El I Ching y las múltiples dimensiones del libro de la sabiduría
Escuchamos sobre el famoso libro chino un montón, pero sabemos poco sobre él. ¿De dónde viene el I Ching? ¿Para qué sirve? ¿Qué nos habilita la interpretación del vasto mundo simbólico que nos convida? La comunicadora y docente, Cecilia Cargnelutti, abre las puertas de sus saberes y nos responde todo sobre un libro que compendia diferentes órdenes de conocimiento colectivo y que, además de tener una dimensión de sabiduría y estrategia, tiene también una dimensión oracular.
Por Soledad Sgarella para La tinta
Cecilia Cargnelutti dice que es cordobesa del llano, la ciudad y serrana desde hace 10 años. Nos cuenta también que de chica quiso ser bailarina o bombera, y que ahora es adepta a los bailongos y fue brigadista un par de años. Comunicadora social y docente en la UNC, trabaja con inclusión de tecnologías en la educación desde el 2009. Cecilia es una “orgullosa cooperativista” de la Cooperativa de Trabajo Viarava (en Capilla del Monte), formó parte de la Fundación Jung Córdoba, es practicante e instructora de Tai Chi Chuan y estudió medicina china.
Con ella hablamos para conocer más sobre este libro que contiene uno de los lenguajes simbólicos más antiguos de la humanidad y que representa la forma de un aprendizaje social colectivo sobre los temas humanos. Acercarnos, conocerlo y pedir una tirada… porque, como dice Cargnelutti, todxs queremos que nos respondan: ¿qué hacer? ¿Qué va a pasar? ¿Qué va a ser de nosotrxs?
¿Cierto?
—¿Qué es el I Ching?
—El I Ching es el libro que contiene uno de los lenguajes simbólicos más antiguos de la humanidad y pertenece a la cultura tradicional china. En realidad, podemos decir que “ha terminado por constituir un libro”, ya que su construcción tuvo cuatro etapas que se reconocen tradicionalmente, a lo largo de varias dinastías y aportes que muy pocas veces tienen un nombre propio: a las líneas binarias enteras y quebradas, y sus combinatorias -primero en trigramas y luego en hexagramas-, se le sigue un nombre para cada uno de los 64 hexagramas, un ideograma, comentarios y textos que fueron agregándose, textos de análisis y, a todo esto, le suman complejidad las traducciones a cada idioma y los derroteros de estas traducciones, ya que no siempre vienen directamente desde el chino.
Entonces, deviene en un libro que compendia diferentes órdenes de conocimiento colectivo. Hay además, igual que en la mayoría de los lenguajes simbólicos, diferentes versiones del I Ching, dependiendo no solo de las traducciones, sino del ordenamiento interno de los textos, y también de los prólogos que se han hecho famosos. Así como hay diferentes mazos de Tarot, con versiones del mismísimo Dalí, hay diferentes versiones de I Ching: la más conocida en occidente es la del sinólogo Richard Wilhelm, pero hay diversas traducciones y versiones, hasta una que se llama “El I Ching del pequeño saltamontes”, del especialista Gustavo Rocco.
Mediante 64 hexagramas (imágenes) y sus textos de enriquecimiento, el libro nos permite acceder a una información del inconsciente que percibimos como caótica y azarosa, permitiéndonos darle orden y manifestarse.
—¿Por qué estudiar algo tan lejano como lo chino?
—»El I Ching sirve de mediación entre el orden de la naturaleza y su formulación lógica (…) Los trigramas y hexagramas que son la base del I Ching no expresan un sentido, sino que definen los elementos de una matriz”, dice Francois Jullien en Figuras de la inmanencia (Para una lectura filosófica del I Ching).
Creo que podríamos empezar pensando: ¿qué es un oráculo? O la dimensión oracular de un libro de sabiduría como es el I Ching, que puede ser tomado como una obra literaria o como otra cosa. Entonces, ¿por qué? ¿Por qué irse a una tradición tan lejana? Creo que, en algún punto, el distanciamiento nos beneficia en las posibilidades que tenemos de simbolizar nuestros propios procesos. Hay algo en la distancia que nos permite pensarnos (esto de cuando estamos en el medio del barro o la del árbol que no nos deja ver el bosque). Bueno, es una forma de tomar distancia de lo inmediato para pensar el proceso de modo más general.
Pero, por otra parte, también tiene que ver con las condiciones de la humanidad. En lo personal, me llega el I Ching, me llega la tradición china porque no puede llegar de modo directo, porque se cortó la transmisión de conocimientos ancestrales más locales. No tiene que ver con la genética o la filiación personal, sino con la posibilidad social de acceder a ese conocimiento de forma ininterrumpida. La cultura china ha sido de las pocas que han atravesado las guerras entre clanes sin anular culturalmente lo preexistente; no es algo que haya sucedido con el imperio español por sobre la cultura americana. Entonces, de alguna manera, los conocimientos americanos se han cortado, resquebrajado, están en proceso de reconstrucción. El I Ching nos llega acumulando conocimientos históricamente. Entonces no creo que de ninguna manera sea un conocimiento mejor o más sabio en sí, si pensamos en estas categorías y competencias en las que nos ponemos en relación a las cosmovisiones, sino que es un conocimiento ininterrumpido que se refiere a sí mismo y se reformula a sí mismo sin la necesidad de aniquilación, y eso nos trae de manera directa muchas cuestiones.
—¿Cómo empezaste y cómo lo conociste?
—Mi primer acercamiento al I Ching fue mi época de estudiante de la facu, un amigo tenía el libro en su casa y, en las noches de trasnochada y tertulia, él terminaba haciéndonos una tirada. Recuerdo la sensación de estar frente a algo con lo que podía dialogar. Y una se ponía nerviosa porque, de alguna manera, iba a traer una data importante. Lo hacíamos de manera bastante intuitiva. Mi segundo y definitivo acercamiento, digamos, fue a través del cuerpo. Estudiando y practicando Tai Chi, y queriendo ampliar un poco las cosas que se me iban despertando a través de lo físico. Esas ganas de conocer qué eran todas esas sensaciones que ocurrían. Después empecé a estudiar medicina china y algunos elementos de la filosofía oriental tradicional china que me permitieron ir consolidando la práctica sobre todo. En ese marco, aparece el I Ching como uno de esos elementos de la filosofía de la tradición que me daba insumos para esa práctica física. Y en esas tiradas originales, recuerdo la sensación de estar ante un momento ritual y de escuchar esas palabras que me leía mi amigo con mucho respeto, como estar ante otra voz que te habla, que dice desde otro lugar algo sobre vos.
Y, en un punto, creo que a todos nos gustaría que nos digan qué hacer en este mundo de tanta incertidumbre, todxs queremos que nos respondan: ¿qué hacer? ¿Qué va a pasar? ¿Qué va a ser de nosotros? ¿No? Pero ahí creo que todos los lenguajes simbólicos, al menos los que buscan profundidad en el conocimiento, explicitan que es uno quien elige qué camino tomar.
Con el tiempo, agregué otro enfoque a este interés: la perspectiva junguiana de su abordaje. Cursé un posgrado y fui integrante de la Fundación Jung Córdoba. Este aporte teórico me permitió reconocer el recorrido del lenguaje también desde la mirada occidental, contemplar los aportes teóricos de autores tan reconocidos como Jung que buscan explorar desde la occidentalidad y tender puentes, ampliar la mirada. Marcos conceptuales como las funciones psíquicas, el inconsciente colectivo, la sombra y otras maneras de explicaciones de la realidad que están por fuera de la causalidad, pero no por eso son menos explicativas, como el concepto de sincronicidad que piensa en relaciones inconstantes entre hechos, ya sea por contingencia, equivalencia o significado, y que quedan por fuera de los estudios estadísticos, pero no son por eso fenómenos menos observables ni menos explicativos. De todos estos conceptos, habrá quienes puedan desarrollarlos con mayor precisión. Por otra parte, este encuadre me permitió recuperar y comprender el sentido terapéutico que traen los lenguajes simbólicos.
—Contanos más sobre esto de lo simbólico…
—Sí, construcción colectiva de los conocimientos y la sabiduría. Hoy hablamos de inteligencia artificial como si no fuera en realidad el resultado de una inteligencia colectiva humana. Los lenguajes simbólicos, el I Ching en particular, son una forma de un aprendizaje social colectivo sobre los temas humanos: las relaciones posibles con la naturaleza, con los otros, con el poder, con el amor, con la muerte; todas que se van separando, despegando a su contexto inmediato con el tiempo. Es decir, son lenguajes que toman la estructura y el sentido común de su época; en el caso del I Ching, vamos a escuchar una estructura patriarcal (diferente a la occidental, pero patriarcal al fin), se va a hablar de “hombres”, no se va a hablar de gente, se va a hablar de “sabios”, se va a hablar de emperadores, porque en su contexto de producción eran las formas de ordenamiento social. Si una puede mirar con profundidad ese conocimiento, son puertas de acceso a algo que es intrínsecamente humano, al igual que los grandes relatos de la literatura pueden seguir interpelando a lo largo de los siglos, como El Quijote, que nos permite actualizar temáticas humanas como la locura, la justicia, las batallas contra otros, pero también contra uno mismo y, a la vez que hacen eso, nos remiten a un contexto particular como las batallas literarias que llevaba Cervantes con sus contemporáneos.
Por eso, podemos pensar siempre dos o múltiples dimensiones para una obra colectiva como el I Ching, que además no sólo tiene un autor, sino que tiene muchísimos autores a lo largo del tiempo y los reconoce a todos como parte integrante de la obra. La inteligencia artificial toma su base en grandes y masivas producciones textuales que han sido hechas por la humanidad y que tienen todas sus características. Por lo tanto, van a estar de algún modo reflejando, interpelando, poniendo en jaque ciertos conocimientos colectivos. Es lo mismo que hacemos con cada tirada o cada acceso a un lenguaje simbólico: volvemos a actualizar un conocimiento, lo traemos y lo ponemos en juego con una estructura nuestra o consulta sobre algo en particular. Tiene una dimensión de libro de sabiduría y estrategia, y una dimensión oracular.
—¿Para qué puede ser “útil” o “bueno” o “necesario”?
—Una lectura de I Ching (que se hacen presencial o virtualmente) son un muy buen acompañamiento en procesos personales presentes, la toma de decisiones o simplemente y/o una herramienta más de autoconocimiento.
Llegamos a un lenguaje simbólico a pedir respuestas… siempre es así. Pero si quien nos acompaña hace un trabajo consciente y respetuoso, nos vamos a ir con las preguntas correctas y nos tenemos que retirar con buenas preguntas. Nos va a hacer dialogar con las partes correctas de cada uno y, sobre todo, con la realidad. Nos va a hacer conversar con la realidad desde el lugar que necesitamos. No todo es un acto individual y no todo es interpretación, está la realidad y con ella hay que hablar.
No es el concepto de interpretación que entendemos donde todo es un subjetivismo. No es un subjetivismo. Por un lado, no reduce la realidad a lo que yo pueda entender de la realidad, pero tampoco asume una preexistencia de una realidad independiente del que mira. Es un juego, un movimiento constante, eterno entre esas dos dimensiones. Escribe Jullien: “Por eso, el único objetivo del libro es revelarnos la coherencia interna de los procesos”, y así despliega las innumerables modificaciones de lo real.
Si puedo pensar en lo predictivo de este lenguaje es porque, al utilizar imágenes y figuras simbólicas, nos permite proyectar sobre ellas nuestra psiquis, permitiendo que surjan y se expresen estados, actitudes y procesos personales (presentes o pasados), y desde allí, pensar en qué camino se dibuja hacia adelante, acompañando la toma de decisiones. Las posibilidades de una acción son finitas en un escenario específico, pero tenemos la plena libertad de elegir conscientemente esos caminos, una vez que dialogamos con lo profundo de la situación. Entrar en un lenguaje simbólico no es un proceso exento de contradicciones, porque estamos hechos de contradicciones, de encrucijadas adentro-afuera, afuera-adentro… Digo, quisiera siempre verme a mí mismx como una persona de bien, pero a veces soy el villano en una determinada película… Y enfrentarse a eso, a dejar de tenernos en una estima excesiva es importante en un proceso verdadero de autoconocimiento.
—¿Y cómo es una tirada?
—En relación a lo práctico de lo que es una tirada, una lectura de I Ching, se trabaja en base a la formulación de una pregunta. Se trabaja mucho sobre la formulación de esa pregunta, con aspectos específicos que nos permiten ir llegando a lo central para lo que buscamos orientación. Ese trabajo nos permite evitar algunas trampas que nos hacemos, sobre todo negando nuestra intervención en la realidad, la creencia en un destino como algo marcado taxativamente. El destino se entiende desde el I Ching como una construcción entre el pasado, las condiciones presentes y el libre albedrío; eso es el I Ching.
El libro explicita el lugar del libre albedrío, por eso la construcción de la pregunta es el trabajo más importante de una lectura, el principal aporte de quien acompaña un lenguaje simbólico: ayudar a preguntarse para que el contenido simbólico emerja con claridad, sin interrupciones.
Después, se aborda la respuesta del libro, trabajando para acceder a un contenido que en principio está visible, disponible, pero que, para poder hacerse consciente, se presenta de modo simbólico. En relación a las respuestas, el I Ching es bastante bastante directo con lo que plantea, ya que desde lo simbólico tiene una dimensión que es claramente prescriptiva. Es decir, reconoce el libre albedrío, pero limita la infinitud de posibilidades (porque en ningún caso las opciones de acción son infinitas) y, dentro de este marco de posibilidades, propone estrategias. En una determinada situación, tengo algunas opciones de movimiento y algunas que me llevan a mejores lugares desde la evolución de la persona. La forma específica, concreta que ese movimiento va a adoptar es algo que sólo la persona que pregunta puede saber. El libro devuelve una mirada energética, simbólica de esas acciones posibles. La forma final que adoptará, las acciones son de quien consulta. Un ejemplo: el I Ching puede decir “avanzar con cuidado, aliarse de amigos”, pero qué es el cuidado, qué es avanzar en relación a tal pregunta o quiénes son los amigos es algo que solo quien consulta puede saber. El movimiento que se indica es la cautela y el avance, es muy claro al respecto.
Para interesadxs, Cecilia Cargnelutti dice: “Venimos haciendo procesos de estudio conjunto, donde miramos desde la metodología, los fundamentos y la experiencia por la que se atraviesa cuando se estudia este tipo de lenguajes”. Consultas vía redes sociales.
*Por Soledad Sgarella para La tinta / Ilustración de portada: Eugenia Zazú y Franca Mirad.