Rodolfo Walsh en el laberinto del género policial argentino
El libro que reúne las cartas que Walsh le envió a su colega estadounidense Donald A. Yates permite conocer a fondo la historia del policial argentino y la fascinación del periodista por el género.
Por Leandro Albani para La tinta
La escritura concisa, el análisis claro y preciso, los proyectos que se acumulan y reniegan con la realidad de Argentina, y el momento justo donde, tal vez, la investigación comenzó a fluirle por todo su cuerpo. Hablamos de Rodolfo Walsh y su visión amplia y detallada sobre la historia del género policial en Argentina. Y por esto mismo nos referimos al libro Rodolfo Walsh. Cartas a Donald A. Yates (1954-1964), publicado el año pasado por Ediciones de la Flor, y con la presentación, las notas y las traducciones de Juan José Delaney.
En los primeros años de la década de 1950, Walsh se repartía el tiempo como traductor y escritor de cuentos policiales. Yates, por su parte, luego de graduarse en la Universidad de Michigan en 1951, comenzó una carrera como traductor, escritor y estudioso del género policial latinoamericano. A través de Enrique Anderson Imbert, ambos traductores iniciaron una correspondencia que se transformó en amistad y generadora del proyecto (truncado) de la New Word Literary Agency. Pero antes de esta iniciativa, Walsh y Yates intercambiaron decenas de libros y cartas, en las cuales reflexionaban e investigaban sobre el policial en nuestro continente.
En Rodolfo Walsh. Cartas a Donald A. Yates…, el escritor y periodista argentino describe un mundo literario de Argentina, y en menor medida de América Latina, que en pleno siglo XXI funciona como un registro antropológico detallado del género en nuestras tierras.
Desde la primera carta, Walsh muestra un análisis agudo sobre el policial latinoamericano. En la primera misiva, de abril de 1954, el autor de Variaciones en rojo explica: “La dificultad de determinar con exactitud el valor de la novela policial latinoamericana –fue de Argentina y México- obedece a dos circunstancias: una, su aparente inexistencia; otra, el empleo de seudónimos que refuerza su apariencia. Hasta hace muy poco tiempo, no quizá el público, pero sí nuestros editores, han creído que para que una novela policial tuviese éxito comercialmente era imprescindible que contara con ambiente inglés o norteamericano. De ahí que muchos autores se amoldaran a esa exigencia, firmando sus obras con nombres presuntamente anglosajones o ‘inventando’ simplemente lugares y escenarios, sospecho que con flagrante violación de la geografía”.
En el libro no sólo se puede encontrar a un Walsh lector empedernido y conocedor de las “intimidades” del escenario literario argentino, sino también al investigador que va detrás de las identidades de hombres y mujeres que firmaban sus obras con nombres y apellidos inventados. También encontramos un mapa-diccionario de autores y autoras recopilado por el propio Walsh, ante los pedidos de Yates de información para sus trabajos universitarios y literarios. En esas líneas que le escribe a su colega estadounidense informando sobre las pesquisas, se puede ver un primer destello de luz del periodista que, poco tiempo después, se sumerge de lleno en la investigación periodística. Es más, en las últimas (y cada vez más espaciadas) cartas de Walsh, se leen sus impresiones más viscerales y latentes de Operación Masacre, que por esos días lo tenían si tiempo, desbordado y “a las corridas”.
El intercambio epistolar además permite asomarse a un Walsh defensor del policial clásico que, con el correr de los meses, comienza a ver a la novela negra norteamericana (con Raymond Chandler como su principal referente) con otros ojos que, según el periodista, permitiría una “ampliación de fronteras” en el género. Escribe Walsh: “Porque los recursos para provocar incertidumbre con respecto a las circunstancias materiales del suceso dudoso tienden fatalmente a agotarse, o por lo menos a rarificarse. Es cada vez más difícil encontrar un “plot” (argumento) al estilo clásico que sea verdaderamente original. Los argumentos basados en coartadas, horarios, sustitución de identidades, cuartos cerrados, métodos ‘nuevos’ para cometer un crimen, etc., se han repetido hasta lo infinito. Sólo un genio puede sacar nuevos bloques de esa cantera”.
Por último, pero no menos importante, son las reflexiones de Walsh sobre Juan Domingo Perón y el peronismo, su caída, la dictadura militar que se instaló en el país y la acelerada represión que se inició. En la carta de junio de 1957, Walsh deja estampadas diversas reflexiones y características de Perón, y define –con profunda exactitud-: “El fenómeno peronista no ha sido en general correctamente interpretado, ni siquiera en nuestro país. Y en el extranjero ha sido interpretado pésimamente. La imagen que el europeo y el norteamericano medio tienen sobre Perón es las del típico militar afortunado sudamericano que por una revolución llega al poder y se mantiene luego mediante la fuerza contra la voluntad popular. Si duda Perón es en sus comienzos un militar afortunado que llega al poder en elecciones posteriores a una revolución. Pero de militar sólo tiene el uniforme y cierta fanfarronería. La única oportunidad de combatir militarmente que se le presenta, en setiembre de 1955, no la acepta. Escapa”.
Las cartas a Donald A. Yates muestran a un Rodolfo Walsh que por momentos queda desdibujado de su historia: el escritor de policiales, el estudioso del género y el traductor que permitió que decenas de novelas norteamericanas llegaran a miles de lectores y lectoras de Argentina.
*Por Leandro Albani para La tinta / Imagen de portada: A/D.