Maite Amaya, la Yegua de Troya

Maite Amaya, la Yegua de Troya

Maite Amaya es una luchadora trava, feminista, piquetera y anarquista de Córdoba. A cuatro años de su partida, continúa viviendo en nuestras luchas. En un relato colectivo, integrado por la memoria viva de sus amigues, hermanes y compañeres, Producciones Anónimas realiza un documental sobre una de las imprescindibles.

Por Anabella Antonelli y Nadya Scherbovsky para La tinta

«No se nos puede pasar la vida como si fuésemos una planta de acelga en una huerta
y no hacer cosas para transformar la realidad en la que vivimos,
hay gente que no está comiendo, yo era parte de una familia que no comía».
Maite Amaya

“¿Cuál es mi vida? ¿Cuál es mi historia? ¿La que me contaron?”, dice una Maite de cabello rojo y mirada sarcástica en el patio de Kasa Karakol. Así comienza el primer avance de La Yegua de Troya, película documental de Producciones Anónimas, que recorre la memoria colectiva de las presencias de Maite.

Las voces se suceden como un collage, como un retrato: “Cualquier persona que te diga que conocía a Maite siempre cuenta un antes y un después en su vida”, “si tenía que enfrentar algo, se enfrentaba, para defendernos a las compañeras”, “nos decía que íbamos a seguir vivas mientras estemos en las calles”, “mucha fortaleza”, “ella siempre estaba peleando por nosotras también, las trans”, “fue pura transformación, pura lucha, pura vida”, “nosotras seguíamos adelante y nos terminábamos cagando de risa, existiendo, les guste o no”.

Una bruja libertaria. Una luchadora incansable. Una trava enojada gritando las violencias en plena calle, acuerpando a sus compañeres ante las vidas estrujadas. Una piquetera, referente de la Federación de Organizaciones de Base (FOB). Una guerrera de la primera línea, que no era, que iba siendo, burlándose del “cotillón cultural que adorna la carne”, pensando la militancia como ejercicio, movimiento, desde su propio territorio-cuerpo. La Maite, la que, el 13 de junio de 2017, partió abriendo camino de lucha.

“Sin un cambio social de raíz, no acabamos con los patrones inscriptos en el paradigma que sacude y acomoda a la carne humana, la disciplina, la distribuye, la viola, la mata, la burla, la vende, la compra, la alquila, la explota. Reposar a la sombra del sistema sin atender lo que en nosotrxs vive y palpita, tampoco nos sirve”, decía en noviembre de 2016 en el Festival El Deleite de los Cuerpos.

Referente de las luchas de los feminismos y del campo popular, para nosotras, Maite es la patada contra la valla en una manifestación callejera iniciando la batalla y también es la última en irse en la libertad de les compañeres preses. Es la palabra frontal y la controversia. “No hay poderosos, no hay fuerzas armadas del Estado que nos vayan a poder parar. Nosotras le vamos a sacar todo lo que nos han robado, compañeras y compañeros. Viva la organización de las y los de abajo”, gritaba en una manifestación.

Esa multiplicidad de Maite que habita nuestra memoria colectiva es la trama de la película La Yegua de Troya. Conversamos con Santiago Sarmiento y Abril Fernández Ferrez, de la productora audiovisual Producciones Anónimas, quienes junto a Lucía Raciti llevan adelante el proyecto.

Hace dos años y medio, Santiago comenzó esta película documental como un proyecto de cortometraje para su trabajo final de la Tecnicatura de Cine y TV de la Universidad Nacional de Córdoba. “La conocíamos poco a Maite, a partir de la FOB, la militancia antirrepresiva, de movimientos sociales y piqueteros. Después de estos años, surgen las ganas de hacer un pequeño y humilde aporte a reconstruir algo de la memoria colectiva de las distintas luchas, colectivos y personas que enfrentan las opresiones del patriarcado y el capitalismo”, relata Santiago.

A partir de las entrevistas y la revisión del material de archivo, dejó de ser un corto y se transformó en un proyecto de la productora. “La intención es que estas presencias no queden en el olvido y que sus voces y posiciones, que son colectivas, vivan más allá de las personas que conocieron a Maite” -explica Abril-. “Que sirva para que quienes se sumen puedan conocer esa historia, que aporte a la construcción de la memoria viva”.

¿Por qué reconstruir las memorias colectivas desde y sobre Maite? Santiago comparte que se trata de “una referencia ineludible para un montón de colectivos, luchas y compañeres, también es muy querida desde lo afectivo por un montón de gente. Tiene la capacidad de plantear una posición política, de hacer lecturas de la realidad críticamente, análisis desde distintos enfoques, siempre desde la ironía y la sátira, desde lo ácido, desde esa cosa tan burlesca”.

“En todo caso, soy una Yegua de Troya”, dice Maite, irónica y desafiante, en una entrevista del Colectivo Salchichón Primavera. Habla de los feminismos biologicistas que excluyen a trans y travestis, y las nombran como caballos de Troya, es decir, varones disfrazados que quieren meterse en el movimiento feminista. “Nos pareció fuerte y potente, son palabras de ella misma riéndose de todo”, explica Santiago.

La voz de Maite, protagonista de la película, se teje con entrevistas a sus compañeres de la FOB, de otros espacios antirrepresivos, de la Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina – Córdoba (AMMAR), entre otras. “Tomamos la decisión de que hablen las compañeras y compañeres, porque entendemos que los varones tienen más espacios para hablar”, cuenta Abril.

En esas entrevistas, aparece algo de forma recurrente: “Maite era muchas, una persona con un montón de fuerza que abarcaba muchos espacios, ideas, planteos, afirmaciones, dudas, contradicciones y prácticas. Era todo ese fuego, esa presencia y esa fuerza, pero también era una amiga, una compañera con contradicciones, sensible. No era una superheroína”, relata Abril y Santiago agrega: “Hay muchas Maite y todes somos un poco de Maite a la vez, esa multiplicidad y eso colectivo, heterogéneo, ese remolino de cosas”.

Hay una pretensión colectiva en la trama de la película, “rescatarla no a ella, como una mártir y endiosarla en una estatua de bronce, sino, a partir de ella, encontrar esas presencias que son construcciones colectivas”, señala Santiago. En ese mismo sentido, La Yegua de Troya desafía la propiedad de les realizadores o de la protagonista, para ser “de todas las que comparten y recorren estos caminos de organización y lucha desde abajo”.

Campaña de Financiamiento Colectivo

La película La Yegua de Troya no está terminada, “queda todavía un trecho porque seguimos haciendo entrevistas y buscando que esta película sea de todas las compañeras”, explican desde Producciones Anónimas.

La Campaña de Financiamiento Colectivo está abierta hasta el 15 de junio, aunque tienen la intención de extenderla. “Decidimos hacerla porque hablamos de memorias y de historias colectivas, construyendo la peli lo más colectivamente que podemos. Financiarla de esta forma es también una apuesta en ese sentido, política y artística. Por eso, invitamos a todas las personas a colaborar y a ser parte”, explica Abril.

A través de www.produccionesanonimas.com.ar/la-yegua-de-troya, se puede colaborar con lo que falta de la película, con los gastos de rodaje, de producción y postproducción. Es, ni más ni menos, hacerla posible.

*Por Anabella Antonelli y Nadya Scherbovsky para La tinta / Imagen de portada: Tw Laura Vilches.

Palabras claves: Córdoba, Maite Amaya, Transfeminista

Compartir:

Un femicidio no es un espectáculo

Un femicidio no es un espectáculo
27 marzo, 2025 por Jazmín Iphar

Néstor Aguilar Soto era el único imputado en la causa por el femicidio de Catalina Gutiérrez y fue condenado a prisión perpetua. En el juicio, había declarado: “Soy un homicida, pero quiero defenderme y no soy un femicida”, y mostró detalles del momento y cómo cometió el asesinato. Esa escena, que ocurrió en la sala donde se desarrollaba el proceso legal, fue replicada por muchos medios locales como Telefé, Canal 12, La Voz, entre otros. ¿Por qué se piensa que es útil la información difundida? En 24 horas, ocurrieron dos femicidios en Córdoba, uno en Río Ceballos y otro en La Granja.

Por Verónika Ferrucci y Jazmín Iphar para La tinta

#ColegasNoSon

El pasado 19 de marzo, culminó el juicio por el femicidio de Catalina Gutiérrez, ocurrido el 17 de julio de 2024, donde el único imputado era Néstor Aguilar Soto, quien fue condenado a prisión perpetua por las autoridades de la Cámara en lo Correccional y Criminal de 11º Nominación de Córdoba, luego de un juicio con jurado popular. La cobertura mediática que vimos fue, al menos, irresponsable.

En la 6° audiencia del juicio, la abogada defensora de Soto, Ángela Burgos, sostuvo la estrategia judicial para que se cambie la carátula y el acusado no sea juzgado por un caso de violencia de género, ya que consideraba que eran “descabellados” esos términos, e insistió en que debía ser sentenciado por «homicidio simple». Ante los jurados populares, el acusado declaró: “Soy un homicida, pero quiero defenderme y no soy un femicida”. Y, durante la audiencia, mostró la mecánica que utilizó para matar a quien era su compañera de facultad, usando a su abogada de víctima en la simulación.

Desde la Organización Feministas en Derecho, que congrega a estudiantes y abogadas de la Facultad de Derecho de la UNC, repudiaron la actuación de la abogada Burgos por incumplimiento de deberes éticos. «Ilustrar gráficamente un femicidio no solo revictimiza a la víctima y a la familia, sino que implica una falta al Código de Ética de los abogados y abogadas en Córdoba. Tal como lo establece el art. 21 de la Ley provincial 5805 del Ejercicio de la Profesión de Abogado: ‘Los abogados son pasibles de algunas de las sanciones establecidas en esta Ley (…) por cualquiera de las siguientes faltas: Inc. 15) Excederse en las necesidades de la defensa formulando juicios o términos ofensivos a la dignidad del colega adversario o que importen violencia impropia o vejación inútil a la parte contraria, magistrados y funcionarios’”. 

Carlos Hairabedián, abogado querellante, había solicitado que se vuelva a incluir el agravante de alevosía en la causa, retornando a la carátula inicial. La fiscalía modificó la carátula del caso y sumó la agravante de criminis causa. Finalmente, la condena contempló como agravantes femicidio y criminis causa. 

¿Por qué se puso en juego la figura del término femicidio?

A tono con la época, la abogada trabajó durante todo el proceso legal para que no sea juzgado por femicidio e hizo su parte en los medios que amplificaron su voz, donde tuvo un protagonismo central. En muchos casos, sin repreguntas, aun cuando se expresaba con gritos y discusiones con quienes les hacían preguntas. Fueron pocos los casos de quienes cuestionaron el posicionamiento de la abogada, entre esos, las panelistas del programa «Mujeres Argentinas» de Canal 13, cuando Burgos dijo que “la víctima podría haber sido un hombre» y que «si sos mujer y matás, te van a juzgar como se les dé la gana”. Ante la contraargumentación, terminó abandonando la entrevista. 

En estos momentos, donde es necesario volver a aclarar no solo los marcos normativos vigentes para los casos de femicidios, también se debe insistir sobre los términos del concepto. Como aclararon las Feministas en Derecho, tomando una cita de Mariana Villarreal: “El femicidio es un término político. Es una denuncia a una sociedad patriarcal que sostiene el ejercicio de violencias como modo para controlar que las mujeres se comporten conforme a los mandatos de género, donde la razón detrás de su muerte es la de asegurar lo que se espera de ellas”.

El scroll por los portales web y redes sociales de noticias locales y nacionales estuvo lleno de las fotos donde Soto muestra la maniobra con que mató a Catalina, junto a titulares que hablan de “relato escalofriante” o “el minuto a minuto del crimen”. Canal 12, La Voz, Telefé: ¿por qué piensan que es útil difundir esa información? ¿En serio nos van a poner a debatir cosas que creíamos saldadas desde 2015?

Este año, se cumple una década del Ni Una Menos y, en enero de 2025, tuvimos 1 femicidio cada 26 horas, según relevó el Observatorio «Ahora que sí nos ven». Mientras tanto, los grandes medios cordobeses parecen ignorar los marcos legales nacionales e internacionales, protocolos de acción, guías de trabajo periodístico, capacitaciones en perspectiva de género y los años de debate e investigaciones que indican con claridad cómo realizar coberturas éticamente responsables y con perspectiva de género. 

Desde el Colectivo Ni Una Menos, detallaron: «Ilustrar gráficamente un femicidio, con un enfoque sensacionalista, más que una cobertura, se parece a una manual de información para posibles agresores. Además, cuando se detallan maniobras, métodos y circunstancias de un femicidio, se revictimiza a la víctima y a su familia. Este tipo de coberturas deshumaniza a la víctima, reduciéndola a un mero objeto de morbo, perpetuando la cultura de la violencia en la que los agresores pueden encontrar justificaciones en la narrativa que se les ofrece”. 

Relatar desde la perspectiva del femicida habilita la justificación del actuar: “Catalina me pegó una cachetada y me agarró del cuello, y ahí se me apagó la tele, arrancó el Néstor loco”. 


Ya lo ha dicho Rita Segato en los comienzos de sus investigaciones y desarrollos teóricos: «Los femicidios se repiten porque se muestran como un espectáculo. La curiosidad morbosa llama a la gente a curiosear. Cuando se informa, se informa para atraer espectadores, por lo tanto, se produce un espectáculo del crimen y, ahí, ese crimen se va a promover. Aunque al agresor se lo muestre como un monstruo, es un monstruo potente y, para muchos hombres, la posición de mostrar potencia es una meta. Entonces, el monstruo potente es éticamente criticado, es inmoral, pero, a pesar de eso, es mostrado como un protagonista de una historia y un protagonista potente de una historia. Y eso es convocante para algunos hombres, por eso, se repite».


La mediatización y espectacularización, el enfoque policial, el relato constante y detallado de cómo se mata a una mujer se transforma en un espectáculo. Lamentablemente, no es novedad la forma en que muchos medios locales abordan los contenidos de las violencias de género en un contexto donde los femicidios y las denuncias por violencias en los hogares aumentan, y la política del Gobierno nacional ha sido el desmantelamiento de las políticas de prevención y asistencia como parte de la batalla cultural contra feministas y diversidades, frente a un nuevo discurso negacionista y odiante propulsado por el presidente Javier Milei.


*Si fuiste víctima de violencia de género, en Córdoba, podés comunicarte con el Polo de la Mujer al 0800-888-9898 las 24 horas del día, todos los días del año. También podés enviar un mensaje de WhatsApp al 3518141400. O acercarte y hacer la denuncia en la Unidad Judicial de Violencia Familiar, ubicada en la calle Entre Ríos n.° 680.

*Por Verónika Ferrucci y Jazmín Iphar para La tinta / Imagen de portada: La tinta.

Suscribite-a-La-tinta

Palabras claves: Catalina Gutiérrez, Femicidio, Néstor Aguilar Soto

Compartir: