“La histeria islamofóbica anuncia días sombríos”
Entrevista con la activista y escritora Houria Bouteldja, en la que habla sobre el creciente sentimiento islamofóbico en Europa y que tiene al presidente francés como su principal impulsor.
Por Víctor Hugo Pacheco Chávez para Jacobin América Latina
Durante los últimos años, hemos visto grandes revueltas en Francia, vinculadas, principalmente, a la crisis financiera y a la defensa de derechos sociales históricos. Estas revueltas le han dado algún impulso de unidad a la izquierda francesa, aunque han fracasado a la hora de construir una fuerza política suficiente para revertir la deriva derechista y xenófoba de la política nacional.
Hace años que Houria Bouteldja viene impugnando la incapacidad de la izquierda francesa de asumir como propia la lucha antirracista y anticolonial. La ex vocera del Partido de los Indígenas de la República, de origen argelino, se ha consolidado como figura central en la vida pública francesa, sobre todo, por sus encendidas denuncias de la islamofobia oficial del Estado francés y la complicidad de casi todos los sectores políticos -de derecha a izquierda- en la progresiva derechización de la sociedad gálica.
Autora de Los blancos, los judíos y nosotros. Hacia una política del amor revolucionario (Akal, 2017), Bouteldja conversó con Jacobin América Latina luego de las poderosas manifestaciones antirracistas de junio y en medio de una nueva oleada islamofóbica liderada por el propio presidente Emmanuel Macron.
—¿Cuáles son los elementos que impulsan el crecimiento de la extrema derecha entre amplias franjas de la población francesa? ¿Cómo se relacionan los sectores explícitamente antiinmigrantes e islamofóbicos de la derecha con la centroderecha más bien neoliberal de Macron?
—Antes que nada, es necesario volver sobre la historia y la estructura racial de la República francesa. Existe un compromiso histórico entre el capital y el trabajo que data de 1945, que obstaculiza cualquier forma de revolución proletaria, pero que, sobre todo, no cuestiona el carácter colonial e imperialista de Francia, lo que significa que el proletariado francés se beneficia de la dominación Norte-Sur perpetuada con su complicidad. El pacto social se ha reforzado por el pacto racial, cuya lógica es consolidar los vínculos que unifican al proletariado blanco con el bloque en el poder en contra del proletariado no blanco.
Es importante tener esto en mente para comprender el funcionamiento de la izquierda blanca y su incapacidad de comprender el rol que juega la islamofobia. Durante los últimos 40 años, la izquierda se ha desplazado hacia la derecha en un contexto de crisis del sistema capitalista. Las ideas racistas de la extrema derecha triunfan, porque la izquierda no ha producido jamás un contradiscurso materialista sobre la islamofobia en particular ni sobre el racismo en general.
Por otra parte, los atentados de 2015, seguidos del asesinato de un profesor por un extremista que reivindicaba el islam, parecen darle la razón a la extrema derecha, que logra capitalizar estos acontecimientos espectaculares y paralizantes. Hay que agregar a esto la gestión liberal que el gobierno hace de la crisis y la represión a los movimientos sociales. Esto polariza la opinión y galvaniza a la extrema derecha.
—Las políticas reaccionarias de la derecha francesa no solo apuntan contra la gente de color, sino contra todas las identidades no europeas. Hamid Dabashi argumenta que esta tendencia es un giro pos-orientalista en la política que se ha acelerado con la guerra global contra el terrorismo. ¿Cómo afecta esto a las personas que practican el islam y, más en general, a las personas de origen árabe en Francia?
—La historia moderna francesa se construyó sobre el binarismo blanco/no blanco, que es lo que acabas de denominar como “identidades no europeas”. El Estado francés no hace más que servirse de un imaginario colonial que tiene a su disposición y que adapta a la situación actual en función de sus necesidades ideológicas. Esto afecta terriblemente a las personas no blancas en Francia, que no tienen ninguna representación política y cuyos portavoces han sido, en general, cooptados.
Muchas personas musulmanas se resignan frente a la aplanadora derechista y se alejan de la acción política; algunas se organizan y otras pasan, como vemos a menudo, a los actos de violencia e incluso al terrorismo. Estas últimas son una minoría muy poco representativa, pero sus actos son espectaculares y salpican a toda la comunidad musulmana.
—En el contexto global del movimiento Black Lives Matter, Francia vivió sus propias protestas exigiendo justicia para ciudadanos e inmigrantes asesinados por la policía (poniendo especial énfasis en el caso de Adama Traoré, del 19 de julio de 2016). Considerando que cerca del 50 por ciento de la policía francesa votó por la extrema derecha en las elecciones de 2017, ¿qué puedes decirnos acerca de las relaciones entre el Estado francés y el racismo? ¿Qué rol juega el republicanismo a la hora de invisibilizar a los movimientos antirracistas?
—Es simple: las responsabilidades se invierten. Quienes luchan contra el racismo son “separatistas”, “comunitaristas”, “islamoizquierdistas”, es decir, “apoyan el terrorismo”, mientras que el bloque republicano que reivindica hoy la extrema derecha se presenta como la “resistencia”. Las personas blancas se convierten en las víctimas, con la ayuda de un sistema mediático que sirve a sus intereses y que está en manos de un puñado de personas multimillonarias. Hasta la policía es considerada como una víctima.
—Has criticado algunas veces la incapacidad de la izquierda para abordar de forma adecuada la situación de la gente de color y el asunto de la violencia estatal contra las personas inmigrantes, musulmanas y otros grupos. ¿Ves en las protestas recientes una posibilidad para que la izquierda francesa logre realinearse con estas luchas antirracistas?
—La izquierda radical ha realizado numerosos progresos en este sentido durante los últimos años, principalmente, gracias a la emergencia del antirracismo político, que ha sabido politizar mejor que el campo progresista la cuestión del racismo estructural, especialmente a la hora de evidenciar el racismo estatal. También juega el hecho de que ha sufrido en carne propia la violencia policial durante la represión de los chalecos amarillos y las movilizaciones sindicales contra la nueva ley de trabajo.
Desde ese momento, ha tenido una comprensión más clara de las violencias policiales y esto ha permitido numerosos reagrupamientos. Lamentablemente, esto sigue siendo débil si se lo compara con la fuerza de ataque de la extrema derecha, que es claramente el segundo partido más importante de Francia.
—Hay un debate en curso acerca de la reforma de la ley francesa de separación de la Iglesia y el Estado de 1905. A pesar de que el debate no es para nada novedoso, volvió a emerger en 2005, cuando la derecha francesa y buena parte de los sectores políticos dominantes intentaron usar esta misma ley para combatir lo que denominan “influencia de la cultura islámica”. Ahora, el presidente Macron empieza a retomar esta misma frase para alentar sentimientos islamofóbicos dentro de la sociedad francesa.
—La ley de 1905 ha sido definitivamente traicionada en sus principios fundamentales, porque de lo que se trataba era de liberar al Estado de la tutela religiosa, garantizando, al mismo tiempo, la libertad de conciencia en el espacio público. Esta ley ha sido manipulada para hacer que el laicismo deje de ser una obligación del Estado (el Estado debe ser neutral), sino un deber de la ciudadanía, comenzando por las personas musulmanas.
¿Qué significa para una persona musulmana ser neutral? Se ve claramente el carácter insensato de esta idea. En realidad, esto significa solo una cosa: que las personas musulmanas no tienen más derecho a estar en el espacio público y que no se protegen sus derechos fundamentales. Se trata de un laicismo islamofóbico que se radicaliza día a día. Después del asesinato del profesor, el ministro del Interior ha decretado que las secciones halal en los supermercados son un atentado contra el laicismo y que también lo es el hecho de que los deportistas musulmanes no quieran entrar a las duchas de los vestuarios completamente desnudos. La histeria islamofóbica es incontrolable y anuncia días sombríos.
—Fuiste una de las fundadoras del Partido de los indígenas de la República (PIR) y luego te convertiste en su portavoz. ¿Cuál crees que ha sido el impacto de esta organización en Francia y en Europa a la hora de transformar la conversación política acerca de cuestiones como el racismo, el colonialismo y la violencia estatal?
—Pienso que la emergencia del movimiento decolonial en Francia es el logro político más grande después del movimiento ecologista. Es la única novedad real en términos de alternativa y de perspectiva. En la actualidad, es común hablar de “blanquitud” o de “racismo estructural”. Pero esto no era así hace 15 años. Ahora, es necesario conquistar le hegemonía cultural en el sentido gramsciano, y no será para nada fácil.
—¿Podrías comentar sobre los motivos por los cuales abandonaste la organización este año?
—No es un asunto sensible. Hay que asumir las cosas de manera clara y transparente. El PIR fue la punta de lanza del movimiento decolonial y del antirracismo político durante 15 años. Como fue creado por personas no blancas, con total autonomía, e incluso contra la izquierda y el conjunto del campo político blanco, se ha ganado muchos enemigos. En el mismo momento en el que el pensamiento decolonial triunfa, el PIR es boicoteado, no solamente por las organizaciones de la izquierda y los medios, sino también por los mismos sectores del antirracismo político con los cuales colabora desde hace muchos años.
Si estos sectores boicotean al PIR es porque el terrorismo intelectual en nuestra contra es de tal magnitud que nuestros aliados, para salvar su credibilidad, prefieren sacrificar nuestra alianza en lugar de asumirla. El resultado es que nadie quiere trabajar a nuestro lado. El PIR se ha vuelto demasiado radioactivo. En cuanto a mí, me he transformado en una verdadera bruja. ¡No hay nadie más intratable que yo! Creo que una organización política es un vehículo que debe permitirnos avanzar. Si el vehículo no funciona, ¡hay que cambiarlo!
—Como militante de la izquierda decolonial, ¿cuál piensas que ha sido la capacidad de este movimiento para combatir la creciente ofensiva de la derecha mundial? Por ejemplo, algunos sectores de la izquierda latinoamericana creen que algunas organizaciones e intelectuales decoloniales, sobre todo en el campo académico, tomaron posiciones equivocadas frente a los movimientos golpistas en Bolivia, pero también en Venezuela y en otras áreas.
—El movimiento decolonial, como toda expresión política, está sujeto a interpretaciones y puede dar origen a corrientes políticas diferentes. No obstante, me parece que existe una expresión autónoma de la decolonialidad, que se encuentra siempre por fuera de las instituciones estatales y cuyo objetivo es defender más directamente los intereses de los pueblos dominados o de los grupos racializados.
No estoy segura de que la palabra de los sectores universitarios, decoloniales o no, sea la más auténtica o la más independiente, puesto que la universidad es un lugar de poder y, al mismo tiempo, un lugar fuertemente eurocéntrico. No conozco el caso de América Latina, pero sé que, en Francia, la acción y el pensamiento de los sectores decoloniales universitarios siempre están cargados de liberalismo y obedecen a la lógica de la carrera académica en vez de a objetivos militantes. Desde mi punto de vista, está claro que, aunque haya que mantener una relación crítica con las autoridades de Venezuela o de Bolivia, es necesario estar de su lado, en contra de la injerencia del imperialismo.
—La pandemia ha llevado a mucha gente a hablar de una “crisis civilizatoria” total que pondría en cuestión muchas de las creencias de la modernidad capitalista. ¿Qué puede decirnos la perspectiva decolonial acerca de la coyuntura actual?
—El pensamiento decolonial es profético porque siempre se ha adelantado a muchos otros pensamientos para explicar en qué punto la modernidad occidental es una civilización de muerte. El movimiento decolonial debe fortalecerse en todo el mundo y construir una internacional decolonial. Es una tarea urgente, cuyos contornos hemos intentado delinear con Bandung del Norte. ¡La lucha continúa!
*Por Víctor Hugo Pacheco Chávez para Jacobin América Latin / Traducción: Valentín Huarte / Foto de portada: Claude Truong-Ngoc