El negocio de la ocupación ilegal del Sahara Occidental

El negocio de la ocupación ilegal del Sahara Occidental
5 enero, 2022 por Redacción La tinta

El documental Ocupación S.A. revela la complicidad entre Marruecos y España para explotar de forma ilegal los recursos naturales del Sahara Occidental.

Por Redacción La tinta

En apenas 40 minutos, el documental Ocupación S.A (2020) devela cómo se aplica la ocupación ilegal del Reino de Marruecos sobre el territorio del Sahara Occidental. Pero no solo eso, sino que pone nombres y apellidos a los dueños de grandes empresas españolas –con vinculaciones con otros capitales extranjeros- que se dedican a expoliar los recursos naturales del pueblo saharaui, a través del régimen marroquí.

Dirigido por Laura Dauden y Sebastián Ruiz-Cabrera, el documental hace un recorrido preciso y claro sobre el pueblo saharaui y su lucha por la defensa de su territorio. Además, deja al descubierto la responsabilidad (y la complicidad) de España en la ocupación ilegal de Sahara Occidental.

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Con la venia de los sucesivos gobiernos españoles, Marruecos construyó un conglomerado de negocios sobre una tierra que no le pertenece, con la participación de un grupo de compañías, en su mayoría de España, para expoliar los valiosos recursos naturales saharauis, como el fosfato, la arena y la pesca.

Aunque diferentes fallos internacionales dejaron en claro que el Reino marroquí no tiene potestad sobre esos recursos, el régimen de Mohamed VI –sostenido por un fuerte aparato represivo- continúa saqueando las riquezas del Sahara Occidental ante los ojos de un mundo que parece no reaccionar.

*Por Redacción La tinta / Imagen de portada: fotograma película Ocupación S.A.

Palabras claves: España, Marruecos, película, Sahara Occidental

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Siria naufraga en medio de las sanciones occidentales

Siria naufraga en medio de las sanciones occidentales
9 abril, 2025 por Redacción La tinta

Más de 100 días después de la caída de Bashar al-Asad en Siria, el país lucha por recuperarse tras 14 años de guerra. El proceso de transición política sigue estancado y la economía continúa desplomándose bajo las sanciones extranjeras, donde los primeros en sufrir son los y las ciudadanas comunes.

Por Santiago Montag, desde Siria, para La tinta

Siria parece no poder levantarse desde el derrocamiento de al-Asad. El panorama es desolador: en Damasco, sus residentes solo tienen unas pocas horas de electricidad al día y otras zonas enfrentan condiciones aún peores; el precio del pan se ha multiplicado por ocho desde diciembre, condenando a la población al hambre; la gente hace cola durante horas para retirar los pocos billetes disponibles en los cajeros automáticos antes de que se agote el efectivo.

Los precios de la moneda y el combustible danzan al ritmo de la inestabilidad. El flujo de importaciones aumenta, pero la escasez de dinero físico y la falta de opciones de pago digitales significan que pocos sirios pueden permitirse comprar nuevos bienes, ya que el 69% de la población (14 millones de personas) vive por debajo del umbral de la pobreza. Las esperanzas iniciales, luego de la caída de al-Asad, se han visto frustradas por la falta de empleo y la destrucción generalizada del país.

En gran medida, estas dificultades económicas reflejan la destrucción causada por décadas de dictadura, guerra civil y meses de inestabilidad posterior al régimen. Sin embargo, las sanciones occidentales, impuestas por Estados Unidos y Europa, inicialmente destinadas a castigar a Asad por los crímenes contra la población siria, también tienen una responsabilidad importante. Estas sanciones han convertido a Siria en un Estado paria para las instituciones financieras, las empresas y la mayoría de los gobiernos que hayan considerado invertir en el país. Como resultado, Siria no puede importar fácilmente moneda física, tiene acceso limitado al sistema bancario global y lucha por generar ingresos por exportaciones, y, mucho menos, por asegurar la inversión necesaria para la reconstrucción urgente del país. Escuelas, hospitales, viviendas y otras infraestructuras siguen en ruinas.

Al mismo tiempo, muchos sirios han regresado a sus antiguos hogares en barrios bombardeados porque no pueden pagar el alquiler en las ciudades. Como resultado, viven en zonas sin servicios básicos como electricidad o agua potable. Otros permanecen en campos de refugiados debido a la guerra y al terremoto de 2023 en la placa de Anatolia. Otros han sido desplazados recientemente en el norte del país tras los enfrentamientos entre las fuerzas encabezadas por los kurdos y las milicias respaldadas por Turquía.

Para abordar estos problemas, las organizaciones humanitarias, que han asumido la responsabilidad de proporcionar desde servicios básicos hasta apoyo psicológico y rehabilitación de infraestructuras, corren el riesgo de perder financiación. Organizaciones vinculadas a la ONU, así como grupos como la Media Luna Roja Árabe Siria y Oxfam, están recibiendo menos recursos, lo que pone en peligro la supervivencia de miles de pobladores. Los donantes europeos, en una conferencia liderada por la Unión Europea (UE) este año, prometieron 5,8 billones de euros, mientras que, en 2024, sus promesas alcanzaron los 7,5 billones de euros, un recorte drástico.

El argumento para mantener las sanciones es obligar al presidente interino, Ahmad al-Sharaa, a adoptar una vía más liberal, alineada con Occidente. Hasta ahora, la UE ha suspendido algunas sanciones, pero esto no constituye una solución estructural. Países como Qatar se han comprometido a invertir en Siria solo si se levantan las sanciones. A menos que las sanciones se eliminen pronto, conducirán a una catástrofe económica que bloqueará cualquier perspectiva de construir un futuro para el país, libre de tensiones y violencia.

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En Damasco, miles de personas se enfrentan a la pobreza. Las calles están repletas de puestos que venden todo tipo de artículos, como ropa de segunda mano, zapatos, cigarrillos, semillas traídas de Turquía, juguetes y baratijas. El trabajo infantil es frecuente en estas tiendas. Imagen: Santiago Montag.
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Imagen: Santiago Montag.
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Imagen: Santiago Montag.
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En Al Hol, al noreste de Siria, al menos 50.000 personas siguen dependiendo de la escasa ayuda humanitaria internacional. El Grupo Blumont, financiado por USAID, ha renovado su financiación solo hasta septiembre de este año. Imagen: Santiago Montag.
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Imagen: Santiago Montag.
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Imagen: Santiago Montag.
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Campo de desplazados en el Estadio Municipal Al Tabqa, en Raqqa. Miles de kurdos huyeron de los ataques en Sahba y Manbij a principios de diciembre. Ahora, dependen de la ayuda humanitaria, principalmente, de la Media Luna Roja Kurda. Imagen: Santiago Montag.
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Imagen: Santiago Montag.
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Dos hombres están sentados frente a un cajero automático fuera de servicio en Damasco. Los cajeros automáticos están vacíos en todo el país. Para retirar efectivo, la gente debe salir temprano por la mañana y hacer largas filas. Imagen: Santiago Montag.
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Un hombre vende pan retirado de una panadería del gobierno. Estas panaderías proporcionaban pan barato a miles de sirios, pero muchas han sido destruidas durante la guerra. Las sanciones dificultan su reparación o reconstrucción, lo que genera largas colas para conseguir el alimento. Imagen: Santiago Montag.
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Obreros de la construcción en el campo de refugiados de Yarmuk reconstruyen edificios destruidos durante la guerra. Los salarios de los trabajadores no superan los dos dólares al día. Imagen: Santiago Montag.
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Imagen: Santiago Montag.
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Imagen: Santiago Montag.
Los suburbios de Jobar, Ghouta, Yarmuk, al-Hajar al-Aswad, Tadamon y otros fueron devastados por la guerra. Algunas de estas zonas son inhabitables, mientras que otras se están reconstruyendo lentamente. Imagen: Santiago Montag.
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Un niño juega entre las ruinas de la escuela Al-Quds. En la pizarra, se lee la última clase de inglés, fechada el 18 de octubre de 2012. El sistema educativo necesita nueva financiación para restaurar la educación y la infraestructura de calidad. Imagen: Santiago Montag.
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Muchos sirios están restableciendo sus negocios en zonas devastadas por la guerra, pero no consiguen financiación adecuada de los bancos. Estos negocios se sostienen gracias al esfuerzo y la resiliencia de sus propietarios en las peores condiciones. Imagen: Santiago Montag.
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Imagen: Santiago Montag.
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Cientos de sirios huyen de los altos alquileres del centro de Damasco hacia las afueras. La mayoría vive en zonas destruidas, sin agua ni electricidad, mientras soportan duros inviernos sin puertas ni ventanas. Imagen: Santiago Montag.
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Imagen: Santiago Montag.
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Un voluntario ayuda a reparar Palmira. La ciudad ha sido devastada por la guerra, pero también por la incapacidad de Asad para reconstruirla. Ahora, los ciudadanos están levantando las ruinas ellos mismos. Imagen: Santiago Montag.

*Por Santiago Montag para La tinta / Imagen de portada: Santiago Montag.

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Palabras claves: Bashar Al Assad, Fotogalería, siria

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