En Francia, se juega el futuro de Europa
Las elecciones dieron como vencedor al presidente Emmanuel Macron, pero no le alcanzó del todo y ahora debe ir a segunda vuelta con la representante de la extrema derecha, Marine Le Pen.
Por Gonzalo Fiore Viani para La tinta
El domingo se realizó una de las elecciones más importantes de los últimos años en lo que respecta al futuro de la Unión Europea (UE). Se trató de la primera vuelta de los duodécimos comicios de la Quinta República francesa, donde no solo Emmanuel Macron se jugaba su permanencia en el cargo, sino que la extrema derecha estaba decidida a mostrar su músculo -de acuerdo con los sondeos previos- robustecido. Finalmente, el actual presidente quedó primero con el 27,6 por ciento y una diferencia de cuatro puntos respecto de su principal competidora, la líder de extrema derecha, Marine Le Pen, del movimiento Reunión Nacional, que llegó al 23,4 por ciento. Por su parte, Jean-Luc Melenchon, del partido de izquierda Francia Insumisa, se ubicó tercero, superando los 20 puntos.
En un resultado similar al de 2017, queda claro que la política francesa ha cambiado de manera drástica respecto de los comicios pasados. Partidos tradicionales, como el socialismo o los conservadores, no alcanzaron ni siquiera los cinco puntos sumados entre ambos. Particularmente catastrófica fue la debacle del histórico Partido Socialista: la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, apenas alcanzó poco más de un punto y medio.
El próximo 24 de abril se celebrará la segunda vuelta entre Macron y Le Pen. A diferencia del ballotage de 2017, donde el actual mandatario derrotó a su rival por más de 30 puntos, el margen ahora es menor. Si bien la mayoría de los sondeos le otorgan una ventaja a Macron de 55 por ciento sobre 45 por ciento para la representante de la ultraderecha, no está claro todavía si Le Pen es capaz de capitalizar gran parte del voto opositor al actual presidente. La derechista ya no causa temor entre sus compatriotas. En los últimos tiempos, ha moderado de forma considerable su discurso y nunca se sintió más cerca de llegar al Eliseo que en estos tiempos.
La gran novedad de esta elección fue Melenchon, que sumó algunos puntos respecto de su última performance presidencial y quedó tercero (22 por ciento), lugar que en 2017 había ocupado el gaullista Francois Fillion. En quinto lugar, y con 4,8 por ciento, se ubicó Valérie Pecresse, del partido de derecha conservadora Los Republicanos. El ecologista Jannick Jadot apenas llegó al 4,6 por ciento, a pesar de haber rondado 15 por ciento de intención de voto en el primer tramo de la campaña. Fabian Roussel, de los comunistas, quedó séptimo con 2,3 por ciento de los votos y, más atrás, se posicionó Nicolas Dupont-Aignan, el otro candidato de extrema derecha, con poco más del 2 por ciento de los sufragios.
El panelista de televisión y polemista profesional Eric Zemmour, quien hasta hace algunos meses fantaseaba con la idea de quitarle a Le Pen la representación del populismo de extrema derecha, un hombre abiertamente xenófobo y racista, quedó cuarto con el 7,1 por ciento de los votos. En principio, se podría asegurar que un gran porcentaje, si no prácticamente todos, de esos votos irán en masa hacia Le Pen. Por supuesto, solo con esto no podrá ganarle a Macron, que contará con los votos de los debilitados partidos tradicionales y, probablemente, de un sector importante de la izquierda. Sin embargo, la pregunta que cabría hacerse es si, efectivamente, un votante de Melenchon, descontento con el gobierno, pero además con un profundo malestar y desencanto contra el establishment, la UE y con la globalización, no tiene más en común con un seguidor de Le Pen que con uno de Macron. Las diferencias son grandes: Melenchon y su movimiento no tiene nada que ver con la xenofobia de la derecha ni con vínculos con personajes como Donald Trump o Viktor Orbán. Por ello, el candidato de izquierda, si bien no adelantó a quién votaría en un ballotage, ya afirmó varias veces que sus partidarios “no deben entregarle ni un solo voto a Le Pen”.
Francia es un caso paradigmático -con todas sus peculiaridades, que lo hacen, justamente, eminentemente francés- en el mundo respecto de por qué se produce el ascenso de la ultraderecha. A priori, hace tiempo que podrían encontrarse todos los elementos para que se produzca la tormenta perfecta en el país galo, no obstante esto, aún no ha sucedido. Charles de Gaulle supo decir que el amor del francés por la igualdad se contradice con su gusto por el privilegio. Eso podría explicar, en gran medida, la tensión permanente en la que vive el país, donde todo parece a punto de estallar en cualquier momento.
Por un lado, la elección de ayer decretó el final del sistema de partidos tradicional de la Quinta República francesa. Se consolida, cada vez más claro, el binomio Macron-Le Pen como la principal disputa de poder del siglo XXI. Por otro lado, queda claro que el malestar con las élites tradicionales, con la globalización y con todo lo que representa el “macronismo” es grande, tanto por derecha como por izquierda.
Tras la retirada de Angela Merkel de la Cancillería alemana y de su papel como principal dirigente de la Unión Europea, el presidente francés intenta erigirse como su heredero o sucesor al frente del bloque continental. Por ahora, no lo ha logrado, porque primero debe resolver los conflictos internos y consolidarse en su propio país.
Las fuerzas que se podrían denominar como “antiliberales”, ya sean de derecha o de izquierda, obtuvieron más del 50 por ciento de los votos. Es decir, más de la mitad de los y las francesas votaron por una opción contraria al sistema imperante. Más allá de cómo resulte el ballotage, esto podría abonar aún más el terreno de donde surgirá una alternativa extremista en los próximos años, ya sea Melenchon, Le Pen u otro dirigente que mejor interprete el descontento y el malestar. Si bien hay grandes diferencias entre los líderes políticos, y todas las fuerzas de izquierda apoyarán a Macron en la segunda vuelta, no son tantas las diferencias entre sus votantes. Por lo pronto, si hay algo claro es que lo que suceda dentro de dos semanas definirá no solo el futuro a corto plazo de Francia, sino también, en gran medida, el de toda Europa.
*Por Gonzalo Fiore Viani para La tinta / Foto de portada: Caroline Blumberg – EFE.