Putin contra Zelensky: una disputa generacional

Putin contra Zelensky: una disputa generacional
18 abril, 2022 por Gonzalo Fiore Viani

A los presidentes de Rusia y Ucrania los separan visiones e intereses, pero también la distancia es generacional, algo que se observa en sus formas de hacer política y encabezar la agenda diplomática.

Por Gonzalo Fiore Viani para La tinta

Un factor que suele omitirse en los análisis geopolíticos es aquel que tiene que ver con lo personal de los líderes. En este caso, la cuestión generacional. Volodomir Zelensky nació en enero de 1978, es decir, tiene 44 años. Esto contrasta cuando uno ve la biografía de Vladimir Putin. El líder ruso nació en octubre de 1952 y, este año, va a cumplir 70. Lo mismo sucede cuando se observan los datos vitales de los principales dirigentes diplomáticos involucrados en el conflicto. El canciller ucraniano, Dmytro Kuleva, es aún más joven que su presidente: nació en abril de 1981 y tiene 40 años. Para contextualizar: ese año, en Estados Unidos, asumía la presidencia Ronald Reagan, la Guerra Fría entraba en su período de recrudecimiento final y en la Unión Soviética aún gobernaba Leonid Brézhnev.

El ministro de Relaciones Exteriores ruso, Serguei Lavrov, en 1981, tenía 31 años. Cuando nació en 1950, el máximo líder soviético era Jospeh Stalin y, en Estados Unidos, gobernaba Harry S. Truman. Cuando Kuleva ingresó al servicio diplomático ucraniano, en 2004, Lavrov ya llevaba un año a cargo de la diplomacia rusa.

Rusia Vladimir Putin guerra la-tinta

Cuando Zelensky y Kuleva eran niños, la Unión Soviética aún existía y el sueño de una Ucrania independiente parecía lejano. Por aquel entonces, tanto Putin como Lavrov ya habían dado sus primeros pasos en el servicio público de su país. El presidente, como es conocido, era agente de la poderosa KGB, la temida agencia de inteligencia soviética. El canciller, por su parte, ya tenía experiencia diplomática: en 1972, sirvió en el servicio exterior ruso en Sri Lanka, hasta 1976, mientras que, entre 1981 y 1988, integró la delegación diplomática soviética ante las Naciones Unidas.


Durante la era post-soviética, en 1992, Lavrov asumió como director del Departamento de Organizaciones Internacionales y Problemas Globales del Ministerio de Asuntos Exteriores de la Federación Rusa, y posteriormente representó en numerosas ocasiones a su país como presidente del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Mientras tanto, Kuleva cursaba la secundaria. De la misma manera que, mientras Zelensky era un adolescente, Putin ya había sido vicealcalde de San Petersburgo primero y, tras varios cargos menores, fue designado director del heredero de la KGB, el Servicio Federal de Seguridad, antes de asumir la presidencia en 1999.


La diferencia en el grado de experiencia de los actuales dirigentes rusos y ucranianos está a la vista. Eso, como todo, tiene sus ventajas y desventajas para los diferentes bandos. Por un lado, la frescura de Zelensky y la habilidad para comunicar, propia de su pertenencia generacional, pero también de su pasado como actor de televisión y su buen manejo de las cámaras, contrasta con la parquedad de Putin, quien, según dicen, ni siquiera lee redes sociales. Por otra parte, la falta de experiencia de la dirigencia ucraniana pudo verse patente con el tira y afloje de su frustrado ingreso a la OTAN, subestimando, quizás, la correlación de fuerzas con Moscú. El manejo de la diplomacia de Lavrov, si bien tiene mucho que ver con el hard power y la conciencia plena del poder disuasorio ruso, también demuestra una muñeca diplomática propia de alguien que se preparó durante toda su vida para hacer lo que hace. Además de un convencimiento total de que sus acciones son “correctas”, de acuerdo con sus convicciones y las de Putin de recuperar la “Gran Rusia”. Tanto el presidente ruso como su canciller se criaron en un mundo donde Moscú se sentaba a la mesa grande de las negociaciones como una de las dos principales potencias. Ese recuerdo todavía está muy fresco en la mente de prácticamente todos los rusos de su generación.

Los mundos que conocieron Putin y Zelensky son muy disímiles entre sí. Es muy probable que a un ruso o un ucraniano de 20, 30 o 40 años la bandera y el himno soviético no le signifiquen nada más que algún pasado lejano. Putin ya dijo que quien no quiere que vuelva el comunismo no tiene corazón, pero quien sí quiere que regrese, no tiene cabeza. Para las generaciones mayores, la Unión Soviética representaba la seguridad, la confianza y el saberse un actor de peso en la escena internacional. Para un pueblo tan orgulloso como el ruso que, durante toda su historia, fue imperio, estos sentimientos no son para nada desdeñables. La sensación de pertenencia, de sentirse parte de un todo superior a las partes, desapareció aquel 25 de diciembre de 1991, cuando la bandera soviética se arreó por última vez en el Kremlin. La década de 1990 significó la humillación, el caos, el desorden, la miseria y la incertidumbre. Por ello, el discurso del presidente ruso se oye nostálgico, que apela a un pasado glorioso: hacer a Rusia grande de nuevo. Zelensky, en tanto, propone que su país ingrese en la modernidad occidental liberal.

Para la dirigencia rusa, mayoritariamente de un promedio etario similar al de su presidente, la desintegración de la Unión Soviética fue “la mayor tragedia geopolítica del siglo XX”, en palabras de Putin. Para Zelensky y Kuleva, la URSS no significa nada más que un capítulo de un libro de historia que leyeron durante la secundaria. En ese sentido, la distancia generacional es aún mayor que la que habría entre, por ejemplo, dos líderes políticos occidentales de distintas edades.

Ucrania Zelensky presidente la-tinta

Los mandatarios ruso y ucraniano nacieron en dos mundos distintos. En la dialéctica de la historia, parafraseando a Antonio Gramsci, el pasado no termina nunca de morir y el futuro tampoco logra nacer. En esa disyuntiva, se encuentran los involucrados en esta guerra. En la tensión entre un mundo que desapareció y que ya no existe, y otro que quizás no se materialice jamás.

*Por Gonzalo Fiore Viani para La tinta / Foto de portada: Milenio.

Palabras claves: guerra, Vladimir Putin, Volodomir Zelensky

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