Bucear sin agua: interpretación escénica de relatos escritos desde el encierro
Los relatos producidos por mujeres que habitan la cárcel de Bouwer se convirtieron en dos libros y, tiempo más tarde, en una obra teatral sensible y lúdica. En agosto, el elenco presenta las últimas funciones del año e invita a sumergirse en la acuática sensibilidad de sus autoras.
Por Julieta Pollo para La tinta
“Usar la verdad como trampolín.
Como un trampolín para saltar a otro lado.
Se trata de escribir para entender,
como practicar buceo sin agua.
Una locura, pero con sistema”.
Fernanda García Lao
Bucear sin agua es el ejercicio de lo imposible: arrojarse al propio universo, moldear la palabra con otras y desplegar la libertad aún en el encierro. Estas historias tocan el agua y se expanden, multiplicando sus sentidos.
Cada jueves entre 2017 y 2019, el Taller de Lectura y Escritura Creativa (FFyH-UNC) de la cárcel de Bouwer acercó a las mujeres a la experiencia de entretejer colectivamente y escribir relatos. Estos textos se materializaron en dos libros, Jueves. Bucear sin Agua y Mariposas de papel. Presas, pero vivas. Privadas, pero no de sueños. Estos libros, a su vez, llegaron a Lo Culinario Teatro y se transformaron en una obra escénica que vuelve a interpelar los textos, los reinterpreta y los arroja nuevamente al mar para que sigan viaje.
“La obra no habla de la cárcel, sino de la sensibilidad de estas mujeres privadas de su libertad. El amor, el deseo, el desencuentro, la maternidad… estamos intentando echar luz sobre voces que son ocultadas y sobre una sensibilidad que es muy valiosa”, cuenta Fwala-lo Marin, directora de la obra, y agrega: «Nosotros entendemos que lo que ellas hicieron fue generar un espacio de libertad donde no la hay. Y la misma operación hacemos nosotras al tratar de entender a las presas, estando en libertad. Es injusto decir que sabemos cómo es la cárcel, no sabemos. No tenemos ni una experiencia carcelaria. Y eso lo declaramos al comienzo de la obra».
Durante agosto, el elenco presenta las últimas funciones del año, todos los viernes en Espacio Blick, e invita a sumergirse en la acuática sensibilidad de sus autoras.
Asomarse, sumergirse, bucear
La obra comienza con una declaración contundente de las protagonistas, un posicionamiento, una expresión de respeto, una invitación a dar el salto: “A ciencia cierta, nosotras no sabemos nada de la cárcel. Nada, ni una foto de las presas. Ni de los pasillos o los patios. Ni de las rejas que se abren o se cierran para dar lugar a las visitas. No sabemos nada. No sabemos qué música se escucha. Capaz que se escucha cuarteto, capaz que se escucha reguetón, a lo mejor se escucha una versión medio electro-reguetoneada de esos hitazos actuales del rock. Pero no sabemos. No sabemos nada de los olores. Si hay olor a humedad que sale de las paredes. O si hay olor a sudor o cigarrillo. O quizás hay olor a cebolla frita de algún guisito rico. Capaz que se escuchan ronquidos, es la siesta y es jueves”.
La directora de Bucear sin agua cuenta que el proceso de creación comenzó como un desafío, un deseo de recorrer otro tipo de proceso: “Hemos trabajado siempre generando un texto a partir de una dramaturgia escénica, de la actuación y, esta vez, quisimos hacer lo contrario: a partir de un texto, ir a la escena. Estuvimos mucho tiempo buscando un texto que nos interpelara hasta que leímos estos libritos; de repente, tenían adentro unos relatos tremendos, muy accesibles en lo tremendo a la vez, con una escritura directa. No había muchas piruetas y, en esa asertividad, había algo que nos estaba tironeando. Había algo que se estaba cociendo en ese grupo de mujeres, escribiendo todas juntas, que permeaba. Nos dimos cuenta de que esto era lo que queríamos hacer”.
Interpretar estos textos, al hueso y sin tanta metáfora, desde una poética teatral, fue el desafío que eligieron desde Lo Culinario Teatro. Hay textos que son narrados tal cual está en los libros, a otros les cambiaron el final y hasta hay uno que transformaron a rima en una de las escenas más interesantes de la obra: “Este texto no estaba escrito en rima ni en tono caballeresco, pero la narrativa y los personajes nos incomodaban tanto por la perspectiva del amor que exponían que decidimos interpretarlo como si fuera una escena de la Edad Media”, recuerda.
El criterio de selección de los textos y el montaje de los mismos fue un trabajo colectivo entre ella y las dos actrices, Victoria Garay y Celeste Simoncelli: “Las decisiones más políticas fueron colectivas, entonces esta selección tuvo mucho que ver con los afectos: esto me disgusta, esto me da ganas, esto nos re calienta… todas esas decisiones fueron muy libres y cada escena requirió operaciones particulares, cada escena es una obra en sí misma: buscamos que lo que funcione en cada escena fuera el problema político en el que nos metía cada texto”.
La obra aclara que se trata de una “versión [muy] libre de textos producidos en la cárcel de mujeres de Bouwer”. En relación a esto, le pregunto a Fwala cómo fue el trabajo con los relatos, reinterpretarlos y modificarlos con creatividad y de manera muy libre: “Hay un respeto frente a los textos, pero no desde esa especie de lugar arqueológico en el que se suele poner a las personas de clases populares. Nosotras sentíamos que si no discutíamos con esos textos con libertad, era ponerlas en ese lugar. Hay transformaciones y esas transformaciones se dan en torno a discutir con los textos. Por ejemplo, hay un relato de la violencia muy tremendo y resuena mucho en las historias de violencia que cada una tiene. Hay gente que incluso se levanta y se va durante esa escena, sobre todo gente mayor. ¿Qué le pasó a esta mujer en su vida para que no soporte escuchar este relato? Incluso varias nos han dicho ‘Yo conozco a una chica que le pasó eso, ¿esta historia es de la de mengana?’ Y no, no es mengana, pero son todas las menganas que conocemos”.
Las actrices acompañan a les espectadores desplegando un hilo de sentido común y una gran paleta de situaciones y personajes. Su complicidad corporal hace que la experiencia sea dinámica y el vestuario acompaña el relato, tanto en sus momentos más oníricos como realistas. «Uno de nuestros objetivos estéticos es que la obra movilice algo más que solo el plano mental, un dispositivo lúdico que no solo resuene desde el pensar sobre lo que estás viendo», explica la directora.
La escenografía alude al contexto carcelario de manera sutil, pero no nos encierra, acentuando el posicionamiento político y de sentido de la obra: “En los textos ellas escapan de la cárcel, ellas no están ahí, entonces los textos rara vez hablan de algo que hace alusión a la cárcel. La obra no habla de la cárcel, sino de la sensibilidad de estas mujeres privadas de su libertad”, puntualiza Fwala.
La directora cuenta que el amor, el deseo, el desencuentro son algunos de los componentes que emergen de los textos y que ellas reinterpretan para poder decir algo más, para resignificar el trasfondo de estos relatos. “En la cárcel no solo te pasan un montón de cosas, sino que también extrañás a tu gente… y encima nos decían que a las mujeres las visitan mucho menos que a los varones, porque hay una cosa del castigo ahí. Esto nos atravesó mucho porque parte de la dramaturgia la hicimos en plena pandemia, entonces nos resonó esto de extrañar, de no verse, de matar el tiempo incluso. Hay una escena muy visual que habla del paso del tiempo, una escena donde solo se escurre el tiempo y que surgió de la experiencia que atravesamos de estar en casa”.
Otro de los temas que insiste es la maternidad y es un punto de fuga para narrar paisajes y prácticas en las que están inmersas, ese juego entre un adentro y un afuera que se solapan todo el tiempo. “Que un guardiacárcel no te deje hablar por teléfono con tu hija el día de su cumpleaños, ¿cuánto más está diciendo sobre esos espacios de arbitrariedad y de injusticia? En esos lugares se practica una arbitrariedad muy cruel. Por otra parte, hay algo del dolor que tiene que ver con la maternidad que aparece mucho. Y esto fue muy interesante porque nosotras no somos madres y los textos sobre la maternidad nos interpelaron mucho más que otras cosas, es algo que yo no esperaba que me pasara. Porque hay una sensibilidad puesta ahí, que en una película por ejemplo, no está. Porque los discursos que circulan son unos, y no son estos. Por eso me parece coherente que no nos premien. Y por eso también me parece coherente que la sala se nos llene y que vengan jóvenes, señoras de organizaciones de barrio, señoras de clase media que hacen talleres, espectadoras que han vivido violencias, varones que vienen acompañando a las mujeres”, concluye Fwala.
Bucear sin agua. Viernes de agosto a las 21 hs. en Espacio Blick (Pje. Agustín Pérez 11). Anticipadas en Antesala.
Ficha técnica.
En escena: Victoria Garay y Celeste Simoncelli
Dirección: Fwala-lo Marin
Escenografía e iluminación: Agustina Márquez
Dramaturgia: del grupo sobre textos de Verónica Montenegro, Sofía De Mauro, Belén Nieto, María Celeste Aichino, Maricel Vázquez y Mónica García, publicados en los libros «Jueves. Bucear sin Agua» y «Mariposas de papel. Presas, pero vivas. Privadas, pero no de sueños».
Música original: Guchi Piazzi Avila y Yoni CuadradoVestuario: Emilia Leonardi
Maquillaje: Matías Tomasetti
Voz en off: Carina Sansón
Prensa: Bárbara Zieleniewski
Redes: Yoni Cuadrado
Fotografía: Victoria Perrote y Gabiota San Martín
Operación lumínica: Lara Barea y Emilia Bravo
*Por Julieta Pollo para La tinta / Imagen de portada: Victoria Perrote y Gabiota San Martín.