El movimiento campesino-indígena de Ecuador se posiciona frente a la encrucijada electoral
La segunda vuelta electoral será el próximo 11 de abril. El poderoso movimiento campesino e indígena puede ser un factor definitorio para elegir quién gobernará en el futuro.
Por Lautaro Rivara, desde Quito, para ARGMedios
El día 27 de marzo, alrededor de 300 delegados y delegadas de la Confederación Nacional de Organizaciones Campesinas, Indígenas y Negras (FENOCIN), se dieron cita en la zona sur de Quito para debatir la agenda y las problemáticas del sector. Pero las delegaciones llegadas de las regiones de la Sierra, la Amazonía y la Costa ecuatorianas también se congregaron para discutir la posición a asumir frente a la segunda vuelta electoral, prevista para el día 11 de abril. La FENOCIN, pero también la CONAIE y el conjunto del movimiento campesino-indígena del Ecuador, se enfrentan a la encrucijada de elegir entre dos candidatos y, al menos, tres estrategias políticas posibles.
Dos candidatos
Tras el dilatado escrutinio de la elección del 7 de febrero por parte de un Consejo Nacional Electoral (CNE) criticado por buena parte del arco político, y tras que el mismo organismo desestimara las denuncias de fraude presentadas por el candidato indígena Yaku Pérez, la segunda vuelta enfrentará, finalmente, a dos contendores que tienden a polarizar aún más el escenario político ecuatoriano.
De un lado, volverá a concurrir el binomio progresista conformado por Andrés Arauz y Carlos Rabascall, que se impuso en la primera vuelta con un 32,72 por ciento de los votos, un margen holgado sobre sus competidores, pero que no bastó para otorgarles la victoria en primera vuelta. Ambos son tributarios del proyecto político conducido por el ex presidente Rafael Correa desde su llegada al poder, en enero de 2007; el mismo proyecto que entró en crisis tras el pronunciado viraje neoliberal del ex delfín Lenin Moreno.
La elección del joven economista Arauz y la de Rabascall, un periodista oriundo de la ciudad de Guayaquil, no se debió tan sólo a un intento de renovación política y generacional, sino a un proceso de persecución política y judicial que logró proscribir la candidatura del propio Correa, y que casi impide la inscripción en los comicios de “Centro Democrático”, el nuevo instrumento electoral construido luego del práctico desmantelamiento de Alianza País.
Tras el pobrísimo desempeño electoral de la formación política del propio Moreno -caso inédito de una fuerza gobernante que logró alcanzar nada más que el 1,54 por ciento de los votos-, de aquel lado del espectro político, quedó la figura, casi en soledad, de Guillermo Lasso. El candidato neoliberal, líder y fundador del Movimiento CREO, y aliado del tradicional Partido Social Cristiano (PSC), es un empresario y banquero que va por su tercer intento de acceder al Palacio de Carondelet. Su entrada al balotaje se dio por un estrecho margen, al obtener un 19,74 por ciento de los votos, apenas 32.000 más que Yaku Pérez, el candidato indígena del Movimiento de Unidad Plurinacional Pachakutik.
Tres estrategias
Pese a que son dos los candidatos lanzados a la carrera hacia la segunda vuelta, tres son las posiciones entre las que se debate el poderoso movimiento campesino-indígena del país: el apoyo a Lasso, el apoyo a Arauz o la variante abstencionista. Más aún, luego de que el desempeño electoral histórico de Pachakutik volviera a poner en la agenda internacional a estos sujetos, protagonistas de primera línea de las rebeliones anti-neoliberales de las décadas de 1990 y 2000, y del propio estallido social que sacudió al país en octubre en 2019, en simultáneo con varios otros procesos en América Latina y el Caribe.
La Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE), la principal organización de este tipo del país, reunió a su consejo ampliado el día 10 de marzo en Cochapamba, en Guaranda. Allí se decidió por una postura abstencionista en torno a un balotaje que, según se preveía, dejaría fuera de carrera a Pachakutik, su herramienta electoral. Esta declaración, que contempló a otros importantes dirigentes de la CONAIE, como Javier Aguavil, Leónidas Iza, Marlon Vargas y Carlos Sucuzhañay, relajó las tensiones al interior de la confederación, tras el polémico acuerdo suscrito entre Pérez y Lasso en febrero, que dividió aguas entre las bases y que llevó a dirigentes como Iza a denunciar a Pérez por confraternizar con las fuerzas de derecha.
Este último ya había manifestado su apoyo a Lasso en las elecciones de 2017 que lo enfrentaron a Moreno, en ese entonces candidato del correísmo, y se había pronunciado duramente en contra de gobiernos de izquierda y progresistas de la región, como los de Hugo Chávez, Evo Morales y Cristina Fernández.
A la fecha, es difícil saber cuál será el nivel de acatamiento de la línea abstencionista de la CONAIE en un escenario electoral tan polarizado y con un elevado nivel de indecisos, a apenas dos semanas de la celebración de los comicios.
Lo que está claro es que la propuesta neoliberal de Lasso genera escasas simpatías entre el movimiento campesino-indígena, aunque siempre han existido sectores minoritarios y liderazgos aislados alineados con las políticas neoliberales.
Una ruptura y múltiples demandas
Las posturas divergentes de las principales organizaciones indígenas y campesinas del Ecuador se remiten a la temprana ruptura entre el correísmo y la CONAIE, pese a que esta alianza virtuosa supo redundar en la construcción de una de las constituciones más avanzadas del planeta.
La ruptura se produjo en relación a cuestiones sensibles, como el uso del agua de las comunidades rurales, la política extractivista minera -en un país en donde el 70 por ciento de las concesiones se ubican en territorios indígenas- y el recurso a leyes antiterroristas por parte del partido de gobierno y el Estado para criminalizar a militantes y dirigentes indígenas. Del otro lado, la defensa de un modelo incluyente, pero neo-desarrollista, denuncias de “pachamamismo” lanzadas hacia los sectores indígenas y la acusación de infiltración de parte de ONG europeas y norteamericanas. En el fondo de todo, concepciones diversas y no siempre reconciliables de bienestar y desarrollo.
Pero otros actores, como la FENOCIN, decidieron dar su apoyo al binomio progresista Arauz-Rabascall en sintonía con su línea llamada “de la izquierda al centro”.
Tras la realización de asambleas de las organizaciones federadas, y tras varias horas de debate en asamblea nacional, la otra entidad campesino-indígena más importante del país se decidió por una postura divergente a la de la CONAIE. Su presidente Santos Villamar así nos lo explicó: “Por mayoría absoluta, las bases han resuelto apoyar al binomio Arauz-Rabascall. Precisamente, porque nos une el tema ideológico y por las demandas que nos ha presentado el candidato Arauz, que coinciden con las propuestas por las que nosotros, como FENOCIN, hemos venido luchando siempre”.
El propio Rabascall se hizo presente en la zona sur de Quito, desde donde se dirigió a los delegados y delegadas presentes, y recibió de parte de la dirigencia de la FENOCIN un programa de gobierno y un pliego de demandas de la confederación.
Estas demandas giran, principalmente, en torno del reclamo de una educación intercultural bilingüe, consagrada como un derecho por la Carta Magna plurinacional de 2008. También en relación a la problemática productiva de pequeños campesinos y agricultores, con exigencias como el acceso a una mayor infraestructura rural, mercados seguros, asistencia técnica y obras de canalización y riego. El tercer punto se vinculó a las críticas a la actual gestión de la pandemia de parte del gobierno de Moreno y al pedido de universalización y acceso efectivo a la salud pública en las zonas rurales e indígenas.
Rabascall subrayó la defensa del carácter plurinacional, intercultural y pluriétnico del país, al tiempo que se refirió al sector rural como “un eje importante”, el cual “ha sido abandonado y al que no se le ha dado la importancia que debe tener”. El candidato afirmó también que “durante la pandemia el sector rural, el sector campesino, el sector agropecuario, no dejó de trabajar. Y (que) si bien representa el 35 por ciento de la población del Ecuador, alimentó, alimenta y seguirá alimentando a 18 millones de ecuatorianos”.
Refiriéndose a la política del gobierno de Correa, mencionó que, por ese entonces, “la pobreza rural disminuyó del 60 al 38 por ciento” y que “hoy en día, esa pobreza rural que venía disminuyendo sistemática y progresivamente volvió a crecer de acuerdo a los propios datos y registros del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos”.
Pese a las divergentes estrategias de las organizaciones y confederaciones, y pese a las dos claras opciones que ofrece la encrucijada electoral del 11 de abril, el movimiento-campesino indígena seguirá siendo un actor central y protagónico de la escena política ecuatoriana en los tiempos por venir.
*Por Lautaro Rivara para ARGMedios / Foto de portada: Lautaro Rivara