El carnaval de las travas
Históricamente, los carnavales fueron para las travestis y trans su fiesta popular, eran las más esperadas y destacadas. Esos días representaban mucho más que un festejo anual de verano y están en la memoria como una trinchera de felicidad y un tiempo de libertad. Un paréntesis al hostigamiento policial y también social, donde se volvían las divas de los desfiles y corsos.
Por Verónika Ferrucci para La tinta
Los carnavales trascienden las épocas, los recuerdos se aferran en la memoria de las travestis y trans, para quienes el carnaval era un tiempo de libertad y fiesta que esperaban todo el año con muchas ganas. Daniela Ivana Morales e Ivanna Justa Aguilera son las protagonistas de esta charla, que evoca la memoria de los carnavales desde sus existencias travestis. Ambas tienen más de 60 años y muchísimo para contar.
Ivanna no participó en comparsas ni en corsos, pero es guardiana de una memoria de lucha y resistencia. Daniela baila desde los 9 años en comparsas y en su relato nos acerca a esos días llenos de canutillos, purpurina, plumas y batucada. Nos esperó en su casa, en la mesa tenía parte del traje que usó el último carnaval antes de la pandemia. De pronto, todo brilla, en la gama del verde, las plumas resaltan en la mesa, el tocado, los guantes, el pezonero, el collar, las botas, la pollera junto a fotos de principios de los años 80. Pasaron muchos años, muchas cosas cambiaron y hacer memoria se vuelve un ejercicio de resistencia y celebración.
Daniela empieza a contar anécdotas de las diferentes comparsas en las que participó y la cara se le ilumina. Desde los 9 nunca abandonó, dice que es su pasión. “Esto te tiene que gustar. Es algo hermoso que vivís una vez al año, pero que te llena de adrenalina para todo el resto. Salir a escena, a la calle, escuchar de quien dirige la comparsa la orden del sonido, cuando sentís los tambores -tengo atrás la batucada porque yo voy en la posición de cierre de comparsa-, los pies se me empiezan a mover al ritmo de la samba brasilera. Apenas la escucho que suena, soy yo”.
Empieza a hacer los pasos de samba, lleva el ritmo en todo su cuerpo, sus pies y sus brazos tienen la cadencia de la comparsa. Lleva sus manos al corazón, luego a su boca que marca un beso y abre los brazos de par en par hacia el público: “Así saludamos al público”.
Pasó por muchas, muchas comparsas; Bella flor de afuera, Colibrí de Colonia Lola, Marambú, Amazonas Samba Show de Yapeyú. Ha viajado por muchísimos lugares junto a las comparsas y han conseguido los primeros premios, recuerda algunos: Villa de María del Río Seco, Valle Hermoso, Colonia Caroya, Villa Dolores, Unquillo. Llegó a hacer 4 shows en una noche. “Salíamos temprano, porque eran varias horas de viaje. Cuando llegábamos a destino, comenzábamos a maquillarnos, a poner en todo el cuerpo gibré y montarnos. Después empezaba todo, entre 8 y 10 cuadras de desfile. Qué hermosa sensación, qué placer y qué adrenalina cuando ponía un pie en la calle. La reacción de la gente siempre fue maravillosa, te aceptan y respetan, te halagan los trajes, se quieren sacar fotos con vos, los aplausos, los flashes de las fotos, los canales del pueblo que te buscan para entrevistar”, dice con el rostro iluminado.
Mientras se montaba con el traje del último corso, nos contó que este año no baila; cuando avisaron en noviembre que se hacían, ya no alcanzaba con el tiempo a preparar nada, el traje lleva mucho tiempo, lo hace a mano. “Me vinieron a buscar, pero como no sabía si se iban a hacer los corsos con la pandemia, no preparé nada, pero para el año que viene sí. En dos meses no podía hacer mi traje, que cada año es algo distinto, cambian los diseños, los colores”. Desde la primera vez que bailó, se hace el traje, con mucha dedicación borda cada lentejuela y canutillo, hace la bijouterie, tiñe las plumas y arma las espalderas que llegan a tener 3 metros de alto y pesar 40 kilos. “Me gusta ser destaque, pero yo digo siempre que te tiene que gustar la comparsa, si no, no gastes plata. Yo me he endeudado para poder participar, para comprar las cosas para la comparsa, es una pasión desde chica y que no voy a abandonar”.
Esta bailarina, que se hizo famosa del boca en boca, nos dice que así las empiezan a buscar de las diferentes comparsas. Despliega un diario, es una edición de La Voz del Interior del año 2000. “En esta nota dice ‘travestis en las comparsas’”. Y luego señala otro recorte de diario, “nos llamaron para la primera Marcha del Orgullo gay en Córdoba, acá salgo yo y mis compañeras del Amazonas. Era 2009 y llegamos a ser 10 chicas trans en la misma comparsa, nos buscaban por los trajes y, aún hoy, no hay quien supere los que hacemos nosotras”, dice entre risas cómplices mientras mira a Ivanna.
Nos advierte que antes no todas las comparsas tenían chicas trans, muchas veces les decían que no cuando iban a pedir sumarse, en cambio, ahora, todas las quieren tener. “Entre nosotras siempre hemos sido muy compañeras. Para nuestra generación que venimos echadas de las casas, que vivimos la dictadura, ha sido hermoso que la gente nos respete y valore en los carnavales, que nos aplaudan. Muchas compañeras ya no están y las tenemos siempre en nuestra memoria”, dice Daniela.
De la represión a la magia del carnaval
En una de las primeras fotos que nos muestra está ella junto a otras compañeras. Atrás tiene escrita la fecha y nos dice: «Miren de qué año es. 1984. Ahí estamos en Villa Urquiza, así salíamos en esta época con ropa mucho más tranqui, no había plumas ni tangas, porque si no, nos llevaban presas por más que tuviéramos permisos. En esa época, ya desde el 83, te anotabas o te llamaban para participar en una comparsa, pero teníamos que sacar un permiso en la policía; si te agarraban sin ese permiso, te llevaban presa y, aun con el permiso, nos han llevado miles de veces y dejado tiradas en los calabozos. El permiso duraba los días del carnaval, no podías andar más de ese tiempo o por otros lados, ibas de la casa a la comparsa con el DNI y el permiso”, detalla Daniela y le pregunta a Ivanna: «¿Te acordás?».
“En nuestro país, desde los años 30 aproximadamente, existe el carnet de variedades, un permiso que se sacaba en la policía para la época de carnaval o para trabajar en las whiskerías. En el caso de estas últimas, tenías que ir a la policía con el dueño de la whiskería que te contrataba y sacábamos el permiso para trabajar en el local, como artista, entonces eso justificaba que ibas a estar vestida de mujer. Cuando la policía iba al local y te encontraba, vos eras una artista -tenías que hacer algo artísticamente para poder estar adentro-. Para salir a la calle, era la realidad de siempre. Ese carnet duraba un tiempo corto, una semana o 15 días, depende cuánto tiempo te contrataban y, para el carnaval, los días que duraba”, dice Ivanna, histórica militante por los derechos humanos y por el reconocimiento de los derechos para las personas travestis y trans.
Ivanna agrega un hito en el camino de la lucha por mejorar las vidas trans. Nos cuenta que, a comienzos de los 90, formaron junto a otres compañeres A.Co.D.Ho (Asociación contra la Discriminación Homosexual), la primera organización de la diversidad sexual en Córdoba. “En ese tiempo, no hablábamos de personas LGBTTT+, nos nombrábamos como todos homosexuales, era el tiempo de empezar a tener voz y visibilizarnos, y empezamos a trabajar en conjunto con otras organizaciones de derechos humanos, barriales y sociales, nucleados en una mesa de trabajo contra el código contravencional y los edictos policiales en Córdoba. Específicamente, para derogar el artículo sobre merodeo, el artículo 19 que autorizaba a las fuerzas policiales a detener a las personas que no llevaran vestimenta acorde al género y contraria ‘a la decencia y la moral pública’, y el 22, de prostitución escandalosa. En 1994, logramos derogar el art. 19 con el cual se nos perseguía y el art. 22 no, pero se convirtió en el 45 bis que existía hasta hace muy poco, pero te daba una chance de poder defenderte -te tenían que agarrar infraganti, el cliente tenía que declarar en tu contra, secuestrar la plata, etc.-. Con la derogación de esos edictos y el cambio de algunas cosas, si bien la persecución siguió, pero desde otro lado”.
Actualmente, el Código de Faltas ha sido modificado y es llamado Código de Convivencia Ley 10.326, sancionada el 2 de diciembre de 2015.
Daniela es muy clara: “No era posible ni andar en pollera media cuadra porque te llevaban, así que ¡imaginate lo que era salir con pollera y pezonero! Era una fiesta para nosotras y no ves la hora de estar en la pasarela; cuando ya estás ahí, se te fue el miedo y la vergüenza, sos realmente vos”, dice.
“Ante tanta represión, en el carnaval se liberaba esa energía bailando. Las travestis ponen todo de sí en los trajes, se destacan sobre el resto y por eso las llaman: son los mejores trajes. No pasa por lo físico, si sos linda, gorda o flaca, o sí cumplís con los estándares de belleza, pasa por otro lado, por lo vistoso y porque ponen el alma. Las personas trans se destacan porque ponen toda su esencia, llegan ahí para estar en total libertad. En esas épocas de tanta represión, podías relajarte y visibilizarte. Descargaban toda la energía de todo lo reprimido, de tener que estar escondidas y ocultas; en el carnaval podías mostrarte, eras vos más allá de que tuvieses un permiso”, remarca Ivanna.
Con la esperanza de que la pandemia se termine pronto, la bailarina de comparsa nos dice que el mes que viene empezará a trabajar en su próximo traje, tiene mucha ilusión de reencontrarse con sus compañeras. Ivanna se suma a los deseos y le dice: “¿Por qué no armar una comparsa de muchas travas y trans?”. Los sueños son muchos, las ganas más y la memoria un mojón al que siempre volver. “A quien nunca participó y tiene ganas, le digo que se anime, que es hermoso y que se van a divertir. Te sacás todo lo malo que pasaste en el año, dejás toda la mala energía en esos días de carnaval y renacés. El sábado voy a ir a San Vicente y después a prepararme para el próximo año”.
Feliz Carnaval.
*Por Verónika Ferrucci para La tinta / Imágenes: Diana Segado.