Tacurú: la conquista de la propia libertad

Tacurú: la conquista de la propia libertad
3 marzo, 2022 por Tercer Mundo

En Tacurú, la escritora Ernestina Perrens lleva a su protagonista por el difícil camino de romper los mandatos familiares, al mismo tiempo que muestra el sistema patriarcal en un territorio rural.

Por Manuel Allasino para La tinta

Tacurú es una novela de la escritora Ernestina Perrens, publicada en 2020. En ella, la protagonista busca reconciliarse con su pasado, mientras se hace cargo de un campo que recibe como parte de una herencia en la provincia de Corrientes. A lo largo de las páginas de esta historia, seremos testigos de su transformación: poco a poco, se irá despojando sin remordimientos de todos los mandatos familiares.

Con una prosa precisa y buen ritmo, Perrens aborda la noción de territorio y el lugar que ocupa la mujer en un sistema tan patriarcal como es el rural.

“Las flores de las cortinas de la ventana están desteñidas a pesar de la lona azul vieja que mi madre puso detrás. Entre los paños puedo ver una bruma silenciosa y opaca que anuncia tormenta. La humedad es espesa y el calor oprime. Esta mujer sentada frente de mí guarda las llaves y el dinero dentro de su corpiño. A través de su blusa puedo ver los billetes que asoman entre sus pechos. Lleva un inventario de todos los objetos de la casa en papeles que pega dentro de la puerta de los placares. Las deudas parecen estar adheridas a su piel. Para ello todo es propiedad. Solía pasear por los remates de Buenos Aires buscando los muebles de la casa de su infancia. A veces los encontraba, pero entonces los dejaba y compraba aires acondicionados viejos o rollos de cortinas rotas. Mientras rebuscaba entre los viejos objetos no dejaba de pensar con nostalgia en el Mesías del gobelino de su casa. Pertenecía a una clase convencida de que ciertas desgracias no iban a sucederle jamás. Apenas conozco al hombre que está a mi lado pero sé que sola no hubiera podido venir. En el viaje paramos a almorzar en una parrilla de la ruta, pidió dos veces que le cocinaran más el lomo. Miré con espanto la carne cocida como una suela y pensé quién ha dicho que la vida hay que vivirla arriesgadamente. En el mundo de las probabilidades nosotros teníamos pocas. Me dice que ha tenido una vida feliz. No sé bien de qué habla pero empiezo a dudar. Algo de esa ingenuidad me aleja de él y me hace pensar en cada uno de mis miedos. Miedo a no dormirme, a que no nazcan más hijos, a los ciclones, a las gallinas, a quedarme encerrada en un ascensor. Yo hablo poco, prefiero preguntar, me protejo para no decepcionarlo. Él no se protege. Mira mis pies, mi espalda, mis manos. Un rechazo insoportable me hace desear esa mirada. Mi madre me dice que me necesita, sus meniscos ya no le permiten casi caminar. Están entrando, me dice, mientras dobla un papelito y lo coloca debajo de su anillo y deja la frase sin terminar. Tampoco sé de qué me habla. Cómo me parezco a ella, en ese estilo de dejar las oraciones por la mitad, para que el otro tenga que hacer el esfuerzo de adivinar o completar. La confusión la ayuda a esconderse y mantener el control. El potrero del fondo está completamente cercado, quieren entrar. El mes pasado faltaron dos terneros, continúa. Ella preferiría que José no estuviera. ‘Ojo con los laureles’. Y sé que esa contraseña anuncia que alguien se acerca y no debiera escuchar. Los laureles delimitan el territorio del poder, del dinero. Aparece entonces la sombra de Antonio detrás del mosquitero y el ruido del motor en marcha. Me levanto y le pido a José que me acompañe a los potreros del fondo. Subo con Antonio y José a la camioneta. Antonio se saca el facón para sentarse y lo coloca sobre la guantera. Acá en los esteros todos llevan facón. Enciende el motor y avanzamos por el campo. Hasta donde alcanza la vista todo es agua y monte. Cuando detiene la camioneta se escucha el grito de los monos. El cartel de La Merced cuelga de un solo clavo en la tranquera. José me toma de la mano y saca el brazo por la ventanilla. Miro el pañuelo de Antonio, celeste liberal como el manto de la Virgen, diría mi padre. Un color que es una condena”.

Ernestina Perrens escritora la-tinta
Imagen: Ernestina Perrens, autora de Tacurú.

En Tacurú, la protagonista repite casi como una mantra: “Esta tierra no es la mía”. Como si la simple repetición de esa frase la hiciese convencerse de que ese ámbito rural, al que llega con su pareja ocasional, le es completamente ajeno. Tratando de olvidar que el campo que heredó es legado de su padre y la mujer que duerme arrullada por el chillido de los murciélagos es su propia madre.

“Me distraen los ladridos del ovejero alemán atado frente a la casa. Corre desesperado de un lado al otro de un alambre extendido entre los árboles. Ese perro atado es el legado de mi padre y de una larga tradición que mi madre no ha podido romper. Los perros debían ser guardianes, decía mi padre mientras me mostraba la marca que la vacuna le había dejado en su hombro y me contaba cómo lo había mordido un tigre. Los ojos del perro están rojos de ira. Una violencia heredada de otros tiempos. José vuelve caminando entre los árboles, escucha los ladridos. Llama a Antonio como si lo conociera desde hace mucho tiempo y le pide que desate el perro. Y a mí me da miedo mi propia cobardía: no quiero soltar el perro. Te metiste donde nadie te llamó quisiera gritarle a José, pero callo. Él vuelve a pedir que desate el perro. Antonio va a cometer su primera traición y yo voy a ser testigo. Se acerca a Paco y desprende la cadena. Paco corre alrededor de la casa desaforadamente. Antonio y yo nos sentimos desamparados y culpables. Miro a José y quisiera que se fuera, que se aleje de estas tierras. Antonio se acerca y deposita la cadena a mis pies como si así me hiciera responsable de la orden que cumplió. Alejo con el pie la cadena y desvío mi mirada de Antonio. El perro sigue corriendo en círculos alrededor de la casa. Escucho la puerta del mosquitero golpearse a mis espaldas y los pies de mi madre en la galería. Se detiene delante de mí y me pregunta quién soltó a Paco. Hasta donde yo sé, esta sigue siendo mi casa, dice. Si no querés morir entre los murciélagos hay cosas que van a tener que cambiar, le contesto. Camina por la galería de vuelta a su cuarto. Y por algún motivo la percibo más frágil y liviana, como si algo se desprendiera de su cuerpo. Mi madre me llamaba Poroto. Bailábamos de la mano cantando que llueva, que llueva. Ahora la veo alejarse y caminar como si recuperase un nombre y la calidez de un cuerpo que envejece. Quisiera llamarla y bailar con ella, los pajaritos cantan, la vieja se levanta. Que sí. Que no. Me acerco a José, lo abrazo. No hablamos de Paco. Junta vainas de chivato y las va apoyando en el piso. Quiere armar una escultura con esas varas. Nos miramos como si no nos conociéramos. Eso a él lo enoja y a mí me desconcierta. Le pregunto qué va a hacer con las vainas del árbol, de una manera formal para evadir cierta extrañeza y encontrar un punto en común. Patea las vainas y sigue caminando solo como si lo decepcionara mi pregunta. Entonces me alejo, eso me trae un cierto alivio. A distancia de los demás me amparo. Camino hacia la tranquera y me siento al costado de la ruta. Miro pasar los camiones. Esta tierra no es la mía. Todos hablan de la tierra madre, yo pienso en la tierra padre o tierra sin madre o cómo desprenderme de esta tierra”.

En la novela, Ernestina Perrens trabaja sobre la conquista de la propia libertad. Una mujer, depositaria de una herencia patriarcal que no desea, se enfrenta día a día a la hostilidad de un medio tradicionalmente masculino y arcaico: la vida rural en un pueblito de la provincia de Corrientes. Pese a todos los obstáculos, irá cambiando uno a uno los códigos enquistados en la comunidad hasta descubrir que esa tierra también está en su sangre.

Sobre la autora

Ernestina Parrens nació en Buenos Aires, en 1965. Es coordinadora de talleres literarios. Productora de ciclo El Narrador emitido por Canal á, TV UNAM (México) y ARTV (Chile). Fue integrante del taller de Abelardo Castillo. Finalista del concurso de cuento Ángel Gavinet. Tercer premio de cuento de la Legislatura Porteña con el cuento “Murales”, publicado en la revista Levadura de México y en “Chinese and forign pen”.

*Por Manuel Allasino para La tinta / Foto de portada: El Litoral.

Palabras claves: Ernestina Perrens, literatura, Novelas para leer

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