«La ruta del litio: Voces del agua» y la urgencia por frenar la muerte

«La ruta del litio: Voces del agua» y la urgencia por frenar la muerte
28 diciembre, 2023 por Soledad Sgarella

Un libro que registra el saqueo, a través de las palabras y las fotografías. Que cuenta de primera mano el despojo, pero también las voces que resisten. Que grafica el panorama triste de una minería secante, pero también muestra que, a pesar del cansancio y el dolor, las comunidades se organizan y la lucha y los saberes ancestrales siguen enseñando lo que no hay que olvidar para frenar esta crisis climática.

El sábado, en el programa de Mirtha Legrand, el actual presidente Javier Milei dijo que el magnate Elon Musk «está sumamente interesado en el litio», al igual que «el gobierno de Estados Unidos y muchas empresas», y que necesitarán «un marco jurídico que respete los derechos de propiedad». Sus afirmaciones sólo acentúan algo que ya sabemos: vienen a saquear nuestras tierras, nuestros recursos, nuestras comunidades, nuestras vidas.

Esto no es nuevo. La Ruta del litio: Voces del agua surge del cruce entre los recorridos que la antropóloga y periodista, Camila Parodi, y la fotoperiodista y pedagoga, Susi Maresca, hicieron en el norte de Argentina, particularmente en Catamarca, “en términos de investigaciones sobre defensoras de los territorios y sobre la transición energética”. Surge, explican en diálogo con La tinta, uniendo fuerzas y trabajos para contar, dar cuenta y generar un registro histórico de esas voces que resisten y que conviven de manera cotidiana con los proyectos extractivistas, particularmente con lo referido a la minería de litio. 

Dos hipótesis son los motores. Primero: la minería de litio -una minería secante, una minería de agua- no es una transición ni limpia ni renovable ni es la salida a la crisis climática. “Este tipo de minería solamente está realimentando a esas mismas empresas y poderes transnacionales que quieren continuar explotando y potenciando el actual modelo extractivista, que no tiene ningún interés con solventar o solucionar o comenzar mitigar esta crisis climática que nos atraviesa. Son sobrados los datos para decir que la minería de litio no es sustentable, la explote quien la explote”. 

En el prólogo, el biólogo, filósofo, profesor e investigador del CONICET, Guillermo Folguera, sintetiza con claridad lo que sucede: el litio está presente en las salmueras y se lo extrae a través de la evaporación de agua en grandes piletones. “Pasan varios meses hasta que se obtiene el carbonato de litio, uno de los principales productos de exportación. En este proceso, además del agua de los salares, se usa agua dulce de los ríos. Millones de litros de agua que se pierden. Agua tan necesaria para que las comunidades y la naturaleza puedan vivir. Es que la minería de litio, como dicen las propias comunidades, es minería de agua. Por supuesto que, además, usan químicos. Todo extractivismo los requiere y en grandes cantidades. Químicos que dejarán la tierra muerta y que, además, llegarán hasta los cursos de agua y permearán las napas actuando como veneno para personas, animales y plantas. El escenario anticipa el inevitable final: el humedal rápidamente dejará de serlo. No se trata de accidentes. Nunca los hay cuando intervienen los extractivismos. Y tampoco de controles más precisos, de técnicas más amigables o de baterías en lugar de carbonato de litio. Simplemente, donde deja de haber agua potable, deja de haber vida”. 

Segundo -y esperanzador-, las y los habitantes de los territorios están organizados, a pesar del cansancio y del dolor: “Los pueblos ancestrales, las comunidades campesinas indígenas, las organizaciones de vecinos vienen enfrentando este tipo de expansión sobre su territorio. Las comunidades defienden los bienes comunes por todos y todas nosotras. Y para quienes no han nacido aún. Y en este libro, la historia del saqueo también va a hablar del sufrimiento que produce en nuestros cuerpos, en nuestras vidas e historias que siguen siendo sometidas, explotadas, violadas, mutiladas, envenenadas, reventadas por habitar territorios donde aún queda naturaleza. Territorios donde los bienes comunes para estas y las futuras generaciones son objeto de la codicia del norte global con el fin de conservar su bienestar, como si el mundo estuviera dividido en categorías donde unos seres valen más que otros. El colonialismo de antaño se materializó en un capitalismo que utiliza el extractivismo desmesurado para sobrevivir a toda costa. A cambio, entregan promesas de progreso, espejitos de colores, contaminación, sequía, enfermedades, pobreza, desalojos y represión”. 

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Don Marcos Pastrana, miembro del consejo de ancianos de la comunidad Diaguita, en su casa de Tafí del Valle, Tucumán / Imagen: Susi Maresca

Las verdades territoriales 

Las autoras recuerdan que hay muchos discursos científicos y muchas reflexiones desde el norte que explican que la única salida a esta crisis es este tipo de transición energética, a quien le hacen una propaganda positiva. “Pero necesitábamos conocer cuál es la verdad y la mirada de quienes habitan los territorios, de quienes los habitan de manera ancestral y tienen otra relación con esos territorios, y que, para nada contradictoriamente, son quienes los defienden, los cuidan y nos estarían enseñando muchísimo para frenar esta crisis climática”, aclaran. 

Camila y Susi relatan en el libro diversos recorridos, pero comienzan con uno que no fue el primero: en Tucumán, visitaron a Marcos Pastrana, un abuelo del consejo de ancianos que pudo contextualizar. “Marcos es del pueblo diaguita y justamente queríamos comprender la cosmovisión diaguita, uno de los pueblos que habitan gran parte de estos territorios que estábamos recorriendo para comprender, sobre todo, la importancia de los cuatro elementos: agua, tierra, fuego y aire. Así que aquello que fue a mitad de viaje terminó siendo la apertura de nuestro libro, porque nos parecía que hablar con Marcos, conocer esta forma de mirar el mundo, de alguna manera, era volver al origen y posicionarnos nosotras desde la perspectiva de los pueblos y no desde la que construimos como periodistas o como académicas”, indican.

Por Antofagasta de la Sierra, junto a la Asamblea de Pucará de Catamarca, subieron al Salar del Hombre Muerto y visitaron a la familia Condori, “que vive a metros de la Minera Livent y que han tenido que cambiar y modificar todo su estilo de vida debido a la seca del río Trapiche, lo que les generó un desplazamiento de su trabajo con animales, en el campo, de conseguir ciertos elementos para la vida cotidiana”. Continuaron por Fiambalá, donde recientemente la empresa china Zijin avanza velozmente “sobre las comunidades, sobre las formas de vida, a metros de la ciudad. Queríamos conocer este otro tipo de expansión de este proyecto en una zona de resguardo, que es un sitio Ramsar, de resguardo, ya que las lagunas altoandinas son humedales, son espacios de conservación del agua y de toda una biodiversidad que sostiene también el equilibrio climático”. 

“Los obreros de la mina de Antofagasta nos habían comunicado que, en Salta, es donde se llevan los desechos vía camión, a través de la ruta 40 hasta Güemes, desde donde luego llevan en tren el carbonato de litio al puerto de San Lorenzo de Santa Fe. Necesitábamos conocer esa zona fabril, ese otro tipo de industria, otro tipo de territorio donde la minería de litio también ha avanzado para, de alguna manera, despejar este imaginario de que la minería de litio solo afecta a algunas comunidades en la Puna, en los salares y que no impacta directamente sobre toda la población argentina”, añade Parodi. 

Las trayectorias y los andares, con sus respectivos aprendizajes y con una certeza esperanzadora: “Las comunidades están más organizadas de lo que quizás nuestro imaginario nos permite contemplar”. Siguieron con las compañeras de Ancestrías del Futuro (un colectivo de mujeres diaguitas que están repartidas desde el norte argentino hasta Mendoza y también en Chile y parte de Perú) llegando hasta el Malón de la Paz, “que justo estaba teniendo su primera asamblea. Fuimos parte las primeras asambleas de las más de 400 comunidades que estaban intentando frenar la reforma constitucional de Gerardo Morales». 

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El Tercer Malón de la Paz en 1 de agosto dia de la pachamama en Buenos Aires / Imagen: Susi Maresca

La fotografía como herramienta para formar parte

Cuando le pregunto a Maresca sobre el lugar que ocupa el fotoperiodismo en la lucha contra el extractivismo, contesta con franqueza que, para ella, es casi irresponsable hablar del fotoperiodismo en general y que solo puede hablar de su experiencia particular en conjunto con Cami: “Así como lo decimos en el libro, es momento de no ser cómplices de lo que están sufriendo los pueblos y creo que quizás el fotoperiodismo es una herramienta para formar parte de esas luchas, para transmitir desde el lugar que uno ocupa, que no sea solo para unos pocos, sino para la mayor cantidad de gente compartir esa mirada”. 

Muchas veces, explica la fotógrafa, enseñan, desde la fotografía documental, a llevar una idea prefijada al territorio, con información: “Me parece que es a la inversa. Me parece que tenemos que ser canales de información y tenemos que ser canales de transmisión de lo que están queriendo gritar esos territorios que, con todo el ruido de las grandes ciudades, no se termina de escuchar nunca. Y cuando se escucha, cuando finalmente llegan como el Tercer Malón o como muchas asambleas de Catamarca que llegaron a Buenos Aires reclamando, o de Jáchal, de Andalgalá, que llegaron reclamando a Buenos Aires, tampoco se las escucha. Entonces, quizás a veces es un medio para comunicar y pienso que lo que venimos haciendo con Cami cada vez está más vinculada a la fotografía documental porque hay un registro más profundo. Si bien hay algo en la coyuntura que va sucediendo y que es parte del fotoperiodismo, hay otro registro, en otra capa, donde hay una profundidad más grande y que también es una manera de luchar en contra del extractivismo: reflejar esas historias y esas vidas y esas biodiversidades que están en peligro, como un modo de intentar tocar una fibra de la humanidad para sentirnos parte de la tierra, sentirnos parte de la lucha del agua. Sentirnos parte, no como algo ajeno, sino como algo propio, aunque en las ciudades estemos tan alejados de esa visión”, concluye la pedagoga.

Sobre las autoras

Susi Maresca es fotógrafa en el Ministerio de Cultura de la Nación, fotoperiodista para diversos medios de comunicación como Tiempo Argentino, Página/12, Revista Cítrica, Agencia Tierra Viva, MU, Latfem, Revista Crisis, con colaboraciones para medios internacionales como El País, Vice y Pressenza. Además, es pedagoga social con orientación en Antropología Educativa. Participó de varios colectivos fotográficos independientes y de publicaciones fotográficas para el Museo Etnográfico, el Centro de Arte Sonoro, la Universidad de Hurlingham, SiPreBA, y ganó el premio del Mercosur en el Concurso fotográfico “Personas Mayores: Derecho al Cuidado”. Coautora de La ruta del litio: Voces del agua, editado por Chirimbote.

Camila Parodi es licenciada en Cs. Antropológicas por la Universidad de Buenos Aires (UBA), una profesión que se complementa con su oficio en el periodismo feminista durante más de 10 años. Es editora de la sección Internacionales del portal Marcha y co-autora del Manual de Periodismo Popular y Feminista, un libro editado por Editorial Chirimbote. Es redactora de la sección socioambiental de Latfem y participa como colaboradora en medios como Tiempo Argentino, Página/12, Jacobin, El Salto, Biodiversidad, El Destape, entre otros. Coautora de La ruta del litio: Voces del agua, editado por Chirimbote.

*Por Soledad Sgarella para La tinta / Imagen de portada: La cosecha del membrillo en Andalgalá, Catamarca. Una de las mayores actividades productivas de la región y que peligra por la falta de agua limpia y por la megaminería / Fotografía de Susi Maresca.

Palabras claves: Litio

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