Fake news, discursos de odio y denuncias falsas: desafíos para la democracia
Nunca antes se había realizado en Argentina una campaña electoral plagada de tantas noticias falsas o “fake news” que incluyen una incipiente desconfianza en el sistema electoral nacional como en la actualidad, y resulta intrigante preguntarse por qué. Esta estrategia, en parte impulsada por figuras como Steve Bannon, busca socavar la confianza en el sistema electoral y, en última instancia, crear un entorno propicio para la violencia política, como ya se vio en Estados Unidos y Brasil.
La proliferación de noticias falsas o «fake news» en la campaña electoral argentina plantea un desafío fundamental para la integridad de nuestro sistema democrático. La razón de este fenómeno no es coincidencia, ya que surge en paralelo a la irrupción de un nuevo movimiento de derecha radical. Estas estrategias no son exclusivas de Argentina; se trata de un método orquestado por la ultraderecha a nivel internacional.
Jonatan Viale, del medio LN+, dijo en su programa que la Cámara Nacional Electoral (CNE) le dio like a un posteo partidario en la red social X, en su cuenta de la misma red. Sin embargo, la CNE comenzó una investigación con el propósito de identificar quién está detrás de lo que considera que es un «falso posteo manipulado». Además, aclaró que la cuenta oficial de la institución en la plataforma X no realiza ninguna acción de «dar ‘me gusta’ a mensajes políticos».
¿Puede ponerse en duda tan fácilmente el sistema electoral de nuestro país, que tiene una eficiencia y sistema de controles probados? Guillermo Francos, asesor de La Libertad Avanza y posible ministro del Interior por el espacio, insistió con la idea de irregularidades en las elecciones del 22 tras el comunicado de la CNE que lo desmiente. Días pasados, en un programa de la AM750 al aire, dijo: «Que diga lo que quiera la Cámara Electoral, nosotros tenemos probado que hubo fraude», mientras que en otro programa de radio dijo: «No tenemos dudas de que hubo trampas electorales, pero no tenemos pruebas concretas para demostrarlo, solo análisis comparativos de votaciones, no hay forma que lo planteemos en la justicia con esas pruebas”.
El enfoque que se encuentra en el Manual Electoral de Steve Bannon, un estratega político conocido por su influencia en movimientos de extrema derecha radical, es una estrategia postelectoral que se puede resumir en tres pasos claves: primero, no reconocer ni felicitar al oponente en caso de perder una elección. Segundo, comenzar a sembrar sospechas sobre la integridad del sistema electoral y, finalmente, denunciar fraude sin evidencia sólida. Sin embargo, este proceso no se detiene ahí. Estos pasos iniciales sirven como preámbulo a lo que realmente buscan: fomentar protestas que puedan tornarse violentas. Siempre cuentan con una minoría intensa, pero ruidosa, violenta y enardecida que genuinamente cree en las denuncias infundadas.
El ejemplo más notorio de esta estrategia se vivió en Estados Unidos el 6 de enero de 2021. Un grupo de simpatizantes de Donald Trump, liderados por el grupo extremista Proud Boys, asaltó el Capitolio en un acto de violencia que resultó en cinco muertos y cientos de heridos, incluyendo 138 policías. ¿Qué sucedió en las semanas previas? Trump se negó a reconocer los resultados electorales de noviembre que dieron la victoria a Joe Biden y promovió teorías de fraude electoral. El día de los disturbios, no condenó a sus seguidores. Hoy, enfrenta cargos judiciales que incluyen conspiración para defraudar al país, obstrucción de testigos y conspiración contra los derechos de los ciudadanos. Dado que estos delitos son «contra la democracia», si es condenado, no podría postularse en 2024.
En Brasil, se vivió una situación similar con Jair Bolsonaro, quien nunca felicitó ni reconoció el triunfo de su oponente, Lula. Aunque no hubo denuncias concretas de fraude, un grupo de extremistas intentó tomar la Plaza de los Tres Poderes en Brasilia, un evento sin precedentes. El ataque ocurrió una semana después de la toma de posesión de Lula y siguió con varias semanas de disturbios protagonizados por partidarios de Bolsonaro. Las fuerzas de seguridad tardaron más de cinco horas en recuperar el control de los tres edificios. Bolsonaro también enfrenta cargos legales por cuestionar el sistema electoral ante embajadores extranjeros en julio de 2022, tres meses antes de unas elecciones en las que se anticipaba su derrota.
No es casual que las fake news y las denuncias sin fundamento sean utilizadas por estos movimientos de extrema derecha, cuyo núcleo central discursivo es, a su vez, el discurso de odio y la utilización de trolls, ya sean automatizados o con personas reales detrás de la pantalla. Según un estudio realizado por el Centro de Investigaciones en Estadística Aplicada (CINEA) de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF), más del 50% de las personas encuestadas informaron haber experimentado agresiones en línea al menos una vez y las mujeres fueron las principales víctimas de acoso. La desinformación, las estafas, las expresiones de odio y el acoso fueron los aspectos negativos más mencionados por las personas encuestadas. Además, las mujeres experimentaron una mayor incidencia de situaciones de violencia. La investigación se basó en aproximadamente 1.220 encuestas a personas mayores de 15 años y entrevistas con expertos en áreas como economía, tecnología, derecho, salud y comunicación, entre otras.
Los discursos de odio y la violencia en línea emergen como preocupaciones predominantes entre los encuestados, con más del 50% admitiendo haber sufrido agresiones y/o acoso. Cuando se les preguntó sobre las causas de este hostigamiento, el 15,2% de las personas lo relacionó con su género, el 11,7% con su apariencia física y el 10,7% con su orientación política.
El informe sugiere que las agresiones en las redes sociales tienen un impacto tangible en el comportamiento y la autoestima de las personas afectadas. Uno de los resultados más notables es el efecto «aleccionador» que estas manifestaciones tienen tanto en las personas afectadas como en sus círculos, que tienden a autocensurarse por temor a futuras hostilidades. Quienes fueron encuestados identificaron las noticias falsas o engañosas como un problema importante, con aproximadamente un tercio de la población informando que recibe tales noticias a diario (17,9% varias veces al día y 12,5% al menos una vez al día) y la mitad de la muestra reconociendo recibirlas con frecuencia (una vez por semana o más). El estudio señala que las noticias falsas suelen tratar temas de política y economía, que representaron el 78,1% y el 43,5% de las menciones respectivamente. Las reacciones más comunes de las personas ante estos contenidos fueron la indiferencia y el enojo.
En Argentina, las denuncias sin fundamento han comenzado impulsadas por líderes políticos opositores y «periodistas» de medios masivos. A pesar de la falta de evidencia sólida, esta narrativa ha ganado tracción, especialmente en redes sociales, y ha sembrado dudas sobre la integridad del proceso electoral. El país se encuentra ante un escenario de ballotage y, en caso de que el resultado no favorezca a estos sectores extremistas, la amenaza de violencia se cierne en el horizonte. Lo que hace novedoso en Argentina este escenario es que la derecha «tradicional» ha sido absorbida por extremistas y líderes políticos «mainstream» también han abrazado la retórica de fraude electoral, a pesar de la falta de pruebas de ninguna índole. En este punto, el papel de los medios de comunicación es crucial, ya que pueden fortalecer o debilitar la desconfianza en el sistema electoral.
La semilla de la desconfianza electoral se ha plantado en múltiples países y sus efectos pueden ser devastadores para la democracia. Lxs ciudadanxs deben estar atentxs a estas tácticas y recordar la importancia de mantener la integridad de los procesos electorales para preservar la salud de una sociedad democrática.
Las «fake news» representan una creciente amenaza para la sociedad contemporánea, socavando la confianza en la información verídica y exacerbando la polarización. En un mundo hiperconectado y digital, la responsabilidad recae no sólo en quienes las producen, sino también en lxs consumidores de información. La lucha contra las noticias falsas requiere un esfuerzo colectivo, la promoción de la alfabetización mediática y la defensa de la integridad de la verdad como cimiento de una sociedad democrática y saludable, así como también una profunda responsabilidad tanto de los comunicadores como especialmente de los dirigentes políticos. Caso contrario, son un verdadero riesgo para una democracia ya de por sí cuestionada por estos movimientos extremistas que, paradójicamente, la utilizan para llegar, aunque no ocultan su desprecio por el sistema.
*Por Gonzalo Fiore Viani para La tinta / Imagen de portada: @DuranBarbord en X.