Lula y Biden: más coincidencias que diferencias
Los presidentes de Brasil y Estados Unidos se reunieron por primera vez. Las expectativas del encuentro fueron muchas, pero la reconstrucción diplomática y económica entre ambos países recién comienza.
Por Gonzalo Fiore Viani para La tinta
La semana pasada, Joe Biden recibió a Luiz Inácio Lula da Silva en el Salón Oval de la Casa Blanca, algo que suele estar reservado para líderes que Washington considera sus aliados clave. En el caso de la relación con el actual inquilino del Palacio del Planalto, los intereses en común con Estados Unidos son varios. Por un lado, se encuentra la preocupación compartida por el cambio climático, algo dejado completamente de lado por los mandatarios predecesores de ambos países, Donald Trump y Jair Bolsonaro. En ese sentido, y como se desprendió de la reunión bilateral, tanto para Biden como para Lula, los expresidentes atentaron contra la democracia de sus respectivos países una vez que perdieron las elecciones. Los actuales mandatarios compararon las conductas de sus antecesores en dos hechos clave de la historia reciente: la toma del Capitolio, el 6 de enero de 2021, y el intento de golpe en Brasilia dos años más tarde. Tras el aislamiento internacional al que fue sometido Brasil debido a las políticas de Jair Bolsonaro, la gestión de Lula marca también un regreso de la diplomacia brasileña a los primeros planos de la política internacional.
Si bien, en lo que respecta a la agenda medioambiental y de defensa de la democracia, las coincidencias son totales, las posturas varían respecto del involucramiento brasileño en la guerra de Ucrania. El gobierno estadounidense busca desde hace meses el apoyo de los países del denominado sur global en la guerra. No obstante, naciones como la India o el mismo Brasil prefieren mantener la neutralidad, al punto de que Lula se negó a brindar insumos militares a la OTAN cuando se produjo la visita del canciller alemán Olaf Shölz, en enero pasado.
Para Lula, que tampoco se encuentra alineado con Moscú, el gobierno de Volodímir Zelenski tiene “una parte de responsabilidad” en el conflicto, al cual, afirma, hay que buscarle una solución pacífica mediante “un grupo de negociadores creíbles para las dos partes, que sean capaces de terminar la guerra”.
Desde 2009, Estados Unidos abandonó su lugar como primer socio comercial de Brasil, ya que, tras el ascenso de Beijing, ese lugar corresponde a China. Sin embargo, esto puede ser un problema para la idea de Lula de reindustrializar el país, ya que, de todas las exportaciones brasileñas al gigante asiático, más del 90 por ciento son commodities, es decir, soja, mineral de hierro o productos petroquímicos.
El nuevo gobierno de Brasil pretende darle un nuevo impulso a la industria, buscando una reconfiguración de su balanza comercial, aunque pensando, más bien, en el mediano plazo y no en el corto. Los vínculos de Lula con China no dejan de ser muy buenos, aunque el acercamiento a Estados Unidos le represente un equilibrio de resultados impredecibles.
El mandatario brasileño es capaz de mostrar que, en esta versión de su liderazgo, está dispuesto a comandar a los países no solo de América del Sur, sino que piensa erigirse en una voz autorizada para los estados emergentes o en vías de desarrollo. Uno de sus principales objetivos es buscar mecanismos de compensación para que se produzcan transferencias de recursos desde países ricos hacia los más pobres o empobrecidos. En esa línea, Lula comentó a la prensa que, con Biden, hablaron sobre la posibilidad de que los países ricos pueden ayudar a preservar el ecosistema del Amazonas. Para ello, ya existe, desde 2009, el Fondo Amazonía, financiado por Noruega y Alemania, aunque Estados Unidos no lo integra. Cabe aclarar que tanto Berlín como Oslo dejaron de aportar al Fondo debido a la desforestación indiscriminada producida durante el gobierno de Bolsonaro, aunque pronto se reanudarán las conversaciones para volver a hacerlo.
La reunión entre ambos presidentes se dio en un momento donde el Ala Oeste de la Casa Blanca busca mejorar sus vínculos con la Venezuela de Nicolás Maduro y, en el camino, hace guiños de distensión hacia La Habana. Lula es, tal vez, el único interlocutor válido que puede ser escuchado de manera confiable tanto en Washington como en Caracas y en el resto de la región. En este contexto, Lula puede funcionar de punto de equilibrio en un escenario global incierto, donde tanto Estados Unidos y China se disputan el liderazgo en distintas áreas, en medio de una guerra en Europa que seguramente se extienda en el mediano plazo. La influencia de Lula sobre los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) es tal que Dilma Rousseff será la nueva presidenta del New Development Bank, el banco del organismo que tiene sede en la ciudad china de Shanghái.
A priori, los backgrounds tanto de Lula como de Biden no podrían ser más diferentes. De todas maneras, en el momento actual de sus vidas públicas, pueden encontrarse más similitudes que diferencias. A su vez, las coincidencias respecto de la manera de mirar al mundo, a América Latina y al estado actual de las democracias también los acerca más que nunca. Desde los tiempos del también demócrata Franklin Delano Roosevelt y Getulio Vargas que un presidente brasileño no mostraba tanta sintonía con su par estadounidense, con la excepción del vínculo que se había creado entre Trump y Bolsonaro.
Se trata de dos dirigentes de edad avanzada: Lula, con 77 años, y Biden, con 80, ambos tienen que enfrentar a una oposición tan furiosa como radicalizada, al mismo tiempo que se agitan fantasmas respecto de si su salud se mantendrá durante los mandatos.
En el discurso del Estado de la Unión a comienzos de febrero, el mandatario estadounidense dio a entender que podría presentarse a una reelección en 2024, de la misma manera que Lula no descartó esa posibilidad tras finalizar su mandato, “si Brasil así lo necesita”. Por ahora, deberán enfrentar desafíos de creciente complejidad y aún más difícil resolución.
*Por Gonzalo Fiore Viani para La tinta / Foto de portada: Andrew Harrer – EFE.