Mágicas Quitapenas: ritualitos que tiene una para vivir
Norma Cuppi hace las tradicionales y latinoamericanas muñecas quitapenas. Con ellas, la promesa de despertar sin tristezas se nos vuelve cercana y, en el ritual de contarles a las pequeñas artesanías nuestros pesares, ya estamos sanando un poco. El arte, ese necesario puente para dormir más tranquiles en momentos de puro torbellino.
Por Soledad Sgarella para La tinta
Mi muñeca quitapenas oye las penas que tengo y las lleva lejos.
Se las cuento muy bajito y ellas las cura en silencio.
Cuando cae la noche, debajo de mi almohada la acuesto
y al llegar el día, yo sin penas me despierto.
Casi como una rutina, entro al grupo de Facebook Feministas Trabajando Córdoba para ver qué hay de nuevo. Chusmeo, miro lo que les compañeres ofrecen, reviso si necesito algo. Una foto me llama la atención, no solamente por su estética, sino por el texto que lo acompaña y por la autora:
“¿Cómo se reinventa mi madre? Mi madre hace Quitapenas. Les trenza el cabello. Borda sus vestidos. Les arma pantalones con lanas de colores. Inventa boinas, cintos y sombreros con pedazos de cinta, puntillas, cuerdas e hilos. Me cuenta que, antes de empezar con cada una, ella ya se la imagina: una viejita originaria, une chique no binarie, una pelirroja ruluda y traviesa, un violinista melancólico, una morena tierna, una rubia pequeñita. Y dice que, para su sorpresa, cuando ve los rostros terminados, ´¡tienen cara de lo que son!´. Mi madre, como tantos y tantas, ha sufrido pérdidas inconmensurables, desde que se desató esta terrible tormenta que ciñe a la humanidad desde hace más de un año. Pero ella ha recogido los gajos destrozados, los ha vuelto a plantar, ha barrido la mugre y ha regado la tierra. Mi madre hace Quitapenas. Mi madre se reinventa, creando seres que curan las penas. Y cuentan, quienes ya tienen una, que son verdaderamente mágicas ( yo creo saber por qué)”.
La que escribe es Guadalupe Gómez, cantautora cordobesa muy querida y convocante en el escenario local. Guadalupe escribe sobre su madre y emociona leerla. Norma Beatriz Cuppi es la protagonista del relato, quien, en estos tiempos difíciles, se reinventa y produce, en nuestra ciudad, las ancestrales muñecas quitapenas.
Pequeñísimas y de producción manual, las quitapenas se construyen con materiales nobles como el metal, la madera, los textiles y las lanas, y suelen entregarse agrupadas en una bolsa de tela o una cajita de madera. Son arte en pequeño formato. Norma se ataja modestamente: “Antes que nada, quiero aclarar que nunca antes había sido artesana, pero, evidentemente, era algo que estaba adentro mío y este era el momento de descubrirlo y que saliera a la luz”. Seguido, me dice que, en el último año y medio, su vida cambió por completo: en cinco meses, perdió a su madre y a su hermano. “La muerte de mi madre fue algo previsible, ella tenía 95 años y estaba muy enferma, pero la de mi hermano fue algo totalmente inesperado y un golpe tremendo para mí. Nosotros trabajamos juntos durante muchísimos años, además de mi hermano, él era mi amigo, mi confidente, compartimos muchas horas durante el día. Así que, de repente, perdí todo y, si además le sumamos la pandemia, cuarentenas, el no poder ver a nadie, hijos, nietos, sobrinos, amigos, etc., todo se transformó en un gran vacío”, relata la artista.
Las quitapenas son típicas de Centroamérica, más específicamente, de Guatemala. Se basan en la tradición y creencia de las comunidades indígenas mayas, que se extendieron por toda la región mesoamericana (incluyendo gran parte de México, Guatemala, Honduras, parte de El Salvador, Puerto Rico y Nicaragua). Según la tradición, las muñecas son las guardianas nocturnas de los buenos sueños y el descanso. Cuando les niñes tienen miedos o pesadillas por la noche, se los cuentan a las muñequitas antes de irse a dormir, las colocan debajo de la almohada y, al despertar, las penas se han ido. Por supuesto que para les adultes también nos sirve el hechizo y Norma arma las quitapenas a pedido.
Cuando le pregunto cómo empezó con este proyecto, ella dice que, en plena tristeza, después de todo lo que venía viviendo en medio de la emergencia sanitaria, intentó ser fuerte, no deprimirse y buscar algo que llenara su vida nuevamente, y, sobre todo, que la hiciera feliz. “En diciembre del año pasado, a Guada, mi hija, le regalaron una muñeca quitapenas. Vicky, mi nietita, fue un día a casa de Guada y la descubrió, y conoció la leyenda y ¡se enamoró! Ese fue el momento en que también yo conocí la existencia de las quitapenas. Me puse a leer, investigar sobre ellas, hasta que encontré un tutorial sobre cómo hacerlas. Y los hice, una para Vicky y otra para Teo, mi otro nietito, y ese fue el inicio de todo esto. Debo reconocer que siempre tuve un poquito de habilidad para las manualidades y eso me ayudó mucho. Cuando mis hijos vieron las que había hecho para mis nietitos, me alentaron mucho para que siguiera haciéndolas y las ofreciera a otras personas”. Así de simple, así de fuerte.
Pienso en la acción de colocar los pequeñísimos objetos artesanales bajo la almohada y la colombiana Marta Gómez (sí, Gómez, como su colega Guadalupe, la hija de Norma) viene a mi cabeza en una de sus canciones más conocidas: “Ritualitos que tiene una para vivir / Para seguir cantando bajo este sol / Y cuando menos pienso las razones / Brotan como verdades iluminándome el corazón”. Desde que empezó la pandemia COVID-19, muches hemos buscado (o afianzado) rituales cotidianos que nos centren, que nos den tierra donde pisar en días y semanas que parecen emular el filme “El día de la marmota”. Ponemos en práctica mini rituales para sobrevivir, para transformar el mundo, para conjurar realidades distintas, y las quitapenas cumplen esa función mágico-religiosa tan urgente en estos tiempos.
Norma relata que, poco a poco, se fue metiendo en este proceso que ella nombra como “toda una aventura maravillosa” y fue apasionándose cada vez más. La metáfora del cuidado, la reparación y la reconciliación se materializa en las muñequitas.
“Me encanta crearlas y, al terminarlas, ver que cada una es diferente y que tienen cara de lo que yo me imaginé, que tienen características propias, y me las imagino ayudando a alguien que lo esté necesitando. De la mano de mi hija, fui aprendiendo e investigando muchas cosas. Los colores de la bandera LGBT+ y lo que significa cada uno, el movimiento de mujeres indígenas por el Buen Vivir, poetas de Latinoamérica, distintas músicas y cantautoras para acompañar en las publicaciones, y sobre todo, la importancia de crear haciendo visible la riqueza de la diversidad”, afirma con orgullo sobre su trabajo.
Norma sabe que estamos transitando una época muy difícil, que los problemas no escasean y explica que, para ella, “el hecho de contar con algo que mitigue de alguna manera nuestros pesares, como las muñequitas quitapenas, aunque sea para poder sacar de adentro los problemas y poder decírselos a las muñequitas, ya es un alivio. Y si además la magia funciona y las quitapenas se llevan los pesares lejos… ¡es un verdadero milagro!”, concluye con emoción.
Dijo el teórico francés Nicolas Bourriaud que, si ayer el arte tenía que anunciar un mundo futuro, hoy, modela universos posibles. Estamos en pandemia, estamos asustades y tristes, o aburrides o apenades. Con su quehacer artístico, Norma tiene en sus manos la alquimia para modelar algunos despertares más livianos. Tiene la potestad mágica tan necesaria para -muñequitas y palabras mediante- curar las penas de cada mundo, permitiéndonos dormir un poco más tranquilamente.
*Por Soledad Sgarella para La tinta / Imagen de portada: Martín Gómez y Norma Beatriz Cuppi.