Revueltas en Kazajistán
Por Gonzalo Fiore Viani para La tinta
En las últimas semanas, Kazajistán se encuentra viviendo una de las peores crisis de su historia reciente. Lo que comenzó como protestas contra el aumento de los combustibles en uno de los principales países petroleros del mundo, desembocó en masivas manifestaciones contra el gobierno de Kasim Jomart Tokayev. Por estas horas, ya son más de 160 los muertos y la cifra de heridos supera a los 1.300, de acuerdo con las autoridades del país. El epicentro de las revueltas es en la ciudad más poblada, Almaty, pero en otras provincias como Zhambil o Kizilorda también se han producido disturbios violentos, con varios manifestantes asesinados por las fuerzas de seguridad. De hecho, el 7 de enero pasado, Tokayev ordenó a su ejército “disparar a matar” contra los “elementos violentos”. Mientras que desde el entorno de la presidencia declaran que hay 5.800 detenidos, desde el ministerio del interior afirman que esa cifra es mayor a 6.000. Kazajistán es un país del tamaño de Europa Occidental y cuenta con algunas de las mayores reservas de petróleo del planeta.
La crisis en el inmenso Estado de Asia Central dejó de ser interna al punto de que intervino la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), una alianza de las exrepúblicas soviéticas prácticamente a imagen y semejanza del Pacto de Varsovia. En marzo de 1992, seis naciones anteriormente pertenecientes a la por entonces recién disuelta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas firmaron el Tratado de Seguridad Colectiva. Se trataba de: Rusia, Armenia, Kazajistán, Kirguistán, Uzbekistán, y Tayikistán, a los que poco tiempo después se sumarían Azerbaiyán, Bielorrusia y Georgia. Podría decirse que, aunque, en un comienzo, el OTSC fue visto como un mero instrumento jurídico sin grandes consecuencias concretas, el Tratado es el equivalente de la región a la OTAN. En virtud de una de sus cláusulas, Rusia envió tropas a Kazajistán con el objetivo de colaborar con las fuerzas de seguridad del gobierno para sofocar las protestas.
Los críticos de la organización afirman que la OTSC es apenas una excusa del Kremlin para poder intervenir en conflictos de países que se encuentran bajo su “órbita de influencia”. Y que este, precisamente, sería el caso con Kazajistán. Los opositores en la zona y, especialmente, en occidente, ven el envío de tropas de Moscú a la capital kazaja como un nuevo intervencionismo de Vladimir Putin, a quien acusan de ser expansionista e imperialista con los países de la ex Unión Soviética, reeditando una especie de paternalismo moscovita sobre ellos. Lo cierto es que es la primera vez que la OTSC interviene en un conflicto. En 2010, Rusia había rechazado una solicitud de Kirguistán para enviar fuerzas de paz al país en el medio de una ola de violencia étnica. En 2020, hizo lo propio cuando la alianza no intervino durante las manifestaciones multitudinarias contra el presidente de Bielorrusia, Alexander Lukahsenkko.
Esta situación pudo haber sido diferente por muchos motivos, entre ellos, el geopolítico. Kazajistán tiene una de las fronteras terrestres más extensas del mundo, compartida con Rusia. Por otro lado, Moscú no ve con buenos ojos la manera en que el gobierno kazajo desarrolla sus relaciones exteriores, de trato amigable tanto con China como con Occidente. A su vez, el Kremlin prefiere no dejar librada al azar una zona donde pueden llegar a sufrir grupos extremistas que afecten su seguridad, en una región donde ya han ocurrido ataques terroristas de diversa índole en el pasado. Quien fuera el presidente de Kazajistán durante 19 años, entre 1990 y 2019, Nursultán Nazarbayév, era uno de los aliados más cercanos a Putin en la región. La situación cambió ligeramente con su sucesor, por lo que el envío de tropas al país para ayudar al gobierno puede significar un fortalecimiento de las relaciones bilaterales, además de una mayor presencia rusa en el área.
Tokayev aseguró que evitó un “intento de golpe de Estado”, afirmando que los manifestantes eran “profesionales” e “insurgentes” que provenían “mayoritariamente de Asia Central, Afganistán y también de Oriente Medio”. Además, agradeció a las tropas de la OTSC, ya que, según dijo públicamente, de no haber intervenido la organización, el gobierno podría haber perdido “por completo el control sobre Almaty (…)”, principal foco de las protestas y la mayor ciudad y centro financiero del país”. Al mismo tiempo, el presidente insistió en que realizará grandes reformas, ya que, según él mismo admitió, la riqueza generada por recursos naturales como el petróleo, el uranio o el gas no llegan a la mayoría de sus habitantes. De acuerdo con Tokayev, uno de los grandes problemas del país son la estructura estatal que “favorece más al oligopolio en la economía” y “las grandes empresas que disfrutan de privilegios especiales, eliminan la competencia y obstaculizan la implementación de reformas”. Prometió que en septiembre presentará un nuevo paquete de “reformas profundas”: “Ha llegado el momento de la transformación de las relaciones entre el Estado y la sociedad. Necesitamos un nuevo formato de contrato social”.
Kazajistán es parte de la Unión Euroasiática, un aún incipiente proyecto de integración económica que consistiría en una unión aduanera con Rusia, Bielorrusia y el Espacio Económico Único de la UEE, además de otros Estados de la Comunidad Económica Euroasiática (EurAsEC) y la Comunidad de Estados Independientes. Entre sus objetivos, incluso, están el de establecer una moneda única, a la manera del euro en la Unión Europea. La meta política de este organismo, según aseguran muchos analistas, es la de ampliar el poder político de Rusia en una zona de gran peso económico debido, especialmente, a sus recursos naturales. Los críticos acérrimos de Vladimir Putin afirman que el presidente ruso pretende reeditar el imperialismo soviético, recuperando la influencia rusa por sobre el resto de las ex repúblicas de la URSS. Rusia ya ha demostrado recientemente que no es, apenas, un actor más en el escenario político internacional, sino, más bien, uno de los principales contendientes en el mundo multipolar.
Es importante prestar especial atención a la disputa de poder entre los dos hombres más fuertes de Kazajistán: Nazbarayev y Tokayev. El histórico presidente kazajo, de 81 años, considerado por muchos como el “padre de la Patria”, fue uno de los blancos principales de los manifestantes, que coreaban: “Viejo, vete”. En los últimos días, Tokayev removió a Nazarbayev de la jefatura del Consejo de Seguridad Nacional, pero el hecho más significativo fue la detención de Karim Massimov, acusado de “alta traición”, unos días después. Se trata de un hombre de la extrema confianza de Nazarvayev, al punto de que, incluso, fue su primer ministro durante varios años. Al parecer, Tokayev quiere desprenderse de la pesada influencia de su antecesor para, además, llevar adelante las necesarias reformas que necesita su país. Los tiempos de la política y de la sociedad muchas veces van desfasados. Quizás estas revueltas terminen, paradójicamente, ayudando al presidente para avanzar en su independencia de Nazarvayev y en la modernización del país.
*Por Gonzalo Fiore Viani para La tinta / Imagen de portada: Nueva data.
*Magíster y Doctorando en Relaciones Internacionales.