Incomodidad familiar post elecciones: entre priorizar los vínculos y profundizar el enojo

Incomodidad familiar post elecciones: entre priorizar los vínculos y profundizar el enojo
30 noviembre, 2023 por Verónika Ferrucci

Ya pasó un poquito más de una semana después del 19 de noviembre. Fue eterna. Todavía tengo varios chats donde resonamos con el drama: “En mi familia votaron a Milei”. ¿Y ahora que la espuma bajó? ¿Qué hacemos con esa herida? 

El día después, el del trago amargo, una amiga me mandó un audio: «Estoy llorando desde ayer. El día de las elecciones, le escribí un mensajito a mi papá y mamá, y les pedí por favor, que si no les cambiaba mucho, que votaran a Massa por mí. Mi papá me dijo que ese era un límite para él, que por mí no lo iba a votar”. Todo es bronca y dolor. Y, aunque autocentradamente, me preguntaba ya frustrada, ¿cómo no lo pueden ver? La sensación -o certeza- de extrañamiento en lo familiar vuelve como tantas otras veces y siempre duele. La famosa grieta también se surcó en el núcleo parental, ahí donde en algunos hogares anidan posturas antiperonistas, conservadoras, de derecha y muchos anti más. 

La semana previa a las elecciones fue desgastante en muchos sentidos, no porque toda la campaña no lo haya sido, sino porque se profundizaron algunos afectos y abismos en el orden de lo familiar. Mientras atravesábamos la negación de la posibilidad de que Milei y lo que su proyecto representaba resultara ganador, nos aferramos a la esperanza de que no podía ser real. A las micromilitancias también las hicimos, sobre todo, en la parentela, contra el imperativo con el que crecimos: “De política no se habla en la mesa”.

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Soy feminista y una de las muchas que llenamos de voltaje las reuniones familiares, allá por el 2018 y antes también. No es que no sé lo que significa ser la aguafiestas, pero no deja de doler, la herida siempre está supurando. Y ahora estamos de cara a lo que temíamos. Mi tía -que también sabe de desarraigos y desencuentros- me dice que piense en las etapas del duelo. Algo que describe con lucidez Marta Dillon en la nota Hacer el duelo.

Es fin de año y, a la montaña rusa de emociones que siempre es diciembre, se suma la fragilidad que trae la incertidumbre del Frankenstein que están armando para gobernar. Y encima, las fiestas acechan. Demoré días esta nota, no tengo del todo claro qué transmitir, pero pienso que es necesario que la espuma baje, que, después del shock, mejor descansar un poco. Mood: “Estoy cansado, jefe”. 

Porque lo primero es la familia (?)

Daniel Cantieri es la foto de portada que elegí. ¿Se acuerdan de él? Se hizo viral porque mientras la Policía de la Ciudad de Buenos Aires lo llevaba detenido, ante la pregunta de una periodista, ¿un mensaje para sus familiares?, respondió: «Que se vayan a la puta que los parió, son gorilas». Era el 18 de diciembre de 2017 y Daniel fue a protestar afuera del Congreso contra la reforma previsional que el Cambiemos de Macri quería llevar adelante. Unos años después, en una entrevista, el protagonista de esa frase sintetizadora dijo: «La frase no fue para mi familia, sino para la gran familia gorila argentina». Hay algo en esa respuesta que deja asomar la contradicción y complejidad de los vínculos filiales y las ambivalencias que supone el juego entre identificación y diferenciación familiar, que a muchas nos llevó un largo proceso. Uno de los desafíos vitales más importantes es aceptar que el otrx es otrx y acá estoy con casi 40 años sin grandes avances. 

La disyuntiva ahora es elaborar el enojo y priorizar los vínculos, o no elaborar ningún enojo y polarizarnos más. “Para mí, el gesto hubiera sido votar a Massa, pero para mi papá no y lo máximo que hizo fue no ir a votar. Y yo pensaba: si mi hijo me pidiera que vote a Milei, yo no lo haría, entré en una contradicción espantosa”, me cuenta mi amiga el lunes por la noche. Les mandó un audio a su papá y mamá, y les explicó que no podía hablar y cuál era su angustia y miedos. “Al final de cuenta, dije: tienen 80 y 85 años, y han sido siempre muy sostenedores en otros aspectos”. 

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@marbellati / @el_peroncho

Un amigo bromea cuando le pregunto cómo está: “No estoy llorando, se me metió una familia gorila en el ojo”. Él está en la posición de no querer verlos ni hablar. Hablamos mucho, yo insisto en que lo que nos angustia mucho es lo extraño en lo familiar. Y no es que estamos re sorpresa, pero en esta elección, aparecía algo más allá de la tradicional grieta, peronismo-radicalismo, kirchnerismo-antikirchnerismo. Milei, su espacio político, su discurso, su proyecto outsider, venía a poner en cuestión los consensos sociales que teníamos asegurados, o eso creímos. Se legitimó una válvula que venía soltándose hace tiempo, donde el lenguaje de la crueldad no espanta a nadie ni genera alguna alarma. Yo no pienso que mi familia es la ultraderecha, aunque fácilmente puedo decir “son fachos” y votaron o pueden apoyar algunas ideas, o ser el segmento que no cree que haga lo que diga, el tema es: ¿qué hacemos con esto? 

Lo que perdimos en la conversación

“Le di muchas vueltas a qué es lo que tanto me enoja y es que en mi familia no son personas superpolitizadas, votan cada cuatro años y punto. No forman parte de la vida política de otra manera. Yo les hablaba con todo tipo de señales, con argumentos duros, pero también emocionales, diciéndoles quiero evitar que me vaya a sentir como me estoy sintiendo ahora: ajeno a ustedes. Y era re simple, con un voto de mierda, ¿entendés?”, me dice otro amigo. 

Nadie quiere tener conversaciones incómodas y mucho menos que impliquen un trabajo de reflexividad, autocrítica, escucha, pero, sobre todo, que nos saquen del consignismo y nos obliguen a pensar. Nada sencillo para una época donde la palabra pierde valor, donde el sentido histórico o la rigurosidad científica puede ser una frase del Instagram Por favor coherencia. La palabra es lo que hace lazo con ese otrx, cuando la conversación está vacía o reproduce formatos de violencia y odio, no hay consistencia. Es difícil transmitir lo que no es del orden de la mercancía ni los derechos, y lo que se propuso en la conversación pública desde el sector ganador -y hablo también de la tercera fuerza- es que no haya inscripción de nada o, más bien, una escucha blindada. Recomiendo leer las reflexiones de Gabriel Giorgi -un coterráneo que nos ha formado a muches- en la nota Cuando tu familia y vecinos votan por alguien que promete dejarte a la intemperie.

Otra amiga psicóloga me dice que, en el consultorio, nunca antes sus pacientes hablaron tanto de política y cómo eso cruzó la vida familiar. Me recomienda que lea el prólogo del libro El conflicto no es abuso. Contra la sobredimensión del daño de Sarah Schulman. Y es que uno de los puntos para comprender la razón punitiva de la época es comprender que la matriz neoliberal diseña “vínculos que impiden, destierran la oportunidad de los intercambios profundos capaces de volver visibles las estructuras que explican la crueldad”.

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@lluviadibuja

Nicolás Cuello y Diego del Valle Ríos son los autores del prólogo «Desarmar la crueldad, conversar a través de la diferencia», que dan un marco de época que nos puede ayudar a pensarnos: “La creciente fragilización de las relaciones humanas en un mundo derrumbado por las consecuencias de un modo de producción basado en la competencia feroz por recursos explotados de forma desmesurada, pero, también, el desgaste de las formas de solidaridad y el agotamiento de la capacidad de escucha, reflexión y comprensión de la diferencia en una realidad dirimida por un moralismo represivo que ofrece como única salida posible posicionamientos subjetivos endurecidos, intransigentes y victimizantes, como condición y reflejo ante una realidad que no tolera más malestar que el que sus propias condiciones de posibilidad constantemente producen. Por momentos, pareciera que no hay salida o alternativa posible”. 

¿Se puede construir otra forma de tramitar las diferencias que no sea polarizarnos? Ta difícil, pero al menos, podemos intentarlo.

A mí me salvaron las charlas con quienes estábamos en la misma, escuchar sus procesos y entender que no me pasa solo a mí, y no por egoísta, sino por la soledad que genera sentirse una extraña en la familia de origen. Y no creo se trate tanto de romper lazos como sí pretender ser parte. Es incómodo no pertenecer, más cuando soy genéticamente parte y eso implica habitar la contradicción, con todas las molestias que eso supone. Duele la pérdida de lo gregario, todas las veces que un conflicto lo pone en evidencia o lo recuerda, aun cuando sabemos que no somos parte en el sentido político, ideológico, etc. 

“Ante el distanciamiento, el temor y el aturdimiento al que nos somete la razón punitiva, cuando las diferencias de nuestras historias irrumpan, tendremos que proponer la cercanía y la escucha como formas de tejer complicidad, confianza y corresponsabilidad, aunque duela, aunque nos incomode o aunque parezca imposible. (…) A lo largo del mundo, brotan experiencias para abordar esta agudización de estas distancias que parecen irreconciliables”, dicen Cuello y del Valle Ríos.

Hoy pienso que vale la pena intentarlo. 

*Por Véronika Ferrucci para La tinta / Imagen de portada: A/D.

Palabras claves: afectividad, elecciones presidenciales

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El «milagro» de Davos: zarandeos, glitter y cruces

El «milagro» de Davos: zarandeos, glitter y cruces
7 febrero, 2025 por Redacción La tinta

¿Pueden la fe y el folclore transformarse en espacios de resistencia, visibilización y lucha para las diversidades y disidencias sexuales frente a los discursos de odio que circulan y son legitimados por el presidente y sus políticas de Estado?

Por Lucas Leal para La tinta

A Lucía Riba, la primera teóloga feminista que conocí y que, sin saberlo, me hizo pensarme como creyente desde mi propia sexualidad. (2008)

A Susy Shock, la primera trava que conocí cantando zambas y coplas, y a la que escuché decir, por primera vez, que debíamos reapropiarnos de nuestro folclore y resignificarlo. (2010)

Para quienes crecimos en el interior, guitarra y rosario en mano desde pequeños, el folclore y la religión, con sus respectivos guiones, configuraron nuestras subjetividades, cuerpos y deseos, puesto que ―a diferencia de las grandes ciudades― la parroquia o el taller de folclore son los “únicos” espacios de socialización. Nací en un barrio de San Miguel de Tucumán, en una cultura en la que la religiosidad popular con sus misas, procesiones y devociones lo impregnaban todo. Durante toda mi adolescencia, participé activamente de un grupo juvenil en la capilla del barrio. Lo mismo podría decir del folclore, dado que, a los 8 años, aprendí a tocar la guitarra y, tiempo después, a bailar zambas y chacareras. Tardé mucho tiempo en comprender que estas dimensiones no se oponían a mi sexualidad porque ambas sostienen el binarismo y la heterosexualidad obligatoria como única forma válida y legítima de existencia. La Iglesia, por un lado, con sus discursos, doctrinas, rituales, y el folclore, por otro, con sus letras y figuras para la danza, actúan de modo performativo en una repetición que nos hizo/hace creer y pensar que nuestras vidas no valen por no “ajustarse” a esa “norma”. Mensajes tales como que la seducción y el deseo sólo son legítimos entre el varón y la mujer; que el único modelo de familia es heterosexual; que hay roles y modos de comportarse socialmente, y debemos cumplir con ellos por ser varones o mujeres se instalan en nuestras subjetividades desde estos dos dispositivos.

Para sorpresa de muches, sin embargo, algo “milagroso” suscitó el discurso en contra del colectivo LGBTIQ+, los feminismos y la perspectiva de género, entre otras cosas, que Javier Milei pronunció en Davos. ¿Pueden la fe y el folclore transformarse en espacios de resistencia, visibilización y lucha para las diversidades y disidencias sexuales frente a los discursos de odio que circulan y son legitimados por el presidente y sus políticas de Estado? ¿Es posible que estos dispositivos “tradicionales”, que en algún momento invisibilizan nuestras identidades, ahora, resignificados, acompañen la defensa de los derechos que hemos conseguido y que hoy pretenden quitarnos en esta llamada “batalla cultural”?

¡Y se va la primera!

El tradicional Festival de Cosquín 2025, que consuma el ideal del imaginario del folclore consagrando cantores y cantoras, se transformó, en su edición número 65, en un espacio de resistencia, lucha y visibilización de las diversidades y disidencias sexogenéricas.

Cabe mencionar, en primer lugar, la Luna disidente que, por tercer año consecutivo, se llevó a cabo en el conocido “Patio de la Pirincha”. Este espacio autogestivo y colectivo es el patio de una casa (¡el patio de quien conocemos como la Piri!) que fue transformándose, desde el año 2001 a esta parte, en un espacio de referencia para artistes y promotores de la cultura en el que se impulsan proyectos, talleres y espectáculos varios durante todo el año. La Luna disidente nace en 2023 por iniciativa de la Piri, Maxi Ibañez, escritor y poeta, y La Ferni, cantora trans no binaria. Esta noche arcoíris convoca artistes locales y de distintos puntos del país donde, desde el folclore, se celebra y se resiste. 

Algo totalmente “disruptivo” fue lo que aconteció, en esta edición, en el escenario mayor Atahualpa Yupanqui en la plaza Próspero Molina. En la segunda noche, la cantora cordobesa, Paola Bernal, abrió su presentación con una emotiva interpretación de la Canción de cuna para niñxs diversxs, de la artista travesti, Susy Shock. Esta canción aparece en una de sus frases, una plegaria por un mundo más digno y más justo para las infancias.

Días después, en la cuarta luna, la quenista iruyense, Micaela Chauque, dedicó una chacarera a las mujeres y las diversidades. En el escenario, irrumpió el conocido gauche disidente, Legon Queen, quien, junto a la bailarina trans, Valeria Ortega, entre redondas, zapateos y zarandeos, dieron un claro mensaje de resistencia con su mera presencia. El cierre de Micaela fue una verdadera fiesta multicolor con un enganchado de carnavalitos y las banderas del colectivo LGBTIQ+ flameando como signo de reconocimiento y visibilidad frente al odio y la invisibilización. 

La sexta luna contó con dos momentos significativos. Por un lado, la cantante Luciana Jury cerró su presentación con la canción “Las ramas”, de su propia autoría, mientras bailaba una pareja de mujeres y citó a Susy Shock al concluir la misma, con la conocida frase: “Buena vida y poca vergüenza”.  Minutos después, Micaela Vita, cantante del grupo Duratierra, hizo un llamado a reivindicar la memoria en nuestra patria y, entre los nombres de artistes y personas significativas, ante la ovación del público, dijo: “Esta es la patria de Diana Sacayán… de Susy Shock”. Acto seguido, junto al músico trans, Valen Bonetto, interpretaron la chacarera “La del Pueblo” que, entre otras cosas, dice: “Marica, ¿qué hay de la espina que te han clavao en el pecho? Tus alas de mariposa surcando un mundo deshecho; Marica, para cantar, que no se te olvide amar».

Sin lugar a dudas, uno de los momentos más relevantes del festival llegó en la séptima luna, cuando la reconocida cantora, Yamila Cafrune, invitó a compartir el escenario a La Ferni, quien, recordemos, en el año 2021, logró que el festival cambiara su estatuto que reconocía las categorías “voz masculina” y “voz femenina” por una categoría sin distinción de género, denominada “voz solista”. La canción elegida por La Ferni fue “Cantor(a) de oficio”, una bella poesía de Miguel Ángel Morelli que vio la luz en 1976, un contexto complejo y oscuro de nuestra historia si los hubo, en la voz de Mercedes Sosa. La letra pone de relieve la responsabilidad de les artistes en la construcción de un mundo más bello, con la música y la voz como herramientas. El momento culmen de la canción fue cuando La Ferni, con voz vibrante y emocionada, declaró: 

“Nadie debe creer que los, las y les artistas pertenecemos a un mundo extraño donde todo es escenario y fantasía. Les artistas somos hombres y mujeres, y también somos travestis, trans, no binaries, maricas, tortas, bisexuales, identidades sexogenéricas disidentes, legítimas, empoderadas, orgullosas y visibles que, ya sin ocultarnos nunca más, transitamos las calles y los días, sufrimos el sufrimiento de nuestro pueblo y latimos también con su alegría”.

Miro el video y se me pone la piel de gallina. ¿Quién diría que, en pleno 2025, en contexto de fascismos y en tierras cordobesas donde sabemos que existe una clara adhesión a las ideas de La Libertad Avanza, ella, en nombre de todes, nos hizo visibles? ¿Podemos imaginar la potencia que tiene decir y sostener en ese escenario, en el que aparentemente sólo tienen lugar el binarismo, el amor romántico con sus mitos y las performances normativas del género, que las identidades disidentes somos legítimas, empoderadas, orgullosas y visibles?

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Imagen: La Voz.

¡Y se va la segunda!

La jerarquía de la Iglesia, cuyos discursos y prácticas habitualmente se vinculan como contrarias a las diversidades y disidencias sexuales, tomó por sorpresa a la sociedad toda cuando, el 30 de enero, pudo leerse en redes sociales el comunicado de la Arquidiócesis de Mendoza por medio de la Pastoral de la Diversidad Sexual, que expresa su profunda preocupación “ante discursos que consideran al antirracismo, al feminismo y a la lucha por los derechos de la comunidad LGBTIQ+ como un cáncer que hay que extirpar«, señalando que dichas expresiones «promueven la discriminación y la violencia contra minorías» y resultan “alarmantes y contrarias a los valores evangélicos”. El comunicado expresa, sin titubeos: “No podemos ni debemos permanecer indiferentes ante estas manifestaciones de odio. Podemos tener diferencias de opinión o posicionamientos, pero nunca debemos dejar de abrazar y acompañar, desde los principios evangélicos, a las personas que integran estos colectivos, especialmente, a quienes son más vulnerables y marginados. Con estas palabras, la Arquidiócesis de Mendoza manifiesta su adhesión a la marcha antifascista y antirracista del 1° de febrero, e invita a la comunidad a sumarse al esfuerzo de construir “una sociedad donde nadie sea excluido y donde prevalezcan el amor, el respeto y la solidaridad”. Cabe mencionar que Marcelo Colombo, arzobispo de Mendoza y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, permite la posibilidad de cambio con el nombre autopercibido para personas trans en las actas de bautismo oficiales y afirmó, recientemente, su preocupación ante «la desmesura de algunas afirmaciones que están apareciendo en discursos locales», alertando sobre el riesgo de retrocesos en derechos conquistados por consenso social.

A la contundencia de este comunicado, se sumó la Pastoral Social de la diócesis de Merlo-Moreno, afirmando que “rechaza enfáticamente las declaraciones discriminatorias y violentas del presidente Javier Milei en Davos”, dado que “estas expresiones que legitiman el odio, la persecución y estigmatización hacia las mujeres y personas del colectivo LGBTIQ+ vulneran los derechos humanos elementales y desconocen los marcos legales internacionales con rango constitucional en Argentina”. Continúa el comunicado: «En repudio a sus dichos; adherimos, convocamos y acompañamos la marcha que se realizará el día 1° de febrero de 2025». La libertad, se afirma, es con dignidad y justicia social, con y para todos. 

Otro gesto institucional provino del arzobispado de Buenos Aires, liderado por el arzobispo Jorge García Cuerva, quien expresó su malestar por la colocación de vallas en torno a la Catedral Metropolitana en la jornada de la movilización, ya que, desde agosto de 2023, se había decidido quitar las mismas sin que se hayan recibido ataques o agresiones por parte de manifestantes de ese tiempo a esta parte. Sin embargo, y tal como lo expresa el comunicado, el 1° de febrero, la catedral apareció vallada aún cuando, la tarde anterior, se expresó la negativa ante la consulta. El comunicado sostiene: “El Arzobispado de Buenos Aires quiere expresar que la imagen que hoy brinda la iglesia mayor no fue por decisión eclesiástica y a todos vuelve a reiterar su convicción de que nada se construye con el odio y la división ni dando expresiones subrepticias de ello por medio de signos externos (…) reiteramos el compromiso de la Iglesia católica en esta Ciudad de Buenos Aires de acompañar a todos sin hacer distinción alguna y de abrir siempre sus puertas para los que quieran seguir a Jesús”.  

¿Podría considerarse hoy a la Iglesia católica y el papa Francisco como nuestras alianzas en este momento? Le pregunté a Eduardo Mattio, docente universitario, con el que compartimos sorprendidos estas noticias. “Así parece”, me respondió. Ciertamente, desde hace un tiempo, el papa Francisco se ha pronunciado como líder de Estado, por ejemplo, en contra de la criminalización de la homosexualidad y ha promovido, en el seno de la Iglesia, la presencia de comunidades creyentes LGBTIQ+. Si bien no podemos negar la historia de oposición y los discursos eclesiásticos que durante siglos nos invisibilizaron, violentaron y marginaron. Pero, en este contexto, ¿no es acaso un bálsamo que, en medio de tanto discurso de odio, una institución como la Iglesia valide y legitime nuestras identidades con estos pronunciamientos? En medio de la violencia estatal, ¿no resulta relevante que Francisco y parte de la Iglesia apoyen, desde su lugar, nuestras luchas y derechos conseguidos? ¿No radica aquí el sentido profundo de la fe y de la práctica de Jesús en la que el amor al prójimo se expresa en gestos concretos de respeto, reconocimiento y valoración de la dignidad de toda persona? Al menos, esta es la Iglesia a la que adhiero y la que deseo. Y, sin lugar a dudas, esta perspectiva tiene que ver con la presencia y la militancia de muchas personas creyentes LGBTIQ+ que, desde dentro de las comunidades cristianas, resignifican las prácticas, los rituales y la doctrina.

 ¡Se acaba!  

Es 1° de febrero. Son las 18 horas. Y en la plaza Próspero Molina se inicia la marcha antifascista y antirracista convocada por el colectivo LGBTIQ+ que se unió, en esta localidad, a la marcha por el agua. Allí, están presentes locales, turistas y muches de les artistas nombrades a lo largo de este artículo. Cuando arrancó la movilización, sonaron las campanas de la parroquia en un claro gesto y señal de apoyo y acompañamiento a lo que estaba por acontecer.

Parece que esta “batalla” recién comienza, porque “resucitaron” en redes sociales y otros espacios esos discursos que vuelven a estigmatizar, patologizar y marginar nuestras identidades, pero, esta vez, legitimados por las palabras y las políticas de quienes nos gobiernan. Lo que nos queda es hacer lo que bien sabemos hacer como colectivo: organizarnos, visibilizarnos, resistir, luchar y crear belleza. Hacer memoria de quienes nos precedieron, hicieron historia y pusieron el cuerpo; habitar todos los espacios (sobre todo, ¡los que creímos que no eran para nosotres, como el folclore y la religión!) y resignificarlos para construir otras narrativas acerca de nosotres. Subamos a los escenarios y altares para contar lo hermoso que es ser quienes somos porque lo que está en juego es la comprensión de eso que llamamos “lo humano” y el reconocimiento, por parte de todas/es/os, de que nuestras vidas son deseables, son vivibles, ¡VALEN! Quizá, hasta que algunes entiendan esta cuestión tan simple, pero, a la vez, profunda, debamos seguir lo que decía la querida Lohana Berkins: «Que digan y piensen lo que quieran de nosotras… pero que no nos nieguen (ni nos quiten, agrego) los derechos que nos corresponden». 

*Por Lucas Leal para La tinta / Imagen de portada: La Voz.

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Palabras claves: Cosquín, Disidencias, Folklore, LGBTTIQ+

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