
Y como dice la artista, seguir ese deseo: “Quiero preservar la libertad de elegir cada día qué realidad quiero transitar, mirar con ojos nuevos lo que me rodea, siempre”.
*Por Inés Domínguez Cuaglia para La tinta.