#ColumnaTrava: Transicionar en el trabajo
Las transiciones de género suceden siempre en contacto con otrxs que muchas veces no saben qué hacer: familia, amigxs, compañerxs de estudios… ¿Qué pasa cuando ese proceso se da en un ambiente laboral? Hoy, invité a Tiziano, Morena e Isabel a charlar sobre cómo fue para ellxs transicionar en el trabajo.
Por Vir del Mar para La tinta
A mí no me fue muy bien con la experiencia de transicionar en el laburo. Fue un trabajo que tuve por casi cinco años y en el que hicieron el intento de abrazar mi proceso. La desinformación y la falta de voluntad burocrática de esos siete meses de intento fallido siendo una travesti traVajadora terminó por ser más grande que toda la paciencia que podía poner en juego. Alerta de spoiler: después de llorar una semana seguida, lo dejé. Fueron siete meses donde todos los días al menos una persona se equivocaba mis pronombres —me decían “él”— o me nombraba con mi “nombre muerto”, como le decimos al nombre asignado al nacer, ese que dejamos de usar para poder bautizarnos desde nuestro deseo. Decidí irme con mucho miedo de no encontrar otro trabajo. Pero de los caminos que me llevaron a los espejitos de colores de la autogestión hablaremos en otra nota, mis queridxs.
He recibido una catarata de llantos por mis notas anteriores, así que como la buena Carrie Bradshaw travesti que soy, me acomodé los rulos, me puse mi mejor ropa y empecé a teclear mi historia. Pero viendo la neblina de los relatos del dolor, decidí echarnos un poco de luz y armarnos de otros imaginarios donde sí es posible vivir procesos más amables. Así que, taconeo, taconeo, me fui de esa nube y, hoy, invité a tres personas maravillosas a contar cómo atravesaron sus transiciones de género en sus ámbitos laborales. Ojalá salgamos de esta nota con algunas herramientas y estrategias para que más personas trans se animen a hacerlo, o para que vos, que tenés unx compañerx atravesando este proceso, le puedas ofrecer el apañe que necesita.
Isabel Fink es actriz, profe y directora de teatro. Estudia antropología en la UNC. Trabaja dando clases de teatro/expresión artística en Jornada Extendida en una escuela primaria de Jesús María desde 2017.
Morena Aguirre Moro es arquitecta, se está formando como urbanista. Trabaja de forma independiente y, desde 2020, en CISCSA, ONG feminista que trabaja pensando un urbanismo libre de violencias.
Tiziano Domínguez es Comunicador Social y trabaja desde antes de la pandemia en una agencia de marketing y en el Centro Cultural España Córdoba (CCEC) como coordinador del Área de Comunicación.
Cada uno de sus trabajos tiene distinto contacto con las comunidades, pero, en general, la exposición es grande. En el caso de Isabel, la escuela alberga a 700 estudiantes, y por ende, a 700 familias que circulan, además de la planta de trabajadorxs con aproximadamente 50 personas. Morena tiene 20 compañeras, pero el trabajo en el ámbito urbanista implica el contacto permanente con varones cis y heterosexuales que dejan en claro su lugar en la disputa de poder. Tiziano trabaja con más de 100 compañerxs en la Agencia de Marketing y en el CCEC son menos, pero implica un contacto permanente con otrxs que son programadorxs y público del lugar.
Haceme zoom
Para lxs tres, parte del proceso de transición se dio durante la cuarentena y la virtualización de los trabajos. Tiziano me dice que el impacto que sintió fue muy grande: “La vuelta al CCEC implicó percibir la lectura que estaban haciendo de mí, y sentirme muy fuera de eso. Mi cuerpo en la presencialidad fue leído como una mujer, y yo no lo pude sostener”. Morena decidió que su transición en medio de la pandemia fuera un proceso íntimo, «quería unas dimensiones y temporalidades chiquitas, no quise involucrar a mis compañeras de trabajo. Me animé a visibilizarme primero por redes sociales y desde ahí ya entendieron».
Les pregunté a lxs tres cómo fue el proceso de transicionar en el trabajo, si se sintieron contenidxs, si pudieron expresar lo que necesitaban y fueron escuchadxs, si hubo gestos de bienvenida. Es que son procesos bien difíciles. Llegar a esa decisión hace un revuelo interno, una se encuentra con los peores fantasmas y miedos, y al mismo tiempo con una gran dicha: la de la autodeterminación. Son momentos de mucha vulnerabilidad en los que la mirada de lxs otrxs pueden ayudarnos a construir esa dicha, o menoscabarla. Sobre esto, dice Tiziano, “es que las personas trans cargamos con una historia de mucho dolor que se nos hace muy pesada, estamos siempre acostumbradxs a esperar lo peor, a imaginar el peor escenario. Yo pensaba que transicionar en la agencia no iba a ser posible, sentía que no iba a haber ningún panorama en que eso saliera bien”.
Acción y reacción
Cuando alguien en un trabajo decide usar otro nombre y otros pronombres, puede tener un efecto desestabilizador en lxs otrxs, que pueden sentir que sus sistemas de creencias o sus estructuras se ven forzadas. Es que para ellxs también es un proceso. Pero aquí hay que poner el foco en donde va: la transición es de la persona que la está atravesando, eso no admite opiniones, ni invasiones, ni aprovecharse de la paciencia o la vulnerabilidad. Isabel cuenta que en su espacio de trabajo se sintió contenida, y que fue muy paciente con algunas personas por las que sentía mucho cariño: “Hubo gestos de bienvenida de mis jefxs y algunxs compañerxs. De otrxs hubo indiferencia, pero no me importa, mientras me digas mi nombre y respetes los pronombres que te digo, no me importa, no me molesta.”
En el caso de Morena, me cuenta que su proceso de transición se dio mientras estuvo en cuarentena recuperándose de un cáncer. Decidió compartirlo a la vuelta, y en sus palabras, fue una experiencia hermosa. “A diferencia de otras salidas del clóset, en las que pensaba cómo iba a reunir a la gente para que se sienten, y crear un clima, y contarles pidiendo que te acepten, y someterte a las preguntas, elegí algo diferente. Decidí informar y pedir cosas que necesitaba, que me traten y que me nombren de esta manera.” Como otra estrategia, More grababa y enviaba algunos videítos con información que necesitaba que otras supieran.
Por los prejuicios sociales que aún continúan en pie, es difícil que en los espacios laborales haya personas trans —según ContratáTrans, solo el 10% de las acceden a trabajos formales—. Tiziano tuvo la suerte de que en el Centro Cultural hubiera otra persona trans. Me dice que “verlo a él significó, en algún punto, encontrar todo ese coraje que no estaba encontrando en mí. Esta persona puede, entonces yo también, ¿por qué no? Muy tácitamente, incluso sin mediar conversación, esta referencia abre espacios, uno se siente contenido, no se siente solo”.
Es muy importante que lo que prime sea el respeto, algo esencial que a estas alturas no deberíamos pedir. No se trata de lo que pienses que otra persona deba ser, sino de quién es. Isa señalaba algo sobre la paciencia como una falsa obligación que quiero retomar: “Si yo te digo que mi nombre es otro, vos tenés que nombrarme de esa manera. No me importa si no te acostumbrás, te lo anotás en la mano. No tenemos por qué tenerles paciencia, son ellxs que nos la deben, son muchos años de destrato”. Nos enojamos porque esa invalidación, a veces cotidiana, puede doler mucho. Ante tanta desinformación terminamos por ser pedagogxs de todo el mundo, y no es nuestra responsabilidad, es la sociedad la que debe hacer ese esfuerzo si valoran nuestras presencias.
Burocracia identitaria
Las redes afectivas son muy importantes para validar el proceso. Porque una cosa es hacerlo frente al espejo, y otra es comunicarlo. Isa trabaja con algunxs amigxs y eso fue esencial para sostenerse. Encontrarse todos los días con papeles, documentos y personas que te nombran del modo que vos elegiste no usar más, puede ser muy difícil. “Yo necesité que cambien mi nombre en todos los lugares, y es algo que tarda un poco. La llegada de mi documento validó muchísimo el proceso.”
Parecería que la única manera de tener esa aceptación es portar un nuevo DNI con el flamante nombre y el género “corregido”. Pese a que se los decimos explícitamente, los espacios institucionales no saben cómo hacer para nombrarnos. Creo que esto pasa porque las personas tienden a pensar que es solo una etapa, que después vamos a volver atrás como si todo hubiera sido un chiste, o una gripe. Bueno, ante la duda siempre hay que acudir a la Ley de Identidad de Género, la cual dice en su artículo 12 que ante la sola petición de la persona, se debe respetar el nombre y los pronombres que ésta elige. Además, establece una fórmula para los trámites, en caso de que se requiera usar los datos de un DNI no rectificado.
Con respecto a esto, Tiziano reflexiona que “como toda institución, la laboral exige que tengamos respuestas y explicaciones armadas sobre quiénes somos. No siempre las podemos dar porque no siempre hay explicación acabada, por eso el sistema puede ser muy expulsivo, porque no contempla el proceso. En el CCEC, pude compartir la búsqueda con muchxs de mis compañerxs desde la incertidumbre. Era decirles: ‘Mirá, no sé qué decisiones voy a tomar, pero yo acá vengo todos los días, un montón de horas, y me vas a ver en una. Podés compartir ese proceso’. No a nivel institucional, sino como personas que iban leyendo las señales que yo iba dejando y haciendo su caminito en relación a eso. Usaban el pronombre que yo usaba en ese momento, sumándose sin exigir que yo sea un producto acabado”.
Para More, que trabaja en una ONG feminista, las cosas fueron un poco más simples: “Las experiencias de acompañamiento que tuve ahí, durante la transición y en momentos claves como comentar el nombre con el que quería me empezaran a llamar, fueron muy cómodas, no infantilizantes o de sobreprotección, sino de escucha y sin ser invasivas. En otros contextos de amigxs o familia, necesitaron hacer muchas preguntas que apelaban al pasado, ¿cómo te sentías de niñx?, o al futuro, ¿te vas a operar? Yo tenía ganas de que se quedaran en el presente, sin preguntar mucho. Necesitaba que me preguntaran cómo me sentía, qué precisaba en ese momento”.
Hay que tener mucho cuidado con ser invasivxs. La curiosidad a veces puede ser un poco morbosa: vamos a la herida para rascar y averiguar qué pasó, qué pasa, qué pasará, y tratar de reparar el daño. El mejor apañe siempre es la escucha, y las preguntas que intentan acompañar, sin entrometerse en una intimidad que quizás lxs otrxs no quieren poner en juego. Elijo creer que detrás de esto hay buena voluntad, como la hay cuando nos felicitan por ser tan valientes de ser trans; un modo un poco torpe de celebrar nuestra autodeterminación. Es que esa felicitación puede ser invasiva, molesta o incómoda: estamos ejerciendo nuestro derecho a la identidad, no es necesario hacer tanto ruido por eso.
Cajita de herramientas
Les pregunto a Isa y More qué consejos les darían a una persona o grupo de personas en un espacio de trabajo que se encuentra con alguien atravesando un proceso de transición. Para Isa, es central la empatía: “Si no lo sienten o lo entienden, respeten. No pidan paciencia y tiempo, acostúmbrense, busquen la manera de despertarse. Si quieren saber algo, googleen, hay mucho material de ESI en Internet. Y sino, pregunten, con respeto”.
Morena me dice que algunas veces en su trabajo le toca dar capacitaciones a personas que no son sus colegas, y que no conocen la intimidad de su proceso; “me ayudó saber que mis compañeras, si alguien dice algo equivocado, lo corrigen (pronombres, por ejemplo). Me hacen sentir que no estoy sola y que no tengo que dar yo todas las batallas. Es un peso menos”. Además, señala que en su trabajo, hay baños sin marcación de género ni cartelitos, y que todxs usan todos; esto “a algunas personas trans nos quitan momentos de ansiedad y evita que haya conflictos con el resto de compañerxs”.
Cuando les pregunto qué le aconsejarían a una persona que quiere transicionar y no se anima por temor a perder el trabajo, Isabel es muy clara y contundente: “Siempre hay miedos, hay que ir tanteando, pero no tiene ninguna obligación con nadie, ni le debe nada a nadie. ¿Qué mejor que darte cuenta a tiempo de que un lugar o algunas personas no son buenas para ser parte de tu vida?”.
Tizi agrega que “en todos los contextos, va a suceder algo y van existir dificultades, va a pasar que se equivoquen los pronombres… pero uno tiene que armarse de una coraza y poner el cuerpo, aprender que la mirada de lxs otrxs nos construye hasta un punto. Poner ese límite puede resguardarnos mucho: esa es una lectura que están haciendo sobre mí y no me representa. La posibilidad de construir nuevos imaginarios donde toda esa historia de dolor y de existencias tan, pero tan vulneradas, no necesariamente se perpetúe. Ojalá que a nadie poder nombrarse le signifique nunca más quedarse sin trabajo”.
Las situaciones pueden ser complejas, siempre. A veces puede no ser fácil, o las cosas pueden salir mal, podemos no aguantar más. Por suerte tenemos ahora nuevas voces para narrarnos otras historias donde sí es posible. Digo “por suerte”, y me corrijo: esos faros existen gracias a las luchas colectivas. Y no hablo de las luchas del orgusho y el glitter, sino de las que llevamos en el cuerpo quienes salimos a la calle con la fuerza de una verdad tan potente, que enceguece.
*Por Vir del Mar para La tinta / Imagen de portada: Vir del Mar.