Dino Valentini: el arte como la propia órbita
Mientras esta nueva normalidad nos obliga al adentro, nuevas lógicas en la circulación de los bienes culturales son habitadas. La necesidad de “hacer creativamente” de les artistas les invita a encontrar nuevos discursos. Mucho se está produciendo en este sentido, todes somos interpelades a explorar nuevas posibilidades. La pandemia nos conduce a reinventarnos.
Por Inés Domínguez Cuaglia para La tinta
Córdoba. Mayo de 2020. Un artista sube al techo a diario a respirar un poco de aire y soledad. Obligado al aislamiento en su ciudad natal, Cruz del Eje, encuentra un nuevo soporte: ese mismo techo que lo refugia. Así comienza este proceso, «movido por el deseo de seguir creando y la circunstancia de tener que transmutar energía negativa en positiva”, dice Valentini con seguridad.
Dino vive en Córdoba capital y pinta desde los 6 años. Dice que es un aprendiz, un curioso. Desde hace tiempo viene estudiando el paisaje, la geometría y el mural, en un proceso en el que fue minimizando los elementos del paisaje y pensando cómo, y desde la práctica misma, ir del trabajo de taller al afuera, “del mural al taller y del taller al mural”, al mismo tiempo que “de la geometría a la geografía del contexto”. El mural es, dice, una manera de entrar en el paisaje. Así, el taller se transforma en un laboratorio para el afuera, para intervenir en diversas geografías urbanas.
Una órbita, un discurso, una norma y un alojamiento
Así es el título que puso Dino al primer techo de tres.
Valentini pinta solo, sobre un techo con membrana, pinta con lo que consigue, pinta bajo el sol furiosamente cálido de Cruz del Eje todo el año. Pinta muchas horas, muchos días. “Pinto para los pájaros, para cambiar los puntos de vista de la realidad, para repensar los modelos que nos rigen o nos regían” en la búsqueda de resignificar los espacios que habitamos.
“Una órbita: como eso que querés elegir para transitar esos días de aislamiento. El arte como mi propia órbita. Un discurso: el propio, el que elijo creer en relación a la pandemia. Una norma: el aislamiento en sí, lo que yo no elegí, pero debo cumplir. Subir al techo no me sacaba de la norma. Un alojamiento: no elegí ese techo, ese hogar para transitar los primeros meses de cuarentena, la casa de mi infancia; me tocó estar ahí cuando empezó el confinamiento. En estas circunstancias, el techo cobra otro sentido: uno empieza a valorar ese refugio”, cuenta.
Teñir el fantasma
Teñir el fantasma es, como aclara el artista, un urgente: “Pintar para que exista, para que aparezca, para que sea visible”. Con ese espíritu poético y un equipo de gente que lo acompaña, pinta su segundo techo en barrio Cofico. Desde los edificios que están sobre la Bedoya y la Roque Sáenz Peña, el mural se disfruta desde platea.
Una obra, un bastidor y se traslada a un techo. Valentini hace un estudio minucioso del color, una preparación medidísima de la geografía y afina en mucho trabajo previo, para que, una vez más, el arte y el espectador se encuentren desde otro ángulo.
La Lanza
Un techo de Alberdi -Calazans y Duarte Quirós- también recobró su existencia. La lanza, así se llama el último mural que Valentini realizó semanas atrás. Con él, la pintura se vuelve una necesidad, una urgencia por hacer lo que aún no se hizo, por crear y, al mismo tiempo, conocer la novedad.
Cambiar el paisaje, el cotidiano e ir un poco más allá con el proceso. Todos estos techos fueron registrados, para poder revisar el paso del tiempo a través de ellos. En formato audiovisual, los procesos son compartidos en redes.
A los techos, Valentini eligió también ponerles voz. Porque algo empezó a hablar entre tanto ruido o, quizás, entre tanto silencio.
*Por Inés Domínguez Cuaglia para La tinta. Fotografías y videos: Juan Cruz Rivero, Charly Toledo y Pibito Pupa.