Claudia Masin: “Sin la compasión, no existen posibilidades de escritura poética”

Claudia Masin: “Sin la compasión, no existen posibilidades de escritura poética”
4 enero, 2023 por Soledad Sgarella

La poesía como desobediencia a los mandatos injustos, el pensamiento sensible para aprender a ser permeables y la posibilidad de encontrarnos en un lenguaje común que nos hermane. Eso (todo eso) y la compasión como bandera, en esta charla con una de las poetas contemporáneas más convocantes de la escena nacional.

Por Soledad Sgarella para La tinta

Sus poemas van y vienen entre posteos de redes, mensajes de WhatsApp y librerías amigas. Aparecen en momentos clave, llegan cuando pasan cosas insoportables (como cuando intentan asesinar a la vicepresidenta) o cuando acontecen maravillas (y ganamos el Mundial). Sus poemas nos hacen sentir que el arte, lejos de estar en una torre de marfil, nos atraviesa a cada une, nos toca de cerca, nos interpela. Y, de alguna manera, nos conoce y parece hablar con -y de- nosotres.

Claudia Masin pone la poesía en nombre de todes. De Resistencia, Chaco, la escritora -y psicoanalista- vive en nuestra provincia desde hace un par de años. Ha sido premiada, publicada en varios países y en distintos idiomas, fue docente en la universidad y lo es en los diversos talleres, pero Masin es más que eso: es una de las poetas contemporáneas más reconocidas (y más queridas) de nuestro país.

En un par de preguntas que le hicimos, respuestas imperdibles para disfrutar.

—¿Qué es, para vos, ser poeta? ¿Cuál es la responsabilidad de serlo hoy, en esta coyuntura?

Para mí, ser poeta, y lo he dicho muchas veces y lo seguiré diciendo, tiene que ver con la desobediencia. Con la desobediencia, en relación a los mandatos que, desde muy chiques, nos inoculan y que no pueden llevarnos más que a la infelicidad, a una vida pobre, a una vida plena de tristeza y de fealdad. Creo que la poesía tiene que ver con la ruptura o con ese intento constante y nunca logrado del todo, por supuesto (pero que exista ese intento ya es muchísimo, ya hace muchísimo en nuestras vidas, tiene muchísimos efectos). 


Quien hace poesía es quien desobedece esos mandatos injustos. Hay una búsqueda de justicia en la escritura de poesía, de restablecer, podríamos decir, un cierto orden, pero no un orden en el sentido en que nos es enseñado, no un orden artificioso, artificial, un orden inventado, un orden que es una convención, sino un orden que está por debajo de ese y al que desoímos todo el tiempo. 


Quizás, un orden que tiene que ver con el deseo y con la vitalidad. Y con la comunidad, entre personas, con el aprender a vivir con otres, con el aprender a compartir la vida con otres, con aprender la empatía, la solidaridad, la compasión hacia otres. Para mí, la poesía, sin esa visión, no tendría mayor interés; lo que más me interesa del lenguaje poético y del encuentro entre les lectores, el texto poético, les autores, es esa posibilidad de encontrarnos en un territorio común… en un lenguaje común que nos hermana, que nos transforma en hermanos, hermanas, hermanas y hermanos unes de les otres. 

—¿Cómo empezaste? ¿Cómo te sentís hoy con este lugar que tenés, tan querido, tan valorado, en la poesía contemporánea?

—Mi primer acercamiento con la escritura fue en la adolescencia, como para muches, escribiendo relatos. Yo era una gran lectora de ficción, de narrativa, incluso, mi encuentro con la narrativa se produjo a través del encuentro con un libro de Marguerite Duras, La vida tranquila, que, mirado en retrospectiva, es más bien un libro de prosa poética, aunque no me interesan mucho los géneros, más bien, cada vez me interesan más los cruces entre los géneros. Pero, bueno, ese fue el primer libro en el que reconocí un tratamiento del lenguaje completamente diferente al que había conocido hasta ahí. Creo que fue el momento en el que decidí que era así como yo quería escribir… una decisión un tanto ambiciosa, ¿no?, que, por supuesto, nunca se va a concretar (risas).

Después, vino mi contacto directo con los libros de poetas contemporáneas y lo digo así, en femenino, porque, en principio, fue con poetas mujeres: Diana Bellessi, Susana Villalba, Irene Gruss, María del Carmen Colombo… Bueno, con toda esa potentísima generación llamada “de los 80”, porque es en esa época cuando alcanzan mayor visibilidad, pero que, hasta el día de hoy, son poetas sumamente influyentes.

Claudia-Masin-escritora-poesía-2
(Imagen: Carolina Cadamuro)

Comencé un taller con Diana Bellessi, que fue una maestra para mí en todos los sentidos, y, en el curso de ese taller, decidí editar mi primer libro. Fue un recorrido muy, muy largo y muy sinuoso, como el de todo poeta, creo yo. Desde ese primer libro hasta los libros que edité este año -que son un libro número 11 y 12 respectivamente, un libro de poemas y un libro de ensayo poético y sobre la poesía-. Yo me considero muy afortunada en este recorrido porque he logrado un reconocimiento entre les lectores, entre mis pares. He logrado que no solo los libros se lean y circulen, sino también he obtenido mucho cariño que, en el fondo, creo que es para lo que hacemos todo lo que hacemos: para ser queridos, para recibir y dar amor. Tengo esa suerte… 

Por supuesto, sé que no se trata solo de suerte, sino que le he dedicado buena parte de mi vida. Si hay algo que me define en la vida es que escribo. No todo el tiempo, y pueden pasar largos lapsos en los que no lo hago, pero es aquella pasión que no me abandonó nunca desde esa adolescencia y que, espero, no me abandone nunca porque es el pilar sobre el que se sostiene todo lo demás. Todo lo demás puede cambiar, pero yo escribo.

—En un taller que hice con vos, hablaste mucho sobre “el pensamiento sensible” (o ardiente)… ¿Nos compartís un poco más sobre esto?

—El pensamiento sensible del que habla Juan L. Ortiz, o pensamiento ardiente, es central en mi entendimiento de la poesía y del entendimiento del mundo. Es un pensamiento que no está aislado de la sensibilidad.


Creo que, en nuestra cultura actual, la sensibilidad tiene, frecuentemente, mala prensa. Se considera que el mejor enfoque en la vida es un enfoque racional, un enfoque que nos permita mantener el control, ¿no? Por eso, muchas veces, también, lo sensible se identifica con lo infantil, con lo femenino y, a su vez, se identifica lo femenino y lo infantil con lo débil. Yo creo que la sensibilidad, al contrario, tiene que ver con una enorme fortaleza. 


Por supuesto que se trata de encontrar un dique para esa sensibilidad. Yo creo que el arte es ese dique en mi caso, en otras, para otras personas, eran otros diques, pero que no se trata de una sensibilidad desbordada, sino de una sensibilidad que encuentre un modo de expresión, un modo de canalización y que, de alguna manera, contenga, se deje tocar y se deje permear por las sensibilidades ajenas. 

No pienso en la poesía como algo solipsista, como algo egoísta, como una expresión de LA propia sensibilidad, sino como -en todo caso- una expresión de la sensibilidad de una época o, como diría Mary Oliver, de una especie. Como ella dice, el poema nunca es de quien lo escribe, nunca es de nadie en particular, es un testimonio de la especie.

—También, solés cruzar el quehacer artístico con la idea de la compasión. ¿Cómo es ese tejido? ¿Por qué es tan necesario ser compasives?

—Siempre menciono que, para mí, sin la capacidad humana de la compasión, no existen posibilidades de escritura poética. La compasión, entendida como este intento de comprender lo que otre siente. Y no solo eso de les otres pertenecientes a la misma especie, sino lo que todo ser sintiente experimenta en su paso por el mundo. 

Por supuesto, hablo de «intento» porque esto es imposible de lograr en un punto. O sea, hay algo que es intransferible, pero, a su vez, hay algo que nos liga a todes. Creo que la poesía tiene un contacto privilegiado con ese algo que nos liga a todes y el nombre que elijo darle a ese contacto privilegiado es compasión. 

El lenguaje poético es capaz de entrar a zonas de los seres que otros lenguajes no podrían ni siquiera rozar. Tiene mucha más relación con aquello inefable, con aquello imposible de decir y, al tener mucha más relación con eso, tiene la posibilidad de acercarse, lo más humanamente posible, a las experiencias de otres. 

No tiene que ver con tomar las voces de otres, sino, precisamente, con dejarse tomar por esas voces. Dejarse hablar, dejar que el poema hable ese idioma extranjero sin dejar de hablar la lengua natal, que también es donde enraíza la poesía.

Es esta paradoja de que está absolutamente ligada al origen individual, personal e intransferible de cada cual, y, a la vez, está ligada a una suerte de lenguaje universal.

 Y que puede ser compartido absolutamente por todes.

*Por Soledad Sgarella para La tinta / Imagen de portada: Carolina Cadamuro

Palabras claves: Claudia Masin, poesía

Compartir: