Washington, Canberra y Londres contra Beijing, Bruselas y París
Estados Unidos, Australia y Gran Bretaña tensaron las relaciones con China y la Unión Europea después de firmar un acuerdo sobre vigilancia y sistemas submarinos.
Por Gonzalo Fiore Viani para La tinta
Emmanuel Macron llamó a consulta a sus embajadores en Washington, Londres y Canberra, preocupado por el acuerdo tripartito de esos “tres países aliados”. Para los firmantes de la alianza, afectar la relación diplomática con Francia puede no ser más que daños colaterales. Sin embargo, a algunos les cuesta más que a otros. Estados Unidos y Gran Bretaña pueden permitírselo, pero… ¿cuánto podría costarle a Australia sumarse a una alianza anti-China? El tratado se denomina AUKUS y las potencias firmantes lo realizaron para reforzar la cooperación en tecnologías avanzadas de defensa, como la inteligencia artificial, sistemas submarinos y vigilancia de larga distancia. La ira de París se produjo debido a que el acuerdo llevó a que Australia cancelara un millonario contrato de compra de submarinos franceses al país galo.
Para la Casa Blanca, el foco de su atención prioritaria ha dejado de estar en Medio Oriente, como lo fue durante la denominada “guerra contra el terror”, llevada adelante durante la primera parte de la década de 2000. Actualmente, ha pasado a ser la región del Indo-Pacífico. Por ello, recientemente, se ha establecido una alianza tripartita para hacerle frente a la República Popular China. El acuerdo fue firmado por Washington, junto a sus aliados Gran Bretaña y Australia. Lo que está sucediendo con el acuerdo está sacudiendo el tablero internacional. De esta manera, se empieza a reconfigurar el escenario internacional que viene durante los próximos años.
A pesar de las rispideces generadas entre Estados Unidos y los países de la Unión Europea (UE), el secretario de Estado de la administración Biden, Anthony Blinken, salió a poner paños fríos a la situación diplomática, al afirmar que tanto Francia como la UE son aliados prioritarios para Washington. Blinken aseguró que “se trata de invertir en nuestra mayor fuente de fuerza, nuestras alianzas, y actualizarlas para afrontar mejor las amenazas actuales y futuras”. Por supuesto, no solo París se mostró molesto por el acuerdo, sino también Beijing. El vocero de la cancillería china, Zhao Lijian, se refirió al acuerdo como “extremadamente irresponsable”, ya que “utiliza las exportaciones nucleares como herramienta geopolítica”, al mismo tiempo que “socava de manera grave la paz y la estabilidad regionales, intensifica la carrera armamentística y compromete los esfuerzos internacionales de no proliferación nuclear”.
Para las autoridades del Partido Comunista de China (PCCh), el tratado demuestra claramente “la mentalidad de Guerra Fría” de los países firmantes. Otros cuestionamientos se sumaron desde Nueva Zelanda, donde la primera ministra, Jacinda Ardern, se mostró contraria al acuerdo y aseguró que no permitirá a los futuros submarinos nucleares australianos ingresar a las aguas de su país, que sostiene una política antinuclear desde la década de 1980. Para el canciller francés, Jean-Yves Le Drian, se trata de una “decisión unilateral, brutal, imprevisible” que “se parece mucho a lo que hacía el presidente Trump”, por lo que “habrá consecuencias”, ya que “esto no se hace entre aliados”. El alto representante de la UE para la Política Exterior, Josep Borrell, declaró que el bloque europeo debería aprovechar para “elevar la reflexión sobre la cuestión de la autonomía estratégica”. Cabe aclarar que los países firmantes de AUKUS tampoco avisaron a la UE sobre el acuerdo.
Ningún espacio del mundo tiene tan latente la competencia China-Estados Unidos como el Indo-Pacífico. Ni Europa ni Medio Oriente, ni mucho menos América Latina, le disputan el protagonismo a esa vasta región. Las visiones más pesimistas, encarnadas en el icónico John Mearsheimer, postulan la posibilidad de un enfrenamiento directo entre ambas potencias y el escenario más posible es el Indo-Pacífico. Si el tratado AUKUS avanza de acuerdo con lo deseado por los países firmantes, Australia podría comenzar a patrullar las áreas del Mar de China Meridional, que Beijing reclama como zona exclusiva, hasta llegar al norte de Taiwán. Esto, por supuesto, produce un fuerte rechazo en las autoridades del PCCh.
Los avances militares de China en las disputadas aguas del Mar de China Meridional, emplazadas en el corazón marítimo del este de Asia, llegaron a los titulares el año pasado, en plena pandemia. Y es que la visibilidad que la propia Beijing le ha dado a sus ejercicios militares y avances políticos en el territorio que disputa con otros cinco países de la región no pasó desapercibido ni por sus vecinos ni por Washington. Una muestra de ello fue el anuncio realizado por el gobierno chino en abril pasado sobre la creación de dos nuevos distritos como partes de la ciudad de Sansha, ubicado en la isla de Hainan, al sur del gigante asiático. Vietnam y Filipinas, cuyos reclamos territoriales se superponen con los de Beijing, no tardaron en reaccionar. Pero la asimetría evidente, así como su dependencia económica sobre el gigante asiático, imponen límites a su capacidad de protesta.
Por su parte, Washington, que no tiene reclamos territoriales, ha tenido un rol tradicionalmente clave en las disputadas aguas. De acuerdo con el discurso oficial, su objetivo es contribuir a la estabilidad y la seguridad de la región, en la que algunos socios son aliados de larga data, como Filipinas y Singapur. Además, desde Washington, se esgrime que la fuerza naval norteamericana opera para mantener un compromiso con un “Indo-Pacífico abierto y libre”. La zona es comercial y económicamente estratégica. Allí tiene lugar el 60 por ciento del comercio internacional por mar y circula un tercio del total del tráfico marítimo mundial. Posee grandes recursos petroleros y gasíferos, mientras que sobre su entorno costero vive el 27 por ciento de la población mundial.
Desde lo económico, la balanza se inclina hacia Beijing, que tiene vínculos profundos y dinámicos con todas las economías del Indo-Pacífico, incluida India, a pesar de su acercamiento a Washington. Desde lo estratégico, aún Estados Unidos mantiene la superioridad, pero en declive. El Diálogo de Seguridad Cuadrilateral (Quad) es la principal apuesta de Washington para mantener a sus aliados bajo su égida, pero tiene grietas. Al igual que todas las economías de la región, India, Australia y Japón se enfrentan al dilema de la dependencia económica sobre China. El anuncio del tratado se produce justamente una semana antes que Joe Biden reciba a sus aliados del Quad en la Casa Blanca. Canberra, finalmente, ha decidido inclinarse por Estados Unidos para aplicar una estrategia de “contención” respecto de Beijing.
Sin dudas, el escenario hoy en el Indo-Pacífico no es el mismo que hace tres años. Es más competitivo, más conflictivo, más inestable. La contienda se despliega en todas las dimensiones en esa región y es indudable que las tensiones han aumentado. Pero, ¿es la política militar China una amenaza inminente a la estabilidad mundial, pateando el tablero en el Indo-Pacífico? ¿Estamos en ciernes de un conflicto directo? A pesar de los pronósticos agoreros, y de las profecías de la “China threat” que emanan constantemente de Washington, la respuesta es que probablemente no. El tratado podría desatar una tormenta diplomática no solo respecto de Beijing, sino también de los propios países aliados de las potencias firmantes, que se han visto maltratados. Un movimiento de piezas en el complejo tablero de ajedrez que es la región, como el que han realizado Washington, Canberra y Londres, genera aún más inestabilidad e incertidumbre.
*Por Gonzalo Fiore Viani para La tinta / Foto de portada: EFE