El día que apagaron la luz, el fin de la inocencia
Por Manuel Allasino para La tinta
El día que apagaron la luz es una novela de Camila Fabbri, publicada en el año 2019. La actriz y escritora cruza literatura y memoria para narrar la tragedia de Cromañón: Fabbri estuvo en el recital de Callejeros la noche previa a ese fatídico 30 de diciembre de 2004. Muchos años después, posa la mirada sobre la chica rollinga y claustrofóbica que era entonces, para realizar una novela de “no ficción” sobre el fin de la inocencia para cientos de jóvenes.
Con recuerdos y entrevistas a amigos, amigas, padres, madres y testigos, Camila Fabbri indaga en lo profundo de ese drama colectivo que topó a su generación con la muerte.
“Hace más de cinco años que al salir de mi casa tengo la sensación de que soy un punto perdido en el medio de la nada, entonces tengo que hacer un esfuerzo demencial para reconstituirme con imágenes que me devuelvan un presente ideal, o al menos, despreocupado. Acá estoy yo otra vez, hola, flameando como una bandera de colegio descuidado. Aquí yo, la que a los quince años arrancó de raíz el relajo y la diversión a cambio de tener la certeza de que no me pase nada malo. La quietud supone menos peligros excepto que haya un terremoto o un sismo. Cierro los puños para controlar la fuerza que tengo, verifico si me queda tiempo antes de que el corazón me haga desaparecer mirziamov. Aquí estoy yo, sí, yo, creyéndome en el medio del desierto de arena gris que en realidad es una ciudad repleta de gente ansiosa y parlante. Blanca como un fantasma blanco en el cuarto asiento de los que viajan individuales. Tan limpia esta línea de colectivo, tan prudente el chofer con las frenadas, igual que un jingle el sol de la mañana en los jardines delanteros de las casa de zona norte. Justo en los asientos que viajan al revés, otra vez pongo la atención en los futuros. Por suerte siempre habrá esto que miro: una madre con cartera leyéndole a su hijo de menos de siete años el Atlas del Universo. Dejo la vista quieta en las zapatillas de la chica que viaja parada y la respiración reaparece. Me seco las manos con el suéter de lana. Abro apenas la ventanilla y dejo que el viento haga lo que suele hacer. Mientras yo estaba en otra parte, el colectivo se vació. Estoy llegando tarde al trabajo y agilizo la caminata. Un grupo de turistas le saca fotos a un árbol de naranjas que está en pie desde la época de la Revolución. No tendrá más de cuarenta años. Lleva una carretilla con cajas. Será repositor de algún comercio. Traerá productos con vencimiento impreso en el paquete. Es temprano en la mañana y se nota que se despertó hace poco. Está despeinado y yo también. El sol es caricatura en este momento del día. Es diciembre de 2018 y se cumplen catorce años de Cromañón. A partir de las cinco de la tarde habrá una misa reunión en el Obelisco, epicentro de la Ciudad de Buenos Aires. Irán los que quieran cantar, llorar o abrazarse. Tantos otros no irán o se reunirán en sus casas, prenderán velas, volverán a encontrarse con viejos amigos. Y también están los que con el pecho cerrado no pronunciarán palabra. El chico me mira fijo y yo a él. Lleva puesta una remera de Callejeros. Se da cuenta de que me quedo mirando esa consigna. Cuando estoy a punto de cruzar la calla giro hacia atrás. Veo que se me queda mirando. No lo conozco. Alzo la mano y lo saludo. Él hace lo mismo”.
Escribir es jugársela, es tomar decisiones. Y Fabbri es consciente de las decisiones que toma para construir un relato que no se plantea como una investigación periodística y tampoco descansa en la búsqueda de un ordenamiento programático del hecho para analizar sus causas y consecuencias. Sino que es un ejercicio literario sobre la propia memoria en relación con un trauma colectivo, en donde aparece la narrativa, la crónica e, incluso, la poesía. Se logra una memoria coral de una generación que, en la actualidad, puede mirar el pasado para recordar lo que sucedió esa noche. займы онлайн без отказа
El día que apagaron la luz es una ficción verdadera sobre los sueños y pesadillas que poblaron las cabezas de esos jóvenes rollingas, que en una noche de exaltación y felicidad compartida viendo y escuchando a la banda Callejeros, por una bengala encendida desde el público, terminaron envenenados por el humo que se llevó muchas vidas.
“Santiago y Julia iban al mismo curso del colegio Ramos Mejía. Julia no era tan rollinga como Santi. Podía escuchar rocanrol pero eso no comprometería su modo de vestir, ni su peinado. Tampoco se llenaba de pulseras las muñecas, ni de esos trapos que se rodeaban en los brazos y se iban deshilachando con los lavados. Para Julia eso podía verse extravagante, a veces disruptivo, pero en el cuerpo de los otros. Santiago tenía miedo. Era sensible y próximo a la angustia. A lo que más le temía era a los ovnis, a que un día vinieran y se llevaran todo, que esa vida que conocía un día acabara de una manera muy trágica. Por eso, a menudo, miraba el cielo. Evitaba hablar del tema, aunque si por casualidad encontraba una noticia sobre nuevos hallazgos de objetos voladores no identificados, no podía evitar leer, leer y leer. Después no podía dormir, insomnio y mucha evocación a la revista <<Más allá>> donde tantos repetían lo mismo <<¡te juro que los vi!>>. Santi tocaba los temas de sus bandas favoritas en la guitarra y tenía una voz aguda, particular. Una voz no terrestre. Santi falleció esa noche en Cromañón. Se asfixió. Nicolás también falleció. El novio y el mejor amigo de Julia murieron la misma noche. El padre de Julia llegó a la casa a las ocho de la mañana y la abrazó. Le preguntó si había llamado a la madre y Julia respondió que no. Su madre tampoco se había comunicado con ella. Su padre fue funcional y la abrazó cuando tenía que hacerlo, la palmeó, preguntó lo que tenía que preguntar, compró botellas de agua para todos los amigos –el calor y el llanto los deshidrataba-, alcanzó a su hija al primer velorio. Una vez ahí prefirió no entrar, la esperó en el auto. Bajó las ventanillas y encendió la radio FM de los tangos. Ya eran las diez de la mañana y el velorio de Nicolás acababa de empezar. <<Qué velocidad>>, pensó Julia. En ese momento no entendía nada de nada. Evocaba el tsunami del sueño de la semana pasada y el miedo de Santi, sobre todo eso, la tragedia que al fin le había tocado al temeroso. Julia miraba la pantalla del celular con la sensación de que Nicolás y Santiago llamarían en cualquier momento para decir que estaban bien, que había sido un error, que estaban ilesos debajo de un árbol en la plaza Miserere. Pero al instante volvía a la realidad la certeza de que M había sido el encargado de reconocer los cuerpos; y Santi era Santi y Nico era Nico”.
El día que apagaron la luz de Camila Fabbri es una novela de no ficción sobre una herida que no cierra: la tragedia de Cromañón. La escritora, dramaturga y actriz rodea el 30 de diciembre de 2004 de manera retrospectiva a través de testimonios cercanos y propios; y realiza una novela desde una adultez con el resabio traumático de haber pertenecido a una generación de jóvenes donde la inocencia fue interrumpida.
Sobre la autora
Camila Fabbri nació en 1989. Es escritora, dramaturga y actriz. Egresó de la carrera de Dramaturgia de la Escuela Municipal de Arte Dramático, dirigida por Mauricio Kartun. Escribió y dirigió las obras teatrales Brick, Mi primer Hirishima, Condición de buenos nadadores y En lo alto para siempre (co-dirección con Eugenia Pérez Tomas) para el Teatro Cervantes. Colaboró en diversos medios gráficos, como la revista Los Inrockuptibles, el blog de Eterna Cadencia y, actualmente, en Culto, suplemento del diario La Tercera (Chile). En 2015, fue nominada a los Premios Cóndor de Plata como actriz revelación por su actuación en la película Dos disparos, de Martín Rejtman. En diciembre de ese año, publicó Los accidentes, su primer libro de relatos, reeditado por Emecé en 2017. Fue convocada para formar parte de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara y la Feria Internacional del Libro en Oaxaca. Los accidentes fue editado en México y en Chile. El día que apagaron la luz es su primera novela.
*Por Manuel Allasino para La tinta.