Fotogalería: Chapadmalal, un escenario histórico del turismo social que está en riesgo
La semana pasada, la Cooperativa Turismo Sostenible de Santa Fe recibió un comunicado del gobierno donde le informaban que se daba de baja un viaje programado para el 12 de marzo a Chapadmalal, «porque el 4 de marzo cierran los complejos». A partir de ese momento, comenzó la preocupación sobre el destino de las Unidades Turísticas (UT) de Chapadmalal y Embalse, que dependen de la Secretaría de Turismo, Ambiente y Deportes y, cada año, reciben cientos de contingentes de todo el país.
La construcción de los complejos fue impulsada por la Fundación Eva Perón durante la primera presidencia de Juan Domingo Perón. La Unidad Turística de Chapadmalal está ubicado a 30 kilómetros de Mar del Plata y cuenta con nueve hoteles y 19 casas que fueron integradas a la residencia presidencial, también ubicada en dicho predio. Las instalaciones de Córdoba, en el Valle de Calamuchita, incluyen siete hoteles y 50 casas junto al Lago Embalse. Entre los dos complejos alcanzan las 7.000 plazas y ocupan más de 250 hectáreas, una enorme apuesta del Estado que nació destinada a trabajadorxs, infancias y adultxs mayores que no tuvieran la posibilidad de vacacionar en grandes centros turísticos.
A lo largo del tiempo y de los gobiernos, las UT atravesaron periodos de abandono, desfinanciamiento y cese de actividades. A partir de 2003, comenzó una serie de inversiones para la reactivación y recuperación edilicia, que nunca llegó a completarse. Aún así, hasta la actualidad, el Turismo Social es una política de Estado destinada a personas jubilados y pensionadas, beneficiarias de Pensiones No Contributivas, titulares de la Asignación Universal por Hijo y de la Asignación por Embarazo. Además de la pensión completa, los espacios ofrecen actividades socio-recreativas, turísticas, deportivas y culturales.
En Chapadmalal, los hoteles abren las puertas a miles de personas que, a veces por primera vez, se encuentran con el mar. Conocen las olas, prueban el agua salada y recorren la inmensidad de sus playas. Una experiencia y un derecho que algunas autoridades quieren convertir en lujo y reservar para cada vez menos habitantes del pueblo argentino.
*Por Diana Segado para La tinta.