Al rugido lo hacemos nosotrxs

Al rugido lo hacemos nosotrxs
10 noviembre, 2023 por Vir del Mar

Cada año, en el mes de noviembre, se celebra la marcha del orgullo en nuestro país, fecha elegida en conmemoración de la creación de la primera organización homosexual, Nuestro Mundo, allá por 1967. En nuestro contexto político, nos preguntamos cuáles son las formas de lucha, qué nos sigue juntando en la calle para hacer estas fiestas que desbordan las morales conservadoras y, sobre todo, ¿qué te vas a poner, loca?

Noviembre, para quienes somos de la flota de colectivos LGBTIQNBA+, es uno de los meses más esperados. Unas diseñan y preparan su outfit, el otro hasta último momento no sabe qué se va a poner, aquella ya decidió a quiénes les va a guiñar el ojo y otres empiezan a pensar qué van a decir los carteles que van a levantar. Lo que es seguro es que, a diferencia de lo que sucede globalmente en el mes de junio, donde las marcas nos taladran el seso diciendo lo inclusivas, diversas y arcoíris-amigables que son —por tiempo limitado, acepte la oferta y luego piérdase—, la marcha es todo un evento para las politizadas y las no tanto. Perdón, las marchas porque, afortunadamente, empiezan a suceder más allá de las capitales. El bullicio colorido llega a algunos pueblos y ciudades, se mantiene, sin importar si son cuatro gatos locos reunidos en un picnic o si las columnas de gente desbordan la calle. La importancia excede la forma, se trata de otra cosa. 

Años anteriores, tras haber ganado algunas luchas traducidas a leyes, nos encontramos ante la tarea de pensar: ¿y ahora qué? ¿Qué nos hermana? ¿Qué perseguimos? Mientras que algunxs denunciaban un vaciamiento en la politicidad de la marcha, sucedían ciertos conflictos organizativos, propios quizás del pensar con otrxs, tarea que no es fácil. Disputas que siempre suceden; la pluralidad es compleja, requiere de fricciones, consensos y del ejercicio permanente de la escucha. Hoy, la amenaza que representan algunas ideologías de ultraderecha nos vuelve a amalgamar y tiñe las fiestas callejeras y disidentes de otra fuerza. Una fuerza que tiene siempre, porque la consigna en el cartel no es el único modo de gritar. Grita también el cuerpo que perrea libre junto a otrxs y grita el beso desobediente.

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Imagen: Iván Brailovsky para La tinta

¿Libertad para quiénes?

Este año es particular y movido, como todo año electoral. Digo movido y quizás debería decir terrorífico. Una de las fórmulas que se presenta a ballotage en este mismo mes, la Milei-Villarruel, promete la reducción de nuestros derechos civiles desde una base biologicista y moral: solo existe hombre y mujer, y todo vínculo erótico que exceda lo heterosexual es tildado de enfermo. Literalmente, ¿eh? Mondino, una de las diputadas de La Libertad Avanza, comparó el matrimonio igualitario con tener piojos y Bussi asoció el ser LGBT+ con tener una discapacidad. Tanto Villarruel como Milei refieren en sus plataformas a la intervención de la ESI con fines biologicistas, discuten la legalidad del aborto y atentan contra la Ley de Identidad de Género. 

Si en algo ganó terreno este neoliberalismo que se propone como algo nuevo y solo es un tufo conservador es en la idea de que nuestras libertades son individuales y superiores a las del bien común. Es una gran tentación que puede esconderse detrás de las consignas para las que levantamos nuestra voz. “Mi cuerpo, mi decisión” es una causa vacía si es una sola la que lo dice, si detrás de ese enunciado solo hay un intento de provecho personal; toma fuerza en el tejido común que se genera con otrxs, entre otrxs que se reflejan en las palabras de lxs demás. Es en el eco donde las necesidades se transforman en derechos, es en la lucha que se genera esa resonancia vital. Nuestro mundo es esencialmente relacional, somos en vinculación con otrxs, en relaciones que pueden potenciarnos o no, pero nos mantienen siempre en el abismo del encuentro. La de la individualidad es una pretensión falsa, una cáscara que de poco nos sirve; otra forma de decir que nadie se salva solx.

Mové la cola, loca

Este año, elegir un traje y fantasear con los pies al ritmo de la música sobre el pavimento tiene una fuerza renovada. Para nosotras, las politizadas, nuestro deber es defender los territorios que hace décadas disputaron nuestrxs ancestrxs y eso se hace con carteles, pero también con goce. A veces, de tan progres, nos olvidamos de tender la mano a la que piensa distinto o a la que quizás no lo piensa tanto. La danza en la calle, el roce de la multitud y el encuentro con cuerpos que tienen heridas parecidas a las nuestras son una geografía única para entender la potencia del estar con otrxs. Que el terror no nos haga olvidar la luminosidad de la que somos capaces. En todos los escenarios posibles, precisaremos de fuerza y entereza, y el miedo no es el único combustible: quienes vimos Monsters Inc. sabemos del poder de la risa.

*Por Vir del Mar para La tinta / Imagen de portada: Imagen: Iván Brailovsky para La tinta.

Palabras claves: LGBTTIQ+, Marcha del orgullo y la diversidad

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