Ecuador: Arauz tiene que reparar los errores del correísmo
Las elecciones presidenciales en Ecuador no sólo dejaron como saldo el ballotage, sino que las campañas siguen atravesadas por profundos debates ideológicos.
Por Revista Crisis
Andrés Arauz se encuentra en una encrucijada frente a la segunda vuelta electoral del 11 de abril. Si bien su principal capital político está depositado en la figura de Rafael Correa, y esto ha sido en gran parte la razón por la que muchos de los sectores populares respaldan su candidatura, la nueva figura de los progresismos tiene varios retos políticos e ideológicos que alcanzar, empezando por desmarcarse del conservadurismo de su predecesor.
La radicalización de las propuestas de Andrés Arauz debe ser evidente en esta segunda vuelta. La politización de la juventud -que en términos electorales depositó su voto en Xavier Hervas y Yaku Pérez- se enmarca en al menos cinco puntos importantísimos para la justicia social en términos estatales: la despenalización del aborto, la prohibición de las clínicas de “deshomosexualización” y el reconocimiento de todas las identidades sexo-genéricas, la legalización del uso recreativo y terapéutico del cannabis, el respeto de los derechos de la naturaleza y su relación con los movimientos sociales. Planteados desde la misma lógica redistributiva de los progresismos, impera un posicionamiento claro respecto a la democratización de derechos elementales, la eliminación de las barreras de acceso por clase social -sabemos, por ejemplo, que sobrevivir a un aborto es un privilegio de clase- y la eliminación de la injerencia de las iglesias en la creación de políticas públicas.
En primer lugar, el reto de Arauz es desmarcarse del progresismo conservador que caracteriza a Correa. Esto incluye necesariamente el desarrollo de una línea política disidente al conservadurismo que define, hasta el momento, al progresismo nacional en términos ideológicos. Si bien en varias declaraciones se ha definido como aliado y compañero de las luchas de las mujeres, y en más de una ocasión mencionó que su gobierno será de “equidad, igualdad de género y feminista”, ha rehuido de hacer declaraciones formales respecto al tema. Quizás por el temor de perder algunos puntos porcentuales en la votación final, pero sin tener en cuenta la cantidad importante de votantes que sí consideran dentro de sus identidades políticas la despenalización del aborto como una prioridad absoluta.
El ejemplo de esta posibilidad de alcance a sectores electorales importantes se refleja en la gran apertura que tuvo el candidato de la Izquierda Democrática (ID), Xavier Hervas, que dentro de su plan de gobierno plantea la despenalización del aborto por violación. Así como, aunque de forma tibia, Pérez también capitalizó el voto feminista con una serie de declaraciones de apoyo a la despenalización del aborto, igualmente y solo por violación. En términos ideológicos y disidentes al progresismo conservador, Arauz tiene la oportunidad histórica de colocarse verdaderamente del lado de las políticas públicas feministas y plantear que en su gobierno se llegue a la despenalización total del aborto, acercándose al ala progresista menos conservadora de la región, como son lxs Fernández-Fernández en la Argentina y, en su momento, José Mujica en Uruguay.
Al tomar una posición política feminista frente a la despenalización del aborto -en términos ideales por el aborto libre-, el debate se simplifica radicalmente: deja de ser un problema de moral franciscana y pasa a colocarse en los términos de políticas públicas y de la protección de la vida de las mujeres y los cuerpos gestantes. En términos estadísticos, el aborto es la segunda causa de morbilidad materna: entre 2013 y 2017, se registraron más de 109.696 abortos, equivalente a 21.939 mujeres atendidas por abortos en curso cada año. En definitiva, si Arauz pretende constituir un gobierno feminista, necesariamente tiene que radicalizar su propuesta acerca del aborto, desmarcándose de Correa, que desvirtúa y vacía de historicidad la lucha por el derecho al aborto, desde la misoginia y el patriarcado. No alcanza con discursos de un “un compañero que les acompañará en todas las luchas”; es necesario que atienda y priorice seriamente este problema de salud pública.
En estos mismos términos, Arauz ha fallado por mucho en la socialización de los puntos dirigidos a mujeres en su plan de gobierno. En términos estadísticos, las propuestas de políticas de género en los planes de gobierno se reflejan de la siguiente forma: Unión por la Esperanza (UNES) está en la cúspide, con un 20,4 por ciento, seguido por la propuesta de la Izquierda Democrática con un 12,2 por ciento de propuestas de género y, muy por debajo de ambas, la propuesta de Pachakutik con solo un 6,1 por ciento. No por temor a perder ínfimos puntos porcentuales Arauz va a mostrarse tibio, o peor aún, antifeminista.
Con respecto a las clínicas criminales de “deshomosexualización”, la posición de Arauz debe ser radical: la prohibición total y la judicialización a quienes las sostienen, así como la inclusión de otros sectores del movimiento LGBTIQ+ a su equipo de gobierno. Impera la necesidad de retomar la propuesta del género en tu cédula, que se desvirtuó en la administración de Correa como género opcional, y garantizar las necesidades de acceso a salud, educación y trabajo, específicas para este sector de la población. En términos estadísticos, la discriminación por identidad sexo-genérica y afectiva disidentes siguen atentando en contra de la vida digna y la seguridad de las personas LGBTIQ+.
Por otro lado, la legalización del uso recreativo y terapéutico del cannabis no representa únicamente un problema en términos morales para un sector conservador de la sociedad. La demanda de los colectivos cannábicos también se enmarca en la denuncia contra la persecución al autocultivo, y el uso terapéutico de la planta, como en casos de enfermedades crónicas como el cáncer, la enfermedad de Parkinson, la artritis e inclusive en el tratamiento de autismo, epilepsia, parálisis cerebral, entre otras. Es decir, Arauz tiene que apuntar necesariamente a un progresismo social, sobrepasando el progresismo en términos únicamente político-económicos.
Con respecto a los derechos de la naturaleza, aunque el plan de gobierno del binomio Arauz-Rabascall es significativamente más proteccionista que el modelo puramente extractivista que se manejó durante los dos mandatos de Correa, aparentemente no logró posicionar la propuesta de la minería inversa. Ni ha dejado claro cómo se va a hacer esa transición. Debe impedir la expansión de la frontera agroganadera y sostener la seguridad y soberanía alimentaria, libre de transgénicos.
En el otro punto, Arauz tiene que plantear el reconocimiento de la acción colectiva por fuera de los marcos del Estado, desmarcándose una vez más de la herencia de Rafael Correa. En otras palabras, mantener una relación sana y creativa con los movimientos sociales, reconociendo la necesidad de los mismos para la transformación social y reconociendo que todos, absolutamente todos los avances en términos de derechos, solo pueden darse y sostenerse a partir del trabajo y la militancia de los distintos movimientos sociales. Arauz tendrá inevitablemente que dialogar con las bases del Movimiento Indígena, reivindicando y reconociendo sus luchas históricas para poder constituirse como un proyecto político que incluya la totalidad de las luchas y los movimientos sociales. Impera la necesidad de la construcción del proyecto político del Estado plurinacional como deuda histórica con las nacionalidades indígenas y afroecuatorianas.
Si Andrés Arauz pretende lograr hacer frente al neoliberalismo del greenwashing de Yaku Pérez, estos son los cinco puntos angulares que necesariamente deben plantearse con mayor atención en la campaña de segunda vuelta. De tal forma, Arauz se encuentra frente a la oportunidad de reparar los errores históricos del correísmo para poder constituir el bloque político que gobierne el país durante los próximos cuatro años. La lucha de clases en torno al poder político institucional se reconfigura entre el progresismo y el neoliberalismo disfrazado de pseudo-ambientalismo y fiel representante del imperialismo yanqui.
*Por Revista Crisis / Foto de portada: A / D