La maravillosa ocupación de leer a Cortázar

La maravillosa ocupación de leer a Cortázar
26 agosto, 2021 por Soledad Sgarella

¿Qué podemos seguir sumando sobre Cortázar que ya no se haya dicho? Claramente, nada. Los artículos académicos que estudian sus aportes literarios y las notas que le dedican amor eterno son infinitas. A 107 años de su nacimiento, el recorrido por “Historias de cronopios y de famas” es un homenaje más al gran Cronopio, al Julio Florencio que sigue haciéndonos suspirar, al escritor que nos invitó siempre al cielo de sus rayuelas.

Por Soledad Sgarella para La tinta

Cortázar siempre decía que haber nacido en Bélgica había sido un producto del turismo y la diplomacia, y que Ixelles era su ciudad natal por azar. Cuando Julio Florencio -hijo de los argentinos Julio José Cortázar y María Herminia Descotte- nació, el mundo (y, especialmente, la zona donde el destino diplomático de su padre lo había llevado a nacer) estallaba en la Primera Guerra Mundial. 

“Aparecí en circunstancias bastante trágicas, porque esto sucedía el 23 de agosto de 1914. Aquellos a los que les interese la historia sabrán que, un par de meses antes, un mes antes, había estallado la Primera Guerra Mundial y, en agosto de 1914, las tropas alemanas del Káiser entraban a sangre y fuego en Bélgica (…) De manera que fue un nacimiento un poco comprometido que casi le cuesta la vida a mi madre e, incluso, a mí mismo, pero sobrevivimos los dos”, contó en 1978, cuando anduvo en Radio Habana Cuba y fue entrevistado por el periodista Orlando Castellanos. 

Esa es una charla hermosa, que puede leerse completa en esta nota. Y si queremos hacer un recorrido por su biografía, a 107 años de su nacimiento, en esa conversación, el Cronopio mayor también cuenta su regreso a la Argentina a los 4 años, el tema de su acento (su rrrr afrancesada), sus trayectos en la educación pública argentina y su no paso por la universidad. También en esa entrevista, charla en la radio cubana sobre sus posturas políticas y sus posiciones frente al peronismo.

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(Imagen: A/D)

Ahora pasa que las tortugas son grandes admiradoras de la velocidad, como es natural. 

Las esperanzas lo saben, y no se preocupan. 

Los famas lo saben, y se burlan. Los cronopios lo saben, y cada vez que encuentran una tortuga, sacan la caja de tizas de colores y sobre la redonda pizarra de la tortuga dibujan una golondrina. 

Pero la idea en esta nota es revisar/recorrer/recordar una de sus tantas obras. Y es que dicen (sin datos, solo opiniones) que “Historias de cronopios y de famas’ es de las más queridas por sus públicos. 

Fue publicada en 1962 por la Editorial Minotauro, un año antes de la famosísima Rayuela. Como explica Mercedes Ines Bruno en su tesis de la UBA, la mayoría de los cuentos de esta obra aparecieron primero en la Revista Literaria Ciclón en la Habana y luego fueron agrupados para integrar la tercera sección de la obra. Ciclón de La Habana era una revista bimensual literaria que publicaba traducciones y colaboraciones de figuras importantes de las letras como Luis Cernuda, José Ferrater Mora, Jorge Luis Borges, Dámaso Alonso, Adolfo Bioy Casares y el propio Cortázar. 

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(Imagen: A/D)

Cuando los cronopios van de viaje, encuentran los hoteles llenos, los trenes ya se han marchado, llueve a gritos, y los taxis no quieren llevarlos o les cobran precios altísimos. Los cronopios no se desaniman porque creen firmemente que estas cosas les ocurren a todos, y a la hora de dormir se dicen unos a otros: «La hermosa ciudad, la hermosísima ciudad». 

Y sueñan toda la noche que en la ciudad hay grandes fiestas y que ellos están invitados. 

Al otro día se levantan contentísimos, y así es como viajan los cronopios.

Historias de cronopios y de famas está basada en microrrelatos y el libro te pasea por el mundo de los cronopios, los famas y las esperanzas. Elementos simbolistas y surrealistas aparecen en una serie heterogénea -y no por ello inconexa- de cuentos cortos y relatos breves de un libro dividido en cuatro secciones: Manual de instrucciones, Ocupaciones raras, Material plástico e Historias de cronopios y de famas. 

Dice Mercedes Bruno en su misma publicación: “Historia de cronopios y de famas realiza la recepción productiva del surrealismo francés y de la patafísica a partir de la reflexión y la experimentación con el lenguaje; el empleo de un humor absurdo, el cuestionamiento a las instituciones y a los rituales sociales de la pequeña burguesía, ya sea la familia, los funerales o instituciones como el correo. El principio subyacente de esta obra es la libertad, ya no solo la búsqueda, sino la concreción de la libertad en una obra, donde la figura del lector cómplice se hace imprescindible. La poética de Cortázar, en constante búsqueda de innovación y desafío, es parte de su proyecto estético político: una literatura que revolucione la literatura a través de recursos literarios”.

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(Imagen: A/D)

Los cronopios, en cambio, esos seres desordenados y tibios, dejan los recuerdos sueltos por la casa, entre alegres gritos, y ellos andan por el medio y cuando pasa corriendo uno, lo acarician con suavidad y le dicen: «No vayas a lastimarte», y también: «Cuidado con los escalones.» Es por eso que las casas de los famas son ordenadas y silenciosas, mientras en las de los cronopios hay gran bulla y puertas que golpean. Los vecinos se quejan siempre de los cronopios, y los famas mueven la cabeza comprensivamente y van a ver si las etiquetas están todas en su sitio.

Cuando se cumplieron 10 años de la muerte de Cortázar, en 1994, Gabriel García Márquez dijo en un discurso en Ciudad de México: “Los ídolos infunden respeto, admiración, cariño y, por supuesto, grandes envidias. Cortázar inspiraba todos esos sentimientos como muy pocos escritores, pero inspiraba además otro menos frecuente: la devoción. Fue, tal vez sin proponérselo, el argentino que se hizo querer por todo el mundo”.

Larguísima vida en nuestras bibliotecas y en nuestros corazones a Julio Florencio: traductor, escritor, maestro, amante del jazz, cronopio mayor, apasionado del boxeo y compañero de viajes. Feliz natalicio, querido Cortázar.

*Por Soledad Sgarella para La tinta / Imagen de portada: A/D.

Palabras claves: Julio Cortázar

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