Borraron el mural por Silvia Suppo en la UNC
Donde estaba Silvia, su historia, la denuncia de su asesinato y de los crímenes de lesa humanidad que pesaron sobre los cuerpos de mujeres y disidencias, hay una pared gris con figuras geométricas. En tiempos de negacionismo, el cuidado de la memoria y la verdad histórica es una tarea urgente.
Silvia Suppo fue presa política y testigo en juicios por delitos de lesa humanidad de la última dictadura cívico-militar-eclesial. Fue una de las primeras en visibilizar las formas de violencia sexual particularmente brutales ejercidas por el terrorismo de Estado contra los cuerpos de mujeres y disidencias. La mañana del 29 de marzo de 2010, fue asesinada en su negocio de venta de cueros, en Rafaela, Santa Fe. La Justicia investigó su muerte como un homicidio en ocasión del robo y condenó a dos personas, aunque no pudieron descartar que el crimen no estuviera relacionado con su testimonio en las causas contra genocidas.
La decisión de Silvia de contar los abusos sufridos fue clave en el juicio que condenó, en 2018, al ex juez federal Víctor Brusa por crímenes durante la dictadura militar en Santa Fe. La querella, encabezada por les hijes de Silvia y con Lucila Puyol como abogada, llevó adelante la causa por secuestro, tormentos, violación agravada, embarazo forzado y aborto forzado practicados a Silvia, que se juzgaron por primera vez como delitos de lesa humanidad autónomos; y el secuestro y desaparición forzada de otras personas.
Tres años después del asesinato de Silvia, la colectiva Las Histeriqas, Mufas y las Otras, el Espacio Verdad y Justicia por Silvia Suppo, y otras organizaciones feministas y de derechos humanos realizaron un mural en el edificio de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Córdoba, para visibilizar su historia y exigir el esclarecimiento del crimen. La acción fue parte de «una serie de esfuerzos por recuperar las intersecciones entre nuestras luchas feministas y las luchas de la resistencia a la dictadura, las luchas por la memoria, la verdad y la justicia, invisibilizadas por una mirada patriarcal de la historia, incluso, en la reducción de lo que fue el terrorismo de Estado y las resistencias», explica a La tinta Natalia DiMarco, integrante entonces de Las Histériqas, Mufas y las Otras. Visibilizar la historia de Silvia era recuperar esas primeras voces que pusieron palabras a la violencia sexual y también a las represalias por narrarlo, «tratando a su asesinato como un delito común, sin tener en cuenta que fue un 29 de marzo, a pocos días del aniversario del golpe, en su carácter de testigo clave de los juicios por delitos de lesa humanidad y que había recibido amenazas muy cerca en el tiempo», sigue Natalia.
El mural estuvo bien conservado durante 10 años, «lo que habla de un cuidado colectivo en un espacio público, compartido y transitado por muchísimas personas ―expresa DiMarco―. El gesto brutal de borramiento, de desaparición de la memoria fue impactante». El jueves último, personas que habían pintado el mural, familiares y compañerxs de Silvia presentaron una carta de repudio al Consejo Directivo de la Facultad de Psicología exigiendo el desagravio de la memoria de Suppo y la realización de un nuevo mural. En el documento, que en solo 48 horas recopiló más de 600 firmas de personas y organizaciones de todo el país y de otros países, expresaron: «En tiempos de negacionismo y de ataques sistemáticos de un gobierno que justifica los crímenes de lesa humanidad y gestiona para los mismos intereses que promovieron aquel golpe, el cuidado de la memoria y la verdad histórica se torna una tarea y un compromiso urgente».
«Defender la memoria también es una tarea que se hace en los espacios públicos, recuperando aquella frase de Rodolfo Walsh de que las paredes son la imprenta de los pueblos. Así que seguimos escribiendo nuestra historia en la recuperación de la memoria por las luchas de las desaparecidas y desaparecidos, pero también por todas esas luchas que seguimos encarnando, habitando y transitando», concluye Natalia.
*Por Anabella Antonelli para La tinta / Imagen de portada: La Voz.