Cómo Israel convirtió a Palestina en una distopía tecnológica de vigilancia
El Estado israelí despliega desde hace décadas un amplio sistema tecnológico para espiar, perseguir y reprimir al pueblo palestino en Cisjordania y Gaza.
Por Nadim Nashif para Middle East Eye
Ya sea en la ocupada Cisjordania, Gaza o Israel, los palestinos viven bajo una nube de constante vigilancia israelí. Revelaciones recientes han incluido el despliegue, por parte del ejército israelí, de la tecnología de reconocimiento facial Blue Wolf -los soldados israelíes fueron incentivados con premios por tomar la mayor cantidad de fotos de civiles palestinos- y la instalación del software espía Pegasus, de NSO Group, en los teléfonos de los trabajadores de derechos humanos palestinos.
Si bien estas revelaciones pueden haber conmocionado a la comunidad internacional, los palestinos saben, desde hace mucho tiempo, que Israel usa los territorios ocupados como laboratorio para probar tecnologías de vigilancia invasivas. Esto permite a las empresas israelíes comercializar sus tecnologías como “probadas en el campo” cuando se exportan a todo el mundo.
Además de violar los derechos humanos de los palestinos, la vigilancia israelí de las comunidades palestinas tiene consecuencias de gran alcance para la comunidad internacional. La falta de rendición de cuentas, transparencia y regulación sobre la venta y provisión de herramientas de vigilancia amenaza a comunidades marginadas, defensores de derechos humanos, académicos y periodistas en todo el mundo. A medida que los gobiernos de ideas afines ven a Israel como un modelo para vigilar a sus propios ciudadanos, la comunidad internacional ya no puede darse el lujo de quedarse al margen mientras se erosiona el derecho a la privacidad.
De hecho, los sistemas de vigilancia israelíes se han convertido en fundamentales para controlar la vida cotidiana de los palestinos y las palestinas. Desde su ocupación de 1967, Israel ha reforzado gradualmente su control sobre el sector de la tecnología de la información y las comunicaciones en Cisjordania y Gaza, desafiando los Acuerdos de Oslo, que exigían que Israel transfiriera gradualmente el control territorial a los palestinos.
Esto ha resultado en graves violaciones de los derechos digitales palestinos, incluido un sistema escalonado de accesibilidad en el que los israelíes disfrutan de acceso a 5G, mientras que los palestinos en la Cisjordania ocupada solo tienen acceso a 3G y 2G en Gaza.
Puntos de presión
Israel, simultáneamente, sofoca el avance tecnológico para las comunidades palestinas, mientras controla la infraestructura que sustenta el estado de vigilancia. Un denunciante militar israelí reveló recientemente que las autoridades israelíes tienen la capacidad de escuchar cualquier conversación telefónica en la ocupada Cisjordania y en Gaza, y no solo eso, cualquier dispositivo móvil importado a Gaza a través del cruce de Kerem Shalom tiene implantado un software israelí.
La controvertida Unidad 8200 de Israel utiliza tales métodos de vigilancia para encontrar “puntos de presión” para convertir a los palestinos en informantes. La Unidad, a menudo, busca a palestinos homosexuales y los carga con la opción de que se revele su sexualidad a sus amigos y familiares, lo que puede conducir a la persecución, o convertirse en informantes y espiar a sus comunidades para el gobierno israelí.
Durante la última media década, ha habido un aumento y una diversificación notable en los métodos de vigilancia israelíes. Israel alentó al sector de la tecnología y la seguridad a producir algoritmos y herramientas de vigilancia para examinar el contenido de las redes sociales palestinas, y su controvertido programa de vigilancia predictiva ha visto a cientos de palestinos arrestados por cargos de incitación en las redes sociales desde 2015.
La pandemia de la COVID-19 ha agravado la situación, ya que Israel ha utilizado el disfraz de la salud pública para implementar nuevas medidas de vigilancia invasivas. Los palestinos enfrentan severas restricciones a la libertad de movimiento y deben solicitar permisos de viaje, pero a la luz de la pandemia, Israel lanzó el año pasado una aplicación móvil para reemplazar los servicios de permisos en persona.
Si bien la aplicación se enmarcó como una medida de salud pública, sus intenciones más insidiosas son claras en sus términos de servicio, ya que obligan a los usuarios a brindar acceso a los datos almacenados en sus teléfonos, como llamadas y fotos. Esto se vuelve más problemático cuando se comprende la importancia de estos servicios para muchos palestinos.
Sin los permisos adecuados, puede resultar difícil encontrar trabajo en las pequeñas áreas geográficas en las que están confinados muchos palestinos. La respuesta a la pandemia por parte de Israel ha obligado a los palestinos a elegir entre acceder a un medio de vida profesional o mantener su derecho a la privacidad.
Cámaras de circuito cerrado
Al mismo tiempo, el software de videovigilancia y reconocimiento facial es una realidad diaria para los palestinos. En 2000, se instalaron varios cientos de cámaras de televisión de circuito cerrado (CCTV) en la Ciudad Vieja de Jerusalén. En 2015, ese sistema se expandió significativamente y, en la actualidad, la tecnología de reconocimiento facial se ha generalizado tanto que muchos palestinos ya no se sienten seguros en sus propios hogares.
Algunos CCTV están colocados de tal manera que pueden ver el interior de las casas privadas, lo que lleva a algunas mujeres a recurrir a dormir con sus hiyabs, mientras que otras familias se muestran reacias a dejar que sus hijos jueguen afuera, ya que las cámaras han eliminado cualquier sentido de privacidad.
Si bien el sistema de vigilancia de Israel se basa claramente en la falta de respeto por los derechos básicos de los palestinos, incluido su derecho a la privacidad, la respuesta de los gobiernos globales ha sido lenta e ineficaz para abordar el problema. El trabajo de las organizaciones de la sociedad civil y los defensores de los derechos digitales es, por tanto, una herramienta vital para aumentar la presión pública sobre las empresas de vigilancia.
En respuesta a la creciente presión, Estados Unidos incluyó recientemente a NSO Group y Candiru en su lista negra, diciendo que “desarrollaron y suministraron software espía a gobiernos extranjeros, que usaban estas herramientas para atacar maliciosamente a funcionarios gubernamentales, periodistas, empresarios, activistas, académicos y trabajadores de embajadas”. Y el año pasado, en medio de un intenso escrutinio público, Microsoft anunció que vendería su participación en la empresa israelí de reconocimiento facial AnyVision.
Sin embargo, esto no es suficiente para abordar el problema sistémico de los sistemas de vigilancia israelí arraigados y la prueba de dicha tecnología en los palestinos. Los gobiernos de todo el mundo deben impulsar una mayor regulación y transparencia en cómo se desarrollan e implementan las tecnologías de vigilancia, y sancionar a las empresas que dependen de la explotación de comunidades marginadas para probar sus productos.
*Por Nadim Nashif para Middle East Eye / Traducción del inglés por Palestina Hoy / Foto de portada: AFP.