Triángula, aquelarre musical que nació del deseo
Micaela Vita, Nadia Larcher y Noelia Recalde presentaron Triángula en Córdoba: crónica de un concierto y relatos de una experiencia poética y política.
Por Julieta Pollo para La tinta
Triángula es un proyecto poético y político, una experiencia artística que invita a habitarla: «Aquí la mirada y el sentimiento son tan libres como cada persona quiera». El proyecto nace de las compositoras y cantantes Nadia Larcher (Seraarrebol, Proyecto Pato, Don Olimpio), Micaela Vita (Duratierra) y Noelia Recalde (Valbé), como una triángula de escucha, juego y creación colectiva. Luego, incorporaron a Juan Saraco en guitarra, Jonatan Szer en batería y Lucas Bianco en bajo y sintetizador.
Como muchxs, conocí Triángula a través de su video-álbum de diez canciones, un registro audiovisual precioso que fue interpretado y grabado en el transcurso de dos atardeceres, en el Estudio Sonorámica del Valle de Traslasierra. En marzo de 2020, un día antes de presentar este material y debutar en vivo por primera vez en el Centro Cultural Kirchner, se decretó el Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio. Un año más tarde, ese deseo de encuentro se concretó precisamente en Córdoba, en el concierto que brindaron el viernes 9 de abril en Studio Theater. Las dos funciones agotadas a los pocos días de anunciarse evidenciaron el entusiasmo por disfrutar del proyecto en vivo.
Días antes de ir al concierto, desde La tinta, conversamos con las tres músicas sobre el surgimiento de Triángula y sobre algunas de sus canciones.
Ellas dicen que todo comenzó por las ganas de encontrarse y guitarrear. Reunieron canciones a medias, frases y melodías, y comenzaron a tejer, a transformar colectivamente.
“Cuando se concretó ese encuentro de voces, tuvo una potencia interna… nos miramos, cantamos y nos atravesó la existencia”, cuenta Mica y Nadia completa: “Llegamos con nuestras guitarras, cacharpas, cositas que teníamos, pedaleras que no sabíamos bien cómo enchufar. Trajimos pedacitos de canciones que empezaron a cuajar, empezó a aparecer la magia, nuestras voces se hermanaron”. La llamaron Triángula, porque no hay razón para que esta figura geométrica mística, ancestral, que evoca a las brujas y a la creación, sea de género masculino.
“Nunca nos despegamos de ese placer original que dio comienzo a esto. Después, convocamos a estas tres personas increíbles y músicos alucinantes, que son también parte de nuestro ecosistema amoroso y familia elegida; se expandió la Triángula a seis y la música siguió yendo a lugares sorprendentes y movilizantes. Nació del deseo y se quedó en el deseo que estamos sosteniendo hace más de un año: las ganas de compartirlo con la gente, hay una necesidad nuestra de ese encuentro para que se complete. Que la música haga ese viaje a la gente y se potencie”, expresa Mica.
Compartimos fotografías, letras y emociones de lo que fue ese concierto, y los sentidos que despiertan en ellas algunas de sus canciones.
Triángula: aquelarre en vivo
Los tres pisos del lugar están repletos -aunque esa palabra se torna relativa en tiempos de mesas numeradas, protocolos de distanciamiento y demás-. Cuando por fin anuncian el comienzo, hacemos silencio, expectantes. Todo está a oscuras. “Estamos en el mismo lugar. Ritual, invocación, reconocimiento”. El escenario es un colchón de estrellas y, entre penumbras, aparecen ellas, paso a paso, acercan Rompa el cielo, una plegaria para unirnos en armonía, para conectar en una experiencia profundamente bella. La canción abre paso a Testamento y, con el punteo de guitarra, las siluetas se encienden. Brujas plateadas van echando al fuego más luz. El susurro se torna manifiesto y, sin que nadie lo espere, contrapunto y estallido: Larcher recita con firmeza “La voz, tu voz, mi voz… será nuestra o no será de nadie” y el público estalla en aplausos y emoción. No han pasado ni cinco minutos y vibra como la última canción.
En Hermana, lxs músicxs despliegan su versatilidad. Los arreglos instrumentales y corales van dibujando climas y paisajes. El loop de voces pellizcando como luciérnagas, la convergencia del trío en un desperezar que eriza la piel, los murmullos lúdicos de nuestras niñeces, una intención que cristaliza: “Jugar a la música, la música para siempre”.
Nadia, Noelia y Micaela alzan sus manos al cielo y trenzan hilos imaginarios hacia la tierra. Así, introducen Aldacira, canción inspirada en la artista tejedora Aldacira Flores, que incorpora fragmentos de su propia voz: la abuela catamarqueña habla de su hacer y tejer desde el deseo.
Nadia Larcher recuerda que llevó algunas estrofas de lo que sería luego esta canción y juntas terminaron de trenzarla: “Fue de las primeras que armamos, con bombos, loopeando, jugando mucho. Una hermosura traer este pichoncito de canción y que, con ellas y el resto de la banda, se convierta en algo que atraviesa, que mueve. Además, empezamos a ver a Aldacira como una guardiana de la memoria, una esencia y un espíritu que invocamos para invocar también las memorias de las abuelas. Es también una conciencia que nos trajo el transfeminismo: estar enlazadas y eslabonadas en nuestros linajes femeninos. Mujeres como Aldacira son las que posibilitaron que nosotras deseemos, concretemos y vayamos transformando este mundo, ¿no? Por ahí, esas memorias se dejan un poco archivadas en cierto pintoresquismo de los lugares y, para nosotras, se resignifican de otra manera”. Aldacira es una canción que concluye abrazando la enseñanza: “Bordar y sentir, dice Aldacira”. “Entonces, cantar y sentir”. “Hay que poder elegir, gracias”.
Hasta prender la luz, Flores, Aliada fluyen como un río. El negro predominante en el escenario se hace luz e irrumpen los colores. Brillan las trenzas fucsias, violetas, plateadas. El misticismo se transforma, se torna dinámico, va perdiendo quietud en manos de la teatralización cuando sus cuerpos acompañan la música y remarcan la poética. Desde improntas particulares y diversas, conectan y construyen equilibrio. Mientras, la tríada instrumental dibuja sin límites. Rock, jazz, electrónica, folklore, psicodelia, rock… no hay un género estanco en Triángula, hay experimentación y paseo, lo antiguo y lo nuevo.
Cada detalle contribuye a la experiencia: las visuales, el orden de las canciones, los movimientos y los gestos, los vestuarios, la iluminación, el flujo de energía. Triángula es una identidad: hay imaginación, interpretación y una paleta de climas que lo transforman en un viaje.
Hechiceras del canto y de todo sonido que pueda nacer del cuerpo, Noelia, Micaela y Nadia gruñen, jadean, aúllan, sisean, murmuran, palmean. Comienza En tus ojos -quizás el punto más álgido de la noche- y las palmas van marcando el ritmo… se anticipa una fuerza contenida que, se sabe, va a estallar. Micaela Vita cuenta que esta canción está inspirada en Santiago Maldonado y que comenzó a hilarla cuando se supo de su desaparición: “Fue una canción que estuve canturreando en casa todos esos días, era una melodía con algunas palabras bastante cargadas de angustia y tristeza porque creo que todes podíamos entrever que iba a pasar algo horrible. Y cuando finalmente dieron la noticia de que habían encontrado el cuerpo y todo este horror que hicieron, la terminé. Cuando se la mostré a las chicas, se transformó y siguió creciendo. Más allá de la vida y la lucha de Santiago y de todos los pueblos originarios, que allí estamos acompañando porque son las luchas de todes, la canción comenzó a irse a un lugar abarcativo: empezaron a aparecer muchos ojos en esas melodías y letras. Otres, mujeres y disidencias que todos los días dejan de estar en este mundo porque hay lobos que las cazan y desaparecen”.
Esta canción marca un punto de inflexión en el concierto: el movimiento se expande y, hasta el final, irá in crescendo, desatado. A la brisa sureña de peces y alerces, le sigue el aullido urgente de que hoy, más que nunca, hay que ser conscientes. Cuando Noelia comienza a rapear, todo se arremolina, abajo y arriba del escenario. La idea de incluir un rap surgió en esos encuentros de creación entre las tres -ese construir, reconstruir y deconstruir colectivo sobre sus canciones-: “Creo que sintetiza ese presente del cual estamos hablando y esa necesidad imperiosa de que seamos conscientes, de que tengamos los ojos abiertos y el coraje para continuar en nuestras vidas todas esas luchas que quedaron en el camino, que tanto nos enseñan y que tan importante es que continuemos esas huellas”, explica Micaela.
Después de Mecer –pegadiza, enérgica, de esas canciones que te ponen el pie a marcar el ritmo-, llegó SETNUJ. La penúltima de la noche y una de las más esperadas, pues hipnótica, está inspirada en lejanas influencias búlgaras y en cercanísimos cantos callejeros de lucha. Es una pieza misteriosa en un lenguaje inventado, cuya alquimia es invertir el sentido de las palabras de un canto transfeminista. Nuestro propio lenguaje, un modo de nombrarnos en complicidad.
Cerró la noche Agua dorada, la esperada, la que cantamos todes, la que nos hizo levantar la mano como en un aliento de cancha, enmujeradas. La canción retumba en la tierra como manada empoderada y se expande por todo el cuerpo. Hacia el final, sale desde adentro por la boca en ese gesto sonoro de raíz originaria y presente transfeminista. Sobre esta canción, Noelia Recalde dice que “si bien tiene poquitas palabras, es una representación… es sencillita, pero habla por sí misma”.
“A mí, el feminismo me marcó la forma de pensar. Esto que tenemos con ellas, juntar nuestros recorridos, habiendo podido avanzar solas, decidir hacerlo juntas, todo eso está dentro de la canción. Hay un poco de metáfora en la cascada de agua: una cascada que cae siempre, con fuerza, hacia el mismo lugar, acostumbrada a caer, como el patriarcado… pero igual, se va a caer, un juego de palabras. Y la canción se empezó a replicar y, de repente, nos mandan audios de niñas cantándola y es algo precioso. Lo llevamos con mucha alegría y nos prendemos fuego nosotras mismas cuando la estamos cantando, porque nos sigue atravesando”, concluye Noelia.
Después de un aplauso prolongado, encienden las luces. La banda no volvió por «otra». Lo cierto es que interpretaron las diez canciones del video-álbum y una se pregunta ¿tendrán otra? ¿Ya estarán chispeando nuevas canciones en el fondo de algún caldero? De a poco, salimos a la calle y empieza a rodar el ¿Y, qué tal? «Intencionan con poder ancestral», «La misa del bien», «Lloré desde el primer tema», «Erotizada y manijeada», «De otro mundo, qué ganas de hacer», se dijo por ahí. Triángula es una experiencia: conecta, atraviesa y va sembrando empoderamiento en forma de canciones.
*Por Julieta Pollo para La tinta. Fotografías: Iván Brailovsky para La tinta.