Tiempo del hombre
Atahualpa Yupanqui nació en 1908, en Juan de la Peña, un pueblo de Pergamino al norte de la provincia de Buenos Aires. Fue criado en otro pueblo de Junín y, antes de los 10 años, ya vivía en Tucumán. Su vida estuvo signada por las mudanzas, los viajes y los exilios. “Mi nombre completo es Héctor Roberto Chavero Aramburu y Otaegue, así nomás: mitad vasco y mitad indio, pero en la tierra de mi padre –Santiago del Estero– se habla el quechua, no el quechua del Perú ni el de Quito, sino una especie de dialecto indígena. De chiquito, aprendí historias y cosas de incas; por eso, tal vez, cuando a los 14 años llegó la hora de firmar mis primeros poemas, me pareció normal hacerlo como Atahualpa Yupanqui. Desde entonces, prefiero que me llamen así”.
Por Atahualpa Yupanqui
La partícula cósmica que navega en mi sangre
Es un mundo infinito de fuerzas siderales.
Vino a mí tras un largo camino de milenios
Cuando, tal vez, fui arena para los pies del aire.
Luego fui la madera, raíz desesperada.
Hundida en el silencio de un desierto sin agua.
Después fui caracol quién sabe dónde.
Y los mares me dieron su primera palabra.
Después la forma humana desplegó sobre el mundo
La universal bandera del músculo y la lágrima.
Y creció la blasfemia sobre la vieja tierra.
Y el azafrán, y el tilo, la copla y la plegaria.
Entonces vine a América para nacer en hombre.
Y en mí junté la pampa, la selva y la montaña.
Si un abuelo llanero galopó hasta mi cuna,
Otro me dijo historias en su flauta de caña.
Yo no estudio las cosas ni pretendo entenderlas.
Las reconozco, es cierto, pues antes viví en ellas.
Converso con las hojas en medio de los montes
Y me dan sus mensajes las raíces secretas.
Y así voy por el mundo, sin edad ni destino.
Al amparo de un cosmos que camina conmigo.
Amo la luz y el río, y el silencio, y la estrella.
Y florezco en guitarras porque fui la madera.
*Por Atahualpa Yupanqui / Imagen de portada: Mar de Pájaros.
Martina dice ser caótica y dispersa. Algo lenta al hablar. Con una curiosidad infinita que la lleva a aprender un poco de todo: cerámica, poesía, cianotipia, xilografía, construcción en papel, carpintería, serigrafía, dibujo, etcétera. A empezar tres carreras que no piensa terminar. Cuenta que, hace unos años, sus garabatos se convirtieron en trabajo y producciones gráficas, de a poco y con mucho aprendizaje, gracias a una red de amigues que mueven todo. En medio de todo esto, de lunes a viernes, es preceptora en un colegio de Córdoba capital, donde dice que nunca deja de aprender un montón con les pibis. Hoy, habita el Valle de Paravachasca junto a sus dos gatis y un manojo de personas que quiere mucho.