Corcovado, un pueblo que resiste al cierre de su única sucursal de Correo Argentino
El 26 de abril, Correo Argentino despidió a 500 trabajadores en todo el país. La medida afectó al único empleado que sostenía la sucursal de Corcovado, un pequeño pueblo en la provincia de Chubut que se quedó sin servicio de correo. La comunidad se encuentra organizada y prepara la presentación de un amparo colectivo para preservar un servicio esencial reconocido constitucionalmente.
Cuando tenía 18 años y llevaba más o menos un mes viviendo en Córdoba, fui a la sede central de Correo Argentino, en Colón y General Paz, para enviar unos papeles a mi familia. Diez minutos o una eternidad después, salí corriendo y llorando sin haber enviado el sobre, abrumada por la cantidad de cosas que no entendí ahí adentro. Con el tiempo, ese recuerdo se volvió gracioso, lo conté muchas veces, aprendí a enviar cosas y entendí por qué me había resultado tan imposible ese lugar.
Corcovado es un pueblo ubicado en la cordillera patagónica, en el noroeste de la provincia de Chubut. Tiene alrededor de dos mil habitantes y la oficina del correo es una casa de barrio, con un único trabajador que todas las personas conocemos. Era. Era una casa con un único trabajador que todas conocemos.
El viernes 26 de abril, se enviaron alrededor de 500 telegramas de despido a trabajadores de Correo Argentino y uno llegó hasta mi pueblo, Corcovado. Javier Villoldo trabajaba en esa oficina desde el año 2004, cuando ni siquiera se llamaba sucursal. Después de una jornada laboral normal, alrededor de las 14:30 horas, le avisaron que quedaba sin trabajo, sin previo aviso, sin causas que justificaran la decisión: «Terminé de laburar, estaba dejando todo listo para empezar el lunes y me encontré con esta realidad que no solo es inesperada, sino que te deja devastado, descolocado totalmente», nos cuenta en diálogo con La tinta. Como suele pasar en los lugares pequeños, la oficina era también una vivienda disponible para sus trabajadores, es decir que, ese día, Javier y su familia también se quedaron sin casa.
La Federación Obreros y Empleados de Correos y Telecomunicaciones advirtió que la ola de despidos puede continuar y afectar a 4.500 personas en todo el país. A diferencia de otros lugares, en Corcovado, la medida también implica el cierre de la única oficina de Correo Argentino en unos 70 kilómetros a la redonda. Personas e instituciones del pueblo y de estancias, parajes y comunidades aledañas como Cerro Centinela, Carrenleufu y Corcovado Sur, de un día para otro, se quedaron sin servicio de mensajería, trámites, giros y encomiendas. Incluso, pobladores de Palena, la localidad de Chile más cercana, ubicada a 40 kilómetros, utilizaban el correo de Corcovado. Ahora, las sucursales más cercanas están en Trevelin, a 70 kilómetros, o en Esquel, a 100 kilómetros.
«La respuesta de la comunidad fue tremenda. Cuando hice el posteo, con mucha tristeza y mucho dolor, tratando de procesar todo lo que estaba pasando, automáticamente la gente me empezó a preguntar. Cuando tomaron conciencia de lo que estaba pasando, que, más allá de mi despido, el pueblo se estaba quedando sin su oficina de correo, se movieron enseguida, se autoconvocaron, hicieron notas y se manifestaron pacíficamente», relata Javier sobre la reacción inmediata de la gente.
El lunes 29 de abril, autoridades de la regional Bariloche se hicieron presentes en el pueblo para llevarse las cosas de valor de la oficina. Vecinas y vecinos se organizaron para no dejarlos pasar. Se fueron sin llevarse nada. El martes, volvieron a ir y tampoco pudieron entrar. El jefe regional redactó un acta donde nombraba a Villoldo como colaborador del correo. Lxs vecinxs exigieron que la vuelva a escribir con la palabra trabajador. Con contradicciones en su discurso y sin respuestas certeras, la autoridad explicó que la institución cuenta con un sistema interno de evaluación y la oficina de Corcovado era deficitaria. Déficit, palabra por excelencia que justifica el vaciamiento y la crueldad en estos tiempos.
¿Hay porqué?
La calle donde se situaba la oficina postal de Corcovado, en el histórico barrio 20 viviendas, se llama Chingolo Albornoz en honor a uno de los pobladores más antiguos que ofrecía el servicio de correo. Allá por 1940, el primer referente de entrega de cartas hacía el trabajo a caballo o en vagoneta, llevando las cosas a Tecka, otro pueblo ubicado a 90 kilómetros. A partir de entonces, el servicio no paró de crecer y mejorar.
«Te voy a mandar una foto donde se ve que la camioneta que hace el traslado de cosas viene siempre llena, todos la vemos pasar», me dice mi mamá, vecina de Corcovado, después de contarme la noticia. Mi papá me relata por teléfono cómo le afecta la situación a él y a todos los trabajadores y trabajadoras autónomas del pueblo: «Por correo, recibo materia prima, mando pedidos a clientes. Ahora, tengo que elegir entre una empresa que ya me perdió una encomienda y queda a 90 kilómetros, con lo que implica el gasto de traslado, y otra que anda mal y hace cosas como decir que estuvieron en tu casa cuando no es verdad. El correo funcionaba mucho mejor que todos los servicios privados a los que uno podría acudir, que además son más caros e inaccesibles».
Correo Argentino es una de las empresas estatales que puede ser vendida en su totalidad a entidades privadas en caso de aprobarse la Ley Bases promovida por el Poder Ejecutivo nacional. Un servicio mejorable, sí, pero también veloz, efectivo, federal y accesible. ¿Cómo se justifica esta medida? Javier nos cuenta que el telegrama hablaba de “reestructuración”; en algún momento, le mencionaron una “baja densidad poblacional” y también se rumorea que “están preparando una privatización” y, por eso, necesitan la menor cantidad de empleados y oficinas funcionando.
«El Correo Argentino es el correo de bandera, el correo que tiene que garantizar el servicio postal en todo el país. Y una empresa estatal entiendo que no está para ganar plata. Está para brindar un servicio y para estar presente, para que nuestra bandera esté izada a lo largo de todo el país. No puedo entender lo de deficitario, como no puedo entender lo de una baja densidad poblacional. Así hayan dos, tres, cinco o diez personas, tiene que estar, no entiendo esa justificación», sostiene Javier.
El código postal de Corcovado es ―¿o era?― 9204. No lo tuvo siempre; durante muchos años, se utilizó el 9201, perteneciente al pueblo de Trevelin, hasta que la oficina se convirtió en sucursal. Por eso, 9204 es parte de nuestra identidad, es otra forma de existir en el mapa, de nombrar de dónde somos. El crecimiento del correo siempre fue un símbolo del crecimiento del pueblo. «No puede ser que haya gente que tome este tipo de decisiones atrasando un pueblo más de 50 años», expresa el trabajador.
En este momento, habitantes de Corcovado preparan un amparo colectivo para presentar en Tribunales Federales de Esquel, solicitando la preservación de un servicio esencial, público y remunerado, según la Constitución Nacional. «Ojalá que con esta movida de la gente se pueda revertir y que no perdamos nuestro correo, que la gente entienda que esto es algo realmente importante, que tenemos que salir a la calle y pelear por lo que realmente nos lleva para adelante. No podemos atrasar, los pueblitos chiquititos también tenemos que ser valorados por la gente que está en ciudades más grandes o que cree tener el poder de todo. Ojalá que esto sea una pesadilla y nada más», concluye Javier.
Quienes nacimos y habitamos los pueblos más alejados de la capital del país sabemos lo que significa cada pequeño avance en la conectividad, la comunicación y los servicios tantas veces inaccesibles. Sabemos lo importante que es la atención y hospitalidad de cada trabajador y trabajadora, y defendemos la posibilidad de una vida rural digna y plena. La cantidad de gente no es una vara para medir qué derechos le corresponden a una comunidad. Todos los días, los pueblos resisten.
*Por Jazmín Iphar para La tinta / Imagen de portada: Alejandra Ocampo.