Antes que desaparezca, el descubrimiento de la vocación
Por Manuel Allasino para La tinta
Antes que desaparezca es una novela de la escritora Sylvia Iparraguirre, recientemente publicada. Ambientada en los años sesenta y setenta, y con datos autobiográficos que Iparraguirre va deslizando con meticulosidad, Antes que desaparezca viene a completar una trilogía llamada “Historia Argentina” que comenzó con El muchacho de los senos de goma y siguió con La orfandad.
A través de un diálogo en un bar entre dos amigas, Lucía y Clara, muchos años después de sucedidos los hechos, se reconstruye el rompecabezas que narra la llegada de una joven Lucía a Buenos Aires para ingresar en la Universidad, el pensionado de monjas donde vive y la vida agitada en una de las facultades más politizada de la época: Filosofía y Letras.
Con un impresionante manejo del tiempo narrativo, Sylvia Iparraguirre nos sumerge en una historia apasionante en la que una universitaria comienza a descubrir el mundo de la política, los bares y la calle, en una ciudad que al comienzo le resulta hostil y que termina por atraparla. La autora fusiona lo autobiográfico y la ficción para retratar un tiempo convulsionado de nuestro país y consolidar una mirada femenina, literaria, llena de ternura, humor e inteligencia.
“Nos miramos como diciendo: Ya está. Vuelvo a estirar la mano sobre la mesa y a pedir la suya. -Algo que quiero decirte: por favor, Clara, vayamos al pasado. Nada del presente y nada del futuro. Hablemos del pasado. Otra vez esa mirada, esa señal que ya reconozco. Me aprieta la mano. -Siempre fuiste medio bruja, me adivinaste el pensamiento. Yo también quiero que hablemos del pasado. De allá lejos y hace tiempo, de cómo eras vos y de cómo era yo. De Victoria, de todo. -¡Y de la Magistratura!- ¡Esta tarde no nos va a alcanzar para nada! Qué de revelaciones. Nos contagia una ola de mutua euforia. Clara es psicoanalista. Su conexión directa con la vida, que recupero en esos entusiasmos súbitos por las cosas mínimas, el interés genuino que aparece en sus ojos cuando se le cuenta algo y que, compruebo, la profesión no ha borrado, la energía positiva que emana de ella, la deben poner en un lugar alto como terapeuta. -¡Fuiste a Bolonia! ¡Volviste! ¡Estudiamos, nos casamos! Y acá estamos, Clara, reunidas por los rusos. Pushkin, Pushkin… ¿Qué es la gloria?, ¿elogio del bronce, o bien, al amparo de una tienda humosa de un gitano salvaje el relato?- digo como cantando. -¿Qué es eso?- Nada, un fragmento de <<Los gitanos>> cuando Pushkin se pregunta si la gloria es el bronce o es, acaso y solamente, que la gente sencilla te recuerde… Después te cuento -hablo yo sin saber bien lo que digo. -¿Cuántas cosas nos vamos a contar después? -dice Clara, parodiando el tono y el gesto tan italiano de juntar los dedos y subir y bajar las manos. Escucho nuestra risa. Por dentro me sacuden sentimientos de colisión, inexpresables. Partes mías, borradas. Pedazos de mi vida, que otros con quienes me crucé fugazmente o que me conocieron bien conservan y que yo he perdido. ¿De qué modo fragmentario nos llegan a conocer los demás, a veces por actitudes tan casuales, tan circunstanciales? ¿Qué recuerdos de nosotros guardan? ¿Una se pierde en el camino, va desconociéndose, desintegrándose? ¿0 existen núcleos que permanecen? Algunos han perdurado, como centros de identidad, pienso, nexos entre la chica del pensionado, la de la foto, y yo. -No entendí nada lo de la gloria -está diciendo Clara-, después me explicás. ¿Te acordás de que Magistratura estaba obsesionada con los libros que leías? Eso lo tengo presente. -Me interrogaba. En cuanto pasaba por delante de la puerta me llamaba, y lo primero que me preguntaba era qué estaba leyendo. Descuelgo mi bolso del respaldo de la silla. Estoy tentada de contarle el descubrimiento que acabo de hacer en este instante, ¿o es un recuerdo que se presenta repentino, encubierto, entre los que caen sobre mí desde que nos sentamos y me suceden como fichas de un sistema interior desbocado? Sé que Ma mére terminó interesándose por los libros de los que hablábamos, algo que de algún modo la perturbaba. Pero hay tanto por decir todavía, tanto que preguntar; me levanto y voy al baño; necesito unos minutos”.
Antes que desaparezca transcurre, como gran parte de los años sesenta y setenta en Buenos Aires, por los pasillos de la Universidad y los bares de la calle Corrientes. La autora hace un cruzamiento que le da una formidable vitalidad a la novela: entre un mundo intelectual, alegre y violento de estudiantes, activistas, policías y militares, con otro mundo, el de un pensionado de monjas lleno de silencios, rezos, suspiros y otro tipo de sensibilidades. También hay lugar para contar con humor algo de la vida cotidiana de una pareja de escritores: Sylvia Iparraguirre dirigió con quien fuera su esposo, Abelardo Castillo, las míticas revistas literarias El escarabajo de oro y El Ornitorrinco.
“De lo que más me acuerdo de esos años -está diciendo Clara -es de las sirenas de la noche. -Y yo de la policía en la puerta de la facultad. Había que mostrar la libreta antes de entrar. Qué locura. Y lo que vino después. -Después, ni hablar… -escucho su suspiro mientras levanta alto las cejas -Era un lindo barrio, cerca de todo, yo estaba a pocas cuadras de El Salvador. Buenos Aires empezó siendo la Plaza Congreso y las librerías de usados de Corrientes, una confitería de Callao y Santa Fe y un cine de reposición de películas, el Losuar. Todo dentro de un radio de quince cuadras. A medida que transcurrían las semanas la ciudad se fue ensanchando y el vértigo de querer ir más lejos, de conocerla, de perderse en ella, fue cada vez más fuerte. Caminaba absorta, la cabeza en blanco, mirando todo lo que se presentaba a su paso. Nadie la conocía, nadie la observaba. El gran ojo vigilante había desaparecido. La alegría de la independencia, de que su vida de todos los días estuviera ahora exclusivamente en sus manos, lo que se conciliaba perfectamente con el amor por sus padres, la transportaba por las calles nuevas que iba conociendo. Pero no era igual en todas partes. En la facultad, la ciudad no le devolvía a Lucía el sentimiento que la exaltaba en las calles. Los primeros dos meses, la facultad y sus ritos permanecieron ajenos, esquivos. En las aulas y en los bares se sentía observada y juzgada. Actuaba. Si no ocultaba, al menos no decía que vivía en un pensionado de monjas. Trivialmente, repetía que siempre le había gustado leer y que por eso se había anotado en Letras. Ese clisé había sido el principio de su acercamiento a Gabriel, su compañero de Introducción a la Filosofía. Poco podía hablar de los libros que había leído porque leer había sido, para ella, un hábito solitario. Tampoco podía hablar de política, tema obligado en los cafés de la facultad, porque no sabía nada de política, mientras que todos los demás sí sabían. O eso le parecía a ella. Con la pollera escocesa, el suéter negro y el bolso de correa colgado del hombro quedaba descolocada. Estaba demasiado formal, demasiado limpia. Mientras miraba a su alrededor, escuchando discusiones y arengas, tomando nota de ropas y actitudes que le parecían libres y desenvueltas, siempre muda, aunque aparentando estar al día, empezó a entender. Aprendió rápido; supo enseguida cuáles eran las marcas de su desajuste. No había excusas: nadie tenía paciencia para tenerle la vela a una chica del interior”.
Antes que desaparezca de Sylvia Iparraguirre es una novela que aborda los explosivos años sesenta y setenta, desde una chica del interior que llega a la gran ciudad, vive en un pensionado de monjas y pasa sus días en la Facultad de Filosofía y Letras. Todo ese combo arma una historia exquisita en donde la protagonista descubre su vocación y construye día a día una visión propia de todo lo que la rodea.
Sobre la autora
Sylvia Iparraguirre es egresada de la carrera de Letras de la Universidad de Buenos Aires, donde es docente. Dirigió, junto con quien fuera su esposo, Abelardo Castillo, las míticas revistas literarias El Escarabajo de Oro y El Ornitorrinco. Es autora de los libros de cuentos En el invierno de las ciudades, Probables lluvias por la noche, El país del viento -reunidos en el volumen Narrativa breve– y Del día y de la noche, y de las novelas El parque, La tierra del fuego, Encuentro con Munch, La orfandad y El muchacho de los senos de goma, estas dos últimas son parte de la trilogía Historia Argentina, que culmina con Antes que desaparezca. También escribió numerosos ensayos, publicados tanto en el ámbito académico como en los medios de prensa, y un volumen autobiográfico sobre sus lecturas: La vida invisible. Recibió el Premio Municipal de Literatura, el Premio al Libro del Año, el Premio Sor Juana Inés de la Cruz, el Premio Konex de Platino en Novela y el Premio Nacional Esteban Echeverría a su trayectoria. Sus libros se han traducido a múltiples idiomas.
*Por Manuel Allasino para La tinta.