Líbano: entre el oportunismo político y la desesperación social

Líbano: entre el oportunismo político y la desesperación social
26 octubre, 2020 por Tercer Mundo

El retorno de Saad Hariri al gobierno libanés representa un fracaso para el movimiento de protestas que se propuso desterrar el egoísmo político que rige al país desde hace décadas.

Por Diego Haddad para La tinta

El Líbano atraviesa una de sus peores crisis políticas, sociales y económicas de su historia. Desde octubre del año pasado, las calles de Beirut son testigo de revueltas populares que profundizaron la desconfianza hacia la élite libanesa que, desde hace años, se mantiene dentro de la cúpula gubernamental.

En ese entonces, luego de semanas de manifestaciones cada vez más intensas, el primer ministro libanés Saad Hariri presentó la renuncia de su gobierno y la posibilidad de un nuevo orden político parecía iluminar al Líbano. A pesar de esto, hoy, tras 12 meses de inestabilidad política y una creciente crisis económica y financiera, Beirut vuelve a ver a Hariri en el mismo lugar.

¿Cómo pudo la cúspide política libanesa resistir al rechazo total de la ciudadanía a la crisis económica y a las consecuencias de la devastadora explosión en el puerto de Beirut el 4 de agosto? La realidad actual refleja la dificultad de establecer un cambio verdadero dentro de la estructura del sistema libanés.

Luego de la renuncia de Hariri, en noviembre de 2019, la palabra “reforma” fue parte de todos los discursos políticos que continuaron hasta su retorno. Con su dimisión, el presidente Michel Aoun nombró al académico Hassan Diab para ocupar el cargo vacante y liderar un gabinete conformado por “especialistas independientes” a las comunidades religiosas, una de las demandas más aclamadas por los manifestantes.

Libano Saad Hariri primer ministro la-tinta

Sin embargo, el marco confesionalista de la política libanesa -donde los cargos principales son repartidos proporcionalmente entre las distintas comunidades religiosas del país- fue algo muy difícil de combatir para Diab. A las semanas de haber asumido, el primer ministro conformó un gobierno de altos funcionarios nombrados por los principales partidos libaneses, con importantes acuerdos con Hezbollah y sus aliados.


La crisis económica y monetaria acompañó a la incertidumbre política. Los bancos comenzaron a bloquear el acceso a las divisas. A medida que los dólares se volvieron cada vez más escasos, la lira libanesa perdió el doble de su valor en el mercado paralelo. Además, el incumplimiento en el pago de la deuda externa, el anuncio del desembarco del Fondo Monetario Internacional (FMI) en el país y el posterior fracaso en dichas negociaciones debilitaron cada vez más la imagen de Diab y el camino del cambio.


La explosión en el puerto principal de Líbano provocó más de 190 muertes y miles de heridos, dejó a 300.000 personas sin hogar y causó graves daños económicos, con costos de reconstrucción estimados en miles de millones de dólares. Donantes internacionales y grupos de apoyo económico ofrecieron ayuda al país a cambio de profundas reformas que brinden un panorama confiable. Pero, con un sistema político que rechaza las reformas profundas y los cambios en el sistema electoral, es casi imposible.

En materia social, la detonación de las 2.750 toneladas de nitrato de amonio, almacenados negligentemente durante años en el puerto, exacerbó el sentimiento de los manifestantes, que alzaron la voz tras la catástrofe generada por décadas de corrupción y mala gestión.

Si bien la renuncia de Diab era de esperarse, sus posteriores declaraciones generaron una mayor incertidumbre, al definir la inmensidad a la que el Líbano se enfrenta. “Pensé que podía remediar esta corrupción, pero es sistemática y más grande que el mismo Estado”, afirmó.

Después llegó Mustafá Adib. El entonces embajador del Líbano en Alemania ocupó el cargo de primer ministro durante menos de un mes, tras no poder superar obstáculos en la formación del gabinete. Su fracaso es otro ejemplo de la imposibilidad de cambios profundos dentro de la estructura y la conducta de la política libanesa.

¿Cuál fue el problema? También un conflicto ligado al cambio de poderes dentro del sistema confesional. Adib propuso rotar el liderazgo de los principales ministerios, entre ellos, el de Finanzas. Los partidos de la comunidad chiita del Líbano (Hezbollah y Amal), quienes controlan el ministerio desde 2014, rechazaron la iniciativa y negaron la posibilidad –nuevamente- de un cambio de juego en la política nacional.

La semana pasada, Hariri -de vuelta en el cargo, con la aceptación de una pequeña mayoría de los miembros del parlamento libanés- se comprometió a formar un gabinete de “especialistas no partidistas”, con la tarea de implementar las reformas económicas y políticas “que el país necesita”. Las mismas promesas de Diab y Adib.

Libano protestas contra el gobierno la-tinta

Lo cierto es que el líder del Movimiento Futuro -quien ocupará el puesto por cuarta vez- es un político de larga data y conoce más que nadie el juego interno del sistema libanés. Sin embargo, se enfrenta a grandes desafíos dentro del sectarismo del Líbano para acordar un gabinete que aborde una larga lista de problemas, incluyendo la crisis bancaria y el desplome de la moneda.

Su regreso no sólo es rechazado por los cientos de miles de libaneses que han estado en las calles en protesta desde octubre pasado, sino que refleja la imposibilidad de un verdadero cambio dentro del sistema y la necesidad de una transformación estructural.

Mientras tanto, la crisis económica se profundiza y golpea a gran parte de la sociedad, a la misma que se le ha negado la posibilidad de elecciones anticipadas y un cambio de destino para su país.

*Por Diego Haddad para La tinta / Foto de portada: Joseph Eid – AFP

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