«El virus no nos impide vivir nuestra sexualidad plenamente, el estigma sí»
El 1 de diciembre, se conmemora el Día Mundial de Respuesta al VIH-sida, en un año de avances y reclamos. Conversamos con el activista marica seropositivx, Gonzalo Valverde, sobre Act-Up Argentina en Córdoba, los cambios que introdujeron las legislaciones y las militancias, las deudas que quedan y los desafíos que se vienen.
Por Anabella Antonelli y Nadya Scherbovsky para La tinta
A 40 años del primer diagnóstico de VIH en Argentina, activistas y organizaciones nucleadas bajo el lema #NoHayMásTiempoSenado lograron la aprobación de la Ley Nacional de Respuesta Integral al VIH (Virus de Inmunodeficiencia Humana), hepatitis virales, ITS (Infecciones de Transmisión Sexual) y tuberculosis. Tras años de lucha y con cuatro proyectos presentados que perdieron estado parlamentario, el 30 de junio de 2022 celebramos la nueva normativa que pretende cambiar el paradigma biomédico y dar una respuesta integral con perspectiva de género y derechos humanos para quienes conviven con estas infecciones. Hoy, en el Día Mundial de Respuesta al VIH-sida, anunciaron la reglamentación de la normativa.
A fines del 2020, la Organización Panamericana de la Salud alertó que los casos de VIH aumentaron en América Latina un 21% entre 2010 y 2019. La pandemia profundizó una situación de desprotección que se había agravado con la gestión macrista cuando eliminaron el Ministerio de Salud y recortaron el presupuesto de la Dirección Nacional de VIH/sida, que afectó el acceso a los reactivos y medicamentos para sostener los tratamientos de forma adecuada de unos 15 mil pacientes. Las medidas ante el COVID-19 perjudicaron a esta población por la reducción de los servicios y recursos de cuidado, los obstáculos para acceder a insumos y las escasas campañas de prevención y controles de rutina.
Ayer, 30 de noviembre, el Ministerio de Salud de la Nación presentó en Córdoba el último Boletín Epidemiológico con los registros de 2021. El informe señala que, en Argentina, viven más de 140 mil personas con VIH y que el 13% desconoce su diagnóstico. De estas, el 65% se atiende en el sistema público, a la inversa que en la media general, “es decir que no acceden a una obra social o prepaga porque se encuentran desempleades o en relación de precarización laboral. Esto muestra que el diagnóstico es un condicionante para el acceso a un trabajo digno con derechos laborales”, explica Gonzalo Valverde, estudiante de comunicación social y activista marica seropositivx.
Cada año, hay unas 5.300 personas notificadas. En el 98% de los casos, la transmisión fue por relaciones sexuales sin protección y, de estas, el 34% fue entre varones y mujeres. Casi la mitad de este porcentaje corresponde a detecciones en etapa avanzada, “lo que demuestra que esta población no se testea, que faltan políticas públicas que aborden a todes y que se deje de hablar de poblaciones clave como la comunidad homosexual, trans, trabajadoras sexuales y usuaries de sustancias”, sigue le entrevistade. En la provincia de Córdoba, un dato llama la atención: la tasa de HIV por cada 100 mil habitantes es el doble respecto de la región centro.
El Boletín señala, además, que el 30% de las personas fueron diagnosticadas en etapa avanzada de la infección y que, si bien la mortalidad bajó año a año, unas 1.100 personas mueren anualmente, siendo casi todas muertes evitables. Entre las principales causas, se señalan el diagnóstico tardío y los problemas de adherencia a los tratamientos, pero, para Gonzalo, esto se relaciona a la falta de Educación Sexual Integral y políticas de prevención: “No hay estadística sobre estigma y discriminación ni políticas públicas pensadas para la vulneración de derechos en el Boletín”, explica.
—Gonzalo, integrás Act-Up, un espacio de activismo de larga data, ¿cómo surge en Córdoba?
—El sábado, nos constituimos como Act-Up en Córdoba al reunirnos activistas, personas que viven con VIH y personas que no tienen el virus en el cuerpo de distintas edades y sectores sociales. Compartimos la posición de que es necesario un espacio donde activar y visibilizar las realidades de las personas seropositivas cuestionando ciertas representaciones sociales que asocian el virus a alguna población en particular, así como el estigma, la discriminación y vulneraciones de derechos que siguen existiendo sobre las personas con VIH. Cuestionamos un sistema biomédico hegemónico que reduce al VIH y las políticas públicas en la temática a la prevención, testeo y tratamiento sin ver otras consecuencias sociales.
—¿Cuáles son las acciones que se proponen?
—Sigue siendo muy difícil decir públicamente «tengo VIH» si del otro lado encontramos rechazos, incluso, en el plano del deseo, hacia nuestras corporalidades. Ni hablar en otros ámbitos, como el laboral, donde el VIH parece una condena al desempleo o a la precarización laboral si elegimos decirlo, o se puede vulnerar nuestro derecho a la confidencialidad del diagnóstico si elegimos no decirlo.
Aún falta mucha visibilidad, que se hable del tema deconstruyendo los mitos, prejuicios y estigmas, entendiendo también que todos, todas y todes vivimos con VIH en tanto es una situación social y política que está presente. Compartiendo esto y muchos otros puntos, desde Act-Up, buscamos impulsar un activismo interseccional con una perspectiva política y artística, levantando también otras banderas que nos atraviesan, como la lucha antirracista, en defensa del medioambiente, acompañando a les trabajadores sexuales, a las disidencias sexuales, a las mujeres y feminidades contra el machismo y el patriarcado, entre otras.
Al estar construyéndonos, tenemos muchas expectativas. Estamos planificando una primera acción que es una muestra fotográfica en algún espacio público donde retratar y visibilizar la diversidad de corporalidades e identidades que vivimos con VIH en nuestra provincia. Buscaremos mostrar que, detrás de un número en un Boletín Epidemiológico, hay personas, experiencias e historias que transitamos esta provincia, y estamos lejos de estar calladxs o ser invisibles.
Por otro lado, en Act-Up, a nivel nacional, consensuamos apoyar y acompañar la lucha que están llevando adelante les trabajadores de la salud, especialmente acá, en Córdoba. Vienen de semanas de realizar paros, asambleas y movilizaciones, y entendemos que, como usuaries de la salud que somos, tenemos que acompañar el reclamo por salarios dignos y contra la precarización laboral. Es una lucha también en defensa de la salud pública.
—¿Creés que, a lo largo de los años, cambió la forma en que la comunidad se relaciona con el VIH?
—Entiendo que sí hubieron cambios, pero se desarrollaron muy lentamente. Pasaron casi 40 años de los primeros casos de VIH en el mundo y hay aspectos de sus orígenes que siguen presentes en algunos sectores sociales, como asociar el virus a la homosexualidad. Si bien creo que la mayoría de la sociedad sabe que el VIH ya no es una condena a muerte, que hay tratamiento gratuito que puede controlar el virus y al que se accede en cualquier sistema de salud, también una mayoría desconoce, por ejemplo, que, con este tratamiento, podemos llegar a estar indetectables, es decir que la cantidad de copias de virus en mililitro de sangre es tan baja que no se detecta en los estudios y esto hace que no podamos transmitir el virus por vía sexual. Por ello, hablamos de Indetectable = Intransmisible, como un piso y herramienta que nos sirve para cuestionar todos estos prejuicios y estigmas al momento de construir un vínculo sexual o sexo-afectivo. Sin embargo, sigue existiendo un estereotipo hegemónico que dice que lo bello es igual a lo sano, que una persona, si tiene VIH, está fuera de la posibilidad de ser deseada o querida. El virus no nos impide desear, ser deseades o vivir nuestra sexualidad plenamente, el estigma sí.
—¿Cómo incide el activismo en este proceso de visibilización y de discusión con los estigmas y discriminaciones?
—Creo que el activismo seropositivo que viene creciendo bastante en Córdoba, producto de mucho trabajo de empoderamiento y acompañamiento entre pares, hace que este proceso de deconstrucción y visibilización aumente. Salir a las calles, desarrollar nuevas articulaciones ocupando distintos espacios y abriendo nuevos diálogos con otras luchas, así como promover actividades como las que realizamos este año en el marco de la nueva Ley, hace que se profundicen estos cambios. Falta mucho todavía y es ahí donde creo que una política central es la Educación Sexual Integral (ESI) que sigue sin implementarse en todos los niveles educativos. La ESI tiene el poder tanto de prevenir nuevas transmisiones como de, si se aplica correctamente, problematizar y hablar sobre el estigma y la discriminación hacia les seropositives.
—¿Cuál es tu opinión sobre la nueva legislación? ¿Cómo considerás que podrían incidir en lo cotidiano los cambios que introdujo?
—Es una conquista producto de años de organización y militancia del activismo seropositivo. Una ley que la construimos desde la sociedad civil a partir de reuniones, foros y videollamadas, de forma federal entre decenas de organizaciones y activistas. Seis años esperamos por su aprobación, visibilizándola y luchándola tanto dentro del Congreso como en las calles. Esta Ley viene a cambiar el paradigma sobre salud que tenía la anterior Ley Nacional de Sida de 1990, para desarrollar políticas públicas desde la salud integral, contemplando nuestros derechos como derechos humanos. Cuenta con perspectiva de género que contempla los derechos de mujeres y personas gestantes con VIH o Hepatitis, prohibiendo los testeos de VIH en los preocupacionales y garantizando políticas en el derecho a acceder a un trabajo, un régimen previsional especial, producto del envejecimiento prematuro que generaron los tratamientos, y una pensión no contributiva para quienes, producto del estigma social, se encuentren en una situación de vulnerabilidad. Estos son solo algunos puntos de los 45 artículos de la Ley. Hay dos más que me parecen centrales: la creación de una comisión nacional en el Ministerio de Salud con participación de la sociedad civil en el diseño, monitoreo y evaluación de las políticas públicas implementadas en la temática, y la creación de un observatorio de estigma y discriminación en el ámbito del INADI, también con participación de la sociedad civil. Estos dos puntos buscan reflejar una frase que señalamos desde el activismo: «Nada sobre nosotres sin nosotres«, para garantizar que les activistas, redes y organizaciones tengamos voz y voto, propuestas y proyectos para mejorar estas políticas públicas.
Ahora bien, la correcta implementación de la Ley incidiría en mejorar nuestra calidad de vida y, sobre todo, en el empoderamiento de las personas con VIH y hepatitis, saber que tenemos derechos que no pueden ser vulnerados. Es un piso desde el cual pararnos y ser reconocides como ciudadanes. Pienso tanto en el acceso laboral como en la salud integral incluyendo salud mental, tan importante en estos tiempos que vivimos, así como el derecho al parto respetado para personas gestantes o la ayuda económica para quienes no acceden a un trabajo formal que, en la población seropositiva, representa casi el 70%, según el Boletín Epidemiológico Nacional.
¿Cuáles son los desafíos y las luchas actuales?
El principal desafío hoy es la implementación de la nueva Ley. Además, sabemos que hay al menos un proyecto presentado y cajoneado en la Legislatura provincial para que Córdoba adhiera a la normativa. Un desafío que se plantea es actualizar la Ley provincial de VIH aprobada en el 2004 en función de este nuevo marco legal. Por fuera de esto, existen muchos otros desafíos, como que las obras sociales dejen de vulnerar nuestro derecho a acceder a los tratamientos, porque periódicamente nos llegan denuncias que tenemos que vehiculizar a la Superintendencia de Servicios de Salud. Además, creo que el principal cambio es social y, por eso, nuestro horizonte y meta sigue siendo la cura. Una cura médica para no depender de pastillas diarias durante todas nuestras vidas y una cura social que termine con el estigma, la discriminación, los mitos y prejuicios que seguimos viviendo. En estas y muchas otras luchas, estamos y buscamos la solidaridad de cada vez más sectores sabiendo que no hace falta vivir con VIH para organizarnos y luchar juntes contra las injusticias e invisibilización que seguimos atravesando.
*Por Anabella Antonelli y Nadya Scherbovsky para La tinta / Imagen de portada: Tomás Ramírez Labrousse.