La serie de «La amiga estupenda»: todas somos Lenù, todas somos Lila
La serie «Mi amiga brillante», basada en la exitosa saga literaria de Elena Ferrante, llegó a su fin con el estreno de su cuarta y última temporada. La producción italiana, que comenzó en 2018, nos tiene fanatizadas con la historia de dos amigas de Nápoles, Lenù y Lila, cuyas vidas se entrelazan de manera profunda y compleja a lo largo de los años. ¿Por qué nos gusta tanto? ¿Por qué nos hace tanto sentido a todas: madres, no madres, viejas, jóvenes? Un relato que retrata la complejidad y la ambivalencia de los vínculos de amistad, sus vaivenes, sus sostenes.
Por Verónika Ferrucci y Soledad Sgarella para La tinta
El primer año de la pandemia, la misteriosa Elena Ferrante apareció entre les autores de los libros más leídos. Y lo sigue siendo. De boca en boca, en el encierro y después de eso, la trilogía de Mi amiga perfecta, Mi amiga brillante o La amiga estupenda (tiene diferentes traducciones) era recomendado en terapias, talleres de lectura, amigues que nos prestábamos libros o bibliotecas ambulantes. Después, llegó a la pantalla del streaming, con cuatro temporadas que han capturado a quienes leyeron o no el libro.
Lo que pasa es que Lenù y Lila somos todes y todes a la vez. O intercaladamente, cada una de las dos nos pega donde más nos duele y nos abraza donde más lo necesitamos. Una amistad que las mantiene unidas con los vaivenes de la vida es narrada desde la perspectiva de Lenù, en una tríada de libros que arranca en el 2011 y que retrata ese vínculo en Nápoles. El tejido de la relación no es lineal, hay intensidades variables, hay momentos de cercanías que hacen pensar a Lenù que la vida no se concibe sin la presencia de Lila, a los que siguen momentos de distancia, de enfriamiento de esa relación otrora tan febril como los veranos compartidos.
Hace un tiempo, publicamos una nota sobre este libro para el día de la amistad. Allí, trajimos la voz de la psicóloga e investigadora de la UNC, Marina Tomasini, aficionada lectora de Ferrante. Para ella, el libro “relata la construcción y el devenir de una amistad entre la niñez y la adolescencia, y, al mismo tiempo, es mucho más que eso. Habla de los anhelos, de los temores, amores y desamores, de las tensas redes de interdependencia vecinal, de los vínculos intergeneracionales, de las desigualdades sociales y de la toma de conciencia que hace una niña de esas desigualdades a medida que el mundo citadino se va ensanchando. Dos niñas que se van convirtiendo en adolescentes en un mundo patriarcal y un entorno machista, ante cuyas hostilidades su relación es un refugio. Es un libro también de la memoria biográfica y de cómo revisitamos la infancia. Y de muchas cosas más”, afirma la psicóloga.
Ferrante retrata muy bien la complejidad y ambivalencia del vínculo de amistad. «Así como la maternidad está altamente idealizada y rodeada de tabúes, y algunas emociones que suscita ingresan poco en el discurso público, también lo está la amistad. Ciertas representaciones edulcoradas no dejan mucho espacio para reflexionar sobre algunas afectaciones que le son constitutivas”, explica la investigadora y agrega: «Esa amiga estupenda es, para Lenù, disfrute, deseo de compartir y contarle todo, o la espera ansiosa de verla asomarse por la puerta. También es enigma ―y enigma de sí misma en ese vínculo con la otra―, es temor a contarlo todo y exponer la propia fragilidad, es miedo al abandono, es motivo de angustia porque la enfrenta a sus imposibilidades. Lila es, para Lenù, seductora, atractiva, atrapante y, al mismo tiempo ―o por eso mismo―, fuente de sus inseguridades. Esa complejidad del vínculo está retratada con gran maestría”.
La serie es una serie honesta. Un viaje emocional. Eso que va aconteciendo en el libro sobre el devenir de un vínculo de amistad con el paso del tiempo, con los cambios de cada una, se retrata de manera conmovedora también en la pantalla. Marina decía que el crecimiento acentuaba algunos rasgos de cada personalidad, pero, sobre todo, porque el mundo de posibilidades se presenta de manera diferente: «Una puede seguir estudiando ―no sin la resistencia materna― y la otra se pone a trabajar en la zapatería con su papá y su hermano. Eso les abre mundos diferenciados. De modo que hay una tensión entre reconocerse y desconocerse; sobre todo, desconocerse a sí misma en ese vínculo: lo que puede ser y lo que no puede, lo que quiere y lo que no, lo que teme ser en esa relación a medida que ellas cambian”.
Como dice Tomasini, el amor más pretendidamente puro, la ternura más noble, el cariño más sublime no anula esos sentimientos de extrañeza, esas ansiedades difusas ―no siempre de tonalidad agradable― o esos temores profundos. Conmueve pensarnos en esas tonalidades, en la sinceridad de eso que sentimos de una amiga querida en un momento de decepción, bronca, celos, distancia.
A Ferrante le creemos: nada es perfecto, las amistades tampoco y Mi amiga estupenda muestra esas imperfecciones. Hace humano y transparente, en un relato genuino, lo que todes hemos sentido alguna vez. ¿Quién no dueló una amistad? ¿Quién puede decir que no sintió, en estos años, que un gran tamiz pasó por nuestras vidas y nuestros vínculos? ¿Quién puede decir que es una amiga estupenda, brillante, perfecta? No sabemos. Creemos que nadie y que, al fin de cuentas, todavía nos cuesta mucho hablar de esto.
*Por Verónika Ferrucci y Soledad Sgarella para La tinta / Imagen de portada: La tinta.