Boris Johnson: de las fiestas del poder al declive

Boris Johnson: de las fiestas del poder al declive
31 enero, 2022 por Gonzalo Fiore Viani

El primer ministro británico se encuentra jaqueado desde varios frentes. Además del repudio de buena parte de la sociedad, sus propios partidarios lo critican con dureza.

Por Gonzalo Fiore Viani para La tinta

Cada vez son más los dirigentes políticos que exigen la cabeza de Boris Johnson, incluidos muchos conservadores, partido al que él mismo pertenece. El futuro del primer ministro está anclado a lo que investigue Sue Gray, la segunda secretaria de la oficina del gabinete de Johnson. Ella será la encargada de averiguar qué es lo que efectivamente sucedió durante las fiestas realizadas en Downing Street, mientras el país atravesaba la pandemia y los confinamientos. Si bien Gray tiene bajo perfil, es muy conocida, entre otras cosas, por haber investigado en 2017 a Damian Green, quien era secretario de Estado para el Trabajo y las Pensiones de la ex primer ministra conservadora, Theresa May. Green se vio forzado a renunciar luego de la investigación de Gray a causa de denuncias de acoso sexual y por ver pornografía en el horario de trabajo.

Hace tres semanas, Johnson había dicho ante los parlamentarios que “desconocía” que el encuentro de más de 100 personas se trataba de una “fiesta”. De acuerdo con el primer ministro, pensaba que, en realidad, era una “reunión de trabajo”. Además, aseguró en aquel momento que no creía que fuera “contra las normas”, que él mismo había establecido. Aunque dijo categóricamente que nadie le advirtió que la fiesta era ilegal en ese contexto, fue contradicho por su propio ex mano derecha, el ex jefe de personal de Downing Street, Dominic Cummings. Johnson declaró: “Mi recuerdo es haber salido al jardín durante unos 25 minutos, lo que implícitamente pensé que se trataba de un encuentro de trabajo y de haber hablado con el personal dándole las gracias”. Según Cummings, él mismo le advirtió a Johnson que, si llevaba adelante este encuentro, podría repercutir en su contra en el futuro cercano. Para ese entonces, las invitaciones por mail ya habían sido enviadas a los asistentes por el secretario privado de Johnson, Martin Reynolds.

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Las fiestas no solo se realizaron al comienzo de la pandemia, cuando los números de contagios y de muertos crecían dramáticamente en el Reino Unido, uno de los países más golpeados por el coronavirus. En abril de 2021, también se llevaron a cabo dos fiestas que provocaron indignación en distintos sectores de la sociedad británica, especialmente en el seno del propio Partido Conservador. En las vísperas del funeral del príncipe Felipe, consorte de la Reina Isabel II, que había fallecido recientemente, Johnson decidió, de todas formas, proseguir con la celebración de esos encuentros. Esas fiestas sucedieron en la oficina de Johnson en Downing Street y asistieron cerca de 30 personas. Se trataron de despedidas de dos miembros del personal, pero todavía regían restricciones a los encuentros sociales, además de que fueron la noche anterior al funeral, cuando había luto oficial en todo el territorio británico.


Cummings ya había sido criticado con dureza, justamente, por haber violado las restricciones impuestas por el gobierno durante la primavera de 2020, al trasladarse dentro del país con su familia durante el confinamiento, lo cual estaba estrictamente prohibido. Tanto su comportamiento como el de Johnson contrastan fuertemente con el de, por ejemplo, la Reina Isabel, que se sentó sola en el funeral para cumplir con las reglas del distanciamiento social. Esto generó aún más indignación contra el primer ministro y su círculo más cercano, al que acusan, no sin hechos concretos para hacerlo, de sentirse por encima del resto de sus compatriotas.


Por lo pronto, Johnson busca salvarse despidiendo a varios de sus funcionarios. Al mismo tiempo, anunció una serie de medidas, como la de enviar al ejército a controlar la inmigración irregular en el Canal de la Mancha, congelar la financiación pública de la BBC o, más recientemente, decretar el final de todas las restricciones causadas por la pandemia, incluso la obligatoriedad del uso de mascarillas.

Al problema de haber celebrado una serie de fiestas, abusando de sus privilegios cuando gran parte del Reino Unido se encontraba bajo confinamiento estricto, se le agrega el no haber dicho la verdad sobre esto, a pesar de tener varias oportunidades de sincerarse públicamente. Inclusive, también mintió en el momento que compareció ante el Parlamento para “explicar” lo sucedido. Sus constantes “defensas” ya no convencen ni siquiera a miembros de su propio partido. Su antecesora, Theresa May, afirmó que “nadie está por arriba de la ley” y que se “enojó mucho al igual que los electores” cuando se enteró de que los “responsables de establecer las normas sobre el coronavirus no las sigan adecuadamente”. A las fiestas denunciadas al principio, se sumaron varios encuentros más en momentos donde estos no estaban autorizados.

La credibilidad de Johnson sufrió un duro revés del que probablemente ya no se recuperará. Todo el Reino Unido se encuentra pendiente del informe que arroje la inquisición de Sue Gray. El gobierno ya se comprometió a hacerlo público, pero la Policía Metropolitana de Londres inició una investigación criminal respecto de las denuncias de las fiestas, por lo que no está claro que se pueda acceder a los resultados.

En este contexto, donde Johnson se encuentra jaqueado puertas adentro, intenta salvarse y retomar las riendas del país mediante medidas que, a priori, parecen tan populistas como desesperadas, al mismo tiempo que busca mostrarse como un líder internacional confiable al viajar a Ucrania en medio de la crisis entre Rusia y los países de la OTAN. Johnson afirmó que solo busca “evitar un derramamiento de sangre” en la región. Lo cierto es que, por estas horas, es mucho más probable que este sea su último viaje como primer ministro, antes de que estalle cualquier conflicto.

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*Por Gonzalo Fiore Viani / Foto de portada: Amer Ghazzal – REX – Shutterstock.

Palabras claves: Boris Johnson, crisis, Gran Bretaña

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