En un contexto regresivo, hacer memoria y cuidar los logros a 30 años de Beijing


Hasta el 21 de marzo, en Nueva York, se desarrolla la 69° sesión de la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer en la ONU. El principal espacio de diálogo político sobre igualdad de género en la ONU se da en un contexto de avance de las derechas ultraconservadoras, el negacionismo de las violencias y desigualdades de género, y la demonización de las disidencias. Las activistas argentinas aprovecharon la instancia y denunciaron la represión de la semana pasada. Pate Palero y Mónica Menini, de Católicas por el Derecho a Decidir, nos cuentan desde allá algunas de las principales discusiones y acuerdos.
El presidente Javier Milei apunta desde su gestión y con sus discursos, cada día más envalentonado, contra el movimiento feminista y su lucha por los derechos de las mujeres y disidencias. Con numerosas expresiones violentas y descalificaciones en sus redes, discursos, entrevistas y, por lo tanto, en sus políticas de Estado, instala el fervor de una batalla cultural contra la agenda woke. Por supuesto que no es el mandatario la excepción, sino, más bien, parte de un movimiento global de ultraderecha más amplio al que este se ha plegado. El informe ONU Mujeres de 2024 declara que 1 de 4 cuatro países en el mundo reporta retrocesos en los derechos de las mujeres.
Estamos ante un contexto de creciente avance de gobiernos de ultraderecha y debilitamiento de espacios multilaterales, donde la reconfiguración geopolítica y sus tensiones alimentan la desconfianza en las instituciones internacionales, mientras líderes misóginos y transodiantes están en la política, en los negocios, en los lobbies, dispuestos a arrasar con los logros de años de las luchas transfeministas. Un retroceso de derechos y valores que solo responden a sus intereses del capitalismo feroz y la guerra.
Contra las lecturas derrotistas, hay que anteponer las transformaciones y logros, porque hay cambios que ocurrieron también en condiciones adversas. Más de 80 países permiten el aborto y solo cuatro la retrocedieron, incluido Estados Unidos, y existen más de 1.500 leyes contra la violencia de género. Y esto fue después de que organizaciones feministas y de la sociedad civil lograron que los gobiernos participantes en la 4° Conferencia Mundial sobre la Mujer adoptaran la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing. Fue en 1995, con representantes de 189 países y más de 30.000 activistas, donde se logró el trabajo en 12 áreas claves de temas que, en ese momento, no eran agenda y estaban invisibilizados.
El empujón de las feministas de ese momento era ocupar el lugar y aprovecharlo, y lo consiguieron. Por primera vez, se reconocieron los derechos de las mujeres como derechos humanos y se presentaron líneas de acción que permiten un marco para exigirles a los gobiernos el cumplimiento de lo acordado, la igualdad en cada país en torno a varios temas.
Pensemos en el efecto en Argentina, cuando, en los fatídicos 90, la violencia doméstica se incrementaba en los hogares y no había formas para nombrarla. Con la declaración, las mujeres pasaban a ser sujetas de derecho para los Estados y se reconocía la violencia basada en el género. Los compromisos que se asumían también eran sobre la educación, la salud sexual, economía, medioambiente, el lugar en el ejercicio del poder y la adopción de decisiones, entre otros.
“Era septiembre del 1995 y todos los sectores sindicales argentinos coincidían en un paro. Por primera vez, desde el inicio de la gestión de Menem, denunciaban ―todavía muy tímidamente― la política económica que se estaba llevando adelante y alertaban sobre las crecientes cifras de desempleo. La protesta fue masiva y alimentó el clima de malestar social que generaban las denuncias de mafias y coimas en las ventas de los bienes del Estado. En este clima, un grupo de argentinas eran convocadas a un lugar distante, en el que se pondrían los cimientos de los derechos y los compromisos internacionales hacia la igualdad de género. Era Beijing, donde se iba a realizar la 4° Conferencia Mundial de la Mujer”, recuerda Pate Palero, directora ejecutiva de Católicas por el Derecho a Decidir (CDD).



30 años después de Beijing
Desde el 10 y hasta el 21 de marzo, en la sede de la ONU en Nueva York, se está desarrollando la 69° sesión de la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer (CSW69), el principal espacio de diálogo político sobre igualdad de género de las Naciones Unidas. Se podría decir que es la reunión anual principal y de mayor alcance en la temática, donde participan delegaciones oficiales de cada país, organizaciones de la sociedad civil y activistas. Este año, el enfoque principal es la revisión y evaluación de la implementación de la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing, y se actualizará en lo que se conoce como Beijing +30, sumando temas nuevos de la época para que sea ratificada por los países que forman la ONU. Allí, la delegación argentina vigila el texto.
Monica Menini, Coordinadora del Área de Cabildeo de CDD, cuenta las dulzuras de lo que sucede al encontrarse y sostener esos espacios multilaterales que se van debilitando: “Llegar a esta conferencia es realmente una experiencia extraordinaria para las más jóvenes y las más viejas que nos encontramos con activistas de los cinco continentes que están teniendo un papel preponderante. Se están realizando muchos eventos paralelos, con jóvenes y mujeres indígenas que hacen aportes realmente sustanciales a la agenda de los feminismos y el trabajo de la agenda común y articulación de Latinoamérica y el Caribe con África.
«Para el movimiento de mujeres de nuestro país, esta es una reunión de crucial importancia. El gobierno de Milei ha encontrado en el feminismo y el movimiento LGBTIQ+ una excusa para construir un factor enemigo, polarizando y tergiversando el debate sobre los derechos humanos y la democracia en general», cuenta Pate en diálogo con La tinta desde Estados Unidos.
Lo que pasó en Beijing permite una reelectura del movimiento feminista. Parece inverosímil que tan solo 30 años pasaron desde que se empezó a nombrar y a mirar una realidad que existía con muchísima contundencia: la desigualdad material, simbólica y la violencia contra las mujeres y disidencias. Fue un puntapié porque desafíos hay muchísimos, aun en los países más desarrollados, no se cumplieron los objetivos propuestos y en ningún país existe la igualdad de género.


«Seguimos trabajando para amplificar las voces de mujeres indígenas y campesinas, visibilizar barreras y construir juntas una salud intercultural y feminista. 30 años después de Beijing, debemos seguir marchando. Para nosotras mismas y para quienes vienen después», expresó Mónica Menini, integrante de CDD, en su participación en la CSW69.
Miente, miente…
La delegación nacional, con la abogada Úrsula Basset a la cabeza, que responde a Karina Milei, hasta hace unos días, era la asesora de Cancillería que supervisa las posiciones de Argentina en la Agenda 2030. A fines de junio del año pasado, cuando aún estaba la canciller, Diana Mondino, y la embajadora ante la OEA, Sonia Cavallo, participaron en la 54° Asamblea General de la OEA en Paraguay y la presencia de Basset en la comitiva fue noticia por ser parte sin tener un cargo técnico. Conservadora y con una abierta postura antiderechos, custodia cada coma en su rol. Guadiana de los “valores tradicionales”, se opuso a la aprobación del matrimonio igualitario y a la legalización del aborto. Desempeña un lugar central en política internacional en temas de género y ambiente, antes, sin cargo y, recientemente, designada como directora de Derechos Humanos en la Subsecretaría de Política Exterior. La misión de Basset fue clara: combatir la “agenda woke” en los organismos multilaterales, indica un informe realizado por la Revista Crisis junto al CELS.
Era toda una incertidumbre la posición de Argentina en la CSW69. El informe oficial presentado por la delegación muestra una serie de resultados positivos, que son fruto de las políticas de gestiones anteriores, ya que sobra la información del actual desfinanciamiento y desmantelamiento a las políticas del área.
Cuenta Palero que Basset, en el plenario de ONU, refirió que los datos de Argentina “son equiparables a los mejores estándares internacionales”, “hombres y mujeres acceden en igualdad de oportunidades a todos los sectores de la economía”, «tienen amplio acceso a la educación, por ejemplo, en el nivel universitario, el 70% de mujeres contra un 30% de hombres se inscriben en carreras universitarias”, se provee “acceso universal y gratuito a la salud para toda mujer, la maternidad es acompañada tanto con el Plan de los 1.000 días ―desde la concepción― hasta los 1.000 primeros días del niño, como a través de diversos planes sociales que ayudan a la educación de la mujer y su sostenimiento durante la educación de sus hijos”.
Además, la directora ejecutiva de CDD menciona que Basset hizo referencia a las obligaciones que impone la Ley Micaela, aunque no se está cumpliendo actualmente. «Y sobre la atención de violencia, mencionó que existe un ‘abordaje de cercanía descentralizado’, refiriéndose a la Oficina de la Mujer y la Oficina de Violencia Doméstica de la Corte Suprema de Justicia, y sus oficinas descentralizadas, y callando los despidos y desmantelamientos de las líneas telefónicas y programas de asistencia, así como la desjerarquización de la temática tanto en el Estado nacional como en los provinciales».
Al respecto, Menini indicó que el discurso fue “un bochorno, podría decir también, una indecencia”. Cuesta comprender el nivel de cinismo de Basset, quien elude explícitamente referirse a “género” o “diversidad”, y manifestó con preocupación “que la mujer pierda espacio en su propia agenda”. Palero detalla que la comitiva “reclamó que la mujer ‘sea nombrada’ para que no haya un silencio simbólico porque sería una dura regresión para sus derechos. La actitud negacionista de Basset no registra las enunciaciones violentas del presidente de la Nación, expresiones todas que no son otra cosa que el ‘veneno del patriarcado’ al que se refirió el secretario general de la ONU, António Guterrez, en su intervención”. Las activistas allí reunidas afirmaron que el “antídoto” contra ese veneno es la acción. “Es la razón que nos trajo hasta aquí”.
El pasado 12 de marzo, en un evento paralelo, las feministas argentinas presentaron un documento con apoyo de más 200 organizaciones con un posicionamiento crítico al gobierno de Milei, que contrapone lo dicho por Basset y detalla los retrocesos en políticas públicas. También denunciaron la represión del miércoles pasado en la movilización de les jubilades.

En retrospectiva
Lopa Banerjee, directora de la División de Sociedad Civil de ONU Mujeres, realizó un breve repaso de avances: “Hay 1.531 leyes más que promueven la igualdad de género, en comparación con 1995, actualmente, los parlamentos tienen el doble de mujeres electas y hay más niñas en la escuela que en cualquier otro momento de la historia”. A la vez, manifestó sus preocupaciones porque “estamos en un mundo más en guerra, más frágil y azotado por calamidades, más autoritario y menos democrático que en 1995 (…). El espacio cívico está en peligro; la independencia judicial está amenazada; la democracia se está erosionando en todas las regiones; las comunidades marginadas enfrentan amenazas existenciales a medida que sus derechos son revertidos; las tensiones geopolíticas y la rendición de cuenta selectiva y débil alimentan la desconfianza en las instituciones nacionales, debilitando la cohesión global y limitando las posibilidades de acción política”.
El contexto es difícil, pero también lo era en 1995 cuando se lograron cambios. Las activistas que están por estos días en Nueva York tienen la convicción de la unidad para avanzar con fuerza y furia. Palero recupera algunas líneas estratégicas acordadas, como la estrategia de push forward para los próximos años: “Alianzas de múltiples partes y espacios inclusivos abiertos para el diálogo, que trasciendan la polarización, con alianzas con socios no tradicionales para avanzar en objetivos comunes y la solidaridad intergeneracional e interseccional, que eleve las voces de las defensoras de los derechos humanos de las mujeres, activistas jóvenes y movimientos feministas en todos los sectores, garantizando el cuidado, el bienestar y la resistencia en el centro de la acción colectiva”. Para Lopa Banerjee, la historia ha enseñado que las autocracias prosperan cuando las democracias y poder del pueblo guardan silencio. En su alocución, enfatizó: “Las historias feministas de acción deben ser más fuertes, la labor de resistencia y lucha implica construir alianzas con quienes están defendiendo los compromisos y que los discursos antiderechos no nos distraigan. La sociedad civil feminista siempre ha sido la fuerza motriz del progresismo, su liderazgo, su persistencia, su visión son lo que hace posible el cambio”.
“La voz de Estados Unidos en una conferencia internacional es de preponderancia y más con su postura antiderechos. En estos cinco días que llevamos de conferencia, se logró que se firme la declaración política y eso es importante. Hay expectativas sobre Estados Unidos porque viene adelantando que va a hacer reservas u observaciones y arrastrar a otros países, y eso no es bueno para una declaración política. Lo que se conocerá el 21 de marzo”, destacó Menini.
*Por Verónika Ferrucci para La tinta / Imagen de portada: Católicas por el Derecho a Decidir.
