Qué más hacer en esta tierra incendiada, sino plantar
Dos movidas de reforestación comunitaria comprueban que es posible reconstruir, por lo menos, la partecita de mundo que caminamos. La Brigada Forestal El Mirador en Ascochinga y Nativas Colonia Caroya son ejemplos de organización para el bien comunitario y de esta Córdoba arrasada por el desmonte y los incendios.
“Si pienso en algo para decir / si pienso en alguien por quien vivir / si casi nada se tiene en pie / y este segundo ya se nos fue”, dice Fandermole en una de sus canciones emblemáticas. Y remata: “No sé más qué hacer en esta tierra incendiada / sino cantar”. Cambio cantar por plantar, así, lisa y llanamente. Y como pasa con la canción, buscar un horizonte claro entre el humo se convierte en ejercicio.
En los últimos años especialmente, el desmonte y los incendios devastaron nuestra provincia. A la par, las comunidades se organizan y, como dicen, trabajan con gusto “codo a codo” para recuperar lo perdido.
El sábado pasado, la Brigada Forestal El Mirador llevó a cabo la primera jornada de reforestación de la entrada del barrio de Ascochinga. Unas semanas antes -entre otras muchas actividades que vienen organizando-, Nativas Colonia Caroya devolvió el verde a su zona «con 400 árboles y arbustos nativos para empezar a darle a la ciudad un poco más de fresco, un poco más de oxígeno, un poco más de suelo».
La entrada del barrio El Mirador, de Ascochinga, fue modificada con una obra vial provincial de mejoras para el acceso al barrio y construir un nuevo puente, explican desde la brigada: “Y aunque sabemos que eran acciones necesarias que dejaron a su paso la destrucción de la montaña y un paisaje muy desierto y diferente al túnel de árboles que se disfrutaba llegando al viejo puente en épocas pasadas”.
Así, cuentan en diálogo con La tinta, el recuerdo de ese paisaje añorado y al anhelo reiterado de los vecinos por embellecer la zona destruida fueron el motor para que la brigada se pusiera a cargo de la reforestación. “Es una tarea que nos compete y nos gratifica enormemente. Contamos por suerte en la zona con una hermosa escuela de reforestación que es Fundación La Lucena, que en su labor diaria (y aparte de realizar actividades educativas) replica aquellas especies autóctonas propias de nuestra ecorregión”. Para la primera jornada de reforestación, les donaron 50 árboles: chañares, moradillos, garabatos y manzanos de campo.
La tarea de reforestación, que finalmente fue el sábado 16 de septiembre, se estaba haciendo esperar y se había cancelado algunas veces por otras actividades o mal tiempo. “Desde marzo, la idea venía gestándose y algunos de estos arbolitos estaban en nuestras casas esperando poder expandir sus raíces hasta que pudimos organizarnos y poner manos a la obra y fecha para esta hermosa actividad. La invitación se hizo extensiva a les vecines del barrio, quienes algunes se acercaron a colaborar y otros alentaban con mensajes en el grupo de WhatsApp del barrio o tocando bocina cuando pasaban. Ahora nos resta cuidarlos, tarea no menor. Nos estamos organizando para ir de a dos a regarlos y esperar las tan ansiadas lluvias para que ayude al crecimiento. Nos da una ‘ansiedad paciente’ y esperanzadora verlos crecer, ver que esa pequeña ramita se convierta en árbol y llenarnos de emoción cada vez que ingresemos o salgamos del barrio. Volver a recuperar parte de ese paisaje que está en nuestra memoria es nuestro mayor anhelo. Los cuidaremos y volveremos a plantar las veces que sea necesario para que esto ocurra”, enfatizan desde la brigada.
Nativas Colonia Caroya es un grupo que surgió durante la pandemia, cuando se empezaron a liberar las restricciones y salieron al afuera algunas pequeñas acciones en la vía pública. El año pasado, relatan, el grupo se reactivó y, a partir de ese momento, comenzó una rutina de encontrarse mensualmente para planear y llevar a cabo actividades basadas en sus dos ejes de trabajo: la educación ambiental y las intervenciones urbanas. “En este momento, somos un grupo de 18 personas con distinto grado de compromiso y de disponibilidad de tiempo. Y contamos con un grupo de voluntarios a través del cual estamos empezando a activar cuando necesitamos llevar a cabo determinada acción que por ahí nos sobrepasa en cuanto a cantidad de gente o simplemente para ir haciendo captación de nuevos miembros”, explican. José Aparicio, uno de los fundadores, relata que el proyecto surgió entre amigos, cuando el vecino de la zona, Jorge Bracaccini -quien se dedica a la agricultura ecológica-, ofreció su terreno para plantar lo que venían germinando. A pesar de haber sido un verano extremadamente caluroso, lograron que el 100% de las plantas colocadas sobrevivieran.
Desde la organización, destacan el enriquecimiento que están logrando del corredor biológico de la calle 52, colocando unos 150 árboles (asesorados por el paisajista Gustavo Re y con muchas de las platas donadas también por la Fundación Lucena) que mantienen, podan y riegan desde el año pasado. Respecto de la parte educativa, ofrecen talleres en las escuelas y talleres abiertos a la comunidad de temáticas relacionadas con el arbolado urbano y con las germinaciones de nativas, entre otras.
A principios de mes, había 400 árboles y arbustos nativos más para Colonia Caroya: duraznos de campo, manzanos de campo, alfilerillos, moradillos, quebrachos blancos, cocos, mistoles, tumiñicos, molles, chañares, talas y pejes: “Y son solo algunas de las especies que devolveremos”, subrayan y hacen hincapié en que una marca registrada de su trabajo es que no son plantadores y abandonadores, sino que se ocupan de que las plantas que ponen tengan un seguimiento, buscando una alta tasa de supervivencia.
La intención de Nativas Colonia Caroya es la regeneración y la recreación de la fisonomía original de un monte perteneciente a la ecorregión del Espinal con sus tres estratos, árboles, arbustos y enredaderas: “Reconocemos que el monte nativo son más que algarrobos, por eso, para esta forestación que llevamos a cabo, pusimos principal énfasis en la parte de la biodiversidad. Además de las 17 especies de árboles y arbustos, vamos a sembrar también enredaderas al voleo y herbáceas”.
La parte de la gestión también es una arista a destacar en ambos lugares. En Ascochinga, la invitación de la brigada para reforestar fue un éxito y funcionó como querían: un momento para encontrarse, charlar y comenzar a embellecer y llenar de verde el ingreso a El Mirador.
En la Colonia, aseguran, la comunidad se encargó de que nada faltara: “Nos donaron vino, nos donaron salame, nos donaron los baños químicos, nos donaron frutos secos para los desayunos, el agua potable… Tuvimos muchísima y buena respuesta de toda la gente de la sociedad, también de comerciantes y empresarios”. Dos experiencias reales y posibles. Dos ejemplos de cómo ir reconstruyendo nuestro mundo.
*Por Soledad Sgarella para La tinta / Imagen de portada: Fran Matta.