“El gobierno colombiano va a continuar con la militarización y la represión”
El escritor colombiano Víctor de Currea-Lugo relata los días de protestas en Colombia y alerta sobre el rol del ex presidente Uribe en los intentos de militarizar el país.
Por Leandro Albani para La tinta
Las imágenes de la represión masiva en Colombia se repiten minuto a minuto. Desde hace varios días, en redes sociales, medios de comunicación alternativos y hasta en las grandes cadenas televisivas, la brutalidad policial inunda los ojos del mundo. Frente a la orden del gobierno del presidente Iván Duque de desbaratar las protestas a cualquier costo, hombres y mujeres de toda Colombia siguen en las calles con sus demandas a flor de piel: desde el rechazo a la reforma tributaria propuesta por el Ejecutivo –que tuvo que retirar de discusión-, pasando por el mal manejo de la pandemia del coronavirus, hasta el pedido urgente de que -de una vez por todas- el Estado colombiano deje de funcionar como una gran entidad mafiosa, vinculada de manera estrecha al narcotráfico y al paramilitarismo, y con una dependencia sanguínea a Estados Unidos.
La represión policial ya dejó cifras escalofriantes: según datos oficiales, 24 personas murieron por el accionar de los uniformados y más de 800 ciudadanos y ciudadanas resultaron heridos. A esto, se suma que la ONG Temblores, a través de su plataforma Grita, denunció que, en sólo cinco días, se cometieron 1.181 casos de violencia policial, entre los cuales hay nueve víctimas de abusos sexuales por parte de las fuerzas de seguridad.
En diálogo con La tinta, el periodista, escritor y médico colombiano Víctor de Currea-Lugo analiza la realidad colombiana y destaca que los sectores juveniles e indígenas son la vanguardia en un momento que puede definir el futuro del país. Currea-Lugo, autor de varios libros -entre los que se destacan Historia de un fracaso: Diálogos Gobierno-ELN, Historias de guerra para tiempos de paz y Poder y guerrillas en América Latina-, también detalla el poder real del ex presidente Álvaro Uribe Vélez, principal referente de la ultraderecha continental y señalado por la propia CIA estadounidense como uno de los narcotraficantes más peligrosos de Latinoamérica.
—¿Cómo calificarías la postura de Duque ante la protesta social de los últimos días?
—Duque manifiesta, como respuesta a las protestas, la línea de gobierno de su partido, del uribismo: la represión, el autoritarismo, la mano dura y la negación de espacios de diálogo. El problema es que le ha tocado ceder por la presión de la gente. El retiro de la reforma tributaria y la renuncia del ministro de Hacienda no son actos gratuitos de Duque. Él sabe que fue perdiendo apoyo nacional e internacional, y que esa pérdida de apoyo y fragmentación dentro de sus propias filas -a lo que se suma una gran pérdida de legitimidad- le está pasando factura. Por eso, está tratando de dar palos de ciego para recomponer cierta legitimidad.
—¿El manejo gubernamental de la pandemia influyó en las protestas?
—La pandemia llegó y esperábamos en Colombia, como todas las sociedades del mundo, que el gobierno se pusiera del lado del pueblo, de los enfermos, de los contagiados. Desafortunadamente, en Colombia, la política que se hizo fue la destinar grandes cantidades de dinero para favorecer la banca privada, para apoyar a empresas como Avianca, que ni siquiera es colombiana, para priorizar las grandes superficies, como cuando se realizaron unos días equivalentes al Black Friday, sin impuestos, para promocionar la economía. Pero se descuidaron los hospitales, se continuó con el deterioro de lo público, no se dio la ayuda necesaria al personal de salud.
La crisis es una sumatoria de tres niveles: de un problema estructural en Colombia de inequidad, de un ahondamiento de las políticas neoliberales y de la violencia a partir de la llegada de Duque al poder en 2018, y de una pésima atención de la pandemia. Y la respuesta a la pandemia terminó siendo un determinante de mucho peso para empujar la movilización social.
—¿Existe el peligro de una mayor militarización del país para frenar las movilizaciones?
—En Colombia, no hay una tradición de golpes militares si pensamos en ese escenario. De hecho, el único golpe militar que sucedió fue en la década de 1950, porque las élites invitaron a un general a tomar el poder. Pero la militarización, que el ejército y la policía se manden solos, que tomen decisiones solos, de una manera casi aislada del poder civil, sí tiene muchos antecedentes.
Hay que recordar que la policía colombiana está muy militarizada, que utiliza armamento de guerra, que desarrolla tácticas de operaciones contra-guerrilleras. Es decir, la teoría del enemigo interno y de la seguridad nacional está muy metida en la doctrina policial. La policía colombiana no actúa como un ente civil, siempre actúa de una manera represiva. Por tal motivo, era de esperar que lo hicieran así en estas marchas. El problema es que el mensaje que ha mandado la presidencia de la República es de aplausos hacia ese tipo de prácticas.
¿De dónde viene la posibilidad de cortar eso? De la presión de la gente en las calles y de decisiones como la que tomó la Cámara Baja de Estados Unidos al pedir la suspensión de la ayuda militar a Colombia debido al nivel de brutalidad policial que se observa en las calles.
—¿Cuál es la influencia real de Álvaro Uribe en el actual gobierno?
—Cuando ganó las elecciones el presidente Duque, Alicia Arango, que es una de las fichas claves de poder dentro de sus círculos, que fue ministra del Interior y que ha tenido grandes responsabilidades, lo dejó claro en una entrevista: dijo que el presidente es Duque, pero su líder es Álvaro Uribe Vélez. No es gratuito que durante el primer mes de gobierno, por lo menos cuatro ministros se referían a él y no le decían presidente Duque, sino Uribe; esto sucedió en actos públicos.
El poder de Uribe es absoluto, sus decisiones son muy grandes. De hecho, se rumorea en círculos bastante creíbles que los ministros de Hacienda, Defensa e Interior fueron directamente nombrados por él. Es llamativo que, en estos días que se llama a la represión y a sacar al ejército a las calles, Uribe lo dice por Twitter y, pocas horas después, el ministro de Defensa y el presidente toman decisiones en ese sentido. Todo indica que el poder real está centrado en Álvaro Uribe y no en Duque.
—¿Cómo ves la moral y la fuerza del pueblo movilizado? ¿Estas protestas pueden ser de largo aliento?
—Colombia es una sociedad difícil de caracterizar, a pesar de que vivo en ella y llevo años acompañando sus luchas sociales. El año pasado, hubo unas grandes revueltas donde la gente incendió unos puestos de policía, que se llaman CAI; se incendiaron más de 90. Eso paso el 9 y 10 de septiembre, y el 11 como si nada. A veces, la gente se porta como de 100 metros planos y a veces como maratonistas. El problema es que tengamos oxígeno para aguantar una pelea a largo plazo, fundamentalmente porque el gobierno va a jugar al desabastecimiento, va a continuar con la militarización y la represión, y porque el papel de los medios de comunicación es muy grande en tratar de establecer una narrativa donde los manifestantes son todos vándalos y los vándalos son todos terroristas.
Creo que el juego de desgaste del gobierno va a fallar por una cosa: la juventud, que es la que está en la calle, y el movimiento indígena. Esos dos actores sociales van a ser profundamente determinantes para que el gobierno tenga que aflojar y llamar a un diálogo nacional real, y no a la farsa de diálogo que está convocando hoy en día.
*Por Leandro Albani para La tinta / Foto de portada: Colombia Informa